La depresión y la ansiedad provoca al menos diez muertes diarias en varios países, también causan ochocientas mil muertes cada año en el mundo; son los trastornos con más muertes a su paso y la segunda causa de muerte entre los jóvenes entre las edades de 15 y 29 años. Según la OMS, hasta un 75% de los casos inician antes de los 18 años por falta de acompañamientos y medios en la sanidad pública la única manera de tratar estos trastornos mentales es con la dosificación de medicamentos.
Al ser un asunto de la mente, pero sobretodo cerebral, se deja la solución en manos de la ciencia; sin embargo, hemos visto que las personas con este padecimiento se aíslan de la sociedad, se consideran diferentes y con requerimientos especiales. ¿No afecta esto mucho más el trastorno que poseen?
Pienso yo, que la cultura humana debiera desarrollar un proyecto para que por medio de capacidad reflexiva la comunidad pueda adaptarse a las condiciones de una persona con trastornos mentales; es decir que en el medio en el que se encuentre esta persona, pueda interactuar con otros, sentirse acompañado y lograr desarrollarse con cierta libertad.
En la sociedad no reconocemos con claridad ni directamente cuando un individuo está pasando por una situación delicada en su salud mental, sin embargo, con las expresiones y manifestaciones corporales de dicho individuo podría llegar a reconocerse el fenómeno mental que atraviesa. No es necesario recluir a estos individuos en centros asistenciales donde simplemente tratan sus trastornos con medicamentos, porque eso le impide al individuo desarrollarse como un ser humano, como un ser político y social; se le están arrebatando ciertas libertades a causa de una diferencia que posee frente al resto del grupo.
La depresión y la ansiedad pocas veces tienen repercusiones en el bienestar de otras personas, no se habla de psicopatía ni de asesinos seriales; la ansiedad y la depresión son a causa de complejos de un individuo consigo mismo, al que le cuesta aceptarse en tanto individuo y adaptarse a los acontecimientos de la totalidad a la que pertenece. Por ello considero innecesario el aislamiento, porque justamente se deja al individuo consigo mismo, las ideas que se crea sobre sí mismo y sobre los acontecimientos no van a cambiar si está encerrado en sí mismo.
Los centros asistenciales mantienen a la persona en un estado de piloto automático que limita sus capacidades como humano, no le dejan comunicarse ni expresarse con libertad; está represión puede terminar agravando el problema mental que padece, o transformar al individuo en un cuerpo sin mente. Estás personas necesitan acompañamiento, de su familia, de sus amigos, porque son estás personas las que pueden cambiar la narrativa que una persona tiene sobre sí mismo, al lograr aceptarse como parte de la totalidad, entonces puede reflexionar sobre quien es, qué papel juega dentro de la totalidad, y de esa manera lograr cambiar la narrativa sobre sí mismo y tener perspectivas diferentes de los acontecimientos y fenómenos a su alrededor.
La narrativa de la primera persona es de suma importancia porque está constituida de todas las experiencias anteriores del individuo y además a partir de ella se crean metas y expectativas para el futuro; esto quiere decir que si un individuo con ansiedad se encuentra nervioso, agitado, tensionado y con miedo, no va a tener alguna certeza respecto de los planes o proyectos que quiera comenzar. Igualmente un individuo con depresión que tiene desanimo por la vida, escasamente pensará en sus situaciones futuras; así que, reitero, las humanidades en tanto estudio de los comportamientos humanos, debieran estar a favor de una integración de estas personas a un ambiente social más amplio, donde puedan comunicarse y expresarse libremente, sin tener sobre sus hombros etiquetas que los marquen como personas distantes, especiales o diferentes, porque son estas mismas etiquetas las que van forjando a la persona una narrativa sobre sí mismos y una identidad.
La cuestión importante con estos trastornos es que a lo largo de la historia se han concebido como conductas que deben corregirse con prácticas y métodos científicos, entonces para ello se aplican tratamientos psicológicos con algún profesional del asunto, con preguntas básicas y test para interpretar las manifestaciones corporales como estados internos; también se aplican medicamentos con el fin de mejorar los estados internos (sentimientos, emociones y pensamientos) y se vea reflejado en la corporalidad. El error aquí es que todo el tiempo se trabaja con el individuo aislado, en su individualidad y no hay tanto interés en hacerlo sentir como parte de algo.
A lo que me refiero es a que, si un individuo con estos trastornos mentales participa en actividades colectivas de recreación o de interacción puede desenvolverse de manera más amplia, y evidencia otras perspectivas respecto a los acontecimientos. Comienza no solo a cambiar la narrativa que tiene sobre sí mismo sino también a crear narrativas sobre los demás; en la participación de actividades colectivas puede comenzar a fijarse metas y propósitos y así poner en práctica el ejercicio de pensarse en un futuro y de tener expectativas sobre sí mismo.
Considero que las personas con este trastorno tienen un signo de pesimismo por la vida, fuertemente arraigado en sus estados internos y que por ello no logran encontrar alguna salida a su situación, y parecen desinteresados en encontrarla; aun así considero que en el desarrollo con las demás personas se da un ejercicio de creación que motiva a estos individuos a ver más allá del pesimismo, que puede encontrar en la interacción una perspectiva diferente y construirse como una mejor versión de sí mismo.
¿Cómo referenciar?
Martin´s, Amarilla. “Las humanidades en los trastornos mentales” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…). Ed. Nicolás Orozco M., 17 jun. 2020. Web. FECHA DE ACCESO.
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