El chico de los ojos cafés no sabía ni qué hora, ni qué fecha, no sabía si sol o luna, menos sabía si vivía, si moría o si soñaba. Entre nubes una chica se acercaba, perforaba su vena y el suero viaja por el tubo transparente hasta sus venas casi invisibles. Intentaba mover los deditos de sus pies, pero no sentía ni siquiera la respiración como suya, no sentía ni siquiera la brisa oscilando de lado a lado en sus mejillas, ni el perfume de la chica, no sentía ni la aguja ni el suero, ni la vida ni la muerte, ni el sueño.
Y entonces se quedó mirando hacia el techo blanco igual que sus recuerdos y pensando en lo que haría si perdiera su cuerpo: es algo frágil, terrenal, la mente me puede sacar de este cuarto como quiera y puedo inventar el escenario que quiera para encontrarle alguna explicación a estar aquí ahora, solo haría falta creerlo ¿qué sentido tiene entonces ahora preocuparme por ello? Y es que realmente, él era más que sus cabellos alborotados, era más que sus ojos profundos, misteriosos, que los tatuajes a su abuela, a su madre y a la chica que lo abandono en un bar una noche; él era motivos, él era momentos y recuerdos, él era como todos somos, lo que hacemos y lo que nos pasa.
Fresco y relajado se tomó todo con calma, 6 am desayuno y baño, 8 am las visitas, más bien un rato libre, nadie iba a verlo; 9 am el médico con un diagnóstico, -tendremos que trasladarlo a otro centro donde también puedan tratarle esa mente, chiquillo- “sí, sí, haga lo que tenga que hacer, pero sáqueme de aquí, que tengo un viaje a Brasil y deje la maleta lista, sácame de aquí que así sea sin piernas y sin pies, sin manos y sin rostro, yo me encuentro con el amor para dejarlo ir conforme”
La vida se le iba entre las palabras y entre los desencuentros del viento con su alma. La vida se le iba entre las palomas que iban a posarse en su ventana y que de seguro pensaban que más cerca de la felicidad debía oler como a flores con tarjetas de esas que llevan a los hospitales. La vida se le iba mientras miraba la ventana, pero él no lo sabía y tampoco le importaba.
Él estaba allí y estar le bastaba a él para vivir; él imaginaba lo que pasaría e imaginar bastaba para hacer algo mientras la vida pasaba y la vida se le estaba yendo, le estaba pasando él era como todos somos, lo que hacemos y lo que nos pasa.
¿Cómo referenciar?
Martin’s, Amarilla. “El estoico” Revista Horizonte Independiente (poesía). Ed. Nicolás Orozco M., 12 feb. 2023. Web. FECHA DE ACCESO.
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