Algunos aprendizajes en la vida vienen indefectiblemente con una dosis de amargura. Por ejemplo, saber aceptar que no todo lo que se quiere se puede tener; o que no todo lo que deseamos es sensato y que si se diera la oportunidad de tenerlo, en muchos casos, de seguro nos arrepentiríamos al instante. Estas ideas las explora en varias de sus obras el escritor americano Henry James (1843 – 1916). Autor prolífico y de estilo alambicado. El crítico literario H.L. Mencken alguna vez refiriéndose a un nuevo libro de cuentos de James comentó “se ha publicado una nueva colección de relatos del Sr. Henry James, algunos de ellos escritos en inglés”; en otras oportunidades fue aún mucho menos amable con la prosa de James y no ha sido el único crítico del estilo jamesiano. Para otros, sin embargo, justamente por su manejo del lenguaje y la manera compleja como desarrolla sus tramas es uno de los grandes novelistas del s. XIX; admirado por escritores de la talla de Virginia Woolf y Joseph Conrad, hoy se le reconoce como un gigante de letras o simplemente como “el Maestro”.
James en su obra “Los papeles de Aspern” (1888) nos presenta la historia de un joven y entusiasta editor y crítico, que se denomina a sí mismo “adorador” de la obra de un gran poeta, Jeffrey Aspern. Del crítico nunca llegamos a saber su nombre y es el narrador del relato. Este joven y su socio, también editor, se enteran de que una antigua musa y amante del poeta aún vive en la ciudad de Venecia. La mujer es ya bastante mayor, Juliana Bordereau, y vive en compañía de una sobrina de edad madura, Tina. Los editores sospechan que la anciana tiene en su poder valiosos documentos pero no saben cómo abordarla pues la mujer no recibe a nadie en su casa y aunque previamente intentaron por carta averiguar por los documentos, la respuesta fue negativa. Los socios acuerdan que uno de ellos se desplace hasta Venecia y busque contacto con la mujer. Una amiga de narrador del relato le sugiere instalarse en la casa de las mujeres como inquilino, ganarse su confianza y así hacerse a los papeles; la amiga bromea y le pregunta qué estaría dispuesto a hacer y el joven le responde que ‘haría cualquier cosa por tener los papeles de Aspern’.
El joven logra su cometido inicial, instalarse en el caserón con las mujeres bajo una falsa identidad, y va desarrollando estratagemas para ganarse la confianza de las mujeres. No cuenta sin embargo con que la más anciana es una mujer astuta. Por el contrario, la más joven de las Bordereau, a pesar de ser una mujer de edad madura, justamente por vivir retirada del mundo cuidando de su tía y no tener contacto con otras personas, parece ser de una gran simpleza, exterior e interior cree el joven, e incapaz de artificios. El joven logra ganarse de la confianza de Tina y obtiene eventualmente la confirmación de que la anciana conserva numerosos documentos de Aspern y que no quiere que el archivo le sobreviva; en varias ocasiones ha manifestado su intención de echar al fuego los papeles. El joven editor revela su verdadera identidad a Tina y obtiene de ella la promesa de hacer lo posible para que la anciana no queme los papeles y qué eventualmente él pueda verlos; Tina accede manifestando que hará lo que pueda para ayudarle, siempre y cuando no implique traicionar a su tía.
¿Cómo ha logrado el editor ganarse la confianza de Tina? Ha sido en extremo galante con ella y se ha presentado como un benefactor, como alguien que haría todo lo posible por ayudarla pues reconoce su vulnerabilidad y soledad, sobre todo ahora que la muerte acecha a Juliana. Se ha jugado igualmente la carta de hacer explícito que comparten un origen y experiencia: son estadounidenses que viven desde hace mucho tiempo en Europa, amándola pero sintiéndose extranjeros, ajenos, y a pesar de ello, sin ningún deseo de regresar a los Estados Unidos. El joven descubre tardíamente que la anciana ha estado jugando no solo a sacarle la mayor cantidad de dinero que pueda, sino que ha caído en la trampa de querer juntarlo con la sobrina y que lo ha hecho justamente porque sabe de su interés por el archivo de Aspern. Lo tienta con un retrato de Aspern –que en el relato se suponen en extremo escasos y raros–, el editor se ofrece a buscar un comprador aunque dice no conocer al sujeto del retrato y la anciana se rehúsa también a nombrar a Aspern pues no quiere darle ese gusto al editor. Las conversaciones entre ambos están llenas de dobleces.
El joven editor cada vez más tentado por la cercanía con los documentos, llega al extremo de aprovechar una recaída en la salud de la anciana para irrumpir en su habitación y así echar mano a los papeles; la anciana lo descubre y esto desencadena en ella un ataque que eventualmente lleva a la pobre mujer a la muerte. El ahora avergonzado y acobardado editor huye y regresa unos días después al enterarse de la muerte de Juliana. Tina lo recibe cálidamente y agradece que en los últimos tiempos ella hubiera podido contar con su ayuda y benevolencia; en señal de agradecimiento le da como regalo el retrato de Aspern con el cual la anciana lo había tentado. El joven no resiste la tentación de preguntar por el archivo; Tina le confirma que está a salvo pero que dado que no está dispuesta a traicionar a su tía, no podría enseñarle los documentos a menos que él fuera de la familia, no un extraño. El joven entiende ahora cuál es el precio por los documentos: si los quiere, debe casarse con Tina.
El joven se retira sin más afirmando que buscará un comprador para el retrato y que le enviará el dinero; no da a la mujer respuesta alguna sobre la propuesta matrimonial pero es claro por su huida que no está dispuesto a aceptarla y que tampoco tiene interés alguno en la pobre mujer. El joven se maldice por lo que él mismo llama “su extravagante curiosidad” y cree que su falta radica en no haber sabido cuándo parar la pantomima que él mismo puso en marcha; se consuela pensando que con su socio ya tienen suficiente material de Aspern y que el archivo de Juliana no añadiría mayor cosa a lo que ya conocen. La duda sin embargo sobre el valor del material lo carcome y regresa al día siguiente con la idea de aceptar la propuesta de Tina. Al encontrarse nuevamente con ella, la ve distinta, con un aire de tranquilidad y gracia, que lo hacen consolarse pensando que esta mujer tiene algo de belleza y dignidad; la mujer no obstante le revela que el día anterior, tras su partida, ha quemado uno a uno la totalidad de los papeles y lo despide, expresándole su deseo de no volver a verlo, no sin antes anotar que la cantidad de papeles era considerable. El joven tras la noticia vuelve a ver a Tina como alguien insignificante y no deja de pensar en la catástrofe de la quema del archivo. El relato termina con el joven editor contando a su amiga, quien le dio la idea de instalarse en la casa de las Bordereau, que envió una suma importante a Tina por el retrato indicándole que provenía de ‘un comprador anónimo’; el retrato cuelga ahora en el escritorio del joven, quien todavía se lamenta por lo que él llama ‘su pérdida’, la quema de los documentos.
La trama de esta obra se le ocurrió a James a partir de una anécdota que le refirieron en una de sus estadías en Italia entre 1886 y 1887: un adorador de la obra de Shelley, Capitán Edward Silsbee escuchó que Jane Clairmont, hermanastra de Mary Shelley y madre de la hija de Lord Byron, aún vivía en la ciudad de Florencia; la octogenaria mujer vivía con una sobrina. Silsbee llega a contactar a la más joven y se presenta como un admirador de la obra de Shelley; esta mujer ofrece a Silsbee los documentos que tiene en su poder a cambio de que se case con ella. A James le divirtió la anécdota y vio en ella una oportunidad para contar una historia. Contar algo sobre una era ya ida, la de los grandes poetas como Shelley y Byron y de los que Aspern es una encarnación; decir algo sobre dos mujeres que sobreviven en una época que no es la suya y no pertenecen a ninguna parte pero que aún a través de ellas, en particular la más anciana, se puede sentir la grandeza de esos tiempos; mostrarnos la ambivalencia y falta de visión moral de aquél, que persiguiendo señales divinas (el editor y Juliana hablan de Aspern como ‘un dios’), cree que son divertimentos, faltas menores, la manera como se aproxima a Juliana y Tina y se gana su confianza.
Uno de los aspectos más destacables de James es su maestría para presentarnos relatos a través de narradores no confiables. En el caso de la historia que nos ocupa el joven editor cree al final que su única pérdida es el archivo de Aspern y que su falta en toda la situación se resume en la torpeza de haber calculado mal cuándo ponerle fin a la farsa que él mismo puso en marcha. No reflexiona siquiera lo que supuso que se atreviera a poner en marcha tal pantomima o que su irrupción en la habitación de la anciana desencadenara su muerte; se siente satisfecho eso sí de que Tina no se lo eche en cara cuando se ven la última vez. Tampoco repasa lo que su comportamiento galante y atenciones pudieron haber sugerido a Tina para que esta se lanzara a proponerle casarse o si a la luz de esta propuesta debiera verla de manera distinta, como alguien muy honesta y aún así capaz de artificios con tal de no quedarse sola, dado lo poco preparada que estaba para esta nueva etapa de su vida. Igualmente parece escapársele, así lo anotan algunos estudiosos de la obra de James, que quizás Tina es realmente hija de Aspern y Juliana, o quizás prefiere ignorar tal posibilidad.
La no confiabilidad de los narradores abre múltiples posibilidades de interpretación y es un rasgo central de la narrativa jamesiana. Demanda de sus lectores una participación activa en la interpretación de la historia; el lector tiene la última palabra para terminar el relato. En el caso particular de “Los papeles de Aspern” la idea central de la historia parece ser muy simple, ‘qué estaría dispuesto/a a hacer para obtener x…’; sin embargo esta pregunta está conectada con otras como: ¿lo que deseamos es sensato?; ¿si tuviéramos la oportunidad de anticipar las consecuencias de lo que deseamos, aún así persistiríamos en perseguir lo que anhelamos?
El joven editor de “Los Papeles de Aspern” tal vez no se equivoca en los juicios que hace sobre su situación pero sí yerra en reducir la situación a estos elementos; es verdad que se dejó dominar por una curiosidad malsana y es cierto que debió detenerse antes pero la falta no se reduce a ello. Estamos ante un sujeto que es incapaz de apreciar y valorar en su justa medida sus propias acciones y consecuencias; no obstante, a pesar de lo horripilante que es tal cortedad de miras, nos sentimos identificados en tanto sabemos que en muchas oportunidades hemos incurrido en error similar. La maestría de James es doble, como genial escritor y como sagaz pensador moral.
¿Cómo referenciar?
Rico Torres, Ana Isabel. “Artificio y torpeza” Revista Horizonte Independiente (columna literaria). Ed. Nicolás Orozco M., 18 abr. 2021. Web. FECHA DE ACCESO.
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