La Navidad: una fiesta de todas y todos por igual

La enseñanza de la Navidad cristiana contiene varias doctrinas fundamentales para todo el cristianismo. Una de ellas es la encarnación de Dios en la persona de Jesús; otra creencia es que Jesús fue concebido de forma milagrosa de una joven mujer judía que era virgen y se llamaba María. Haciendo un lado toda la discusión acerca de la verdadera fecha de la natividad de Jesús y la racionalidad de las creencias que se involucran en la Navidad cristiana, me parece importante para nuestra época detenernos en una de las distintas consecuencias, políticas y sociales, que se ha desprendido de esta celebración decembrina ‒puesto que en la actualidad, en la mayoría de los países occidentales, el 25 de diciembre es una fecha festiva para todos.

El filósofo griego Celso fue uno de los intelectuales que se opuso al cristianismo primitivo. El primer texto contra el cristianismo fue de su autoría y lo tituló El discurso verdadero contra los cristianos (2009). Celso critica la creencia en la Navidad desde la noción de orden social griega:

[…] repugna a un Dios que Él haya amado a una mujer sin fortuna ni nacimiento regio como tu madre, porque nadie, ni siquiera sus vecinos, la conocían. Y, cuando el carpintero, lleno de odio por ella, la expulsó, ni el poder divino ni el «Logos», hábil en persuadir, la pueden salvaguardar de una tal afrenta. (I, 8)

Estos reproches de Celso contra la Navidad se basaban en que María era una mujer de baja condición social y, según él, ningún dios que valiera la pena considerar se fijaría en una mujer pobre y de despreciable casta social.

Por supuesto que en la actualidad este no sería el mejor argumento contra la Navidad. Hasta los ateos y en general la sociedad occidental comparte el principio cristiano de dignidad: todos los seres humanos somos iguales y fuimos creados a imagen de Dios, por tanto, tenemos dignidad. En un pasaje bíblico encontramos: “El rico y el pobre tienen un lazo común: el que hizo a ambos es el Señor” (Proverbios 22.2), y la idea de que Dios no hace acepción de personas es constante en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así que el principio de igualdad y dignidad humana son creencias básicas del cristianismo sobre las que se ha construido toda la sociedad occidental resumida en los ideales de democracia, libertad e igualdad.

Afortunadamente, los cristianos de los primeros siglos creyeron que Jesús había nacido un 25 de diciembre, coincidiéndolo luego el emperador romano Aurelio con la fiesta del Sol Invictus en el 274 d. de C. Antes de confundir a aquellos que después creerían en la Navidad, la estratagema del Imperio Romano lo que logró fue universalizar los principios cristianos implicados en la Natividad de Jesús. Hasta ahora esos principios han permeado todas nuestras sociedades occidentales a tal punto que un argumento contra el cristianismo como el de Celso es impensable en nuestra época y resulta despreciable a los oídos, hasta para un ateo.

Sin embargo, cabe aclarar que este igualitarismo cristiano no es un rechazo a la alteridad. Es más bien, una postura ética y política frente a los otros que sostiene que todos los seres humanos deben ser tratados como iguales sin importar su condición social, su raza o género: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer […]” (Gálatas 3.28a).

Para Nietzsche, el cristianismo y su igualitarismo es denigrante, atenta contra la dignidad del noble pretendiendo que este sea igual que el plebeyo y el esclavo. La transmutación de los valores, de la que acusa Nietzsche a la moral cristiana, consiste en rebajarnos a todos a la misma posición, a la moral del esclavo. Lo ideal para esta filosofía nietzscheana es rescatar el valor noble de una vida lujuriosa y dionisiaca. Por lo dicho, no sorprende que para no pocos la filosofía de Nietzsche haya sido materia prima para el racismo alemán del siglo XX.

Mas, no solo el significado doctrinal y evangélico que representa la Navidad para el cristiano es lo que debe resaltarse en esta festividad. Mucho menos el excesivo consumismo que el mercado y la sociedad incentiva para estas fechas. Lo que pretendo en este escrito es manifestar la buena voluntad de la Navidad para con todas las personas, que la Navidad es una fiesta de todos y todas, que reconoce nuestra igual dignidad humana, nos hace una misma familia, y esos son los principios navideños que se deberían resaltar en estas fiestas.

 

Referencias

Celso. El discurso verdadero contra los cristianos. Traducido por Serafín Bodelón. Alianza Editorial: Madrid, 2009.

La Nueva Biblia anotada de Oxford. Ed. Michael D. Coogan. Oxford University Press: Nueva York, 2007.

Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral. Alianza Editorial: Madrid, 2005.

¿Cómo referenciar?
Moreno, Carlos Mario. “La Navidad: una fiesta de todas y todos por igual” Revista Horizonte Independiente (¿Y qué tal si?). Ed. Nicolás Orozco M., 20 dic. 2022. Web. FECHA DE ACCESO. 

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