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Mateo Ayerbe Muriel

Autor externo, economista

Vol. 1 C. 30

Una apertura al cambio

La humanidad ha vivido grandes pandemias pasando por la gripe española, la peste negra y hoy en día el COVID-19, no comparada en términos de salud pública, pero si con grandes repercusiones a nivel económico y social.

Los países se aíslan, cierran fronteras, se protegen y toman todas las medidas de sanidad requeridas para proteger a la población, y las acciones que los gobiernos toman son decisivas para evitar un decrecimiento significativo en sus económicas, el cual se estima para Colombia que va a estar entre un rango de -2.7% y -7.9% para el 2020, según Fedesarrollo.

Esta desaceleración obedece a la reducción en la actividad primaria, secundaria y terciaria, unida a los shocks externos petroleros, con devaluación en la tasa de cambio y por la baja calificación de la deuda país (BBB-), suministrada por Standard & Poor’s (S&P) y Fitch, lo que conlleva a una fuga de capitales hacia países con mejores calificaciones como lo es Canadá, Estados Unidos o los Países bajos, con su efecto inmediato en la sostenibilidad fiscal del país.

Con lo anterior el Banco Central ha inyectado liquidez a la economía a través de compra de títulos privados, compra de TES y subastas de REPOS, dado los bajos precios del petróleo ubicados en los 19.34 dólares por barril de referencia Brent, lo que ayudaría a revaluar la moneda colombiana, la cual no se encuentra en su punto de equilibrio situada en los $3.972 pesos a abril del 2020.

A su vez, ha decidido incentivar a la demanda en el mercado crediticio al bajar las tasas de interés ubicándola en 4.25%, para darle a la economía un impulso, evitar las altas tasas de desempleo y fomentar la inversión y el consumo, con el costo de elevar la inflación que se encuentra en  3,86% para este primer trimestre del año, lo cual generaría un aumento en los precios de la canasta básica familiar (cereales, los lácteos, las carnes, los huevos, las verduras, las frutas y otros) viéndose afectada aún más la desigualdad del ingreso en Colombia (con un coeficiente del GINI de 50,4 de acuerdo al banco mundial, donde 0 es equidad perfecta y 100 inequidad perfecta).

Por otro lado, decisiones como la activación del mercado interno por medio de la industria manufacturera que representa el 11.9% del PIB y la construcción que aporta un 6.5% al PIB hacen que se dinamice la economía a través de los enlaces productivos con las industrias suministradoras de los insumos (acero, hierro, aluminio, cuero, entre otros) para la fabricación de bienes con valor agregado intermedios y finales (botones, chaquetas, casas, entre otros).

Estas medidas son tomadas en épocas de crisis económicas a través del crédito y del mercado interno, con el desafío que conlleva el aislamiento y distancia social, pero una oportunidad para compensar la balanza de pagos, generar ingresos no dependientes de los hidrocarburos, aprovechar las ventajas comparativas, como la gran expansión de tierra que tiene Colombia.

Un  factor de producción  utilizado en la agricultura cuya participación es del 6.2% del PIB que en el mediano y largo plazo con un adecuado apoyo interinstitucional puede generar grandes rentabilidades, y así aumentar la productividad por hectárea sembrada al contar con la tecnología para reducir costos y aumentar los beneficios, conectar  de manera adecuada los productores con los comercializadores y los consumidores, incentivar al campesino a que cultive la tierra para evitar el desplazamiento de la periferia a la gran ciudad y educar al campesino con conocimientos técnicos, para lograr eficiencia en el mercado.

Dado lo anterior, un buen ejemplo de explotación es el mercado de los cereales, siempre y cuando los acuerdos de TLC protejan al campesinado en Colombia, ya que de acuerdo a las naciones unidas habrá un aumento en la población mundial pasando de los 7.600 millones de personas en el 2017 a los 8.600 millones para el año 2030, sumando al aumento en la demanda de bienes ganaderos en un 5,5 % anual según la FAO; dos sectores demandantes de este bien agrícola. Esto hace un escenario propicio para el cultivo, producción, comercialización interna y exportación de los cereales en Colombia. Por ende, en el sector agrario, hay otra oportunidad de prender la economía y de evitar seguir con el dualismo entre la ciudad y el campo.

Por último, mientras que la economía se recupera fijemos la mirada hacia lo social, que es la base de la generación del desarrollo. Este desarrollo, de acuerdo a Sen (2000), se logra al eliminar las privaciones de la libertad, principalmente en la pobreza en donde se despoja a las personas a tener una vida digna, dada una buena alimentación, salud, educación y vivienda. Pero con acceso a los servicios y necesidades básicas habrá mayor igualdad, serán más productivos, tendrán un incremento en su utilidad y a mediano y largo plazo con escenarios como el que hoy vivimos, se gozará de un mejor bienestar social y las actividades productivas de la nación estarán más capacitadas para sobrellevar las crisis económicas junto a la reducción de los choques negativos sobre las tasas de crecimiento de la nación.

 

Referencia:

Sen, A (2000). Desarrollo y libertad, Argentina: Planeta.

¿Cómo referenciar? 
Ayerbe Muriel, Mateo. “Una apertura al cambio” Revista Horizonte Independiente (columna política). Ed. Nicolás Orozco M., 03 jun. 2020. Web. FECHA DE ACCESO. 

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