Uno de los acontecimientos filosóficos del año en Bogotá ha sido la acogida de la 16ª reunión anual del Comparative and Continental Philosophy Circle (Círculo de Filosofía Comparada y Continental), llevada a cabo del 24 al 27 de mayo. Aunque en su mayoría está compuesto por investigadores de Norteamérica y suelen reunirse en Estados Unidos, en no pocas oportunidades el CCPC ha optado por darse cita en varios lugares del mundo: ha estado en Cork (Irlanda, 2011), Shanghai (2013), Reykjavik (Islandia, 2015), Taipei (2016), Bath (Reino Unido, 2018), Leiden (Países Bajos, 2019) y Tallin (Estonia, 2022). En 2023 ha sido la primera vez que la reunión anual tiene lugar en Latinoamérica. El evento fue auspiciado por la Universidad Javeriana y su organización estuvo a la cabeza de Gustavo Gómez Pérez.
Como reseñó Bret Davis en la inauguración de la conferencia, el CCPC inició en Estados Unidos como espacio de encuentro entre investigadores con formación en filosofía continental que tenían interés en ampliar sus horizontes hacia varias tradiciones filosóficas del mundo, especialmente de Asia, Oriente. Como uno de sus participantes me comentaba, el grupo destaca por ser un espacio crítico pero colaborativo: no se estila competir agresivamente o jugar a hacer pedazos las ideas de otros, sino contribuir al trabajo de los demás sin perder la óptica crítica. Esto coincide con la forma como el CCPC se describe a sí mismo.
Porque conozco de hace muchos años a algunos de sus integrantes y por la experiencia de esos días de conferencia en la Universidad Javeriana, me atrevo a confirmar que el espíritu de cooperación crítica describe efectivamente el ethos del CCPC. Un viento fresco corre por los pasadizos y aulas del mundo académico con espacios así, viento que alivia los resquemores dejados por las infelizmente habituales batallas de egos. No puedo decir que mi vida académica misma haya estado mayormente atravesada por esas pugnas, pero soy consciente de haber contado con algo de suerte. Por unos años en la Universidad Nacional contamos con un espacio de discusión sobre filosofía de la religión que acogía una audiencia de todos los niveles de formación: desde estudiantes de pregrado hasta docentes. Fue un espacio exigente por el nivel de la crítica, pero era una crítica cooperativa. Eso mismo me comentaba alguien una vez: le gustaba porque lo percibía como un ambiente de cordialidad y respeto mutuos, y eso, me decía, no era lo común. Quisiera creer que hoy en día se está haciendo más fácil en el medio filosófico encontrar esos espacios.
Volviendo al CCPC, hay que resaltar otra de sus virtudes: la apertura intercultural. No podríamos decir que sea un espacio tan amplio como podría serlo, o como haría falta para romper el aún preponderante canon europeo. A fin de cuentas, uno de los elementos que da cohesión al Círculo es la formación e interés de sus miembros en la filosofía continental europea. Aun así, varios de sus integrantes se han aventurado desde ese lugar hacia la exploración de varias filosofías de Asia. En el programa de este año, fue habitual hallar propuestas relacionadas con clásicos como el daoísmo del Zhuangzi, el Yijing (más conocido en castellano como I Ching o “Libro de las mutaciones”), el gran filósofo y maestro japonés Eihei Dōgen o la ética budista. También hubo presentaciones dedicadas a autores de la contemporánea Escuela de Kioto como los japoneses Nishida Kitarō, Nishitani Keiji o Ueda Shizuteru. Es más, también hubo algunas intervenciones consagradas a filosofías latinoamericanas y africanas.
La plenaria del profesor Alejandro Vallega (Universidad de Oregon), por ejemplo —“Caminando con la luna, escuchando el silencio: dos instancias de conocimiento más allá del ser y el no ser”—, versó sobre la superación del binarismo ser/no-ser en la pensadora chicana Gloria Anzaldúa y el poeta mapuche Bernardo Colipán Filgueira: dos instancias, conceptúa Vallega, de formas de pensar que cuestionan las identidades pétreamente configuradas como determinaciones de la subjetividad volitivo-racional (“rational willful intersubjectivity”) o ego-lógica, y con ello invitan a transitar a las poéticas de sí: constituciones de la identidad a través del des-membramiento (“dis-membering”) y el re-memoramiento (“re-membering”), lo que equivaldría a un pensar más bien eco-lógico.
Varias de estas exploraciones de otras filosofías en el CCPC son comparativas, como bien corresponde al espíritu de esta organización, reflejado en su propio nombre. Aun así, el espacio da para el trabajo de especialistas en filosofía budista, japonesa o china, no necesariamente con la condición de leer los textos o autores de estas tradiciones a través del lente de autores “occidentales” (lo que sea que esa palabra signifique). Así, por ejemplo, la profesora Michiko Yusa ofreció una plenaria titulada “Nishida on Reason and Emotions” (“La razón y las emociones en Nishida”), en la cual exploró las raíces del pensamiento de este capital filósofo japonés contemporáneo en la clásica filosofía budista yogācāra (pronúnciese “yogaachaara”). Para Yusa, la teoría yogācāra de las tres capas y ocho niveles de conciencia permea tácitamente la forma como Nishida entiende la naturaleza y desarrollo de la conciencia más allá de presupuestos egocéntricos, así como la profunda relación entre emoción y razón. Para él, una y otra no son opuestos; al contrario, la profundización de la razón requiere una muy profunda y desarrollada emoción. Pues bien, el pensamiento yogācāra, afirma la profesora, no solamente ayuda a comprender mejor la filosofía de la conciencia en Nishida, sino que además permite tender un puente entre esta y la fenomenología, como ejemplificaría el trabajo de varios fenomenólogos japoneses contemporáneos (p. ej. TAKASAKA Jikidō).
Con todo, el evento también dio espacio para el abordaje explícito de temas centrales en la agenda política y social de nuestro siglo. Gustavo Gómez Pérez tituló su plenaria “Being without World: A Phenomenological Reading of the Findings on Torture in the Colombian Truth Commission’s Final Report” (“Ser sin mundo: una lectura fenomenológica de los hallazgos sobre tortura en el Informe Final de la Comisión de la Verdad en Colombia”). El profesor tuvo, así, la oportunidad de compartir parte del trabajo de un grupo que desde la Universidad Javeriana se dedicó a leer el Informe y reflexionar filosóficamente al respecto. Resultó conmovedor constatar que sus palabras fueron escuchadas con mucho interés por el público mayoritariamente norteamericano presente, público que en las preguntas reflejó su voluntad de entender la realidad colombiana y lo que puede decirle al resto del mundo.
Eso sí, el tema público que más atención se llevó durante la conferencia fue la crisis medioambiental. Alrededor de cinco o seis presentaciones se dedicaron a explorar distintas facetas del tema: la belleza y sabiduría de los bosques, la estética vegetal, la vindicación del (buen) fuego, la reconstitución de la noción de hogar, la revaloración de los ciclos de vida y muerte. De hecho, la plenaria con la que el evento cerró — “Human and Other Animals as Related in Indigenous Storytelling: Oral Sources for Comparative Philosophy” (“Humanos y otros animales como son relacionados en narraciones indígenas: fuentes orales para la filosofía comparada”)— versaba en buena medida sobre las narrraciones de los pueblos indígenas como formas de despliegue de pensamiento filosófico ecológico en el sentido más profundo de la palabra: el despliegue de un pensar que sin caer en el relativismo del “todo vale” no cede a la versión única (en una palabra, un pensar perspectivista), cosa que da lugar a la relación viva y no cosificadora ni explotadora entre nosotros y otros animales. Fue un tema tanto relevante como inspirador no solo por sí mismo, sino por el formato en que sus ponentes, John Maraldo y Mary Jo Maraldo, decidieron presentarlo: un diálogo. Aunque leída, la plenaria se sintió como un ejercicio vivo.
Podría decir mucho más sobre este encuentro académico —y, más que académico, incluso artístico y espiritual. No puedo evitar la sensación de que me quedo corto, pero también temo extenderme más de la cuenta. Aun así, es menester cerrar con una especie de conclusión abierta. Muchas veces se critica a las humanidades porque se encierran en una suerte de torre de marfil: se aíslan del mundo, de la gente de la calle, de los bosques y las aguas, y de todas las genuinas preocupaciones que despiertan. Es una crítica en buena medida justificada, pero no siempre suceden así las cosas. Ocasiones como esta reunión del CCPC en Bogotá me hacen pensar que espacios de conversación, escucha y cooperación mutuas entre el mundo académico de las humanidades y las organizaciones de la sociedad civil son posibles y potencialmente muy fructíferos. Las dos orillas podrían beneficiarse muchísimo: la una tendría más oportunidad de mostrar su valor práctico-transformador para el mundo, y la otra más ocasión de enseñar su poder para inspirar nuevas maneras de pensar y entender la realidad. Estamos en mora de construir esos espacios de encuentro.
¿Cómo referenciar?
Barbosa Cepeda, Carlos. “Vientos frescos en los bosques de la palabra. La reunión anual del Comparative and Continental Philosophy Circle en Bogotá” Revista Horizonte Independiente (Columna Filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 09 jul. 2023. Web. FECHA DE ACCESO.
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