Miembro del semillero de investigación FILOEPOS
Ciclo II de “Las humanidades en…”
Esperanzas de paz, un deseo muy recurrente en las comunidades en las cuales el conflicto armado ha estado presente. Los territorios se han ilusionado con que algún día la paz pueda ser una realidad, donde se pueda soñar con vida digna y tranquila. Donde se pueda vivir bajo unas condiciones óptimas y desaparezca la zozobra que trae consigo la violencia, el olvido estatal y el conflicto armado. Esa fue la apuesta que se realizó en un principio en el proceso de paz entre el Estado de Colombia y las Farc, pero en el devenir no ha sido tan satisfactorio como las fantasías que existían antes de la firma de los acuerdos. A pesar de esto, las humanidades y algunos sectores de la sociedad llevan constantemente los procesos en aras de lograr que la paz, la memoria, la reconciliación, la reparación y demás sean un hecho tangible.
En esa medida, es necesario resaltar el papel que han tenido las humanidades para no permitir que se desvanezcan las esperanzas de paz. Las humanidades por medio de la educación, participan en una labor muy importante para que el anhelo de las comunidades no se pierda por la infinidad de dificultades que se presentan en los territorios. La labor de la educación debe ser dirigida a presentar un acompañamiento pedagógico que permita brindar herramientas necesarias para afrontar y superar las adversidades que se presentan, es decir una educación al servicio de las necesidades de la comunidad. También es necesario fundamentar objetivos en pro de que esta paz pueda ser tangible, acompañando procesos como lo son la memoria de los territorios y las comunidades, la reparación y la no repetición. Es ahí donde las humanidades participan mediante distintos procesos como lo son el esclarecimiento de la verdad en el conflicto, el acompañamiento psicológico para las comunidades, el reconocimiento cultural, la reparación simbólica. Ese debe ser el rol que las humanidades y sobre todo la educación tienen que ejercer para ayudar a las comunidades. Se evidencia en proyectos o procesos como lo son la obra de Doris Salcedo: Fragmentos, realizada con armas de exguerrilleros de las Farc, obra que tuvo la participación de mujeres víctimas de esa violencia. También se evidencia, en el documental El silencio de los Fusiles de Natalia Orozco. Otro ejemplo que destaca fue la cátedra de paz que se debía crear en las universidades y colegios, en pro de preparar a los jóvenes para llevar de la mejor forma los procesos del posconflicto, reconocer la gravedad que tuvo el conflicto y percibir las comunidades que han sido acalladas por el conflicto.
La educación durante los años de conflicto armado ha sido una gran afectada sobre todo en las zonas en las cuales las disputas armadas han estado presentes. Pese a estas circunstancias infructuosas de las que ha sido testigo y víctima, la educación sigue intentando estar al servicio de estas comunidades, pues es un derecho fundamental que tienen. En situaciones del conflicto armado es más difícil lograr que la educación pueda ser dada, en la medida en que factores externos a los entornos educativos afectan a los niños y jóvenes. Uno de los muchos casos particulares en los se puede evidenciar las afectaciones del conflicto en la educación es la masacre ocurrida en Bojayá, puesto que allí los paramilitares utilizaron el colegio como punto de comunicación de las acciones que venían a realizar en el territorio. Evidentemente, se ve el flagelo que sufre la educación y el peligro que corren la comunidad educativa cuando estos actores armados irrumpen en los planteles educativos, pues en cierta medida los exponen a un ataque o retaliación de otros grupos armados.
Precisamente, es a partir de estos sucesos sobre los cuales se debe construir y reconocer la labor que desarrolla la educación en los territorios, donde realmente se logre un acompañamiento al estudiante con el fin de que no abandone el ciclo escolar. Puesto que las situaciones sociales, psicológicas y económicas, son factores que alteran la permanencia de los estudiantes en los planteles. Por eso, no basta con seguir impartiendo una educación tradicional que no tiene prácticas pedagógicas que generen un lazo de vinculación con la realidad que viven los estudiantes. Porque de nada sirve tener una educación indolente y ciega que no comprende la realidad que motiva a muchos estudiantes a la deserción escolar. Efectivamente, hay que recalcar que la problemática viene de un olvido estatal de las comunidades, es poco lo que pueden hacer las instituciones cuando el Estado no realiza el acompañamiento necesario a las víctimas. Aun así, las instituciones intentaban mostrarles otros caminos a los jóvenes de aquellos territorios para evitar que terminaran en ese círculo infinito de violencia, aunque cuando todos los factores desfavorables se unen es casi inevitable la deserción. Por esa razón se deben aumentar los esfuerzos para que la educación logre generar prácticas que muestren la gravedad del conflicto tal como señala Osorio (2016):
De esta manera, es necesario trabajar desde las pedagogías de la memoria, que buscan motivar el cuidado de sí y del otro, reducir los niveles de violencia al momento de solucionar un conflicto y fortalecer prácticas como la justicia restaurativa, la cooperación, la solidaridad, el desarrollo de la autonomía personal y la lucha por la dignidad. Es importante desde las instituciones educativas generar diferentes metodologías para propiciar la construcción de escenarios y narrativas para la paz en la escuela y la sociedad en general. (p.188).
Por lo anterior, el planteamiento de educación del posconflicto debe materializar proyectos que permitan reparar y dignificar la vida de las personas que se han visto afectadas por el conflicto armado. Entonces, se resaltan algunos proyectos que logran en cierta medida, construir esa educación al servicio de las comunidades, tejiendo una red de saberes en la cual las comunidades son partícipes constantemente. Ya que, la educación cuando funciona de este modo permite encontrar y crear alternativas que tienen como finalidad mejorar la calidad de vida. Pero, también se juega en un campo como lo es la preservación de la memoria sobre lo que se vivió en el conflicto, proyectos productivos propios de las comunidades, preservación de identidad étnica y cultural. Esta educación al servicio de las comunidades puede evidenciarse en proyectos como el del profesor Luis Emiro Ramírez en el Caquetá con la agromática, la cual pone las tecnologías al servicio de la agronomía. Indudablemente genera un avance significativo debido a que le abre la posibilidad al estudiante de emprender proyectos productivos que permitan dignificar sus condiciones de vida, por ella la necesidad del cumplimiento del acuerdo de paz para que estos proyectos puedan desarrollar y no se siga con el constante abandono por parte del Estado, como lo sugiere Romero (2012):
Esto significa que la escuela es asumida no solamente como espacio de socialización del conocimiento, sino como escenario de transformación en donde los integrantes de la comunidad educativa son sujetos de derechos, con sueños y metas que podrán realizar, con una perspectiva de derechos bien interesante, reconociendo la diversidad y las diferencias existentes, con miras a construir un país distinto en el cual quepan todos… (p.27).
La forma en que se visibilizan proyectos independientes en aras de contar la verdad de lo que fue conflicto y como ha sido el posconflicto, exigen que sean escuchados por medio de estos canales y que sean partícipes de esos modelos de educación al servicio de las comunidades. Son generados por algunos medios audiovisuales independientes o privados que realizan documentales, los cuales se dirigen a una reparación simbólica y recopilación de sucesos que denotan la gravedad que genera un conflicto armado. Un ejemplo de ello es la foto tomada por Jesús Abad Colorado, donde se evidencia unas balas de fusil en la pared de una institución educativa o las fotos de muchas víctimas después de acciones bélicas de los actores de ese conflicto armado. La razón de todo esto es mantener una garantía de no repetición del conflicto, para que de una vez por todas pueda existir tranquilidad en las comunidades. Por esto la frecuente insistencia en exigirle al Estado de Colombia que les cumpla a las víctimas y a las comunidades. La educación como modo de inserción en la sociedad demuestra la voluntad de paz de excombatientes y sociedad en general, por ejemplo los excombatientes graduados que buscan alternativas para salir adelante. Entonces la educación del posconflicto debe seguir esa línea que le permite llegar a las zonas más apartadas y más golpeadas para producir esa esperanza de cambio y de memoria, pudiendo generar en cierto grado una reparación. En conclusión, no se puede desconocer el papel que juegan las humanidades y la educación para la construcción de esas alternativas de vida y para la materialización de la paz.
Bibliografía:
Medina, F. (2012). Conflicto armado y escuela en Colombia. Violencia y educación, 13-32.
Osorio, J. (2016). La escuela en escenarios de conflicto: daños y desafíos. Hallazgos, 13(26), 179-191.
¿Cómo referenciar?
Christian Becerra. “Las humanidades en la educación del posconflicto” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…).
Ed. Stefan Kling, 10 jul. 2020. web. FECHA DE ACCESO
Todas las marcas, los artículos y publicaciones son propiedad de la compañía respectiva o de Revista Horizonte Independiente y de HORIZONTE INDEPENDIENTE SAS
Se prohíbe la reproducción total o parcial de cualquiera de los contenidos que aquí aparecen, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita por su titular.