Es tan persistente que he pensado en ponerle nombre, por supuesto que temo y ¿quién no?
Los humitos de la mañana apestan a remordimiento y a café amargo,
una suave brisa de un sol molesto me aruña el rostro y me trae el recuerdo,
¡Ah que buenos días! donde el miedo se quedaba en los bolsillos y se lavaba junto a los abrigos,
donde el miedo no se pagaba a los huesos ni constituía el cuerpo.

Antes me saludaba pegado a mi cuello y besando mis pasos temblorosos,
caminaba a mi lado sincronizado y atento, oliendo a histeria y girasoles,
pero hoy he decidido desvestirme de aquello que dice que soy,
para descubrir lo que soy y ¿quién no?

Quiero ser una mujer desnuda y con sombreros pintorescos,
ser una mujer que juega en el cielo con las estrellas, el azar y con aureolas.
Y con la misma histeria hacerle frente a la vida.
Y con la misma vida enfrentarme a la muerte,
decirle que no temo que venga sin avisarme,
o contarle que no me importa si va a tardar más de lo que debería,
invitarle una copa y contarle que me he decidido.

A no preferir más el callar y el aguardar,
ya no más preferir no amar, no odiar, no ir ni venir,
ya no quiero dejarme llevar por los humitos marchitos de la ciudad en ruinas,
que no conducen a ningún lugar con sentido, solo quiero correr por ahí,
quiero ser con humitos amarillos en medio de una canción de letras grises y sucias,
solo quiero ser aquí, siendo yo sin que me afecte lo que pueda ser siendo allá.
Y ¿Quién no?