Han sido desnudadas, violentadas y abandonadas. No sirven para nada porque ellas así se lo han creído. Es que quién no perdería su rumbo y su confianza después de esos malos tratos. Yo por ellas no doy ni recibo un peso, pero sin duda daré y reafirmaré la vida. Esta es mi experiencia:
Pasé por el mundo de la teoría exacta, escuchando el sonido adecuado de la risa, viendo y aprendiendo los lineamientos del ser humano feliz. Nunca dejé de cuestionar eso de feliz, también dude sobre lo humano, pero no pude más cuando el ser perdía sentido. ¿Cómo seguir sin felicidad, sin humanidad, sin ser?
Aprendí acerca de todo eso, pero entre más aprendía, más desprendía de la felicidad. Entre más explicación tenía la vida, menos la vivía. Fue hasta que las conocí, atrevidas, honestas, prácticas, sexys y audaces, que todo cambió para mí.
La vida tiene millones de explicaciones, la pueden diagramar, cuantificar, codificar. Pero para nosotros, la vida no es vida sin humanidad. Una palabra grande, pretenciosa y ambigua. También lo es la palabra “felicidad”, pero tranquilos exégetas y ofendidos, ya les diré de qué va todo esto. Empezaré por la segunda palabra.
Acariciaba sus manos de artista y de inmediato conjugaban nuestras sonrisas y ensordecíamos la sombra creciente al unísono de nuestra risa. Podíamos habitar colores oscuros pero nunca perdíamos el rumbo del amarillo floreciente del girasol, del verde afortunado del trébol y del azul turquesa seductor del cielo. Así es la felicidad, un camino, una experiencia, una forma de vida en la cual sentirse una persona viva.
Cuando me adentré en sus palabras, era imposible no sentirse tan vivo como seducido. Me susurraba al oído sobre la historia y sobre nuevas posibilidades. Es que no hay felicidad sin memoria, sin un sentido histórico, ni tampoco sin sueños y anhelos, sin un horizonte hacia el cual emprender un nuevo camino. Esta felicidad irradia en la silueta de las humanidades. Allí no se recorre la piel para ser medida, sino para ser recordada y erizada. Desliza tus dedos, investiga y las descubrirás estremecidas.
Bueno hasta ahí deliciosa la experiencia, pero falta ver qué son las humanidades.
Sin rodeos. Son ninfas. Cantan. Bailan. Se pavonean y te deleitan, te provocan, te antojan, te vuelven adicto a su néctar, pero son siempre libres, ingobernables, perfectas. Son musas. Hablan. Escriben. Preguntan. Te sueltan bombas molotov y más vale que no seas otro puto policia, porque no se callan, no se venden, son berracas, son perfectas.
Las humanidades se divierten con el encanto de cada quien, pero hay que dejarse dominar por ellas para descubrir su poder. Te montan sin pudor golpeando tus prejuicios y derramando despertares. Te someten no haciéndote sentir inferior al otro o al mundo, sino elevándote a la epifanía responsable de que eres no solo parte, sino una con el universo ¡que la historia es tu historia carajo! ¡que el pueblo es tu pueblo maldita sea! ¡Que lo que devenga a tu especie y tu entorno no es cuestión de dinero y producción, sino de reafirmar la vida!
Las humanidades son los tonos del alba al horizonte, son abrazos llenos de vida, palabras llenas de amor, son proyectos que te invitan a crear, a vivir y a ser feliz.
Esa ha sido mi vivencia y ahora que me he desnudado, que conozco el placer en el brillo de sus ojos oscuros, no pienso abandonarlas. Las humanidades en la cama hacen de esta una cueva fantástica, una que ni el mismo Platón osaría abandonar, porque filosofar no será dejarla sino vivirla a plenitud. Las humanidades en la cama te dejan hecha una persona feliz, empapada de saberes y nuevas dudas, te mueven el piso y su potencial atraviesa tus piernas como escalofríos incesantes. Las humanidades en la cama te dejan así, sonriente, vibrando con descontrol armonioso en la creación inagotable de aportes significativos para una mejor sociedad, una que se acerque cada vez más a eso que nos gusta imaginar cuando pensamos desde el corazón en la palabra humanidad.
Sin embargo no es difícil percatarse del mal momento que atraviesan. Han sido maltratadas y en ese descuido, como especie, nos hemos abandonado. Parece que, como humanos, estuviéramos hechos de papel, concreto, circuitos, chips, cables y metales. Descuidadas las humanidades no encuentro nada más inhumano que el humano. No espero que confundan mis palabras porque no digo que los esfuerzos han sido en vano y que todo debamos acabarlo. Solo pido lo que merecemos: vida, felicidad, el placer de meterse en la cama con las humanidades y caminar con ellas de la mano hacia un mundo mejor.
¿Cómo referenciar?
L. Fritz. “Las humanidades en la cama” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…). Ed. Nicolás Orozco M., 17 jun. 2020. Web. FECHA DE ACCESO.
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