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Estiven Valencia Marín

Autor externo.
Licenciado en Filosofía y Ciencias Religiosas. 
Investigador Universidad Católica de Pereira.

Vol. 1 C. 35

La inclusión femenina en la escuela del Jardín 

“[…] si se piensa que la virilidad más tradicional debe
rechazarse, cabe entonces mirar con simpatía a
Epicuro en la medida en que en el Jardín   
hay algo que cuestiona la mentada
virilidad tradicional griega”

Mas Torres. Epicuro y Epicúreos

La superioridad de los valores masculinos alcanza todo su esplendor en los albores del pensar griego clásico, y esto pese a que dicha erudición se funda en cierta crítica a previos principios que orientaron las acciones de los griegos, principios estos que en algunos casos sirvieron a la instauración de una nueva idiosincrasia. En nuestros días, la mención de mujeres filósofas en las grandes historias de la filosofía, incluso en boca de los que enseñan los orígenes de un pensar que nos cobija actualmente, en poco o casi nada se las refiere al situar como colosales gestores del pensamiento occidental a los varones. Desde Tales hasta Leucipo, desde Sócrates hasta Aristóteles, desde Epicuro hasta Plotino, y así a lo largo de la historia del pensamiento de Occidente hasta el día de hoy, en cuestión de filosofía antigua, medieval y moderna se nos lega la mención de hombres hábiles para construir razones, proferir explicaciones y ejecutar lo mentado sobre lo que constituye, emerge y acontece al mundo en el que nacimos, el mundo que hombres y mujeres, por igual, están aptos para aprehenderlo y pensarlo.

De hecho, en la antigüedad el prototipo de mujer, para el caso de las atenienses, se acota a la atención por los quehaceres del hogar, el cuidado de la familia y su patrimonio, si hemos de acudir al testimonio que da Aristóteles en lo concerniente al rol de ella en la comunidad, pero es en este mismo sentido que queda relegada de cualquier función política en la ciudad. Aún más severa es esa idea de alabar a la mujer por actitudes como la delicadeza y la receptividad, si bien es un medio para justificar su imperfecta capacidad de raciocinio por estar dada a toda pasión que dejaría vedada su participación en el ámbito filosófico. Sin embargo, descalificar a las mujeres por su presunta improbabilidad de alcance en la virtud, es una noción que queda en suspenso tras la aceptación de tales en muchas escuelas erigidas en la antigua Atenas como es el caso de Platón. En efecto, se dice de este que tuvo por adeptas a Lastenia de Mantinea y Axiotea de Fliunte, las cuales se hicieron al círculo de los académicos según lo relatado por Diógenes Laercio, aunque el reconocimiento a la mujer en filosofía fue más allá.

Cabe pensar en los niveles de erudición que el mismo Platón resalta de mujeres como Aspasia de Mileto y Diotima de Mantinea, en esas discusiones que describe en sus diálogos: Banquete y Menéxeno, de tal modo que su protagonista, Sócrates, fuese un oyente más de esa sapiencia que estas poseían. No es gratuito, entonces, que existan más ejemplos de este tipo de sucesos como, también, puede notarse en la admisión de mujeres en las escuelas pitagórica y cirenaica anteriores a Platón, o la escuela estoica y neoplatónica posteriores a él, pero cierto es que esta actividad inclusiva es aún más evidente en la escuela del Jardín, escuela fundada a las afueras de Atenas por Epicuro de Samos. En consecuencia, la cuantiosa participación de mujeres sin exclusión de rango o condición social en toda discusión y reflexión al interior del Jardín, a la vez de la inclusión de esclavos en igualdad de condiciones a cortesanos, son situaciones que expresan el alto grado de apertura a toda una sociedad necesitada de guía tal cual fue objeto de burla para otros que como, Plutarco, dicen de ello un motivo para el desenfreno. 

Por lo anterior, Cicerón no es el único pensador antiguo que acusa de prostitutas a las mujeres del Jardín pues el mismo Timócrates, quien con su hermano Metrodoro, fue en principio uno de los seguidores del filósofo de Samos, dice de Mammario, Hedia, Erotio, Nicidio y Boidion que el mismo Plutarco anexa, el ser simples heteras. Esto mereció a los epicúreos el carácter de licenciosos y viciosos, empero bien se conoce la preferencia por el colmar aquellos deseos que hacen a una vida morigerada tal cual se expresa en las líneas de la Carta a Meneceo y los fragmentos que ratifican lo dicho en esta. Bien vistas las cosas, el hecho de que se realice una recepción de personas consideradas dignas de marginación dentro de la sociedad griega, hace del filósofo fundador de la escuela del Jardín un decidido árbitro de la búsqueda universal de la verdad que viene de la filosofía, verdad a la que es posible acceder sin distingo alguno, un interés por la vida mejor, por la vida feliz, tanto de jóvenes como viejos lo cual trajo consigo una seria novedad en el ambiente filosófico de la Grecia antigua

Se conoce, también, de diversas fuentes, la presencia de una mujer que gozó de claro prestigio al interior del Jardín, una mujer de quien se dice hizo críticas directas al peripato aristotélico y compartía misivas con su maestro; se trata de la hetera Leontio quien cohabitó con uno de los iniciales seguidores de Epicuro: Metrodoro de Lampsaco. Tal reseña ciceroniana para una mujer griega que pasa por ser uno de los primeros ejemplos de regencia femenina en escuelas filosóficas, si estimamos la opinión de comentaristas como Richard Hibler (1984) y Salvador Mas Torres (2014), acompaña a otras mujeres de no alto rango como Themista y la hermana del citado Metrodoro, Batis, las cuales se unieron a otros hombres adscritos al Jardín. Dichas mujeres y muchas otras que no referimos en este texto, son prototipo de no discriminación ni marginalización al interior de una cultura que, quizás, desmeritaba en algunos personajes las capacidades reflexivas y discursivas con las cuales se distinguía a las personas aptas para un ejercicio filosófico, para la ejercitación del intelecto.

No está de más traer la declaración que hace Epicuro a su madre Queréstrate, respecto de las capacidades que ella como mujer tiene para aprehender los medios que llevan a un buen vivir y reconocer que en esta vida somos semejantes a un dios; declaración que nos ofrece uno de los adeptos más lejanos, en tiempo, a Epicuro: el licio Diógenes de Enoanda, propagador del pensar moral epicúreo y de quien se replica que conservó esa misiva. Palabras más, palabras menos, los epicúreos fueron los principales receptores del helenismo, en cuanto a la cantidad, de mujeres, haciendo competencia al círculo filosófico-religioso pitagórico que se manifiesta como primera escuela griega que acepta en sus recintos a una vasta cuantía de mujeres. Es la mujer que, en una época de decadencia inevitable para las ciudades griegas junto a los valores cívicos en que se fundaron las mismas, tiene un papel significativo en la filosofía pues la gran confianza en los recursos interiores de la humanidad, esto es en su racionalidad, para alcanzar una vida feliz y tranquila, las iguala a los varones filósofos.

Con todo lo dicho, he aquí parte del vasto canon de filósofas que contribuyeron al avance del pensamiento de Occidente y que revela el conocimiento certero de la presencia femenina en la historia de la filosofía, pero aún más cierto es que su legado no es bastantemente estudiado. ¿Que esto sea criterio para sostener con ímpetu el repudio, el odio o rechazo por la mujer, la oscura misoginia de la que se acusa a los escritores de la contemporaneidad por no retratar el protagonismo de ésta en la historia del pensamiento? Creo que resulta un tanto exagerada tal aseveración, si bien es de considerar la inmensa atención que se presta desde el comienzo del siglo pasado a los estudios sobre el rol de la mujer en el constructo ideológico de las muchas áreas y los diversos enfoques del saber. Y aunque muchos autores e historiadores del pasado no reseñaron obra alguna de mujeres, el ejemplo de Gleichauf (2010), Gilles Ménage (2012), De Martino y Bruzzese (1996), entre otros, ya es una manifiesta recuperación historiográfica acerca del protagonismo que ganaron las mujeres en el pensar griego.  

¿Cómo referenciar? 
Valencia Marín, Estiven. “La inclusión femenina en la escuela del Jardín” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Friedrich Stefan Kling, 12 sept. 2020. Web. FECHA DE ACCESO. 

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