Literata, escritora y profesora.
Evento
“Las humanidades en…”
«HAY QUE MATAR», gritó. El grito se escapó sin sentirlo. Cuando el quiso detener el grito,
este ya iba volando. Le corrió de pies a cabeza un escalofrío mortal. Junto a la puerta, descargó
un puñetazo contra el quicio. Descuajó sobre su madre un vistazo fulminante, y toda la
habitación se colmó de su odio.
Arnoldo Palacios.
El año 2020 desenmascaró varias desigualdades étnicas y raciales que se ven en múltiples dinámicas sociales a nivel mundial. La crisis del Covid-19 dejó en evidencia el racismo institucional que padece Estados Unidos, dado que su población negra ha sido una de las más afectadas, sin dejar de lado además la innegable violencia policial. En Francia, por ejemplo, comités de doctores aclamaron que los africanos eran la población propicia para realizar las pruebas de la vacuna del Covid-19. Colombia también presenta casos de evidente disparidad, puesto que en los lugares con significativas poblaciones negras e indígenas -como Chocó, Amazonas y San Andrés- están notablemente más abandonadas, desprovistas de los recursos necesarios para combatir la emergencia sanitaria.
La crisis permiten que veamos grietas que antes conseguíamos ignorar. Por mucho tiempo la rabia de la gente negra y afrodescendiente fue una de esas grietas escondidas entre escombros y remaches. No obstante, cabe resaltar que esa rabia ha estado ahí desde siempre, su exploración, imaginario y narrativa está configurada desde la música, la literatura, la poesía; las humanidades le han dado voz y vida a la rabia de los sujetos negros que se niegan a permanecer en silencio frente a los actos racistas. Colombia en particular ha nutrido grandes voces como Manuel Zapata Olivella, Arnoldo Palacios y Ana Milena Lucumí, entre otros. Fuera del territorio nacional figuras como la de Chimamanda Adichie, Toni Morrison y Bell Hooks han enriquecido con sus amplias miradas el significado de negritud, partiendo de la fogosidad, corrosión e inefabilidad de la rabia.
Gracias a las expresiones artísticas, en especial a la palabra -escrita y oral- la memoria negra y su intrincada relación con la rabia han tenido lugar y legitimidad.
Reza el poema Vuelvo XI de Ana Milena Lucumí:
Vienes de la guerra
a mi guerra,
vienes de otra tierra
a mi tierra,
mi tierra en guerra
(…)
abre tu alma
a esta misera
hermosa que me ha parido.
Entender al sujeto negro desde una indignación que no muere es esencial para autores como los mencionados previamente, porque se asume que esa enunciación se origina desde el combate, una enunciación que repele al silencio y lo considera una imposibilidad ontológica.
Las humanidades pavimentan y amenizan el camino de las negritudes, caminos que han sido construidos desde la lucha. Chimamanda, por ejemplo, se refiere a la única historia en una conferencia dada en el año 2009. En dicha conferencia habló de los peligros de contarnos desde un único ángulo y afirmó: “Es imposible hablar sobre la historia única sin hablar del poder. Hay una palabra del idioma igbo, que recuerdo cada vez que pienso sobre las estructuras de poder en el mundo y es ‘nkali’, es un sustantivo cuya traducción es ‘ser más grande que el otro’ (…) las historias también se definen por el principio de nkali. Cómo se cuentan, quién las cuenta cuándo se cuentan, cuántas historias son contadas en verdad depende del poder.” Aquí la autora nigeriana nos muestra dos importantes temas a tratar, uno, que en efecto el contarnos como diversos y múltiples abre la perspectiva sobre la Historia negra; dos, que es a través de cómo nos narramos somos y seremos comprendidos.
La rabia ha servido para enriquecer las letras negras. “Yo el negro. Ella la mulata. La voz de la tierra le gritaba a Irra acerca del imperio de la fusión de las sangres.” (Palacios, 2010). La cita anterior puede representar un breve ejemplo de la exploración que se hace desde la negritud y que se gesta con la rabia. En su novela Las estrellas son negras Palacios guía al lector a través de la miseria, la precariedad y la desventura usando a Irra, su protagonista, como paladín.
Entendemos entonces que los gritos, la indignación y las guerras son ramificaciones del mismo tronco. La rabia vuelve en tiempos de cuarentena en forma de protesta, de excitación social y de activismo digital, todo como una respuesta directa a injusticias que se han perpetuado por años. Las voces que hoy se levanten encontrarán eco entre autores y estudiosos de las humanidades, todos sujetos negros que procuraron elevar sus dolores y molestias desde la academia para permitirse enaltecer otras formas de re-afirmación de los sujetos y otras formas de sentir rabia.
Bibliografía:
Adichie. C. (2009, Julio). Chimamanda Adichie: The danger of a single story. Recuperado de
https://www.ted.com/talks/chimamanda_ngozi_adichie_the_danger_of_a_single_story
Cuesta, G. Ocampo, A (Comp.). (2010). Antología de mujeres poetas afrocolombianas. Bogotá:
Ministerio de Cultura, p. 388.
Palacios, A. (2010). Las estrella son negras. Bogotá: Ministerio de Cultura, p. 58, 121.
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