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Camilo Ordóñez

Miembro del semillero de normas, conducta, cognición y cambio social de la Universidad El Bosque

Ciclo II de “Las humanidades en…”

Las humanidades y los humanos

      Quisiera empezar esta columna de la manera más aburrida posible, simplemente planteando la pregunta sobre qué son las humanidades. Y quisiera continuar también de una manera también muy aburrida, no ofreciendo una definición que suene novedosa, que rompa paradigmas, que ilustre reflexiones, sino simplemente revisando algunas concepciones sobre las humanidades que han sido importantes en los últimos años y que han surgido en los debates recientes sobre la desaparición de las humanidades en los currículos académicos y en los presupuestos de investigación.
        Miller (2012) presenta una investigación sobre las humanidades en el sistema educativo de los Estados Unidos, entendiéndolas como un conjunto de disciplinas y presentando los desacuerdos que hay sobre cuáles disciplinas son consideradas humanidades en diferentes sistemas educativos, oscilando desde disciplinas nucleares como la filosofía y la literatura, hasta las disciplinas de la comunicación. Por su parte, Small (2013) hace un análisis de los argumentos que se han ofrecido para mostrar la relevancia de las humanidades en la sociedad, suponiendo que las humanidades se unifican en torno a un tema de investigación definido en términos de el estudio de las prácticas culturales dotadoras-de-sentido desde la perspectiva de una interpretación y evaluación subjetiva. Por otra parte, Nussbaum (2010) pareciera entender que las humanidades tienen como esencia el desarrollo de un conjunto de habilidades que, por demás, son para ella esenciales para el desarrollo de una ciudadanía democrática.
        Para seguir con prácticas académicas aburridas, podríamos simplemente tomar las diferentes definiciones y crear un ‘sancocho’ conceptual, diciendo que tales definiciones se construyen en diferentes niveles explicativos que nos presentan una visión de las humanidades como un conjunto de disciplinas variadas que versan sobre las prácticas subjetivas interpretativas y evaluativas que dan sentido a los elementos de la cultura, y que, en un sentido práctico, buscan desarrollar habilidades cruciales para la democracia, como el pensamiento crítico y el poder tener una conexión empática con los problemas de los demás en un sentido global.
          Empero, crear un ‘sancocho’ conceptual no solo es aburrido, sino poco explicativo. Una lista de disciplinas no nos explica qué tienen ellas en común para llamarse humanidades. Un tema como el estudio de las prácticas subjetivas interpretativas y evaluativas puede entenderse como algo tan amplio que posiblemente no sea suficiente para determinar un campo de estudio para las humanidades. Por ejemplo, podría uno pensar, a la manera de Husserl en Crisis, que toda construcción de conocimiento incluyendo el conocimiento científico es una interpretación, una dotación de sentido, de la experiencia en el mundo y del mundo. En este sentido, todo ejercicio intelectual, incluyendo el de las ciencias naturales y sociales, puede considerarse como una interpretación-evaluación desde un punto de vista subjetivo (sofisticado en la integración hacia un punto de vista intersubjetivo). Por esta línea de pensamiento, hasta el ejercicio de un científico es, y no puede ser otra cosa diferente a, una interpretación y una evaluación de su experiencia integrada en la constitución de un mundo, si se quiere, natural. Desde otro punto de vista, todo ejercicio de nuestra mente, de nuestra cognición, es un ejercicio de un sujeto cognitivo en el que evalúa e interpreta información para constituirla contenidos cognitivos, ¿qué otra cosa podría ser? Así, decir que las humanidades como disciplina son acerca de interpretaciones y evaluaciones subjetivas no es suficiente para acotarlas de manera debida. Adicionalmente, aceptar que la ciudadanía democrática requiere, o al menos es fortalecida por, el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico o la empatía con los problemas ajenos y aceptar que las humanidades actualmente son y tradicionalmente han sido herramientas para el desarrollo de tales habilidades, no implica aceptar que las humanidades y sus métodos sean los únicos que puedan desarrollar tales habilidades, ni que sean la mejor manera de hacerlo. Por último, tampoco es clara la conexión, en términos de mecanismos, entre los procesos subjetivos de evaluación e interpretación para dotar-de-sentido y el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico o el tener empatía con los problemas ajenos.
          En consideración de esto, quisiera proponer que detrás de las humanidades puede haber un elemento diferente, que puede dar más sentido a la integración de todos los elementos que se presentaron anteriormente y que no podemos dudar que hacen parte de las asunciones comunes sobre las humanidades como un campo de saber unificado. Y es que, en mi opinión, lo que está detrás de las humanidades como un todo es una pregunta fundamental, la pregunta acerca de qué es un ser humano.
         La pregunta acerca de qué es un ser humano no parece ser una pregunta causal. Esto quiere decir que posiblemente no podemos explicar a cabalidad qué es un ser humano apelando a una cadena de causas, por ejemplo, biológicas. ¿Cómo es esta idea posible?, ¿no hemos acaso, por ejemplo, identificado un genoma humano, una estructura material y objetiva que tienen todos los seres humanos y solo los seres humanos y que, por esa vía, contiene lo que hace-causa que unos seres se consideren como seres humanos? Es posible responder a esto apelando a una diferencia entre condiciones suficientes y condiciones necesarias. La respuesta biologicista puede interpretarse diciendo que tener una cierta secuencia específica de ADN es necesario para ser un ser humano, pero esto no implica que sea suficiente para ser un ser humano. La polémica sobre el aborto puede dar luces sobre este tema. Desde un punto de vista causal, el mismo zigoto que se forma en la unión de un óvulo y un espermatozoide de individuos humanos que contiene la información genética del individuo que potencialmente va a formar. En este sentido, afirmamos que el zigoto tiene un genotipo, una constitución genética, que estructuralmente podemos considerar como ‘humana’ en sentido causal. Empero, si bien es obvio que causalmente el mismo zigoto es humano (y con más razón sus desarrollos en embrión y feto), éticamente, jurídicamente y, en general, normativamente, tal cosa no es obvia. Si lo fuera, simplemente no sería posible siquiera plantear el debate como un debate. Lo que permite que exista el debate sobre el aborto pareciera ser la idea, tal vez implícita, de que ser un ser humano en sentido normativo, en sentido de ser algo cobijado por derechos, principios o leyes sobre los seres humanos, no es evidentemente algo equivalente a ser un ser humano en sentido causal-biológico.
        Las historias de súper héroes, tan de moda en los últimos años, también presentan, en mi opinión, un terreno fértil para pensar experimentos mentales que ilustren la tesis de la no obviedad de la equivalencia entre ser humano en sentido biológico causal y ser humano en sentido normativo (i.e. como sujeto a estructuras normativas como leyes, derechos, deberes, valores o principios). Muchas historias del surgimiento de súper héroes tienen que ver con mutaciones genéticas, causadas por cosas como picaduras de animales extraños o accidentes nucleares. En ese sentido, es obvio que tales súper héroes no son humanos en un sentido estricto causal-biológico, pues su genoma cambió y tal genoma sería el criterio de identidad causal-biológico de qué es un ser humano en este nivel de explicación. Pero, aún así, muchas veces, y la lógica de las historias así lo hace, a pesar de tal cambio genético, seguimos pensando y juzgando a tales seres como seres humanos, o algo muy cercano a seres humanos, en un sentido normativo: les excusamos cuando cometen errores en virtud de reacciones emocionales que nos parecen ‘naturales’ como humanos, les juzgamos cuando se separan de estándares éticos-legales muy nuestros, o les reconocemos derechos y deberes éticos y legales que normalmente cobijan a seres humanos.
           Si las consideraciones anteriores son correctas, justificarían sostener que, en efecto, la pregunta acerca de qué es un ser humano no parece ser una pregunta causal. La noción de un ser humano, si bien obviamente tiene como condición necesaria una cierta base causal, que podemos pensar biológicamente y, de manera más precisa, genéticamente, necesitaría ser complejizada en términos normativos. Hay unas dimensiones normativas inmersas en la configuración de lo que es un ser humano, de naturaleza histórica, cultural, social, legal y ética, esenciales para entender qué tipo de ser es un ser humano. Y son las humanidades el campo de saber que tiene como pregunta fundamental la pregunta por cuáles son las configuraciones normativas que constituyen a un ser humano.
           En ese sentido, cuando se habla de las humanidades como una lista de disciplinas podemos pensar de unas disciplinas que giran en torno a la pregunta por qué es un ser humano. Cuando se habla de la subjetividad en la constitución de sentido hablamos de explicar las particularidades de ese proceso en lo que llamamos seres humanos y el tipo de ser, al menos en el sentido del tipo de experiencias y cogniciones posibles, que se deriva de él. Cuando hablamos de desarrollar unas habilidades democráticas hablamos de partir de una comprensión del tipo de ser que es un ser humano como la base para comprender cómo podemos ayudarlo a desarrollar sus potencialidades para la ciudadanía democrática.
            Quisiera entonces terminar, para no perder la costumbre, con un aburrido intento de mensaje final. A la hora de pensar defender las humanidades las consideraciones sobre su importancia práctica para la democracia, para el pensamiento crítico, para el desarrollo responsable de la ciencia o para el ejercicio mismo de la ciudadanía podrían terminar siendo secundarias, sobre todo porque realmente no es claro si son las humanidades las únicas disciplinas que pueden lograr cumplir tales fines prácticos y porque tampoco es claro si los métodos de las humanidades son los más adecuados para hacerlo. Por ejemplo, algunos educadores han defendido la necesidad de una sólida formación científica (en el sentido de las ciencias naturales) en términos muy similares, aduciendo que una educación en la se haga énfasis en la problematización de las situaciones, en la necesidad de buscar explicaciones, de discutir racionalmente y estar dispuesto a abandonar soluciones previas basados en la evidencia, es un tipo de educación que nos puede llevar a desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la discusión de los problemas y el llegar a soluciones acordadas y basadas en la evidencia, habilidades que también podrían mapearse con la consecución de objetivos como el de fortalecer la democracia. Pero, son las humanidades, al no estar restringidas a modelos causales, las que podrían, desde un punto de vista normativo, lo que parece ser un nivel explicativo necesario, ayudar a entender quiénes realmente somos, lo que a todas luces es la base para entender mejor tanto cuáles pueden ser las preguntas realmente interesantes que la ciencia debería abordar, así como avanzar hacia una mejor comprensión de nuestros límites, de nuestras capacidades y por ende, lograr una mejor proyección del mundo que realmente quisiéramos tener.

¿Cómo referenciar?
Camilo Ordoñez. “Las humanidades y los humanos” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…).
Ed. Stefan Kling, 17 jul. 2020. web. FECHA DE ACCESO

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