Cuarzos y bares

Esta noche ella ha llegado con el cabello extrañamente peinado,
sus rizos dorados están exactamente donde los acomodó esta mañana antes de salir y su perfume a rosas no se encuentra contaminado de los humitos verdes que penetran los domingos justo a las 4:20 de la tarde. Viene radiante, abre la puerta y se vislumbra como rayo de luz en medio de las nubes grises de la ciudad. Por primera vez sus ojos grandes y cafés vienen brillosos y atentos, sus pupilas no se
dilatan más que por la oscuridad de la habitación y al parecer el viento no ha golpeado con suficiente fuerza sus mejillas; sonríe, después de tantos años de nuevo sonríe. Leer más