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Roberto José Carmona Ballestas

Filósofo de la Universidad del Atlántico

Ciclo II de “Las humanidades en…”

Las humanidades en medio de la agnosocracia

Nunca imaginé tener que vivir en medio de una gran coyuntura mundial de alto impacto y con altas implicaciones negativas como la que estamos viviendo con la pandemia de la COVID-19. Estaba acostumbrado a leer a los historiadores de las desgracias humanas, y mientras lo hacía, trataba de imaginar y comprender las dimensiones de lo que era una gran crisis humana, llámese pandemia, guerra mundial, peste o recesión financiera; pero siempre como espectador pasivo, es decir, aquel que no lo vive, sino que lo imagina.

Para mi infortunio, el 2020 trajo consigo casi todas las crisis humanas juntas (pandemia, guerras, peste y recesión económica), de manera que ya podré decir a viva voz a mis nietos (si es que sobrevivo) que no fui un simple espectador pasivo de las crisis humanas, sino que viví una de las peores crisis de la humanidad en carne propia.

Pero ¿qué hace a la actual crisis humana una de las más peligrosas crisis que haya habido? La respuesta a esta pregunta es la agnosocracia. La agnosocracia (del griego antiguo a = sin; gnosos = saber/conocimiento; kratos = poder, el poder de la ignorancia) es el poder o gobierno de la ignorancia, ese es el aditamento que tiene esta actual crisis. Ante este argumento, algunas personas dirán que en crisis anteriores hubo más ignorancia que ahora, como por ejemplo durante la Peste Negra, y podrían tener razón, pero la humanidad en el siglo XIV no tenía el conocimiento que tenemos hoy día, ni mucho menos el acceso a éste, sin mencionar la carga teórica o el imaginario colectivo de las personas en esa época. 

Lo problemático de esta cuestión, es que luego de la Ilustración, la globalización, el conocimiento científico, el acceso abierto a la información, y la comunicación mundial, la humanidad siga sumida en un oscurantismo al nivel de la Europa del siglo XIV. Es por eso que esta crisis humana es agnosocrática, incluso más que cualquier otra.

Un aspecto fundamental de la agnosocracia es que se sustenta en el odio y la intolerancia. No es casualidad que esta forma de gobierno germine y florezca en gobiernos de ultraderecha donde se premia al ignorante apasionado y se condena al sabio temperado. No es de gratis que en países gobernados por la extrema derecha se lleven a cabo políticas agnosocráticas en el marco de la pandemia, como en los gobiernos de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil e incluso Iván Duque acá en Colombia. 

Recordemos que Trump exhortó a la población estadounidense a que se inyectaran desinfectante en las venas, ya que como el virus SARS-CoV-2 se puede combatir fácilmente con un buen lavado de manos con cualquier jabón comercial, este dirigente agnosocrático llegó a la “brillante conclusión” de que el jabón también serviría para acabar con el virus dentro del organismo humano. Luego de las declaraciones de Trump, ya habían más de 100 casos de personas intoxicadas por la ingesta de desinfectante. 

Por otro lado, el mandatario agnosocrático brasileño Jair Bolsonaro también ha dado muestras fidedignas de esta forma de gobierno, negando la pandemia en un principio cuando llegó a ese país, alegando que era una gripa como cualquier otra. Hasta la fecha (26/05/20) Brasil es el país de Sudamérica con más muertes por Covid-19, ya van más de 24.500 muertes registradas.

Un caso nacional es el de Iván Duque que tardó demasiado en cerrar las fronteras de Colombia, y utilizó el Aeropuerto Internacional El Dorado, como estación de paso de todos los vuelos que pasaran por Sudamérica, ocasionando que el flujo de extranjeros fuera más fuerte, trayendo el virus al país. Más tarde se supo que había intereses personales con la hermana del presidente, con respecto a la decisión de no cerrar fronteras.

Debo mencionar que la agnosocracia no es exclusiva de los mandatarios, ni incluso de los gobiernos, la agnosocracia se instaura en la sociedad cuando la población que la integra la legitima. Es una suerte de círculo vicioso que se retroalimenta. Los mandatarios agnosocráticos llegan al poder porque son elegidos por un pueblo agnosocrático; el pueblo es agnosocrático porque son gobernados por mandatarios que les conviene tener al pueblo sumido en la ignorancia y falto de educación. Este círculo vicioso se nutre por el desdén al conocimiento, la visión mercantilista del saber, y se basa en la concepción neoliberal de la educación como servicio mas no como derecho. 

Es por eso que la agnosocracia prospera en gobiernos intolerantes y sociedades que estén dispuestas a legitimar dicha intolerancia. La extrema derecha es el espectro político favorito de esta forma de gobierno, debido que aquí la agnosocracia es libre, se puede mover y mostrar de distintas formas, tales como: racismo, xenofobia, homofobia, fundamentalismo religioso, fanatismo religioso, corrupción, y aversión al conocimiento.

Cabe resaltar que las sociedades agnosocráticas padecen un síntoma que es distinguible por todos, excepto por ellas. Este síntoma es lo que los médicos y psicólogos llaman la anosognosia, es decir, la incapacidad que tiene una persona afectada por una enfermedad para saber que la padece. La anosognosia es la falta de conciencia que tiene una paciente sobre la enfermedad que sufre, por ejemplo, las personas con Alzheimer tienden a sufrir anosognosia. En este caso, una sociedad agnosocrática, es por lo general anosognósica, no sabe que padece una enfermedad social. Estas sociedades no son conscientes del mal que padecen, es por eso que es muy difícil que sean curadas rápidamente, ya que entran en un bucle o círculo vicioso del cual no les es posible salir.

La cura a esta enfermedad social, es por supuesto la educación. Es ahí donde entran las ciencias y las humanidades, que serían como remedios y vacunas para combatir la agnosocracia. La cuestión es que usualmente la agnosocracia es propiciada y auspiciada por las clases más poderosas y ricas de la sociedad, son ellas las que impiden que se les inocule a las sociedades el suero de la educación, la ciencia y las humanidades. Es una suerte de guerra declarada la que tienen estos sectores con el conocimiento y la verdad. Recordemos las declaraciones de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez sobre la supuesta sobrepoblación de psicólogas y sociólogas en el país; o a Donald Trump, que afirmaba hasta hace poco que el virus lo crearon en un laboratorio en China, yendo en contravía de lo que dice la comunidad científica mundial con respecto a la procedencia de este coronavirus; o a Jair Bolsonaro que plantea recortar el presupuesto a los departamentos de humanidades en las universidades estatales brasileñas ya que no entraban en la lógica mercantil neoliberal.

Estos gobiernos y mandatarios conocen el peligro que representa para ellos que una sociedad se eduque en las ciencias y las humanidades. Ellos saben que, permitiendo dicha educación, sus gobiernos agnosocráticos no prosperarán ni se mantendrían en el poder por mucho tiempo. En ese sentido, las humanidades y las ciencias tienen un papel más que fundamental en la coyuntura actual. Demostrar las argucias y falacias proferidas por estos agnosócratas es una parte importante de la ardua tarea que tienen humanistas, científicos y divulgadores. 

Las humanidades y todo el bloque del conocimiento humano deben ser transgresores y de carácter revolucionario, deben estar preparados para la acción, desmantelando la ignorancia, siempre con cautela y pensamiento crítico. Es responsabilidad de los humanistas no dejar que su sociedad se suma en la desidia de la agnosocracia. No basta con que los humanistas y científicos sociales comprendamos la sociedad en la que vivimos, es también necesario transformar positivamente dicha sociedad desde la educación de las masas, la divulgación, y hacer comprender al grueso de la sociedad el daño que hace la ignorancia en nuestro nicho social. Es por ello, que las humanidades no deberían limitarse solamente a los claustros universitarios ni académicos, sino que deben ir al barrio, al parque, a la casa y a las plazas.

Para finalizar, debo mencionar que, para mi fortuna, el 2020 trajo una coyuntura que ha puesto a reflexionar a los humanistas en tiempo real, es decir, se están pensando el presente. Y como humanista que soy, aportaré mi grano de arena a favor del conocimiento y en contra de la agnosocracia para decirle a mis nietos (si sobrevivo), “¡Su abuelo luchó contra el poder y el gobierno de la ignorancia!”.

¿Cómo referenciar?
Roberto Carmona. “Las humanidades en medio de la agnosocracia” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…).
Ed. Stefan Kling, 26 jun. 2020. web. FECHA DE ACCESO

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