Poetas y tiranos

Cuando Platón en La República pide la expulsión de los poetas argumenta que tal medida es necesaria para preservar la salud de la polis pues esta podría verse comprometida si los ciudadanos están expuestos a manifestaciones estéticas que puedan corromper o desviar su buena disposición moral. Señala, además, que no todos los poetas o artistas serán expulsados, sino que lo serán únicamente aquellos que no se plieguen a las directrices de los expertos de la ciudad a propósito del arte que conviene a los ciudadanos y al bienestar de la ciudad.

El ejemplo a partir del cual Platón justifica su postura es el de la licitud o no de la poesía para referir historias escandalosas sobre los dioses; para el filósofo ateniense estas historias son expresiones populares, pero que no pueden tomarse como fidedignas y menos considerarse ejemplares. Esto da pie a un debate en La República sobre la influencia que pueden tener estas expresiones artísticas en la moral ciudadana y se concluye que, dado que hay un elemento pedagógico, educativo, en tales obras, lo que más conviene es que estén dirigidas exclusivamente a una educación moral y política que garantice ciudadanos modélicos.

Baste mencionar que este pasaje es uno de lo más controversiales de la obra platónica y que pensadores como Karl Popper (1902 – 1994) lo consideraron evidencia suficiente del espíritu totalitarista del proyecto político de Platón y expusieron los peligros del mismo. La historia, sin embargo, parece mostrarnos que el filósofo ateniense no planteó asuntos menores al preguntarse si una obra de arte podría corromper a un ciudadano, qué tipo de arte conviene o no a un régimen político e indagar por la relación entre arte y política.

Hay numerosos ejemplos de cómo colectivos artísticos apoyaron o denunciaron proyectos políticos; hoy seguimos debatiendo sobre la relación arte, política y educación. La delgada línea entre arte y propaganda está llena de matices. Cuando Popper publicó su famosa obra La sociedad abierta y sus enemigos (1945) aún no se terminaban de ver en su dimensión total los horrores del nazismo ni se hablaba de los crímenes del estalinismo. Comprender los regímenes totalitarios del siglo XX supone, entre otros aspectos, explorar la pregunta que Platón se hizo a propósito de la relación entre arte y política. Para muchos artistas vivir bajo estos regímenes y poder desarrollar una obra artística supuso vivir en constante conflicto, explorando los límites de la creación y sobrellevando las constantes demandas del régimen político bajo el cual les tocó vivir.

Los poetas rusos Anna Ajmátova (1886 – 1966) y Ósip Mandelstam (1891 – 1938) por ejemplo son reconocidos como grandes poetas y sus respectivas obras y figuras se han venido rehabilitando y redescubriendo con el paso de los años. En el caso de Ajmátova de hecho se le reconoce como la más grande poetisa de Rusia.

Ambos fueron grandes amigos, formaron parte de círculos intelectuales y creativos como ‘Los acmeístas’, y sufrieron la persecución del régimen que instauró Stalin. Tanto Ajmátova como Mandelstam en su obra poética expresaron el dolor por la pérdida y la persecución. Esta fue tan dura que ambos intentaron a través de su arte pedir clemencia.

En el caso de Ajmátova la razón de la persecución parece radicar en que su obra poética, que se ocupaba de temas que incluyen el misticismo y el erotismo, se consideró ‘aristocrática y burguesa’, y se le condenó por promover ‘la indiferencia política’. Esta poetisa fue arrestada y posteriormente liberada pero su hijo, por ejemplo, fue enviado a un gulag; Ajmátova fue además testigo del arresto de amigos como Mandelstam. Este por su parte cayó en desgracia al escribir un poema satírico sobre Stalin en el que denunciaba su espíritu sanguinario. El hecho de que fuera un poeta reconocido y de que amigos escritores como Pasternak intercedieran por él, le dieron unos años de alivio; no se aminoró la persecución, que fue implacable, sino que se evitó su ejecución inmediata una vez fue arrestado. Se dice que justamente por mediación de Pasternak, Stalin concedió a Mandelstam escoger su lugar de destierro.

Ajmátova en su obra reflexiona lo que supuso vivir esta época; primero, la ilusión e inquietud por el cambio que ella y otros consideraron necesarios frente a la tiranía de los zares; luego, la alegría y entusiasmo por la llegada de un nuevo régimen; posteriormente el dolor y la tristeza por aquellos que fueron sacrificados. En su obra Réquiem Ajmátova hace un homenaje y honra a los ausentes; nos habla de las amistades y afectos trastocados por el destierro, y golpeados por la tiranía y la muerte.

Ambos poetas han venido a ser descubiertos por nuevas generaciones y sus respectivas obras son una manera de resignificar la pregunta por la relación arte y vida, arte y política. Hay algo poderoso y singular en el arte. Platón lo vio con lucidez; sin embargo, conviene aprender de la historia y recordar los peligros que acechan cuando se establece la censura.

¿Cómo referenciar?
Rico Torres, Ana Isabel. “Poetas y tiranos” Revista Horizonte Independiente (Columna Literaria). Ed. Nicolás Orozco M., 19 marzo 2023. Web. FECHA DE ACCESO. 

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