Autor externo.
Filósofo y Maestro. Tejedor y consultor. Creador de Acción Maestra, el Arte de Saber.
Vol. II Colección C:2 – C3
La vida tiene una variedad abismal de formas y todas ellas se expresan de manera diferente. Allí donde una forma de vida tiene propósito, la forma de vida que se expresa transforma su entorno de cierta manera. El ser humano es vida. Es una multiplicidad de maneras de ser que tienen propósito. La expresión de ese propósito es la búsqueda de sentido.
El ser Humano se define por la búsqueda de sentido y la multiplicidad de maneras en las que logra expresar ese propósito –maneras de ser– incluso allí donde no hay una respuesta a cuál es ese propósito, y, se plantea la pregunta o se enuncia la búsqueda con el silencio. El ser humano emergió de una nata espesa de sentido que logró separar El Cielo de La Tierra, El Aire, El Agua, El Fuego, La Planta, El Río, La Sombra, La Noche y los astros en ella, las luces y los matices, los sonidos, las texturas, los colores y todas las demás cosas que componen su mundo y El Día también.
Pero las primeras diferencias entre objetos de la conciencia no fueron enunciadas. Ni siquiera eran objetos. No obstante, fueron cantadas por las divinidades antiguas y transformadas con el paso del tiempo en Poemas y formas de pensar. Para ello hizo falta que los objetos del mundo se hicieran símbolos y luego palabras. Pero también hubo tiempos en los que la palabra no existió como nombre para las cosas que son El Mundo –que nos parece hoy externo–, sino de hecho, era sonido, reverberación de un arrullo misterioso. Era el ser humano buscando su sentido, creándolo.
La Filosofía es denominada una ciencia por el pensamiento selectivo de la premodernidad renacentista central europea, para establecer su lugar en el mundo. En consecuencia y desde entonces, se ha consolidado una manera mercantilista de sostener el pensamiento como instrumento de conocimiento y subdividido en categorías, que no son más que anaqueles en los que se pueden buscar a su vez instrumentos para la interpretación de la vida que busca sentido. La Filosofía es una manera de concebir la vida como una actividad intelectual, que se sustenta en el método para determinar por competencia, es decir, argumentativamente, la realidad del mundo. La colonización de esta ciencia es lo que llamamos hoy Globalización.
En el intercambio positivo del saber científico, la academia es el Gran Bazar que comerciantes de todas las regiones del mundo alistan con escaparates y vidrieras, toneles y mesas finísimamente adornadas, disponiendo sobre manteles multicolor o planos de materiales diversos, sus productos, especias, filtros aromáticos, alimenticios, herramientas para el campo, la ciudad o simplemente para el disfrute estético que proporciona el diseño y las artes en todos ellos. Hay incluso quienes comercian legítimamente con las técnicas sobre los cuerpos y las almas en una rebosante y prolífica manifestación de Ser, llamada, Sentido de la Vida.
Y allí, dormita la Filosofía, dentro de un barril de oro aparentando humildad.
Ser Filósofo por fuera del mercantilismo es ser un pescador, un alfarero, un herrero, un vagabundo, un brujo, un viajante. Es también ser un navegante, un pirata, un capitán, un artillero, un mago o un oráculo. Porque el mercader que trueca[1], es en cierto sentido un artífice de la fantasía del discurso que busca en el sentido de la vida el valor de lo que vale, mientras el campesino, el artesano, el zapatero, el luthier, crea el sentido de la vida y lo libera al mundo como un hecho[2]. Poco o nada le interesa al filósofo de la tierra el valor de lo que vale, mas le interesa crear sentido y manifestar el propósito. El filósofo del barril, vale el oro en el que vive pero espera las sobras y las indulgencias de los transeúntes.
Aquí, el truculento –académico–, resumirá en todo caso, concluirá en virtud, impondrá con la voluntad del victorioso en su propio ruedo del trocar, que el propósito del zapatero es hacer zapatos para que alguien los use protegiéndose los pies del suelo al caminar. Otros, más clásicos, tradicionales, “disruptivos”, recordarán la ruta de la seda y dirán que el hacer un zapato ya es en sí mismo el propósito del zapatero.
El filósofo que abunda en el desprecio del comercio dirá en cambio, que el propósito del zapatero es hacer con las manos lo que da sentido a su vida. El pescador pesca para comer pescado, el herrero cocina la piedra para extraer el metal y moldearlo, el Luthier crea instrumentos para dar lugar a la música, el capitán dirige la nave para surcar las aguas.
Y luego existimos quienes no despreciamos el comercio, porque también es un sentido de vida el querer obtener del intercambio un valor equivalente, valor abstracto y suculento para la mente pero poco eficiente para las necesidades de la Vida[3]. Tampoco despreciamos a los filósofos del desprecio, pues encontramos en ellos un anhelo de sentido pero no su realización. A estos y a los otros los amamos, porque son ellos quienes a través de su negación del propósito del Ser Humano enuncian la posibilidad del sentido siempre cantante. La vida no deja de bailar y hacer música.
Hacer filosofía por fuera de la academia es asumir el arte de la amistad, el artificio de la ciencia, el gusto por la manufactura del pensamiento y la posibilidad de encontrar sentido en la búsqueda, en el anhelo, en las respuestas que las maneras del Ser Humano ofrece en el diario vivir y que constituyen el símbolo de una forma particular de vida dentro de la inmensa y siempre cambiante biomasa planetaria.
Se nos llama los filósofos del bosque, los ermitaños, los decadentes. A veces los maestros, los ancianos, los torpes. Generalmente se nos dice “profe”, o el loco o el divergente. Hay quienes se atreven a llamarnos, los místicos, los etéreos, los embaucadores. Y se nos llama así porque no vivimos en barriles de oro, no acuñamos seguidores en el Bazar y sus foros, porque no sabemos preguntar y sobre todas las demás justificaciones, porque no sabemos decir quién dijo qué y cuándo. Escribimos arcaicamente, en fórmulas, troqueando; amamos sin desperdicio y rastreamos en la caza a veces sin llegar a asesinar cual cosa. Somos los que callejean, los que divierten, los que hacen música, los que se duelen, los que no tienen valor.
Yo me dedico a la vida y a entrever sus sentidos. Soy el buscador de buscadores, el que no sabe de propósitos pero los encuentra. El que se fascina con el arte de unos y la astucia de otros. El holístico, soy yo el inútil. El que goza del bazar pero conoce las rutas de su comercio. El que las usa, el que las practica, el que las recorre. El que no tiene patria, ni gloria ni virtud.
Porque la vida toca a la puerta, cuando hay quienes buscan su sentido, pero no han sido nunca buscadores; y entonces, en una merienda, sentados, juntos, al borde de la fuente coronada por una majestuosa estatua en complicidad del azar, conversamos, y allí, soy vehículo de la vida y ella habla con ella misma. En ese momento, el extraño, el ajeno, el buscador, ya no habla conmigo, sino con ella misma, porque es una vida, y yo no siendo nada más que otra vida, nos encontramos.
Si el propósito del Ser Humano es la vida creando su sentido, soy la muerte que da sentido a volver a vivir sin él.
Bibliografía recomendada:
Abello, I. Las relaciones conmigo y con los otros a partir de Sartre. Bogotá, Ediciones Uniandes, 2011. Impreso.
Byung-Chul, H. En el enjambre. Trad. Raúl Gabás. Barcelona, Herder, 2014. Impreso.
Gama, E., et al. No hay hechos, solo interpretaciones. Ed. Gutiérrez, C. B. Bogotá, Ediciones Uniandes, 2004. Impreso.
Foucault, M. El origen de la Hermenéutica de sí, Conferencias de Dartmouth, 1980.Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores S.A. Argentina, 2016. Impreso.
Foucault, M. La arqueología del saber. México, Siglo Veintiuno Editores. 2010. Impreso.
Foucault, M. La hermenéutica del sujeto. Curso en el Collége de France (1981.1982). México, Fondo de Cultura Económica, 2002. Impreso.
Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Madrid, Alianza Editorial, 1997. Impreso.
Pessoa, F. Libro del desasosiego. Trad, y Ed, Ángel Crespo. Bogotá, Editorial Nomos, 2019. Impreso.
Pies de página:
[1] Se juega con el Verbo Trocar en el sentido Trueque como cambio y Truco como engaño.
[2] Hecho en dos sentidos: 1. En la forma histórica de lo que acontece. 2. En el objeto que ha sido manufacturado.
[3] Vida en tanto Fisis, Zoe y Bios. El traficante -comerciante- en cambio hace referencia a la vida siempre en forma de Ethos.
¿Cómo referenciar?
Mediccis, Alecto. “La vida y el Filósofo” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Brayan D. Solarte. 16 abr. 2021. Web. FECHA DE ACCESO.
Todas las marcas, los artículos y publicaciones son propiedad de la compañía respectiva o de Revista Horizonte Independiente y de HORIZONTE INDEPENDIENTE SAS
Se prohíbe la reproducción total o parcial de cualquiera de los contenidos que aquí aparecen, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita por su titular.