¿Qué pasó con nuestro ‘aquí y ahora’?

En esta columna de opinión se tratará de brindar una reflexión de cómo en nuestra vida cotidiana hemos dejado de lado el goce del momento, por la inmortalidad del suceso (muchas veces ya carente del goce).  El planteamiento se realizara bajo teorías de la filosofía estética en general, y bajo la filosofía benjaminiana en particular.  Centrándose en dos concepto pilares: el ‘hic et nunc’ y la ‘técnica’.

¿Qué es el ‘aquí y ahora’?

Para poder dar un acercamiento sobre el concepto del ‘aquí y ahora’ se procederá a trabajar la perspectiva del filósofo alemán, Walter Benjamin (1892-1940).  Si bien, este filósofo berlinés, critica la concepción estética del ‘aquí y ahora’ –aunque da una buena definición–  se realizará esta distinción desde su crítica, contextualizando su construcción teórica.

Cuando Benjamin rescata este concepto lo realiza bajo el nombre clásico con que se trabaja en latín ‘hic et nunc’ (cuya palabra significa en español ‘aquí y ahora’).  Por esto a lo largo de esta columna se hará referencia en su término en latín como hace el berlinés y no con su traducción a nuestra lengua vernácula. El concepto será trabajado bajo la rama filosófica de la estética, la cual se encarga de reflexionar sobre la obra de arte, el gusto o lo bello; u otras temáticas y problemas similares.  

El concepto ‘hic et nunc’ definía el aura de la obra de arte, en otras palabras lo esencial o la substancia de la obra. Su utilidad para la obra de arte sería el poder distinguir una obra auténtica, con respecto a las copias que se puedan realizar de esta. Siendo la auténtica, normalmente, la más codiciada y buscada.

Otro modo para definir, complementariamente, la palabra ‘hic et nunc’ seria el momento. Puesto que no es suficiente con solo estar frente a la obra de arte auténtica, sino que se establece toda una experiencia mística para verlo, un ritual sagrado. Hay un espacio físico determinado, un tiempo determinado y un lugar en particular para poder contemplarlo mejor. Ya sea por los juegos de luces y sombras, por el clima, por el lugar en donde se encuentra ubicada, entre otros. Todos esos aspectos, influencian en el momento de poder apreciar una obra de arte. Esos mismos aspectos constituyen también el significado del  ‘hic et nunc’, formando un momento único e irrepetible. Un momento, un solo instante, algo fugaz como la vida.

La técnica: antigua y moderna

El surgimiento y perfeccionamiento de la ‘técnica’ fue causando una ruptura en el arte. La causa de esta ruptura, en el modo de ver el arte, también será fundamental como promotor de ruptura en el modo de vivir y experimentar la cotidianidad. 

Antes de poder avanzar es necesario plantearnos el siguiente interrogante: ¿de qué hablamos cuando hablamos de técnica? Su importancia radica en que este concepto, como muchos otros en las disciplinas humanísticas, posee una variante de significante. Según quien lo plantea, bajo que paradigma, qué presupuestos, contexto histórico, entre otros.  Por ello, sería irresponsable no revisar su etimología, sus principales modos de entenderlo y como se tomará dentro de esta columna.

El concepto de ‘técnica’ posee dos significantes fundamentales. Uno de ellos es el utilizado dentro de las grandes filosofías antiguas, particularmente en las filosofías helenísticas, mientras el segundo deviene como pilar fundamental de la modernidad; extendida hasta nuestra contemporaneidad.  Se puede encontrar manifestado, el primer sentido de este concepto, dentro las siguientes palabras:

Los griegos usaban el término τέχνη (con frecuencia traducido por ars, ‘arte’ y que es la raíz etimológica de ‘técnica’), para designar una habilidad mediante la cual se hace algo –generalmente, se transforma una realidad natural en una realidad “artificial” […] En general, téchne es toda serie de reglas por medio de las cuales se consigue algo.  (Ferrater, 1964,  763)

Divergiendo de esta concepción, surge la ‘técnica’ ideada por los modernos, lo cual se encuentra claramente en las siguientes líneas: “La “pro-vocación” (Herausfordern). La técnica moderna no nace de la ciencia, sino que surge de una “exigencia” a la Naturaleza de entregar al hombre su energía acumulada. El hombre interpela (stéllt) por la técnica a la Naturaleza, pro-vocándola” (Ferrater, 1964, 764).

Una vez aclarados los dos modos de entender la ‘técnica’, ambos igualmente válidos cuando se habla de ellos,  surge necesario retomar la ‘técnica’ moderna, la cual servirá como base para poder desarrollar una crítica a nuestra contemporaneidad.  No es de extrañar que el sentido de la modernidad nos es tan familiar a la filosofía kantiana. Desde todos los aspectos, aunque principalmente, desde la ética kantiana puesto que todo ser que no es racional solo es visto como un útil. 

Tampoco sería raro el asociar el concepto ‘técnica’, con la palabra tecnología, ya que la segunda seria solamente el resultado de un mayor desarrollo del primero.  He aquí uno de los grandes supuestos, erróneamente tomado como base para emitir juicio, que toma como sinónimo: la tecnología, el “progreso” y la “civilización”.  Constituyéndose así la gran triada, que es la estructura de la lógica predominante en el pensamiento moderno-contemporáneo. 

Desmesura de la técnica y la muerte del goce

En este último apartado se procederá a entablar la relación que existe entre el gran desarrollo de la ‘técnica’ con la muerte del goce. Tal vez no del goce universal, pues se podría afirmar que ya no hay ningún tipo de goce, pero si del goce del momento.

Una cosa indiscutible, dentro de nuestros tiempos, es el gran desarrollo que ha tomado la tecnología. Siendo un avance, rápido y a grandes saltos, no podemos aun acostumbrarnos totalmente a ciertos soportes tecnológicos. En pocas palabras, vivimos en un devenir constante de la tecnología, cuyo futuro es totalmente incierto. Es por esto que existe una gran cantidad de: libros, películas o series distópicas; que intentan a su modos poder hipotetizar, cuál va a ser la sociedad a la que llegaremos.  Dicho progreso de la tecnología también ha ocasionado un fuerte apogeo de la cultura del descarte, donde todos los productos desde el momento que están en venta ya poseen una fecha de caducidad próxima.  Estos cambios que se produjeron, dentro del sistema capitalista, con lo caduco se pueden hallar expuestos de una forma brillante por el filósofo francés Jean Baudrillard.

Benjamin fue uno de los filósofos visionarios, que comprendió este auge de la tecnología, viendo las ventajas que podían ocasionar su utilización.  Presentándose así, como un representante vanguardista de la estética (entre otros campos de la filosofía), un modo de pensar radicalmente distinto al de otros distinguidos críticos culturales de la época.   Se podría decir, que el avance tecnológico, conformaba uno de los puntos de reflexión en la filosofía de Benjamin.

Nuestro pensador berlinés, vió este avance tecnológico como una oportunidad para poder replantear la concepción del artista como la del espectador. Proponiendo al artista como productor, sumergiéndolo dentro de las teorías marxistas, formando de esta manera parte de la clase obrera. Es importante, para entender este punto, que Benjamin defendía un marxismo heterodoxo bajo un contexto histórico complejo. 

También evidenció como ventaja, que el arte ya no sería solamente de acceso para los burgueses,  sino que toda persona podría llegar a él.  En otras palabras, comprendió que la aplicación de la tecnología, podría llevar la cultura a todas las personas como elemento de igualdad; como afirma en las siguientes palabras: “La catedral abandona su lugar para encontrarse en el estudio de un aficionado al arte: la obra coral, que fue ejecutada en una sala o al aire libre, se deja oír en una habitación” (Benjamin, 2019, 88).

Claramente a lo largo de los años que nos distancia con Benjamin, toda la sociedad ha cambiado en varios aspectos. La tecnología no fue una excepción, ha habido un avance inimaginable de la tecnología, conllevando también un uso desmesurado de la misma. Dicha desmesurada, lo realizamos en nuestro día a día, suponiendo a ciertos elementos tecnológicos como una extensión de nosotros mismos.

Esta desmesura, en su uso, conlleva el no gozar: del momento, del instante o del ‘hic et nunc’. Es decir, se pierde una determinada experiencia la cual no se podrá volver a repetir, es una experiencia efímera y única. Para demostrar esta afirmación, daré un ejemplo propio de nuestra cotidianidad. Cuando vamos a una salida, en vez de disfrutar ese tiempo, nos ponemos a sacar fotos o videos. Ver redes sociales, conversar en chat con un amigo que no vemos hace tiempo, cuando estamos presente con otra amistad que tampoco veíamos hace tiempo, sin disfrutar nada.

Conformándose así una cultura de la apariencia, pero sin el acento del goce real, el acento se traslada a la ficción o a la apariencia.  Terminando de ser más importante, el sacar una buena foto de un plato de comida para publicar en las redes, que el gozar de ese plato de comida que está en nuestras narices. En la foto inmortalizamos ese momento, esa comida, pero ya carente de experiencia o goce; no nos recuerda a nada, no nos sabe a nada. Tomando en cuenta todo lo anteriormente planteado, cabe preguntarnos: ¿El desarrollo de la tecnología involucra necesariamente la destrucción del goce momentáneo?

No creo que exista, de forma per se, una relación de implicancia mutua. El problema no se origina con la tecnología o la ‘técnica’, antes más bien, con su utilización. Cuando hacemos una utilización de una forma desmesurada, con la tecnología, entonces ahí perdemos el goce de ese instante efímero.  La solución se podría llegar a encontrar, parafraseando al filósofo Aristóteles, en el justo medio de su utilización (la virtud) sin caer en ninguno de los dos extremos: ni en la carencia ni en la desmesura.  Bajo este delicado equilibrio, de difícil mantenimiento, se podrá dar uso a la tecnología sin dejar de lado el gozar del momento.  

Referencias:

Ferrater Mora, J.  (1964): “Diccionario de filosofía”, Tomo II, Buenos Aires, Sudamericana.

Benjamin, W. (2019): “La obra de arte en la época de su reproductividad técnica”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Godot.

¿Cómo referenciar?
Pereyra, Santiago. “¿Qué pasó con nuestro ‘aquí y ahora’?” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Brayan D. Solarte. 21 mar. 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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