Daniela Andrea Chaparro Villamizar
Ciclo II de “Las humanidades en…”
No sé si les ha pasado igual que a mí, pero en estos días de aislamiento no dejo de preguntarme sobre el qué será de la humanidad en unos años o incluso unos cuantos meses, el cómo podremos enfrentar las consecuencias de nuestros actos de hoy, las decisiones que tomaremos para hacer frente al futuro, sobre los efectos morales y éticos que dejará esta pandemia, y una larga lista de cuestiones que no cesan de hacer eco en mi mente. Estoy segura que preguntas como estas no dejan de ser un tema de reflexión y debate para toda una clase de humanistas e inclusive la comunidad en general. El planeta Tierra está en crisis: la sociedad pierde su identidad, la economía decae, los sistemas políticos se muestran cada vez más inútiles y corruptos, el medio ambiente se deteriora, la educación pareciera perder su valor, el sistema de salud es un desastre, etc. La humanidad ha tocado un punto de no-retorno, es decir, que todos estamos en la obligación de tomar decisiones ahora, debemos salir de nuestra zona de confort, replantearnos, reconstruirnos como individuos y como colectivo. Es en medio de todos estos momentos de crisis, donde estoy segura, que las humanidades retoman su valor y su utilidad.
Cuando googleamos “las humanidades”, podemos encontrar muchos artículos, columnas de opinión, crónicas, ensayos que nos muestran un panorama un tanto desolador de las mismas a lo largo de estos años pasados. Por ejemplo, en la obra Sin fines de lucro de Marta Nussbaum comenta que las humanidades se han deteriorado, las personas se han vuelto perezosas con estos temas y en muchos casos resulta vergonzoso estudiar una carrera humanista. Entonces ¿hay alguna utilidad para las humanidades en momentos de crisis o están condenadas al exilio? Claro, ya he afirmado anteriormente que las humanidades son importantes y útiles en tiempos de crisis, e incluso Nussbaum sostiene la importancia de incluirlas en la democracia. Entonces ¿a qué se deberá este pesimismo en muchos escritos? Cuesta aceptar que las humanidades han pasado a un segundo plano, la sociedad ha reemplazado lo humano por lo digital. Vivimos en un continuo corre-corre: que el trabajo no va bien, que estudiar es tortuoso y extenso, que el dinero no alcanza, que las preocupaciones apremian, que una enfermedad ha volcado mi vida, que pronto habrá feria de artículos para el hogar a mitad de precio, que el vecino hace imposible mi vida, que esto y que aquello; los humanos nos hemos transformado en máquinas subsumidas por el consumismo. La vida se nos torna un ir y venir de lo cotidiano sin prestar atención a cómo todas estas cosas nos afectan.
La pandemia ha forzado a los distintos gobiernos del mundo a tomar medidas, en algunos casos más extremas que otros, por ejemplo, en China, Italia y España, como estrategia para frenar la propagación del virus. Dicha medida generó un cambio en el estilo de vida de las personas, de cierto modo la casa se ha vuelto el lugar de trabajo para muchos, para otros se ha vuelto una pesadilla. La casa ha tomado un significado diferente ya que su rol se ha replanteado. Pasamos más tiempo con los integrantes del hogar, discutimos, jugamos con nuestros nietos, sobrinos, hermanos; damos paso a cosas que nunca se habían hecho por lo ajetreado de nuestras vidas, espacios que nunca habían sido notados hoy llaman nuestra atención, remodelamos, cambiamos, en fin, nos acoplamos a un tipo de vida diferente, con sus pros y sus contras, pero nos adaptamos. Y junto a lo anterior se suma un incremento de violencia intrafamiliar, los niños en condición de vulnerabilidad desertan del colegio, encontrar empleo se torna cada vez más difícil, la matanza de nuestros líderes sociales no se detiene, el narcotráfico y el paramilitarismo no cesan, el Estado se vuelve contra el pueblo, los gastos aumentan y los ingresos disminuyen, los abusos sexuales se excusan bajo la premisa de “saciar el deseo sexual” y la corrupción desborda en los gabinetes de las entidades gubernamentales. Todo lo anterior toma una tendencia de normalización como bien lo dice Christian Villanueva en su texto ¿Humanidades en Colombia? ¿Para qué? Indudablemente una nueva crisis llega. Muchas personas están ensimismadas en sus casas sin saber qué hacer mientras el Estado cierra sus ojos frente a esta situación. No es el virus lo que hace daño, es la sociedad desinteresada e insensible la que nos lleva a situaciones denigrantes y precarias como las que vivimos ahora.
¿Pero qué está pasando? ¿A qué se debe esto? ¿Cómo ayudan las humanidades en estas crisis? Yo comparto la opinión de autores como Martha Nussbaum, José Cifuentes, Wilmar Peña cuando afirman que debe incluirse con más fuerza en el sistema académico asignaturas humanísticas para la formación integral del ciudadano. Deben fortalecerse los espacios de encuentro con el otro de tal modo que florezcan valores como la empatía y la tolerancia hacia aquello que es diferente. Hoy por hoy, encontramos en las instituciones académicas de Colombia asignaturas de Ética y Filosofía, sin embargo, estos cursos no contienen una estructura curricular definida y en muchos casos (principalmente colegios públicos y rurales) no hay un docente capacitado en humanidades que fomente e incentive en los estudiantes dicho interés, que formen personas en actores políticos y ciudadanos.
Ahora ¿No creen que es muy común escuchar a familiares y amigos hablar mal de las humanidades e incluso tacharlas de inservibles cuando les compartimos la idea de querer estudiar una carrera en esta área? Por mi parte todo el tiempo. Comentarios como “no vas a prosperar porque has decidido cambiar la ingeniería por una carrera que solo te va a dejar morir de hambre”, “para qué te formas en artes si eso no sirve para nada” o comentarios a veces salidos de lugar como “si estudias una humanidad te vuelves ateo y terminas en las drogas”. Sí, infortunadamente nuestra sociedad tiende a valorar más las áreas de conocimiento como la ingeniería, la medicina y el trabajo técnico, “argumentando” que con carreras como estas nunca estaremos sin trabajo y sin dinero. ¡Vaya falacia! Claro, no con esto quiero decir que las humanidades son lo mejor y lo único en la vida; soy consciente que otros campos son también necesarios para el desarrollo de la humanidad, pero sin dejar de lado lo humanístico.
Estoy convencida que gran parte de nuestros momentos de crisis (y aquí quiero aclarar que cuando me refiero a momentos de crisis no son solo económicas y políticas sino también culturales, sociales, debates internos en cada ser humano como la depresión, el manejo de emociones y las llamadas crisis existenciales) podrían encontrar solución en las humanidades. Ellas permiten entender cómo nos percibimos y comportamos los humanos, más en estos tiempos de aislamiento que bien necesario es. Las humanidades promueven un diálogo y pensamiento crítico, el trabajo en equipo, nos hacen retomar el gusto, despiertan pasión y mística, nos permiten explorar el mundo en todas sus dimensiones, describir ideas y ejecutarlas; esto es lo que nos hace falta para superar las crisis, para tomar mejores decisiones sobre nuestros líderes, para actuar frente a los obstáculos que se nos presentan. Bien afirma Urrea y lo retoma Cifuentes al decir que “reivindicar las humanidades, en general presupone incluir una forma particular de dignificación humana, no hacerlo, es legitimar todas las formas de violencia que se manifiestan en nuestra sociedad y subestimar la capacidad de todos aquellos que han dedicado su vida a la construcción de un mundo mejor” (2012 en www.cronicadelquindio.com).
En fin, aunque las humanidades han sido relegadas a un segundo plano, la crisis ha demostrado que su valor se reafirma, es la oportunidad para que las ciencias humanas revivan, es donde nos damos cuenta de lo importante y útiles que son para la sociedad, que el pensamiento crítico permitirá pensar diferente y sobreponerse a la adversidad, hacer frente a los actos delictivos y -a pesar de sonar utópico- propender por un futuro mejor donde la igualdad, equidad y libertad primen en el la sociedad. No olvidemos que esto no debe quedarse en lo teórico, las humanidades deben siempre estar en un plano de la praxis, solo allí veremos los resultados de su aplicación.
¿Cómo referenciar?
Daniela Chaparro. “Las humanidades en momentos de crisis” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…).
Ed. Stefan Kling, 7 jul. 2020. web. FECHA DE ACCESO
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