Mesianismo y revolución en las Tesis de Walter Benjamin

Acerca de las Tesis de filosofía de la historia

“Los filósofos no han hecho más que interpretar
de diversos modos el mundo, pero de lo
que se trata es de transformarlo”
Tesis XI, Karl Marx

Las Tesis de filosofía de la historia constituyen el testamento intelectual y político de Walter Benjamin. Escrito a latigazos, inquietante y marcado por la desesperación, el manuscrito convoca a una transformación del mundo que supone un cambio radical en la concepción de la historia, incluso para la filosofía marxista, a la que  el  filósofo  adscribía.  Con  un  pie  en  el  materialismo  histórico  y  el  otro  en  la concepción mesiánica del pueblo judío, Benjamin presenta en un lenguaje tan breve como metafórico, las ideas que exigen el salto desde la concepción moderna de la historia hacia su concepción crítica. En contra de todo idealismo en filosofía de la historia, propone reorientar la mirada hacia el pasado y abandonar la versión de la historia como el despliegue de la razón para advertir que la historia es pura catástrofe. Pero el carácter catastrófico de la historia no solo obliga al historiador a mirar el pasado con alarma y sin asepsia, sino que implica tomar distancia de la idea del futuro como lugar de promesa. En suma, la mirada hacia el pasado y hacia el futuro queda herida, por lo que “reiniciar los calendarios” por medio de la acción revolucionaria y mesiánica se torna fundamental.

En este trabajo proporcionamos una ruta tripartita de acceso al texto. En la primera parte, nos referiremos a los horizontes de sentido del autor, explorando sus afiliaciones teóricas. En la segunda, nos dedicaremos a la parte crítica de su filosofía, reconstruyendo sus reproches fundamentales contra el historicismo. Finalmente, nos dedicaremos a dar algunas claves que anticipen la propuesta teórica, revisando la relación entre el materialismo histórico y el mesianismo presente en las tesis que permiten postular una historia monádica que exige por sobre todas las cosas redención y revolución.

Mesianismo y materialismo histórico en Walter Benjamin

“Cada segundo era en él la pequeña puerta por la que podía entrar el Mesías”
(Benjamin 1989, B 191)

El materialismo histórico es una concepción de la historia sostenida por la filosofía marxista “que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de todos los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad” (Engels [1880], 17). En el modo de producción, las condiciones materiales de existencia, la división de sociedad en clases y la lucha entre estas se encuentran las claves para comprender los grandes acontecimientos históricos:

La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Según eso, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía sino en la economía de la época de que se trata. (Engels [1880], 36, énfasis añadido)

Que Benjamin adscribe a la concepción materialista de la historia es manifiesto. En la primera tesis afirma que, como un autómata programado para ganar cada partida, el «materialismo histórico» estará en condiciones de derrotar cualquier contrincante, siempre y cuando utilice como aliada suya —sin dejarla ver—, a la teología:

Siempre tendrá que ganar el muñeco que conocemos como «materialismo histórico». Podrá habérselas sin más ni más con cualquiera, si toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno (Benjamin 1989, 177, énfasis añadido).

Así, el autor lejos del camino secularizante que caracterizó a la modernidad europea, recupera conceptos e imágenes propias de la tradición religiosa para ponerlos en el centro de su propuesta teórica. Ejemplos de ello son las ideas de redención y Mesías, ambas ligadas a la escatología hebrea y muy recurrentes en las Tesis. En la segunda tesis, afirma que “en la representación de felicidad vibra inalienablemente la de redención” (1989, 178) y allí mismo sugiere que los lazos entre pasado y presente están vivos y que la idea del pasado que la historia hace suya implica un encuentro de los que ya no están con la flaca fuerza mesiánica de los que están.

Las conexiones entre marxismo y mesianismo terminarán por configurar la propuesta de una historia monádica que sale en búsqueda de la redención de los oprimidos de la historia, pues, de otro modo, ni los muertos estarán a salvo. Que los muertos no estén a salvo indica que la noción del pasado en Benjamin difiere de la noción del pasado como un tiempo muerto, que se pueda dejar atrás. El pasado no ha quedado atrás, por el contrario, interpela al presente y le reclama a las generaciones de este tiempo que pongan a funcionar ese lazo tenue, pero permanente, que propicia el encuentro entre las generaciones pasadas y presentes, y del que algo sabe el materialismo histórico: la flaca fuerza mesiánica.

La recuperación del mesianismo le sirve, además, para presentar la idea de detención mesiánica del acontecer, como interrupción y ruptura de la historia: “la detención mesiánica del acontecer es el breve minuto de plena posesión de las formas, se presenta como una felicidad fugaz… en el instante que nace ella es un fenómeno de ruptura” (Benjamin 2010, 37).

Contra la castidad de la historia

La concepción de la historia del Siglo XIX suponía que “la historia es conocer el pasado tal y como verdaderamente ha sido” (Ranke en Castilla, 456). La pretensión historiográfica positivista de conocer la totalidad del pasado con objetividad, neutralidad y asepsia del historiador, estará en las antípodas de la propuesta benjaminiana, quien sostiene que  “hacer época” no es intervenir pasivamente en la cronología, sino interrumpir el momento (Focillon citado en Benjamin 2010, 37, énfasis añadido). Los historiadores que no son materialistas, sino tradicionales, hacen de la historia un continuum inteligible en el que los hechos se presentan concatenados entre sí por relaciones de causalidad. Proyectan hacia el pasado una narración homogeneizante de la historia donde todos los hechos tienen la misma importancia:

El credo del historicismo según Louis Dimier es que “los testimonios hacen que uno no pueda dudar del asunto, es su concatenación natural lo que completa la persuasión… lo que resulta es que el hecho permanece entero, intacto, todo su arte [el de los historiadores positivistas] se reduce a no tocar nada en el asunto, a observar lo que Fustel de Coulanges ha denominado atinadamente ‘la castidad de la historia’” (Benjamin 2010, 38, énfasis añadido)

Cuando el historiador positivista se dirige al pasado la neutralidad con que lo hace no solo muestra su ignorancia, sino que perpetúa la dominación. Se sumerge en los documentos de cultura y al hacerlo acríticamente (sin horror) entabla una empatía con los dominadores del pasado y del presente. Pues, “saca a la luz esos logros de los vencedores que son los bienes de la cultura, sin plantearse el origen auténtico de los mismos” (Castilla 1991, 457) y desconoce que:

[…] los bienes culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su existencia no solo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie (Benjamin 1989, tesis 7, 182, énfasis añadido).

La historiografía tradicional busca la historia universal y llega a ella, pero a costa de una concepción del tiempo que lo presenta homogéneo, lineal y vacío: “su procedimiento es aditivo; proporciona una masa de hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío” (1989, tesis 17, 190). De este modo, proporciona narraciones, al modo de “érase una vez”, que garantiza la perpetuación del carácter inaudible de las voces de quienes una y otra vez son derrotados por los oficiantes de la historia.

Apuntes para una historia como redención y revolución

“La meta es el origen”
Kraus en tesis 14,188

Como adelantamos, el tiempo del que nos habla Walter Benjamin no es un tiempo lineal, homogéneo y vacío, sino que es un tiempo-ahora. El autor defiende una aproximación al pasado en función del presente que lo mira, encuentra en el pasado una prolongación de los problemas del presente, lo que conduce a no poder mirar el pasado sin la visión del presente ni a la inversa. Esto sitúa a las Tesis en las antípodas del historicismo, que llama a renunciar a todo conocimiento exterior a la época de los eventos estudiados para garantizar una mirada “no contaminada”, “objetiva”. Benjamin renuncia a toda pretensión de neutralidad ideológica y propone que el tiempo-presente rompa el continuum de la historia, favoreciendo la lucha revolucionaria contra la clase dominante. Por ello, a diferencia del historiador positivista, el materialista histórico “considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo” (Benjamin 1989, tesis 7, 182).

La posibilidad de redención de las generaciones actuales, basada en una flaca fuerza mesiánica, pasa por el encuentro con las generaciones pasadas. La filosofía de la historia se configura como la conciencia de la necesidad de luchar desde el presente por sacar del olvido al pasado (Castilla, 455, énfasis añadido).

La historia combativa de Benjamin exige un tiempo que se distancie del tiempo concebido tanto por los historicistas como por la socialdemocracia, puesto que ambos adscribieron a la idea del continuum. En la historia como ejercicio de lucha política ya no hay lugar para una narración donde los hechos devienen de igual importancia, lo que se da es una lucha por la redención, y en este sentido es una gesta desde un pasado presente. La visión mesiánica y revolucionaria en el texto hace que exista en el tiempo un momento diferenciador, un relámpago que interrumpe el acontecer, un instante de ruptura y reinicio, que al desgarrar el continuum nos conduce hacia el origen. La noción del tiempo-ahora es especialmente útil para mostrar cómo el presente se siente solidario con el pasado, pero el presente, revolucionario (y mesiánico) marca una diferencia. Al ir hacia el pasado “con un salto de tigre” no solo interrumpe la historia, sino que crea un tiempo nuevo, inicia los calendarios:

El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza solo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer. (1989, tesis 6, 180- 181)

La posibilidad de que los oprimidos puedan dejar de serlo —es decir, de cambiar el curso de la historia—, no se encuentra en el tiempo homogéneo y vacío del historicismo ni de la socialdemocracia, sino en el deseo de poner fin a las humillaciones y para ello el marxismo deberá —como Benjamin propone—, alejarse de una visión teleológica y esperanzada de la historia para partir de una mirada de horror que busque romper el continuum que precisamente garantiza la que la injusticia se perpetúe. 

Consideraciones finales

Dos críticas principales se pueden leer entre las líneas de las Tesis: una es la crítica a la socialdemocracia inspirada en el marxismo y otra es la crítica al oficio del historiador historicista, que, al labrar la historia de los triunfos y la civilización, elude la responsabilidad indelegable de decidir con quienes establecer empatía. En cuanto a la primera, la socialdemocracia es presentada por el filósofo como un error imperdonable, que priva a los revolucionarios de la auténtica fuerza que nutre toda revolución. A los ojos de Benjamin, lo que motiva la lucha no es tanto la utopía de una sociedad sin opresión para las generaciones futuras —al modo concebido en la formulación más clásica el marxismo—, sino la fuerza irrefrenable que proviene de conocer la ignominia de los antepasados. El deseo de redimir a los irredentos, y así propiciarles justo descanso, es el motor de toda revolución, y los marxistas, confiados en la noción de progreso y siempre con su mirada puesta en un futuro entendido como promesa, lo han olvidado. De ahí que, más que la revolución como locomotora de la historia al modo marxista clásico, Benjamin aluda a la revolución como freno de mano, que interrumpe el decurso histórico y tiene sus ojos clavados en el pasado, como el ángel de la historia, que contempla horrorizado cómo la pila de horrores, destrucción y desolación se extiende hasta el cielo.

En la historia de Benjamin no hay progreso. Lo que hay es catástrofe, un  paisaje en ruinas. Negarse a mirar las ruinas por estar obnubilados con la promesa de un futuro mejor es una de las causas del fracaso de las experiencias revolucionarias y la garantía de que la opresión siga intacta. Para colmo, los revolucionarios contemporáneos a Benjamin están bajo la fulgura de “una tierra prometida” y son incapaces de advertir la profundidad del horror al que se enfrentan.

La otra causa del fracaso de la socialdemocracia también está signada por la firme creencia en el advenimiento de un progreso. La socialdemocracia no solo pecó de amnésica, sino también de ingenua, al interpretar el progreso técnico como signo de un inevitable progreso social que llevaría a una sociedad justa, sin opresores ni oprimidos. Lejos de concebirse como instrumento del capital para el dominio de la naturaleza y de la humanidad, el progreso técnico fue concebido como un elemento de liberación, pero la potencia destructiva de las experiencias totalitarias del siglo XX demuestran cuán equivocados estaban los socialdemócratas en este punto y cuán acertados resultaron los desarrollos tempranos de la escuela de Frankfurt en este punto.

Finalmente, queremos mencionar un tema metodológico, el problema de la empatía del historiador. A nuestro modo de ver, Benjamin no le reprocha al historicismo clásico que “reversionen” su dictum positivista e idea de objetividad y renuncien a empatizar con alguno de los actores involucrados en el periodo o suceso histórico estudiado; lo que les reprocha es que empaticen con los dominadores y que así, garanticen siempre su triunfo. El ideal del historiador aséptico no es posible. Narrar la historia, cuando se trata de una historia de catástrofe, siempre implicará establecer empatías con alguien, la cuestión es decidir si será con los opresores o con los oprimidos. Benjamin llama al historiador a abandonar la posición confortable “de los holgazanes mimados en los jardines del saber”, para cumplir con el cometido revolucionario de redimir a los derrotados de la historia, haciendo no ya la historia de los logros, de los triunfos y de los bienes culturales, sino la historia de todos los ofendidos y humillados que aún claman justiciay reclaman en el presente activar la fuerza flaca mesiánica que los redima. Se trata de un llamado urgente, que Benjamin articuló durante su intento frustrado por salvar su vida de la Gestapo, y que hoy sigue vigente en escenarios y latitudes que Benjamin ni siquiera alcanzó a vislumbrar.

Referencias: 

Benjamin, Walter. (1989). “Tesis de filosofía de la historia” en Discursos interrumpidos I, traducido por Jesús Aguirre: 173-191. Buenos Aires: Aguilar

Benjamin, Walter. (2010). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Traducido por Bolívar Echeverría. Bogotá: Desde abajo.

Castilla Urbano, Francisco. (1991). “Walter Benjamin: una filosofía de la historia entre la política y la religión” en Anuario de filosofía del derecho VIII: 453-471.

Engels, Friedrich. [1880]. Del socialismo utópico al socialismo científico. http://archivo.juventudes.org/textos/Jovenes%20Clasicos/Del%20Socialismo%20Utopico% 20al%20Cientifico.pdf

Marx, Karl. (1845). “Tesis sobre Feuerbach” en Cuaderno de notas. Disponible en: http://www.ehu.eus/Jarriola/Docencia/EcoMarx/TESIS%20SOBRE%20FEUERBACH%20 Thesen%20ueber%20Feuerbach.pdf   

¿Cómo referenciar?
Mangieri, M. Eva. “Mesianismo y revolución en las Tesis de Walter Benjamin” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 14 mar. 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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