Traumas: una breve historia de fantasmas 

It is because I believe hope could be found within the depths of despair.
Aporia, Yu Gi Oh 5Ds

Imagínense a un niño en una casa grande, una jarra de agua y unas escaleras de mármol que hacían una ligera L. Llegaba con tres cuartos del encargo, cuasi trotando y muerto del miedo. La reacción que encontró fue un regaño, primero por su repetida negativa a aceptar la orden y luego por el reguero que armó. La oscuridad del primer piso me aterraba. Aún por la madrugada, cuando no existe ruido alguno, la recuerdo. Sombras que parecían humanos y humanos que no parecían. Aquí comienza una historia de fantasmas.

Una escena que siempre me ha resonado es ver a mi padre subiendo y bajando el switch de la luz:

‒Mira, es lo mismo… la misma sala.

No era la misma, estaba oscuro. En esa oscuridad cabía todo, toda, tode. Había un monstruo, ropa estirada en la cuerda o Dios.

En la obra de Lacan existe un error de traducción; al menos para una parte de los psicoanalistas. Las phantasie freudianas se tradujeron al francés recurriendo a una palabra en desuso como: fantôme. Ya podrán ver la problemática. Al español, lo que debería ser fantasías freudianas se traduce como fantasmas. En Lacan y en la obra de varios psicoanalistas franceses, las gafas que se pone el neurótico para ver la realidad tienen una connotación más relacionada a un tipo de aparición, al menos en palabra. De niño, para mí, lo eran.

Si hablamos de recuerdos que resuenan, tengo otra experiencia. Quizás tendría cinco o seis años (está borroso) cuando me llevaron a mi primer jardín. Me gustaba. Yo, un niño callado, envuelto en introspección, emprendía una aventura hacía un mundo nuevo, había castillos, princesas y bosques encantados… ah, y cartas de Yu-Gi-Oh, con las gafas puestas, claro. Para continuar con mayor veracidad, sigo con la narrativa de mi madre: participaba en todas las clases, era mucho más adelantado que los otros niños y hasta les soplaba las respuestas. Amor de madre. No recuerdo cuándo, ni el porqué, (aunque lo intuyo y supongo que ustedes también) pero conseguí enemigos.

Aquellos, ellos, crearon una elaborada historia donde las cartas cobraban vida y matarían a mi familia. No volví, lloraba, pataleaba a una cuadra de ese jardín maldito, donde esas cartas de Yu-Gi-Oh se convertían en demonios. Adiós Harvard, MIT y participar en clase de matemáticas los jueves por la tarde.

Pero si hablamos de faltas comencemos por dónde deberíamos: problemas de escritura. ¿saben algo que me encantaría distinguir? un acto fallido en la palabra, no la obvia, la que habla del sentimiento, el diario. Un cuento, una ficción, el poro más chiquito del atravesamiento del sujeto que se ve reflejado en la escogencia de la palabra literaria. ¿Se imaginan hacerle terapia a Borges? Bueno terapia no, para terapia se necesita el consentimiento de Borges, pero ¿y si nos da ese consentimiento al escribir? Quien escribe se inscribe, se refleja, y, de pronto, también entra en terapia. La terapia que no abandonaré.

Todas las demás las he abandonado. Como esa primera que a los cinco años utilizó mi madre para que volviera, a través de argumentos, a otro jardín. También la empírica experimental de mi padre con la oscuridad. No funcionaban para que siguiera yendo a la forma más radical de la neurosis, la sostenida por la angustia.

En el Octavo Seminario Lacan define la formalización del fantasma histérico y obsesivo pero no el fóbico. Esta hiancia da lugar a múltiples interpretaciones sobre la función del fantasma en la fobia. Algo que sí deja claro Lacan es que la fobia representa un desprendimiento más peligroso, un desprendimiento sorpresivo que “pone en cuestión la realidad y la consistencia de la ilusión del yo”. Y sucede con tan sólo la presencia del significante. Yu-Gi-Oh, matemáticas, jueves.

Entonces, ¡es un fantasma! Un fantasma que aparece en las palabras, que con tan sólo la consecución/aparición de unos cuantos fonemas se cae el mundo, TÚ mundo.

Alicia Lowenstein propone, interpretando la dicotomía neurosis obsesiva e histeria lacaniana, que esto da lugar a una estructuración del fantasma. El analizante dejaría de tener su relación con el deseo del Otro a partir de la angustia y pasaría una relación frente a su fantasma. En pocas palabras: usar el fantasma para acabar las angustias de los fantasmas, inscribiendo en el fantasma otra historia por fuera de la angustia real. Confuso, no. Problemas de traducción.

Pero aún le tengo miedo a la oscuridad, por la madrugada, cuando no existe ruido alguno, la recuerdo. Escapándome un preciso momento del abismo, en iluminación (de subida del switch) me pregunto aterrado. ¿Seré el fantasma de otra historia?

¿Cómo referenciar?
Sarmiento Vanegas, Arturo. “Traumas: una breve historia de fantasmas” Revista Horizonte Independiente (columna literaria). Ed. Brayan D. Solarte, 28 may. 2023. Web. FECHA DE ACCESO. 

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