Tú eres eso (tat tvam asi)

Resumen

“Tú eres eso”. En esta inveterada expresión upanisádica podría estar expresada la mayor de todas las evidencias. Pero no porque sea la mayor de las evidencias resulta fácil de captar. Más bien lo contrario. Lo más patente y presente es, por ello mismo, lo más fácil de pasar por alto. Volvamos un momento la mirada sobre la naturaleza de esta evidencia radical y lo que nos dice acerca del conocimiento de sí.

Texto de la columna

Aunque no lo puedo argumentar —es más, ni siquiera puedo articular el punto con suficiente claridad aún—, no dejo de pensar que varias doctrinas y opiniones actualmente en circulación nos bloquean el acceso a nosotros mismos. En general, me refiero a todo lo que conduzca a negar la posibilidad del conocimiento de sí mismo a través de la atención directa a la experiencia, o, para decirlo en términos quizá más sugestivos, a “eso”. Desde las Upanisad, en la India se ha formulado esta posibilidad con la expresión “Tat tvam asi”: tú eres eso. Pero en este sentido muy básico (que no es el único, valga aclarar), señala una orientación que no pertenece exclusivamente al patrimonio de ninguna cultura o época: se ha manifestado de diversas maneras a lo largo de los tiempos y a través de los continentes.

“Tú eres eso” es, creo yo, la única certeza que nos queda. Pero en propiedad no constituye ninguna, en el sentido que filosóficamente tiene. Una certeza se puede decir, se agota en decirse, puede ser comunicada, proclamada su victoria a los cuatro vientos. Pero el “tú eres eso”, cuando trata de aclararse estrictamente en términos discursivos, ni siquiera significa nada. O cuando menos es tan poco como cualquier proposición, igual de susceptible a las objeciones y ataques tanto de escépticos como de dogmáticos.

La proposición se puede explicar, pero la explicación misma no es su sentido. Simplemente señala un camino, y al caminar por él se accede a ese sentido por el que la proposición clama. ¿Y acaso qué se señala aquí, hacia dónde se está señalando, esa meta que se supone valdría tanto como para llamarla certeza? Curiosamente, no conduce lejos, no conduce a nada que esté lejos. De hecho, conduce a lo que más cerca puede estar. Aquello indicado aquí no es nada más que la experiencia, tal cual es vivida. Creo que si bien algunos iban hacia ello mismo cuando decían “pienso, luego existo”, o “a las cosas mismas”, es demasiado fácil recaer en la reflexión consciente, que nos pone otra vez a distancia de la existencia presente tal cual se manifiesta, y por tanto a distancia de nosotros mismos. Qué sea lo que vivimos, lo que experienciamos, nadie podrá aclararlo suficientemente. Pero lo vivimos. Pongamos atención a ello simplemente. Ahí está todo: las preguntas, las respuestas, los límites, lo ilimitado, el sufrimiento, la dicha. Todo. ¿O acaso hay para nosotros algo más allá de la vida misma? ¿Puede tan siquiera hablarse con sentido de ello?

Perdemos fácilmente el contacto con nosotros mismos, con lo que somos. Este clamor, “Tú eres eso”, ¿qué es más sino el reclamo de volver a entrar en contacto con nosotros mismos? Habrá quien reclame que esto suena a introspección, a suponer que tenemos un acceso transparente al conocimiento de nosotros mismos, en el sentido de un conocimiento interno. Y muchos dicen que eso es equivocado, incluso fantasioso. Concedo: es equivocado y fantasioso, pero no es eso lo que quiero decir aquí. Para tan solo formular la idea de instrospección, es necesario suponer la diferencia entre interior y exterior. Y nada puede ser más opuesto al “Tú eres eso”. Distinguir entre interior y exterior es decir “Tú no eres eso” de una manera particular: “tú no eres eso externo, eres lo que está dentro de ti, por tanto aíslate para encontarte”. Ese no es el sentido del recogimiento o la mirada interior de la cual varias místicas y místicos han hablado en todas las eras. La mirada interior es la de quien, parafraseando a San Agustín, encuentra que la insondable fuerza de lo Real le es más íntima que su propia intimidad individual. Cuando las cosas avanzan sobre el sí mismo y lo constatan, diría Dōgen, eso es despertar: a la realidad de las cosas y a sí mismo.

Los argumentos, los discursos, las distracciones de la vida cotidiana fácilmente nos alejan de nosotros mismos. De repente, todo un mundo se puede formar en nuestra cabeza con el paso del tiempo, y después no recordamos ni quiénes éramos antes de comenzar. Y nos sorprendemos al darnos cuenta de que hicimos lo que no imaginábamos que haríamos, nos desconocemos, nos vemos extraños. No estábamos atentos, no notábamos cómo todas esas sorpresas habían estado formándose allí mismo, allí mismo.

¿Cómo referenciar?
Barbosa Cepeda, Carlos. “Tú eres eso (tat tvam asi)” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 31 oct. 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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