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“Las humanidades en…”
En mis clases los estudiantes se preguntan y exponen ideas fascinantes: “Después de esta Pandemia podemos preguntar ¿dónde estuvo dios?”; “¿Fue toda una mentira impuesta por una célula secreta creada por los nuevos dueños del poder mundial?”; “Es que acaso nadie ha leído que en la Biblia está todo profetizado, esto tenía que pasar”; “Los que son ricos son porqué quisieron superarse, los pobres deberían dejar tantas quejas”; “Creo que viene una nueva mentalidad para todos”; “El que es egoísta será el triple después de todo esto”… estas y otras declaraciones componen un paisaje del conocimiento diverso, que se hace necesario revisar desde la educación en humanidades. Sumado a lo anterior necesitamos dudar eso de “nativos digitales” endilgado a los jóvenes actuales: 8 de cada 10 adolescentes creen que las noticias que hay en internet son verdaderas; 9 aseguran que se basan en los primeros links que aparecen en Google para investigar; 7 desconocen cómo chequear una información, como sus fuentes o autores, o aun más riesgoso, omiten las ideologías que navegan por la red.
Cuando termino mis clases me quedan más dudas que respuestas o satisfacciones, no por las notas o los reprobados, sino porqué esa nueva humanidad no es tan clara en el horizonte. Los estudiantes están permeados por fuertes arraigos en las tradiciones familiares, la estupefacción de lo digital, el desprecio por la educación, la literatura de la auto-superación y la elaboración argumental basada en sentimientos de desprecio por lo que escuchan en televisión o ven en redes sociales. ¿Cómo encontrar caminos para que aparezca el tan famoso “pensamiento crítico” tan exigido para las Humanidades, aun más cuando lo tapan los resultados de las pruebas de estado y la somera interpretación de textos centrado en la reproducción de palabras?.
Las humanidades en la educación de los jóvenes produce individuos autónomos, innovadores y solidarios, a partir de su propio contexto. Esta es la definición del Ministerio de Educación y debería ser nuestro norte, en principio. Ahora, problematicemos este objetivo: ¿el estudiante logra autonomía cuando solo está deseoso de aprobar? ¿la innovación consiste en una presentación digital sobre la historia o lo que sucedió en la guerra? ¿solidaridad es centro gravitacional de los estudiantes cuando en su orientación vocacional preguntan cuánto ganarán y qué ofertas laborales hay? Y nada más complejo que enfocar el contexto, cuando estos adolescentes saben qué ocurre con los movimientos antirraciales en Nueva York, pero desconocen la preocupante situación ambiental en Doña Juana.
Este marco referencial nos permite animarnos a encontrarle puntos de encuentro a los esfuerzos pedagógicos propuestos por los académicos, los investigadores y los profesores que creativamente producen cambios sustantivos en la forma de ver el mundo. Nombraré algunos e intentaré que sean convergentes, para convertirse en un numen para crear generaciones más conscientes, más conscientes de lo humano, de esta misión que tenemos de construir un mundo realmente más justo.
La reflexión debe ser el principio de este camino. Pero no una reflexión superficial y liviana, sino centrada en la argumentación rigurosa. Esto nos exige empezar antes con la alfabetización digital y explicarle a estos jóvenes que no todo lo que aparece en internet es cierto, que hay que revisar fuentes, interpretar noticias y no porque aparezca un “especialista” es razón suficiente para creer una teoría. Por caso, lo que hemos visto este último tiempo debe aprovecharse para que en la Educación en Humanidades se haga presente el pensamiento estructurado de científicos que nos cuentan la historia de los virus y su trascendencia para esto que llamamos creación; desde las Humanidades se deben construir análisis para permitir que el estudiante descubra cómo se manejan las políticas públicas, cómo se elabora un plan de contingencia y los vacíos sociales que se descubren por estas emergencias, tales como desfinanciación de la salud o un sistema basado en mercado informal o la débil distribución de la riqueza.
La pregunta debe ser el motor de la educación media. Nos olvidamos de ella. La consignamos en el examen final y esperamos la respuesta automática. En el mejor de los casos la utilizamos como herramienta didáctica para que los estudiantes discutan y compitan para ver quién sabe más. Pero el factor cuestionante que emerge de las preguntas, es esencial para que el estudiante averigüe, profundice, escuche, dialogue, exteriorice e interprete la realidad. Por ejemplo el estudiante se pregunta la necesidad de un impuesto a la riqueza desde diferentes áreas: filosofía (el concepto de justicia y fraternidad) economía (teorías heterodoxas que apelan una presencia más fuerte del estado) historia (los planes benefactores que han aparecido en diferentes países) sociales (la concepción de ética social y la responsabilidad conjunta). No puede quedarse con el pensamiento neoliberal que centra su interacción social en la meritocracia. Debe evitar conformarse con la realidad, o plasmarla en un trabajo de análisis que terminará en el olvido, sin poderla transformar.
El carácter vinculante de los jóvenes con los movimientos sociales. Acá aparece una alternativa a la producción estéril o estática de la academia. Cuando el joven descubra que hay diferentes grupos de representación social y que lo pueden incluir, además de identidad y reconocimiento (tan esenciales en esta etapa del desarrollo humano) le convoca, le anima, le actualiza y lo integra en acciones conjuntas que permiten desde la concientización o la labor social una aplicación de lo que encuentra en el Colegio. Participar en la transformación de la sociedad.
La investigación como resorte del conocimiento. Se hace necesario que el estudiante tenga la capacidad y la habilidad de investigar de forma sistémica y apoyándose en el pensamiento científico, que le exige y le participa transversalmente de lo estudiado. El estudiante no puede repetir mecánicamente lo que por tradición o por ideología escucha en casa, en la tele o en la panadería de la esquina debe estar en la posición crítica de pasar por filtros esa información que le llega chequearla, analizarla, preguntarle y definir su postura. Solo así podríamos garantizar una verdadera acción del pensamiento crítico. El joven estará atento a investigar con rigor y sustentar sus conclusiones con valor, porque el proceso metódico lo habilita. Así las cosas estamos ante la puerta de una generación más participativa y más consciente del factor de cambio que producen las Ciencias Humanas. La opinión así construida genera miradas múltiples y novedosas.
En el futuro inminente el estudiante estará en la condición de recibir el contenido apropiado y especializado en su profesión elegida, pero extenderá en ella, la consecución de integrar su conocimiento con la mirada de las Humanidades. Allí mismo se encontrará con exigencias éticas y de impacto comunitario.
El numen en la antigüedad era la inspiración del hombre expresada en las deidades, sus deseos, su voluntad, su poder, su narrativa. El numen de las nuevas generaciones debería ser las ciencias humanas, que le ayuden a reflexionar e interpretar la realidad, preguntar nuevos caminos sustantivos y de transformación social, que lo vinculen y genere redes atractivas donde la participación ciudadana sea la posibilidad posibilitante de un nuevo sistema, y la investigación como garante de un pensamiento estructurado, un diálogo interdisciplinar y una producción real del conocimiento que emerge de nuestros Colegios. Solo así los profesores que le apostamos a un verdadero nuevo horizonte terminaremos nuestras clases con más preguntas, pero esta vez más satisfactorias de provocar pensamiento crítico y unos ciudadanos más fortalecidos en la conciencia de construir una humanidad más justa, más humana. “No importa lo que conquistes, lo que triunfes o pierdas, no importa las veces que debas empezar de nuevo, lo que importa es en lo que te conviertes ante cada experiencia” esta frase es numen para Bill Gates (sentencia de su mamá) también debería ser un numen para los que le apostamos a una educación humana.
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