En obras artísticas como Manifestación de Antonio Berni, el hombre o el espectador aparece como sujeto de goce estético de sí mismo; pero no solo porque en esa pintura de 1934 se puede reconocer rostros humanos que bien podrían ser vecinos, campesinos, padres o abuelos, sino porque también permite reconocer la intencionalidad de la obra, dado que lo que la obra manifiesta corresponde con la realidad política y social que se presentaba en aquella época y que aún hoy no se soluciona por completo, lo que permite también que, en tanto espectadores de otra época, podamos aun así comprender lo que la pintura quiere denunciar, esto es: la inestabilidad política y las marchas como reclamo social frente a las condiciones de escasez de empleo y de alimento en Argentina. Otra obra de Berni que puede complementar o reflejar las consecuencias de la falta de empleo en Argentina es Desocupados, presentada en la misma fecha.
Ahora bien, yo considero que para apreciar cualquiera obra de arte, hay que ir de la mano con los sentimientos estéticos y los sentimientos trascendentales o sensibles de la misma; se ponen los ojos sobre la obra de arte en tanto composición, en tanto técnicas y resultados obteniendo de ella una percepción sensorial que da paso a una satisfacción (o no) artística; sin embargo, no termina allí el proceso de apreciar una obra de arte, no solo se trata de poner los sentidos en ella y evaluar su composición; apreciar una obra de arte requiere poner una conciencia crítica sobre ella. Las obras de arte deben entenderse como narrativas constitutivas de otras realidades dado que cuentan historias desde una época particular, con intenciones particulares y materialidades (material y técnicas de arte) particulares. Por eso a quien le interese conocer el testimonio que el artista deja en la composición artística, no solo se abandona en su sentir frente a ella, sino que se pregunta por la esencia, la intención, el contexto y la realidad manifiesta en aquello que observa.
Si bien es cierto que la imagen o en la composición de las obras de arte dan luz sobre la creación artística particular que caracteriza a una época, ya sea por los materiales o las técnicas para la elaboración o por los resultados, es decir la obra de arte terminada ‒que representa las condiciones humanas particulares bajo los que fue realizada‒ además del ideal de belleza bajo el que podía ser examinada. No se debe olvidar que en la materialidad del arte se encuentra algo esencial más allá de las intenciones estéticas; esto es, un contenido que debe tomarse en consideración a la hora de apreciar el arte puesto que es en este contenido donde se revela la intención del artista, una autoafirmación que destaca la subjetividad, tanto del artista como del grupo humano al que pertenece.
Por eso, el arte antes que ser bello o no, es formador, porque presenta y atestigua desde su época, las técnicas de producción, las condiciones sociales y políticas a todas las otras épocas siguiente donde las cosas suceden de manera diferente; en esa medida lo que menos importa es si su composición va de la mano con lo que se ha establecido en los sistemas hegemónicos artísticos como bueno, como aceptable o como bello, puesto que lo que está en juego es la autenticidad del artista y de su época; lo que está en juego es la capacidad del artista de, en sus creaciones artísticas, transformar las relaciones de poder, de cuestionarlas, de presentar aquello donde las masas convergen y por lo que reclaman. El artista en tanto creador, no solo tiene la capacidad de denunciar, presentarse o anunciarse a través del arte, sino también de desprenderse de las reglas estéticas, de jugar con las técnicas y con los elementos creativos para que su obra sea una plena intención manifestada autentica. De esta manera el artista reconstituye el arte y reconstituye también a partir de él.
El arte es auténtico de cada época y de cada territorio. Como mencionaba más arriba, es una narrativa de comunidades en un tiempo y contexto específicos; las obras de arte que representan cada época y cada comunidad y que no tienden a cumplir con una estética meramente comercial, comprueban el modo de vida y afirman la existencia de cada grupo humano. El hecho de que las obras de arte de cada época, territorio y comunidades conserven una individualidad y tengan intenciones particulares, manifiesta no solo la existencia de una diferencia que distingue ese arte del resto del mundo, sino que para la comunidad es una sanación de la herida colonial, un ejercicio para conservar sus tradiciones y que a la par amplia la concepción del arte en el mundo.
El arte es un proceso creador y dinámico; esto quiere decir que no es solo el artista en nombre quien realiza una obra de arte para de algún modo inmortalizar su realidad; sino que en ese proceso creador esta también forjando su propio ser. El artista es un sujeto que está inmerso en una realidad y a partir de ella crea, pero en su paso por el proceso creativo, también aporta a la creación de la realidad, la transforma; de la mano con la idea anterior Nietzsche nos invita a ver la vida bajo una óptica de arte y el arte desde la perspectiva de la vida. Porque la vida es crear, construir y destruir, el arte se fundamenta en la vida, puesto que son las características de la vida las que permiten el arte de una manera particular, pero también el arte fundamenta la vida misma, porque la vida es dinamismo y es movimiento, es quehacer.
En esa medida, bajo una óptica más holística, la vida en general es una obra de arte, la vida de cada territorio, de cada época y de cada comunidad es una obra de arte que se genera todo el tiempo a sí misma a través de las pequeñas creaciones artísticas, como los movimientos particulares de cada grupo particular. Por ello es importante dar reconocimiento a todas, para que la totalidad de la obra de arte mundial no quede con espacios en blanco; cada una de las manifestaciones artísticas particulares son posibilidades y perspectivas sobre la realidad del mundo y de la existencia, lo cual forma una concepción general o un movimiento total de lo que el arte, el mundo y la existencia significan.
Cada manifestación artística particular de cada territorio y de cada época da sentido al mundo que cobija a cada ser humano, por ello es importante conocer todas las perspectivas, conocer todas las realidades, porque eso hace parte del mundo que forma como humano y que da las bases para pensar, actuar y filosofar, porque si se conocen la mayor cantidad posible de las perspectivas y realidades, de sentires, pensares y creencias, se puede tener una concepción histórica general de ese mundo en que se encuentra, se puede teorizar sobre él y llevar un movimiento propio particular que continúe o perpetúe el movimiento de la totalidad del mundo.
Cada arte tiene su lenguaje, su sintaxis, sus estilos, una lengua, causa de la tradición y de la historia particular; el espectador que solo pose sobre ella sus sentidos, seguramente ignorará todo significado, toda condición de existencia y de aparición de la obra de arte. En tanto narrativa, cuando nos acercamos a una obra de arte y dialogamos con ella, lo primero que se busca es situarla en un contexto, para poder desde allí comprender lo que quiere decirnos, si nos preguntamos inicialmente ¿dónde? y ¿cuándo? ampliaremos nuestra búsqueda de sentido de la obra de arte y nos remontaremos hasta la realidad que la produjo. Por ello es importante la individualidad de cada obra de arte, que se conserve su estilo particular y no tienda siempre a lo mismo, que no busque ser comercializada sino comprendida, porque es allí donde las particularidades nos dan luz sobre el rompecabezas que es la obra de arte del mundo en general.
El arte es una lucha por el reconocimiento de la diferencia y es esa diferencia la que hace del mundo un sistema dinámico; el arte además es la lucha por el preservarse y el re-existir[1] de los diversos grupos humanos. Al encontrar realidades sociopolíticas culturales diferentes, se evidencia un movimiento o actividad continuo en la historia de la humanidad que además explica la variedad de movimientos o actividades actuales del mundo; por ello es importante que haya un reconocimiento a todas las maneras de creación artística y no solo es términos estéticos sino de contenidos. Esto implica un trabajo intercultural, eliminar un poco el individualismo occidental y echar la mirada hacia el arte que está oculto, el arte que no busca venderse, el arte que no tiene como propósito estar en un museo o en una sala; un ejemplo de ello es Judit decapitando a Holofernes un cuadro de la pintora italiana Artemisia Gentileschi de 1613, en el cual no solo se muestra una situación de poder de una mujer hacia un hombre, sino que además es la muestra artística reveladora de una mujer, una de las primeras pintoras feministas.
Obras de arte como Pruebe de nuevo, realizada por Jorge de la Vega en 1963, es una composición realizada sobre el asunto de la desmaterialización de la obra de arte y representa momentos neo-vanguardistas del internacionalismo, sin abandonar lo propio de la cultura y la historia latinoamericana y principalmente argentina. Al igual que el ejemplo anterior, no tienden a ser comercializadas ni siguen los estándares de arte establecidos, pero tampoco son ampliamente conocidos, justamente porque se mueven en otro sistema dinámico.
Entonces lo que soluciona ese desconocimiento de las obras de arte “alternas” es el dialogo entre comunidades, el dialogo entre épocas y entre territorios; lo que debe cambiar es la manera en que se refieren a las obras de pensar, como un accesorio o una decoración, o algo mercantil, estás obras deben ser consideradas por el acontecer que manifiestan. Si estas obras de arte, no son expuestas, dadas a conocer o no han llegado a ellas los historiadores ni los educadores, entonces allí se produce una ausencia y esa ausencia no solo crea una esfera de ignorancia frente a otras realidades, sino que limita el conocimiento de la esfera de la realidad en tanto totalidad; si el arte se concibe solo desde occidente, nuestra comprensión del mundo será una comprensión de occidente. El arte es una exigencia política, principalmente en los grupos minoritarios o subalternos y lo es porque la falta de reconocimiento o el falso reconocimiento, puede tener implicaciones desagradables para la construcción de la identidad de la comunidad en particular. Por ejemplo, las obras de Harmonia Rosales, reivindican el papel del grupo de humanos de piel oscura, juegan con las relaciones de poder que se han establecido desde el occidente y de esa manera sanan la herida colonial. Cuando este arte no es conocido, se limita la identidad de este grupo a nociones de inferioridad, por ello es importante el dialogo de las comunidades y de los artistas.
Si bien es cierto que cada expresión artística es un testimonio o una narrativa y que cada una de ellas tiene su propio lenguaje, entonces es importante también que a la hora de tomar el contenido de una obra de arte, podamos encontrar en nuestra realidad, elementos que nos ayuden a interpretar ese lenguaje, ya sea elementos en común transmitidos por la educación o la tradición, o elementos investigativos o de otro lado elementos que puedan ser alcanzados por la imaginación; todo esto hace parte de un ejercicio filosófico que busca una concepción mayor del mundo y del arte.
[1]Mignolo, W. Reconstitución epistémica/estética: la aesthesis decolonial una década después. Calle 14: revista de investigación en el campo del arte, vol.XIV, pp. 14-32. 2018. p. 21
¿Cómo referenciar?
Martin’s, Amarilla. “Más allá de cuadros y museos” Revista Horizonte Independiente (¿Y qué tal si?). Ed. Nicolás Orozco M., 16 de marzo 2022. Web. FECHA DE ACCESO.
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