El ser humano, en su subjetividad, posee un punto de vista que le permite identificarse como parte del mundo que percibe. Cuando se percibe un objeto, el ser humano realiza una descripción tomando como referencia el objeto percibido; la percepción por parte del sujeto hacia el objeto, constituye la presentación del objeto para el sujeto, pero no es suficiente para determinar que existe; es decir, podemos percibir un objeto del mundo, pero solo existe en la medida que lo percibimos y podemos describirlo con conceptos pertenecientes a nuestras prácticas, convenciones e intenciones. Esto podría simplificarse al decir, que los objetos que percibimos, existen dependiendo de cómo interactuamos con ellos.
Siguiendo con la idea de que, al interactuar con los objetos, estos existen en tanto percepción para nosotros, podemos deducir la idea de pensamiento y el lenguaje. El pensamiento corresponde a la concepción de un objeto con el que podemos interactuar y al cual podemos atribuirle características; el lenguaje corresponde a las descripciones que hacemos de los objetos y el uso de conceptos que los refieren en la realidad. Sin embargo, este último no debe ser entendido como meras reglas, normas, usos universales u objetivos; por el contrario, el lenguaje que permite que las cosas existan en concreto, son las formas de hablar de las cosas, mediadas por la época, la cultura y las experiencias. De ese modo existen los elementos del mundo, pero ahora bien ¿cómo existimos nosotros?
La cultura y los contratos sociales establecen ciertos juegos del lenguaje discursivos, siendo no solo una descripción de hechos del mundo, sino formas de hablar que confiere y elimina derechos y potestades; es decir, el lenguaje determina las maneras de ser permitidas o aceptadas en una sociedad. El ser humano se forma una vez ingresa a la cultura, allí comienza a descubrir la función de los sentidos y de sus facultades; de tal forma que las descripciones funcionan en tanto que contienen las intenciones que permanecen en la cultura y que se insertan en el sujeto por medio de la instrucción y disciplina.
Pareciera entonces que la identidad del ser humano se ve anulada, puesto que los pensamientos son reproducciones de pensamientos de otros, pues hay registro de los pensamientos a lo largo de la historia que se conservan de generación en generación a través de las enseñanzas; es decir, que la sociedad continuamente impone estilos, maneras e identidades y es gracias a toda esta tradición que pueden crearse gobiernos, sociedades, contratos y demás. Sin embargo, si esto fuese tan radical como se propone, entonces una vez cambiadas esas condiciones, podría cambiar también la persona, lo cual no sucede: una mujer, por ejemplo, no abandona sus hábitos o posturas inmediatamente cuando cambia a un ambiente de mayor libertad para la expresión corporal.
Yo considero que la identidad de una persona puede defenderse en aquello que escapa a todas las determinaciones mencionadas, aquel uso del lenguaje que traduce los discursos mentales referentes a la emoción, a las conciencias fenoménicas y a las experiencias propias, en una serie de palabras; esto porque esa transcripción es un registro de las sensaciones internas, que no pertenecen más que aquella persona que las posee y además permite que se guarde en la memoria de modo que al enunciar una palabra de la trascripción, pueda recordarse también el sentir.
Para comenzar, si decimos que el lenguaje determina ciertas maneras de ser en la sociedad tengamos en cuenta que los discursos con los cuales se permean los individuos de los diferentes grupos sociales, son discursos construidos a lo largo de la historia y aplicados a cada generación. Estos discursos describen el comportamiento de cada grupo social, por ejemplo, las tribus indígenas son descritas como seres humanos muy ligados a la naturaleza y a la espiritualidad mientras que los metaleros son considerados desocupados y rudos. Sin embargo, estos discursos lingüísticos, más que descripciones, parecen imperativos, dado que median el pensamiento de los individuos; es decir que, si un individuo se identifica como perteneciente a algún grupo social, lo que debiera explicar su comportamiento individual a partir de la influencia del grupo social al que pertenece, en realidad cohíbe o pauta desde el pensar hasta el comportamiento de los individuos que pertenecen a determinado grupo social, comunidad o cultura.
Iris Young introduce el concepto de cuerpo vivido (lived body)[1] en su obra On Female Body Experience para explicar que la existencia de cada individuo se define por su situación, esto es los limites históricos, culturales, sociales y económicos. Entonces, dependiendo de las creencias con las cuales el individuo se haya instruido socialmente, el grupo al que pertenezca y las tradiciones bajo las cuales actué, se dirá que hay una esencia del grupo que también pertenece a individuo y, por tanto, no puede abandonar el comportamiento y la visión de mundo que ha adquirido en el grupo social.
La cuestión es que eso no nos permite concebir que el individuo ha construido algo desde su subjetividad, desde su libertad y que la identidad que profesa en realidad es la identidad que el grupo social le permite tener o le guie a tener. Ahora bien, hay que tener en cuenta que no se habla de una imposición directa, desde un sistema, organización o jerarquía social, que lleve al individuo a comportarse de ciertos modos acorde a la educación y a las tradiciones. Más bien, el individuo se autoimpone una serie de comportamientos según la percepción que tenga de sí mismo en tanto su relación con otros. En esa medida, si el sujeto se percibe como tal (en cuanto sujeto), debe armonizarse con el comportamiento de los otros sujetos con los que comparte condiciones sociales; de otro lado, si se percibe como un objeto, entonces fluye con el mundo sin ningún tipo de acción. Es como si se dejará llevar por el mundo, carente de intencionalidad y sin aplicar alguna capacidad. El sujeto concebido por sí mismo como tal encuentra su referencia en cuanto a la posibilidad que tenga de actuar en el mundo; como objeto, sencillamente es algo sobre lo cual el otro posa su mirada y emite juicios o impone reglas.
Young defiende que dos grupos sociales son diferentes, no en tanto su constitución biológica, sino según la construcción social que se entreteje entre cada grupo, que difiere de unos grupos a otros. Si bien, según Iris Young el cuerpo de los individuos es un cuerpo enmarcado socialmente pero también es un cuerpo experienciado, entonces es un cuerpo en cuanto sus experiencias y vivencias. Esto no debiera reducirse a individuos que coinciden en alguna construcción social, como el ser hombre o mujer, sino que debieran ser los individuos, sin importar de que grupo social sean, diversos en cuanto a su subjetividad. Lo importante para que pudiera reconocerse en el individuo una suerte subjetividad o individualización, debiera ser la “autonarrativa” que considero está estrechamente relacionada con el pensar que rige las acciones del individuo y le permite sentirse parte del mundo como sujeto, no como objeto. Para defender la idea de una autonarrativa, nos centraremos ahora en el filósofo Thomas Nagel.
En el texto ¿Qué se siente ser murciélago? Thomas Nagel afirma que la experiencia es un fenómeno generalizado (276), esto según entiendo, quiere decir que la experiencia es un hecho del mundo que comparten los individuos o seres del mundo; sin embargo, esta experiencia es compartida sólo en tanto que todos los seres del mundo tienen una, no se trata de un contenido experiencial igual para todos los seres y tampoco puede este carácter experiencial, determinar que hace a un ser, ese ser. La experiencia, tiene entonces un carácter subjetivo que, a diferencia de Young, no depende solamente del contexto social, histórico, cultural y económico, sino que depende de las vivencias intimas, los estados internos, las emociones y las sensaciones del individuo que no puede compartir con ningún otro individuo.
Para Nagel es importante diferenciar entre la concepción subjetiva del mundo y la concepción objetiva; se centra en la primera de ellas para marcar la diferencia entre concepción subjetiva y punto de vista[2], lo cual nos conducirá a la idea de la autonarrativa.
La gran pregunta es ¿Qué se siente ser x? ya sea x igual a “yo”, “mujer”, “hombre”, “burro” o “elefante” siendo cada uno de ellos individuos con subjetividad en el mundo objetivo; el punto de vista es una “manera de comprender” el actuar de otros y el propio en el mundo al cual se sujetan las subjetividades; es decir, hay un tipo de punto de vista que es común a varias subjetividades y que conecta con cada fenómeno subjetivo. Teniendo en cuenta que el punto de vista se refiere a la comprensión de hechos en el mundo, como lo son las experiencias y vivencias de otros, como individuos en el mundo objetivo podemos clasificar las experiencias de los otros según su índole, o podemos al menos aceptar que los otros tienen experiencias que pueden estar contenidas en un punto de vista particular; ahora bien, en tanto subjetivos, los individuos para poder adoptar el punto de vista de alguien u otra especie más, tienen que ser similares a este.
Algo que resalta Nagel, es que, aun cuando las cosas pueden ser comprendidas desde un punto de vista, esto no quiere decir que estén contenidas en el punto de vista o que se excluyan otros puntos de vista, sino que, las cosas comprendidas están al exterior del punto de vista y por tanto pueden ser comprendidas desde cualquier punto de vista particular. Esto permite también que, como sujetos en el mundo, abandonemos un punto de vista y pasemos a otro, sin que el objeto que queremos comprender, varíe.
Ahora bien, no sería posible que nosotros adoptáramos un punto de vista o que experimentáramos una vivencia, sin esto no estuviese enmarcado de subjetividad, pues si nos quedáramos con el carácter objetivo del mundo, ni siquiera sería posible (o necesario) el ejercicio de la comprensión, pero en tanto que los individuos son inteligiblemente diferentes, es decir, difieren en pensamientos y juicios con respecto al mundo, entonces es posible hablar de individualidad y subjetividad. La imaginación, por ejemplo, es una de las cualidades inteligibles que hace diversos a los individuos y es además uno de los componentes que permite la comprensión. Es importante resaltar que comprensión no quiere decir que sea un ejercicio de deducción exacta sobre cómo vive el otro, puesto que eso le pertenece solo a aquel que vive sus experiencias.
Cuando comprendemos, explica Nagel, extrapolamos nuestro propio caso para concebir a qué se asemejan las experiencias del otro, sin embargo, esto no implica que mis experiencias sean accesibles completamente para el otro, ni viceversa, ambas experiencias son subjetivas, son generalizadas, pero son individuales.
Cuando nosotros somos capaces de expresar con el lenguaje y con los discursos, de qué manera sentimos el mundo, como sentimos nuestro cuerpo y como sentimos el cuerpo de los demás, allí se compone una autonarrativa que, aunque lleva conceptos generalizados, están cargados de mi emocionalidad, mis sensaciones y mi sentir en el mundo.
Siendo así, entonces mi identidad, necesita de otros para tener un espacio donde formarse, con quienes comunicarse y con quienes expresarla, pero no mi identidad no es toda construida socialmente o culturalmente, sino que siempre está ligada a mis estados internos, que son reacciones emocionales a las sensaciones que el mundo me ofrece.
El mundo que nos rodea, no solo es un ambiente en el que estamos presentes, sino que nos afecta en la medida que somos uno con el mundo, siendo así, entonces la autonarrativa, entendida como la traducción al lenguaje que se hace de los cambios en los estados internos, también está cargada de subjetividad. Así, a pesar de que no podamos ser subjetivos con el lenguaje, de modo que los conceptos que usemos se refieran directamente a nuestras intenciones, si podemos poner algo totalmente propio (subjetivo) de nosotros en el lenguaje, tomando como el discurso más importante del lenguaje, la narrativa que yo mismo construyo de mis experiencias con el mundo.
[1] Young, I. (2005). On Female Body Experience: “Throwing Like a Girl” and Other Essays. New York: Oxford University Press. p 28
[2] Nagel, T. (2000). Ensayos sobre la vida humana. México: Fondo de Cultura Económica. p 277
¿Cómo referenciar?
Martin´s, Amarilla. “¿Qué tanto del ‘ser humano’ es ‘ser’ construido a partir de sí mismo conscientemente o con intención?” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 19 ago. 2021. Web. FECHA DE ACCESO.
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