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Ana Isabel Rico Torres

Columnista RHI & Directora Programa de Filosofía de la Universidad El Bosque. 

Vol. 1. C. 33

Las humanidades en utopía 

La palabra “utopía” según la RAE es “plan, proyecto, doctrina o sistemas deseables que parecen de muy difícil realización”. Tal sentido aplica perfectamente para describir la naturaleza de las Humanidades. Son centrales para cosas tan importantes como: enriquecer nuestra comprensión de lo propiamente humano, de nuestro lugar en el mundo; afinar las maneras en las que nos movemos y relacionamos con otros y con la naturaleza; apreciar lo bello y aceptar lo trágico. A pesar de tan noble propósito, ser un humanista y tratar de vivir de ello suelen ser considerados proyectos “de difícil realización”; cabe aclarar que en algunos lugares de la Tierra es más quijotesco que en otros. El grado de dificultad arranca con que ser humanista nos confronta con el tipo de ser humano que somos y el que quisiéramos ser, y la enorme distancia que hay entre uno y otro; se pueden agregar otras cosas como lo exigente y competitiva que puede ser la formación y ejercicio profesional en estas áreas; es pertinente además añadir circunstancias como la escasez o ausencia total de recursos presupuestales, imaginarios culturales y sociales sobre la (in)utilidad de las humanidades, acceso restringido a recursos y espacios de formación o de intercambio de saberes, o simplemente la imposibilidad de tener algo de tiempo libre o curiosidad para explorar el vasto universo de la literatura, la historia y la filosofía como primer paso.

Vivimos una época de grandes desafíos. Como nunca antes estamos a merced de las terribles consecuencias de nuestra actitud irrespetuosa ante la naturaleza y de lo peligroso qué es una sociedad “instrumentalizadora”. Sumado a lo anterior, parece ser una aterradora rutina del siglo que pasó, y de este en el que estamos, el que debamos estar atentos a las amenazas que se ciernen sobre la democracia y las libertades individuales en distintos lugares de ambos hemisferios. Está en juego la vida misma. Pensar en volver a la vida pre-pandémica es una añoranza peligrosa pues supone asumir que la vida anterior iba por buen camino y hay que examinar cuidadosamente qué rumbo se estaba siguiendo. En tan difícil coyuntura, las humanidades son nuestra carta de navegación. Saber vivir es un arte y no es gratuito que una vez que alguien ha sido cautivado por este arte se dedique al cultivo de las humanidades y a través de su vida, y obra en muchos casos, inspire a otra/os a seguir las sendas de ese arte.

En un país como Colombia, con récords poco honrosos como el de tener el conflicto armados más largo y terrible en esta parte del hemisferio, con enormes deudas históricas y presupuestales con sectores como el educativo y el sanitario, con una inequidad extrema, rampante y obscena, y -por estos días- ensañarse con sus líderes sociales y jóvenes, entre otras cosas abominables, es casi milagroso (utópico), que existan lugares (universidades, colegios, escuelas, tertulias, semilleros, revistas, librerías, asociaciones, colectivos, etc.) en los que las preguntas por cómo vivir, cómo se debería vivir y cómo hacer de la vida un arte sean algunos de los interrogantes que convocan, transforman y a través de los cuales personas de diversos orígenes, condiciones, con maneras diferentes de pensar, se atreven a dialogar, transformándose en humanistas.

Sófocles en su Antígona dice sobre el ser humano que no hay nada más terrible que este; entiéndase ese adjetivo como la mezcla de algo asombroso y temible. No se equivocaba el trágico griego en describirnos así y ponernos de frente con esa condición, destacando que aún cuando fuéramos ingeniosos aún no habíamos podido inventar una escapatoria a la muerte. Este límite refuerza el valor de la vida y de cómo ha de ser vivida; Antígona prefiere la muerte antes que la indignidad; a través de sus razonamientos y acciones da cuenta de su vida. Sófocles entiende la profundidad de la gesta de Antígona y nos la transmite en su tragedia como una invitación.  

Hasta hoy resuenan esa y otras obras; en consonancia con las palabras de Sócrates en la Apología de Platón, que no son únicamente lógos (discurso) y que como en Sófocles, son también una exhortación: “una vida sin examen no merece ser vivida”. Ninguno de nosotros podemos ni debemos rehuir la tarea de dar sentido a lo vital; por fortuna contamos con la riqueza del acervo humanístico para que como buenos Sísifos lo intentemos, sin descanso, una y otra vez, en mutua compañía.

A pesar de los retos y dificultades, bella ocupación es cultivar la vocación del humanismo y transitar la senda de las Humanidades, con la aspiración de que lo utópico no lo sea.

¿Cómo referenciar? 
Rico Torres, Ana Isabel. “Las humanidades en utopía” Revista Horizonte Independiente. Ed. Nicolás Orozco M., 21 ago. 2020. Web. FECHA DE ACCESO. 

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