¿Qué si somos? ¡Somos!

Todo porque la decisión de estudiar filosofía (o cualquier otra profesión) ya implica un montón de juicios, con emociones, con razón, incluso con la sospecha del ojo social; entonces, ¿por qué quedarse cortos al decir que somos filósofos?

Posiblemente no se admita que somos filósofos tan fácilmente como un médico o un abogado con un título en sus manos; claro, habría que esperar el primer procedimiento, como una cirugía o un litigio, pero en el caso del filósofo ¿cuándo se llega a serlo?

De acuerdo con las exigencias de la academia y la universidad, podemos hablar de una conmemoración como filósofo cuando se logra publicar o indexar algún escrito; ese escrito debe tener algo innovador, autentico, propio y, llegar a ser leído y citado por la comunidad filosófica ¿pero no sería eso considerarse escritor y no filósofo?

De igual manera, un escritor no necesita ser conocido y mucho menos gustarle a cada lector, o ser citado incluso; no necesita que la comunidad de lectores lo considere bueno como para no saltarse un capitulo o llegar al final de todos los libros; un escritor escribe, un escritor pone en letras las ideas que construye en su mente, las emociones que le transmiten las experiencias, se deja ser un medio de expresión de los acontecimientos del mundo y escribe para sí, por su complacencia y porque a través de las palabras actúa con el universo y retrata cada uno de los eventos que se presentan en su realidad o sus imaginarios.  

Cada escritor tiene algo de filósofo porque cambia de lente al realizar un escrito, pone un velo propio sobre el cual escribe; también, un filosofó puede ser escritor, en la mayoría de casos lo es (la académica exige que lo sea). ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre uno y el otro?

La filosofía antiguamente se consideraba un estilo de vida, lo veíamos con Aristóteles o con los estoicos como Seneca y Epíteto; antes era más praxis la filosofía en la vida, y no solo teoría como puede reflejarse ahora, donde los filósofos están más tiempo en aulas enseñando o escribiendo sobre los filósofos que resaltaron en cada época, que creando o actuando en sus propias filosofías. ¿Habrá algo de cierto en eso de qué no se puede ya inventar nada más? ¿Que todo está hecho y creado?, ¿todo está pensado, imaginado, cuestionado y enjuiciado?

Hablando de filosofía antigua, podemos entender que los antiguos buscaban con la praxis una filosofía vivida, un actuar que correspondiera con los intereses de cada uno, ser más virtuoso, estar más tranquilo, ser complaciente, saber más sobre el universo y demás; por tanto, la vida podía definirse como esa serie de acciones, conductas e incluso pasos para conseguir lo que cada corriente filosófica proponía (incluso hay manuales, La Ética Nicomaquea, Las Meditaciones de Arriano, El Enquiridión). Visto desde esa época, la diferencia entre el escritor y el filósofo es que el primero toma como manifestación de su vida, el arte de la escritura y su producto cultural son sus textos, mientras que el segundo toma la filosofía como una manera de que su vida sea esa misma manifestación del arte, ese mismo producto cultural; como si la filosofía fuese el formato de planeación y la herramienta que crea una vida como obra de arte.

El escritor y el filósofo escriben desde sus experiencias, desde su ser aquí y ahora, escriben dejándose llevar por las ideas que nacen a partir de las cosas que pasan en el universo; el filósofo cuestiona, el filósofo no solo retrata lo que sucede en las figuras y fondos de su realidad, sino que les inquiere y escrudiña tanto todo aquello que es fuera del individuo como lo que es dentro. Un filósofo no se responde a sí mismo o a la realidad ¿qué está percibiendo?, un filósofo pregunta a la realidad y pregunta a las percepciones propias, un filósofo no pretende la certeza, pretende herramientas y bases para seguir examinando todo lo que le rodea porque tiene una aspiración a saber más y a conocer más.

Actualmente la vida se define en productividad, el mundo se mueve en términos de avances, ya sea en ciencia, tecnología, economía y política o a nivel personal con profesión, empleo y bienes —cosa que se ha hecho desde los antiguos—, pero ahora no vienen dadas, guiadas, formuladas o entretejidas por la filosofía; más bien, son como las hojas de un árbol que han olvidado que su raíz, aunque este a muchos metros de profundidad, alguna vez fue la semilla.

Aun así, aun hablando de productividad como la prisa por querer hacer cada día más (y que este hacer muchas veces se convierte en el fin mismo, hacer por hacer, porque el fin al que se aspira, no está claro en todos los casos) y que parece no haber tiempo de sentarse a filosofar porque esto no tiene un beneficio inmediato en la sociedad productiva que se impone, la filosofía no está muerta. No hablamos ya de una filosofía vivida, de la filosofía como pincel para pintar la obra de arte que es nuestra vida, sino de una vida filosofada.

Para entender esta expresión, es preciso que recordemos: la filosofía no se define, la filosofía sucede. Es un fenómeno mismo que se va permeando en toda la historia y que se amolda a la época, el lugar y sobre todo la mente en la que se manifieste, en la que se desarrolla. Es el espíritu de los procesos que llevan al hombre a su perfeccionamiento y transformación. La filosofía es el deseo de abarcar saberes que contribuyan al progreso y evolución; por tanto, es la base de cualquier ciencia o campo de estudio, porque todos ellos comenzaron desde una pregunta y con ansias de estar cada vez más cerca de la respuesta. En ese sentido, no solo está muerta, sino que además es útil.

Una vida filosofada es aquella en la cual tal vez la filosofía no es considerada o aceptada como el primer escalón, ni el primer paso, pero si es ese filtro final que aprueba o desaprueba cualquier acción del ser humano. No hablamos solo en términos de moralidad, hablamos de la percepción sobre cualquier evento; tal vez un hecho parecía ser de una manera y luego de un ejercicio de cuestionar, analizar y reflexionar puede ser visto de otra. De hecho, en la sociedad actual nos vemos envueltos en tantas narrativas que es inevitable pensar desde diferentes puntos de vista.

Además, la vida filosofada permite no solo que haya una finalidad anhelada y elegida por el mismo individuo sobre las acciones, sino que además están aprobadas por el ejercicio filosófico realizado en cada una de ellas, que seguro traerá consigo una satisfacción adicional, totalmente diferente a las socialmente establecidas (de nuevo refiriéndonos al cumplimiento con la productividad).

Entonces, no todo está pensado, imaginado, cuestionado y enjuiciado, hay aún muchos filósofos que pueden poner el velo de su individualidad, de su intelecto, sus juicios, sus emociones y el sin fin de preguntas sobre las percepciones en los diferentes fenómenos de la sociedad actual; es ahí donde se consolida un filósofo: cuando se deja fluir la autenticidad del análisis y reflexión desde la experiencia única de cada ser humano. Y como filósofos puede que encontremos difícil la autenticidad dado que hemos leído bastantes de ellos desde variedad de épocas y lugares, pero lo auténtico es que el filósofo se pregunta en su ser aquí y ahora, por lo cual se puede todavía preguntar cosas que jamás se han preguntado, porque hay cosas que aún no han sucedido.

Cuando se construye una idea o una pregunta a partir de las cosas que suceden y se puede examinar en diferentes campos, ya sea en campos de tecnología, ciencia, capital, política o desde la docencia y la escritura, cuando expones además de la historia de la filosofía, lo que el filósofo que está en frente piensa de eso, ahí existe un filósofo. Quiero resaltar también que para los fines de ese escrito no se ha tomado la idea de que cualquiera que tenga una pregunta o que se cuestione sobre algo, ya es filósofo; pues la filosofía requiere además de la pregunta, un ejercicio de construcción argumentativa a partir de una curiosidad. Si existe una duda o una aspiración a saber, pero no se expresa en argumentación o investigación, ahí no hay un filósofo. Esto, por ejemplo, si lo brinda la academia porque justamente el producto cultural que pretende dejar, son escritos bien argumentados (en la mayoría de los casos) y además ofrece un vasto conocimiento sobre las cuestiones más grandes de la filosofía y los actores más representativos de la misma, que en el ejercicio del filósofo actual servirán como modelos para la construcción propia.

Entonces, querido lector y filósofo, si cuestionas este escrito o a mi como fabricante, si tienes razones propias en ese juicio, si te hizo pensar en algo, si estás en desacuerdo o de mi lado, como sea, ya estás haciendo un ejercicio filosófico de tomar algo del mundo y pensar sobre eso, opinar sobre ello desde tu individualidad. Ahora, si tomaste la filosofía como el campo de estudio que quieres ver en tu diploma, quiere decir que no solo interactúas racionalmente con el mundo y desde todo lo que implica tu individualidad, sino que tienes además el conocimiento histórico de como lo hicieron los filósofos anteriores y eso es algo sobre lo que también puedes filosofar.

¿Cómo referenciar?
Martin´s, Amarilla. “¿Qué si somos? ¡Somos!” Revista Horizonte Independiente (Columna Filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 12 mar. 2025. Web. FECHA DE ACCESO.

Todas las marcas, los artículos y publicaciones son propiedad de la compañía respectiva o de  Revista Horizonte Independiente  y de  HORIZONTE INDEPENDIENTE SAS
Se prohíbe la reproducción total o parcial de cualquiera de los contenidos que aquí aparecen, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita por su titular.