En medio de la noche y de las montañas, el hombre de los lentes, chaleco negro y camisa blanca cantando sobre las guitarras, tiples y bajos ayúdame, ayúdame… Casi como un cántico religioso que súplica a Dios algún tipo de redención, tomó unas tijeras y se cortó su trenza…
No sabía qué hacer con tanto cabello después.
Ya no era parte de sí.
Pero, le pertenecía.
Mientras tanto una pareja entre telas negras y blancas brillaban en medio del bosque, sus pieles como extensión de la luna se esparcirán entre las hojas de los árboles. Danzaban levantando las puntas de los pies al cielo, moviendo las caderas con sutileza y precisión.
Danzaban moviendo las manos como el viento, dejando que los cabellos se convirtieran en aire, en humo.
Danzaban y parecía que al danzar incrementarán con su propia energía la fogata que calentaba todos los cuerpos en medio del bosque.
Luego vino más fuego.
Ahora como sombras danzaban con péndulos de fuego, algo pasaba en el aura del chico, el fuego se le iba de las manos, se le iba de los péndulos, se le iba de la boca…
La chica de cabellos dorados con sus propios encantos le regalaba aquella fuerza que a él le hacía falta.
Ambos se encontraban en un viaje de dilataciones, profundidades y exaltaciones…
Los péndulos parecían pequeñas luciérnagas jugando entre las hierbas… Parecían dos antorchas guiando las miradas como si fuesen guerreros, parecían dos astros que bajaron del cielo para entretención de los mundanos.
Y entonces…
Alcohol en los labios, gasolina en los trapos.
Los péndulos se acercaban a las bocas y junto al alcohol creaban dragones… Y junto al aliento creaban incendios.
¿A qué sabrá una boca que crea dragones?
¿Qué trasmitirán las pupilas que reaccionan a la luz del fuego?
¿Cómo abrazaran los brazos que han jugado con el fuego y con el frio?
Alcohol en los labios y gasolina en los trapos.
Una fuerza vital, dirección, asertividad y experiencia.
No es solo escupir el alcohol, es saber cómo hacerlo, no todos son momentos perfectos…
Alcohol en los labios, un descuido y a la garganta…
Vestida con telas que se sostienen de un hilo y joyas que caen sobre su frente, pecho y vientre, en lugar de escupir, traga…
Y el fuego no es un dragón, se convierte en muerte.
Besa su boca y entra por su garganta, baja por su pecho y su piel blanca se va tornando roja, baja por su vientre templado y envuelve su pequeña cintura… Ya no parece acertado su moviendo de caderas…
El chico observa y sus energías se desatan al igual que el trapo y deja caer sobre la tonificación del cuerpo rubio toda la gasolina…
Los ojos verdes de la chica están dilatados y su mirada indica que no entiende muy bien lo que está pasando.
Sigue danzando con un fuego interno, literal.
Sigue danzando y todas las telas que la cubrían se convierten en un péndulo.
Danza hacia la fogata y en el éxtasis se deja ser fuego…
Desaparece entre las llamas, en las miradas de todos, en el viento y en el humo… y el cielo emite un silencio que más bien parece un grito de consternación.
Ha perdido un astro.
Ha perdido una luciérnaga
Ha perdido un péndulo.
¿Cómo referenciar?
Martin´s Amarilla. “Péndulo” Revista Horizonte Independiente (Columna Literaria). Ed. Brayan D. Solarte, 25 feb. 2024. Web. FECHA DEACCESO.
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