Otro 8 de marzo se presenta ante el mundo para conmemorar nuevamente el Día Internacional de la Mujer. La significación y el valor simbólico de este día se fueron transformando durante los últimos años. Cada vez son menos las manifestaciones sociales que inconscientemente buscan subestimar el valor y la trascendencia de este día. Las mujeres y las disidencias ya no quieren flores y bombones, quieren ganar las calles y sus derechos. De tal forma se han apropiado del protagonismo a través de las diferentes olas feministas que inundaron e inundan cada vez más los diversos espacios públicos para reivindicar esta fecha como un momento de lucha.
Muchos han sido los logros y avances que el feminismo fue adquiriendo por medio de la apropiación de los espacios públicos. Desde lo más básico y fundamental como ser consideradas ciudadanas y sujetos de derecho, hasta la libertad sobre sus cuerpos, el avance del feminismo parece ser inevitable. Sin embargo, como bien dijo Simone de Beauvoir “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
En los últimos años se ha cuestionado mucho, desde las raíces de un sistema patriarcal aún vigente, la presencia de las mujeres en las calle, siendo que supuestamente “ya están incluidas en el sistema”. Y es que sí, la lucha feminista ha logrado una inclusión y una equidad superficial que todavía se sostiene sobre las bases de una estructura machista y, mientras así sea, no hay ningún logro posible que pueda darse por sentado. Es por esto que el Día Internacional de la Mujer no es solo un espacio de lucha, sino también momento de reivindicación constante, para mostrar que seguimos alertas, que la victimización y el silencio nunca más volverán a ser opción.
Que la lucha feminista sigue excluyéndose de determinados espacios es un hecho contundente. El ruido, cada vez mayor, generado en las distintas fechas que congregan a las mujeres y disidencias no es casual. La violencia de género trasparente y evidente con la que se convivía años y siglos anteriores, ha ido mutando hasta transformarse en una cuestión sutil, casi invisible para los ojos del patriarcado, pero igual de dañina para las mujeres.
Tal como lo define Joan W. Scott, el género no es más que una construcción histórica producto las relaciones de poder y los significados que el mismo fue tomando con el tiempo. Desde esta perspectiva, las adquisiciones de la lucha feminista han logrado que las mujeres vayan ocupando diferentes roles dentro de la estructura de poder vigente, pero esto no implica que este poder esté a su alcance. En otras palabras, lucha feminista se puede traducir en la conquista de la visibilidad, más no aún en una conquista de poder.
Si de conquista hablamos, se puede decir que la naturaleza política de las luchas de las mujeres ha girado en torno a causas como la adquisición de derechos políticos y la erradicación de la violencia de género que se manifiesta sobre el control y la sexualización de los cuerpos, cuya consecuencia principal y mayoritaria es la muerte de miles de mujeres por año. Todas estas demandas han dado como resultado reformas políticas y jurídicas en torno al marco legal que ampara las mujeres tanto en espacios públicos como privados. Estos cambios, en gran medida, también se han traducido en lentas transformaciones sociales que han afectado la cultura colectiva y la vida cotidiana.
Al igual que en el resto del mundo, en América Latina la lucha feminista se fue desarrollando en el marco de las diferentes estructuras políticas sobre las que se fueron construyendo los Estados. Estas tendencias estuvieron marcadas por el desarrollo histórico de Occidente. Cuando en el siglo XIX comienza a establecerse el liberalismo en los países latinoamericanos, todos los derechos de igualdad y libertad excluían por completo a las mujeres, tal como había sucedido en Europa.
Este sistema liberal le dio un marco jurídico y constitucional a los derechos políticos que tenían los ciudadanos, virtud de la cual no gozaron las mujeres y motivo por el cual podemos ubicar los inicios del feminismo en la lucha por el sufragio. Posteriormente, el avance y desarrollo de los sistemas democráticos daría respuesta a estas demandas dando lugar a la ciudadanía y al voto, pero no al ejercicio de la política. Esto refiere al hecho de que en el sistema democrático occidental, las políticas de “igualdad” plantean las mismas condiciones entre ciudadanos y ciudadanas. Sin embargo, esta realidad está lejos de una equidad bajo la cual hombres y mujeres tengan las mismas posibilidades de acceder a cargos de poder y a los centros de decisión.
Los populismos que se fueron estableciendo en Latinoamérica a mediados del siglo XX se encargaron de reconocer la ciudadanía femenina por medio del derecho al voto. Esto, sin embargo, puede ser visto como el claro interés de cambiar su rol político para mantener el poder sobre las amplias mayorías sociales y no tanto con la intención de transformar el rol social y cultural de la mujer. Un claro ejemplo de esto representó el peronismo en Argentina, que, bajo el amparo de Eva Perón, la lucha sufragista finalmente dio sus frutos en 1947. En el discurso de Eva, las mujeres a partir de ese momento deberían ser madres de la Nación, modernizando su funcionalidad política, mas no así su papel femenino arraigado socialmente.
Frente a la continuidad que representó la función maternal de las mujeres con nuevas obligaciones ciudadanas, a finales de los setenta, surgieron ejemplos de participación política en la lucha contra el autoritarismo militar que azotaba al Cono Sur. Esta lucha tuvo como objetivo la democracia y los derechos humanos. Tal fue el caso de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina y la lucha de las feministas en Chile. Como consecuencia, el retorno a la democracia una vez superadas las dictaduras, se presentó como un terreno fértil para ampliar la participación de organizaciones feministas de amplia diversidad temática.
De esta manera, los inicios del siglo XXI dieron lugar a un feminismo como fenómeno complejo, integrado por mujeres de amplia diversidad étnica, social e ideológica. Las mismas fueron forjando un pensamiento crítico que ha llegado a todos los ámbitos de la vida política, profesional y académica, así como también de la vida cotidiana. Desde entonces y hasta la actualidad las vías de incorporación de las mujeres como sujetos autónomos se fueron ampliando hasta cambiar el eje de los reclamos.
Otro de los ejes fundamentales de la lucha feminista giró en torno al derecho a decidir sobre el propio cuerpo. Cada vez más desvinculadas del rol reproductivo, las mujeres han reclamado la soberanía de sus cuerpos mediante consignas como el libre uso de anticonceptivos, la educación sexual y la despenalización del aborto. De tal forma, la interrupción voluntaria del embarazo se plantea hasta la actualidad como un asunto de justicia social y como una cuestión de salud pública.
Desde esta perspectiva, las desigualdades sociales que caracterizan a las sociedades latinoamericanas, se agravan en el interior de las mismas a través de las diferencias de género y los diferentes contextos pluriétnicos y multiculturales. En este sentido, la salud reproductiva parece inexistente en entornos de vulnerabilidad social, donde los embarazos no deseados y adolescentes aparecen tristemente como el destino inevitable de miles de niñas y jóvenes. La carencia de educación sexual y el peso de costumbres religiosas y tradicionales alientan y normalizan el fenómeno de la maternidad temprana.
Sin embargo, la opción del aborto clandestino aparece como una opción disponible tanto para aquellas mujeres expuestas a la vulnerabilidad social, como también para aquellas de los estratos sociales más altos provistas de recursos. La diferencia radica entre la clandestinidad de hacerlo de forma “casera” y potencialmente mortal o poder pagar para acceder a la clandestinidad “segura” que se avala desde los sistemas sanitarios por debajo de la mesa.
Esta discusión en la última década tomó la suficiente relevancia como para lograr políticas de aborto seguro en países como Argentina y México, pero aun es puesta en tela de juicio y cuestionada por los sectores sociales más conservadores. La prematura victoria de los movimientos feministas en cuando la salud reproductiva parece sostenerse aun sobre bases inestables que amenazan con derrumbarse constantemente.
Actualmente, muchas de las demandas que se plantean desde los movimientos feministas se han logrado nuclear en la consigna de “Ni Una Menos”, para hacer referencia a la cantidad cada vez más alarmante de muertes por violencia de género. Esta violencia no solo radica en la que cometen los hombres sistemática y diariamente, sino también en aquellas muertes que se producen a raíz de la violencia institucional, la falta de respuesta estatal, los abortos clandestinos y la mediocridad con la que operan los sistemas judiciales en torno a las miles de denuncias que se reciben diariamente. La violencia de género es hoy una problemática visibilizada desde todos los medios de la esfera pública, gracias nada más ni nada menos a todas las mujeres que, en vez de conformarse con flores y bombones, deciden salir a la calle cada 8 de marzo.
Es desde la necesidad de ejercer una libertad y una autonomía reclamada históricamente, que los grupos del feminismo latinoamericano han impulsado sus batallas. La igualdad de género sigue siendo una deuda pendiente mientras el hecho de ser mujer siga traduciéndose en desigualdad social.
De esta manera, hoy se honran los interminables años de lucha constante e ininterrumpida que han puesto sobre la agenda política de todo el mundo diferentes y diversas demandas. Por supuesto que, el feminismo fue creciendo con el pasar de los años y hoy nos resulta imposible hablar de él como un solo movimiento homogéneo. Pero a pesar de las diferencias que puedan resultar de las magníficas dimensiones que alcanzó el movimiento, las luchas siguen siendo en gran parte las mismas.
¿Cómo referenciar?
Almarcha, Ayelén. “Ni flores, ni bombones” Revista Horizonte Independiente (Columna Política). Ed. Friedrich Stefan Kling, 08 mar. 2024. Web. FECHA DEACCESO.
Todas las marcas, los artículos y publicaciones son propiedad de la compañía respectiva o de Revista Horizonte Independiente y de HORIZONTE INDEPENDIENTE SAS
Se prohíbe la reproducción total o parcial de cualquiera de los contenidos que aquí aparecen, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita por su titular.