Realizadora audiovisual, investigadora de la Universidad de Buenos Aires.
Autora externa.
Vol. III Colección C:1 – 15
La historia de los pueblos originarios de América del sur la conocimos a través de relatos de los colonizadores, pero por más intervención lingüística occidental en gran parte de Latinoamérica, aún se hablan lenguas como el runasimi o comúnmente llamado quechua. Se realizan manifestaciones literarias y artísticas en esta lengua con características espirituales y musicales, expresadas por todo el Tawantinsuyu (Territorio abarcado por el Incanato), mayormente en rituales o ceremonias que se realizan según el calendario andino sincronizado con los ciclos de la Pachamama (madre tierra).
Es importante explorar ‒y re-aprender‒ esas manifestaciones que hacen parte de las raíces de pueblos aplastados bajo el sistema occidental actual, visibilizando el trabajo de artistas o de luchadores sociales quienes, a través del arte, transmiten la lengua runasimi (quechua) y la sabiduría de los pueblos originarios.
Teniendo como objetivo lograr un estado plurinacional, donde se reconozcan y valoren la multiplicidad de lenguas minimizadas por siglos, debemos entre todos de-construirnos, descolonizarnos y luchar por que se visibilicen estas lenguas y su cultura. Es fundamental e indispensable, aportar nuestro granito de arena para la expansión de la cosmovisión andina y desde nuestro hacer, visibilizar su valor e importancia en nuestra sociedad. Por ejemplo los artistas, cada uno desde nuestro rubro, podemos proponer formas de revalorar y reivindicar la lengua Runasimi, componiendo y/o interpretando una canción o poema en esta lengua originaria. En mi caso, como realizadora audiovisual, me propongo producir un audiovisual ‒ya sea ficción, documental o animación -con diálogos en runasimi y subtítulos en castellano.
Al exponer distintas expresiones culturales en esta lengua, reaprendemos nuestra historia desde otra lógica y logramos acceder a esos valiosos conocimientos que hacen parte de la cosmovisión andina; por ejemplo, aprendiendo, uno de sus principios fundamentales, el Sumak Kawsay o el Buen vivir.
Cinco siglos resistiendo,
cinco siglos de coraje
Manteniendo siempre la esencia…
Es tu esencia y es semilla, está adentro
nuestro por siempre
Se hace vida con el sol…
y en la Pachamama florece
¡Jaylli Jaylli!
Bruno, Arias. Jacha Mallku.2012.DBN. Cd. Pueblos originarios andinos.
Las luchas de significados son mecanismos que afectan a las memorias colectivas de las sociedades latinoamericanas. Es el caso del 12 de octubre, antes considerado y celebrado en diferentes lugares por la cultura occidental, como “el día del descubrimiento de América” (1492) o “el día de la raza”. Desde hace varios años, se viene cuestionando esa denominación ya que plantea que antes de la llegada de Colón no vivían comunidades con sus propios conocimientos y cultura. Así y todo, somos conscientes de que no es solo un nombre; es un concepto que influye y que nos queda en la memoria desde chiquitos, porque desde la escuela nos enseñan a desvalorizar lo nuestro. Hoy muchos sabemos que re-aprendiendo desde otro panorama o desde otra perspectiva nuestra historia.
El 12 de octubre de 1492 es el comienzo de uno de los genocidios más grandes de la historia de la humanidad. Nos quieren hacer creer que todos nuestros ancestros llegaron en barco, pero en realidad todos tenemos parte de originarios y tenemos el derecho de acceder a esos conocimientos milenarios.
Es importante desde las escuelas, en los barrios y en casa con nuestros hijos e hijas, realizar esa búsqueda de nuestra identidad, reivindicando a los pueblos que habitan este continente, mal denominado “América”, pues los pueblos originarios lo llaman Abya Yala, que significa “Tierra Madura, Tierra Viva o Tierra en Florecimiento”.
Se habla de los pueblos originarios como si hubieran desaparecido, pero hay que evitar hablar de ellos en tiempo pasado, pues son cosmovisiones y culturas milenarias que han resistido por más de 500 años a la colonización e imposición de la cultura occidental. Desde hace varios años, cada 12 de octubre se realiza en Buenos Aires el “Contra-festejo”, una manifestación que reafirma la identidad de las distintas naciones milenarias del continente. Las mismas se oponen a la imposición de una organización social y política de estructura occidental, individualista y competitiva, todo lo contrario, a la forma comunitaria en la que se desarrollan los diferentes pueblos del continente. En su cosmovisión y en su lengua, por ejemplo, en runasimi (quechua), no existe el “yo” existe el “nosotros”.
Fue a partir del 2007 cuando el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) presentó un proyecto para cambiar la denominación y que esa misma fecha, el 12 de octubre, se convirtiera en un “día de reflexión histórica y diálogo intercultural”. Así, oponiéndose al eurocentrismo y logrando que en el año 2010 la denominación fuera cambiada por “el Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, el objetivo es promover la reflexión sobre el encuentro de dos mundos y la incidencia que tuvo en la conformación de la cultura latinoamericana, planteándose la importancia de conmemorar la enorme diversidad de culturas. Entre ellas, la de los pueblos indígenas y afrodescendientes que siguen aportando y construyendo parte de la identidad nacional. Este cambio de denominación, símbolo de una maduración colectiva, ha sido un gran avance para la memoria colectiva de la sociedad argentina.
Al ir conociendo y escuchando las voces de otros actores de nuestra historia, nos vamos quitando los velos e iniciamos un trabajo de búsqueda de nuestras raíces y nuestra identidad como latinoamericanos o habitantes del Abya Yala. Ahora somos conscientes de que en realidad el 11 de octubre de 1492 fue el último día de libertad para nuestros pueblos ancestrales, y por ello es éste el día en el que se reafirma su cultura y cosmovisión.
Reflexionando sobre la búsqueda de nuestra identidad latinoamericana y la falta de políticas del Estado argentino para que se enseñen lenguas originarias en el ámbito educativo y académico, me pregunto: ¿es posible re-aprender y acceder a los conocimientos de los pueblos originarios a través de diferentes manifestaciones artísticas, para ayudar a la expansión de su lengua y cosmovisión construyendo nuestra memoria colectiva?
En este texto enunciaré algunos conceptos de una cultura ancestral, como es la andina, ya que son importantes para entender la estructura de su pensamiento y cosmovisión. Analizaremos y resaltaremos la historia de artistas y luchadores sociales, como Carmelo Sardinas Ullpu o el Taita Ullpu, que trabajaron desde diferentes prácticas por la reivindicación y expansión de la lengua Runasimi y de la cosmovisión andina en general.
Es fundamental que nosotros, como ciudadanos de una nación pluricultural, conectemos y aprendamos distintos conocimientos ancestrales, para así valorar nuestra identidad y descolonizarnos culturalmente. Esto último lo plantea la figura emblemática del pensamiento crítico latinoamericano, Enrique Dussel, quien critica el pensamiento euro centrista de los latinoamericanos y remarca la necesidad de descolonizarnos culturalmente. “Descolonización” significa dejar de ser colonia de una cultura extranjera que se cree propia, sin darle valor a las culturas del propio territorio.
Dussel dice:
El problema de América Latina es que seguimos siendo eurocéntricos, es decir que enseñamos la historia de la cultura, desde la cultura europea como universal. Hemos heredado una cultura milenaria como la andina, pero tenemos eurocentrismo y despreciamos lo propio, pensando en la democracia de Grecia, pero no pensamos los conceptos fundamentales de las cosmovisiones de nuestros pueblos ancestrales.
Siguiendo el planteamiento de Dussel, pienso que es necesario cambiar los esquemas académicos de los colegios y universidades para enseñar lenguas originarias, distintas cosmovisiones y la otra parte de la historia, no occidental. Repensar nuestra cultura, dignificarla y enseñarla en los distintos ámbitos educativos esto con el objetivo de que todos los ciudadanos de este país trabajemos en la construcción de una memoria colectiva en la que se descolonice epistemológicamente, científicamente, tecnológicamente y culturalmente a la sociedad, generando una revolución cultural y memoria histórica.
Transmitamos la historia a los niños y niñas desde un panorama más amplio, planteándoles que además de la historia occidental, está la historia de nuestros pueblos originarios, que han resistido con valiosa sabiduría, la cual es nuestro legado y hace parte de nuestra identidad pluricultural.
Hablemos sobre la lengua runasimi, mal llamada quechua porque en realidad quechua no es la lengua, sino la nación de hablantes de runasimi, donde <runa> significa ‘gente’ y <simi>, ‘idioma’ (significando en castellano algo como: el idioma de la gente).
En gran parte de los países latinoamericanos, las lenguas originarias aún no están reconocidas como idiomas, pues no hay voluntad política para recuperarlas como lenguas ancestrales. Por eso es indispensable que seamos conscientes de que es importante recuperar la lengua, para recuperar el conocimiento y la sabiduría ancestral de nuestro territorio No solo por los ciudadanos originarios, sino por todos los ciudadanos de distintas culturas que también tenemos derecho a tener acceso al conocimiento de nuestros pueblos originarios.
Es importante que aprendamos y exploremos los diferentes mecanismos o herramientas, que podemos usar para aprender esa lengua y la cosmovisión andina, contribuyendo a su expansión y siendo parte de la construcción colectiva de nuestra identidad pluricultural, reconociendo así una cultura que sigue viva y transmitiendo los conocimientos originarios que influyen en nuestra vida y nos llevan por un camino, el camino del Sumak Kawsay o “Buen Vivir”.
La lengua es la principal forma de interacción y en ella está el legado de nuestros ancestros, nuestra cultura e identidad. Tenemos que preservarlas porque cuando una lengua desaparece, ese conocimiento milenario (historias, canciones, conocimientos) también desaparecen. A través de la lengua, podemos acceder a una diferente concepción del mundo, enriqueciendo el espíritu que muestra la diversidad entre culturas y su importancia.
Tomemos la metáfora de la pelota de colores, en la que varias personas -–que estaban alrededor de una pelota- – expresaban su opinión sobre el color de ésta. Algunas discutían porque querían imponer su opinión, creyendo que tenían la razón; uno decía “la pelota es roja”, otro decía “la pelota es azul”, otra persona decía “la pelota es amarilla”. Hasta que una de las personas se alejó de la pelota para ver todo con más panorama y se dio cuenta que todas las personas tenían razón, ya que la pelota era una de playa compuesta por varios colores. Todas las personas tenían razón, ya que la pelota era una de playa compuesta por varios.
Nos damos cuenta lo importante que es para nuestra sociedad respetar al otro y su punto de vista. Estamos transitando tiempos en los que es vital desaprender para aprender y ser conscientes, por ejemplo, de que vivimos una crisis climática con el calentamiento global, dándonos cuenta que debemos aprender otras formas de hacer y otras formas de relacionarnos con la naturaleza, empezando por imitar a los pueblos originarios en sus prácticas de protección y restauración del medio ambiente, respetando los ciclos de la naturaleza de ésta parte del planeta.
Observando los ciclos de la naturaleza de este territorio, el calendario andino y el calendario por el cual nos regimos la mayoría de latinoamericanos (el gregoriano), concluyo que dicho calendario es una imposición y que es importante darnos cuenta del desfase en el que vivimos. No solo por los meses y días (calendario andino se rige por 13 lunas/meses) sino por los ciclos. Ya que el calendario es una estructura convencional para comprender la relación entre tiempo y poder, cualquier sociedad que quiera tener perspectiva en la historia, debe entender el tiempo porque todo el desarrollo de una sociedad depende de su calendario.
El calendario andino se divide en 13 meses, de 28 días cada uno, con 4 semanas de 7 días, correspondientes a las 4 fases lunares. En total registra 364 días en un año y el día que falta para completar los 365 está dedicado a la ceremonia del Sol. A esa fecha tan particular se la llama “Inti Raymi”; Fiesta del Sol. En esta fiesta se agradece por el año que termina y se celebra el año nuevo, que inicia el 21 de junio en el solsticio de invierno.
El tiempo para los pueblos originarios no es lineal sino circular. Este año es el 5529 para los andinos, y para varios pueblos originarios de este continente, desde el 5500 (1992 en el gregoriano) comenzó el quinto Pachakuti («Cambio de la Tierra»), que es un ciclo de 500 años en el que se produce un reordenamiento de la tierra. Durante el mismo, los pueblos originarios enseñan, nutriendo nuestra cultura, con su palabra y prácticas, acerca de la preservación de la madre tierra.
Con la llegada de los españoles se inicia el cuarto Pachakuti (de oscuridad), un ciclo de 500 años en el que se expandió la violencia y opresión por el continente Abya Yala. Así, para la tradición andina, el mundo se invirtió para dar lugar a la existencia de un orden completamente diferente. El Pachakuti de luz es el retorno de una nueva era; momento de unirnos y estar bien armonizados con nuestra tierra; tiempo para el despertar de la consciencia, sintiéndonos honrados de nuestras raíces, volviendo a reconectar con estos orígenes y con los ciclos de este territorio, ubicado en el hemisferio sur.
Si comenzamos a regirnos por el calendario andino, en el que se inicia el año en invierno, iremos fluyendo y acompañando los ciclos de la naturaleza, ciclos armónicos casi perfectos, que nos brindan los que necesitamos en el momento justo. Por ejemplo, nos da cítricos (frutos con vitamina C) que constituyen la primera fuente de este nutriente, necesario para reparar tejidos, eliminar radicales libres y estimular el sistema de defensas, lo que contrarresta los efectos del descenso de las temperaturas.
La importancia de recuperar el calendario andino, no sólo tiene que ver con algún tipo de reivindicación, sino con la urgencia de volver a unirse al ritmo, a la vibración, a las pulsaciones de la tierra, aprendiendo de la naturaleza y teniendo como objetivo la unión de los pueblos, reaprendiendo conocimientos y conectando con una “cosmo vivencia” que nos aporta una nueva percepción de la vida.
El Inti Raymi (Fiesta del Sol) se realiza en el Solsticio de invierno del hemisferio sur. Es una celebración de carácter sagrado, ceremonial y cíclico, que se vincula al renacer del tiempo y el comienzo de un nuevo ciclo. Es el momento en que el día se torna más corto y la noche más larga, siendo para los pueblos del Tawantinsuyu, (Imperio Inca) una época de purificación y renovación. Desde esta fecha, el progresivo desplazamiento del sol hacia el sur da inicio a un nuevo ciclo de vida, en el cual comienzan a brotar las semillas. El humano y la tierra renuevan sus energías y se purifican. Esta fecha, siendo la noche más larga, representa el renacimiento de la luz, ya que, a partir de ese momento del año, la noche irá disminuyendo.
La ceremonia se realiza toda la noche; se reza y se hace una ofrenda al fuego. El “Taita” le entrega a cada uno una ramita en la que se pone una intensión y luego se le ofrece al fuego. Esa noche todos están dispuestos a escuchar la palabra sabia de los mayores, como es el caso del Taita Ullpu o Carmelo Sardinas Ullpu, histórico referente de la cultura quechua en la Argentina y miembro del Consejo de Ancianos de la Confederación del Cóndor del Sur y del Círculo de Abuelos y Abuelas Sabios del Planeta. El Taita Ullpu es uno de los primeros referentes de la cosmovisión andina en difundir en los ámbitos urbanos las ceremonias originarias, transmitiendo esos conocimientos a las nuevas generaciones. Durante varios años, realizó la ceremonia del Inti Raymi en la Reserva Ecológica de Buenos Aires, con un sentido pedagógico, y abierta al público en general con la intensión de compartir la cosmovisión andina y expandir la lengua runasimi y sus conocimientos ancestrales.
Otra ceremonia muy importante para los andinos es el día de la “Chakana” (o la Cruz del Sur para la sociedad occidental), celebración que se realiza el 3 de mayo. La Chakana significa “el puente a lo alto”, es un concepto astronómico ligado a las estaciones del año y constituye la síntesis de la cosmovisión andina. Es la historia viviente, un símbolo en el que está condensada la concepción filosófica y científica de la cultura andina. La Chakana también representa nuestra conexión con el cielo y la tierra. Los cuatro brazos principales representan las 4 direcciones, los 4 elementos (tierra, agua, aire y fuego) y también las cuatro estaciones.
El 3 de mayo es el día que está más visible la Chakana. Se puede observar que está compuesta en la parte de abajo por dos estrellas llamadas por los occidentales como las patas de Orión. Para los andinos esas dos estrellas son los ojos de la llama, animal sagrado que es su sustento por su lana y carne. Los abuelos sabios de las comunidades leen la Chakana y según cómo estén ubicadas las dos estrellas -si más arriba o más abajo- les anuncia cómo se manifestarán las aguas ese año, prediciendo si serán buenos tiempos con abundancia de alimento.
Desde tiempos milenarios los pueblos andinos del Tawantinsuyu celebran e1 1 de agosto el día de la Pachamama. “Pacha” significa tiempo/espacio, concepto mucho más complejo que “madre tierra”. Esta ceremonia es parte de la cosmovisión que se hace presente, realizando ofrendas para agradecer a la Pachamama y honrarla. Entre cantos, danzas y alimentos, abren un hueco en la tierra y lo visualizan como la boca de la Pachamama, pues se cree que es una forma se despertarla del invierno, agradeciéndole y a la vez pidiéndole por abundancia de alimentos en ese ciclo que comienza. Arrojando las mejores frutas, verduras y alimentos preparados, a la boca (hueco) se le alimenta, entregándole lo mejor de la cosecha, porque lo que se le brinde a la Pachamama, nos lo damos a nosotros mismos, ya que somos parte de ella.
Para los pueblos andinos todo es sagrado, y en su búsqueda cotidiana honran y agradecen con expresiones artísticas que aportan sanación para su camino de autoconocimiento. El arte andino es una representación de la cosmovisión que está impresa en el canto, en los tejidos, en las pinturas y diferentes manifestaciones artísticas, las cuales son también formas de resistencia que a lo largo de los años han persistido y aún siguen vivas, transmitiendo emociones, sensaciones y conocimientos.
En su libro “Aportes a la estética desde el arte y la ciencia del siglo 20”, Marta Zátoni plantea:
El arte crea el mundo que nos permite experimentar aquello que nos sería imposible vivir… Mitos, leyendas y religiones instituidas, forman una fase visceral fundamental del hombre desde los mundos arcaicos hasta prácticamente nuestros días. Su relación con lo sobrenatural y su proyección hacia lo irracional y el infinito se canalizan por esas vías. La creación artística ha compartido durante miles de años este horizonte y su realidad o la memoria de ella sigue presente con frecuencia en el arte. (Pág. 21)
Una artista, compositora, literata, poeta, musicóloga y folcloróloga llamada Leda Valladares, realizó un gran aporte a la cultura nacional a través de sus trabajos de recopilación e investigación que publicó entre 1960 y 1974, en una serie de discos documentales llamados en conjunto: Mapa musical argentino. En esos discos se pueden escuchar coplas, huaynos, vidalas, bagualas, carnavalito, tonadas, chacareras, zamba, yaraví, pasacalle y kaluyo, ritmos y versos de distintas regiones, creados por los pueblos originarios de la Argentina. Leda revaloró y visibilizó el canto con caja, popularizándolo. Desde adolecente conoció el canto con caja en el noroeste argentino y al escuchar las voces de las copleras, se fascinó por ese legado musical. Desde entonces, comenzó un arduo trabajo de recopilación de cantos y de compartir ese mensaje ancestral con otros géneros como el rock y a otros referentes fuera del folclore. Leda fomentó un intercambio de saberes, revelando la importancia de la preservación de las tradiciones artísticas y generando el registro o fonoteca de las herencias ancestrales, de nuestros pueblos originarios.
El 21 de diciembre del 2019 se conmemoraron los 100 años del nacimiento de Leda Valledares y se realizaron actividades destinadas a cantoras con caja para celebrar ese aniversario. Diferentes grupos de copleras se unieron en un canto colectivo con caja en todo el país. Cada vez se forman más círculos de mujeres en Buenos Aires, que buscan un camino de fortalecimiento, generando grupos de pertenencia que se unen en un camino ancestral de sanación, honrando sus raíces y encontrando en el canto andino una herramienta para su autoconocimiento. Muchas veces son guiadas por abuelas o mamachas (mujeres mayores), que transmiten con la caja coplera y el canto andino, la lengua y su cosmovisión.
Es el caso de la mamacha Marcela Guerra, cantora andina y chakaruna (puente o lazo) entre una cosmovisión occidental y la cosmovisión andina. Marcela da talleres de transmisión de la cosmovisión de los Pueblos Originarios, de construcción de instrumentos andinos, oficia ceremonias y guía a diferentes mujeres en grupos de copleras, donde se unen a cantar en círculo, dejando de lado la competencia femenina y compartiendo como hermanas. Marcela transmite que el conocimiento está en nuestra memoria ancestral, que debemos reconectar y reaprenderlo como un conocimiento sagrado. Aporta así a una transformación que genera beneficios en nuestra calidad de vida y por ende en nuestra sociedad.
Cada vez más abuelos y abuelas de los pueblos originarios se suman al aprendizaje de las nuevas tecnologías como el internet con las redes sociales o la conexión por zoom para encuentros de las naciones, más aún con la pandemia en la que debíamos estar en casa refugiados sin tener contacto directo con la comunidad. En este intercambio cultural, los mayores encontraron en las nuevas tecnologías un medio eficiente de comunicación y una valiosa forma de compartir su cosmovisión evitando que desaparezca.
Se reconoce el gran aporte de la sociedad occidental a través de las herramientas modernas de comunicación –que pueden trasmitir conocimientos– podemos aprender de la cultura de un abuelo o abuela que está al otro lado del planeta, o las podemos implementar para aprender una lengua originaria, por ejemplo aprendiendo una copla o canción en runasimi, viendo y escuchando un video, en el que esté la artista cantando en esa lengua, con subtítulos que me indiquen el significado de la letra de la canción en castellano.
El filósofo Enrique Dussel, a partir de su libro “Postmodernidad, Transmodernidad” (1999), enmarca el contexto del pensamiento de la liberación y la reflexión sobre la identidad latinoamericana, entendiendo por teorías transmodernas aquellas que, son procedentes del Tercer Mundo, y reclaman un lugar propio frente a la modernidad occidental, incorporando la mirada del otro y fomentando el diálogo intercultural. Dussel plantea que “para generar una nueva construcción social, es importante repensar y cambiar los criterios artísticos en los que nos hemos basado hasta ahora, reflexionando y adoptando nuevas formas en las que el humano esté en armonía con la naturaleza. (Pág. 63) La transmodernidad como nuevo paradigma, considera como válidos tanto los diferentes puntos de vista o cosmovisiones de las culturas ancestrales, como los de nuestra cultura occidental y su evolución tecnológica.
Los pueblos originarios forman parte del mosaico sociocultural que nos da identidad pluricultural; sin ellos nuestra riqueza cultural sería escaza y limitada. Son parte de la herencia histórica que nuestros antepasados nos han dejado. Lastimosamente durante muchos años se han subestimado y minimizado, creyéndose que sus conocimientos no eran valiosos. Pero diferentes manifestaciones artísticas o hallazgos arqueológicos, nos demuestran que son comunidades que poseen una sabiduría funcional, profunda y muy desarrollada.
A modo de ejemplo, hasta hace unos años se pensaba que los Quipus (nudos); complicados arreglos de nudos que servían como medio de comunicación en el Imperio Inca, solo se usaban para almacenar datos numéricos, ya que al desaparecer el conocimiento acumulado por los quipucamayoc (los especialistas capaces de traducirlos), no se podía acceder a su significado. Luego surgieron hipótesis convirtiéndose en uno de los misterios más llamativos de la cultura incaica. Pero un experto británico, William Burns Glynn, avanzó en una teoría que indicaba que los quipus eran un sistema de escritura (quipus narrativos). Burns Glynn falleció en el año 2014 dejando su trabajo inconcluso.
Manny Medrano comenzó a estudiar los quipus a los 19 años. A partir de sus conocimientos matemáticos, el estudiante catalogó los nudos de uno de ellos. Luego los comparó con un documento colonial. El texto en español era un antiguo censo realizado en una zona de la costa norte de Perú. El joven investigador se percató en ese momento de que había una relación entre determinados colores y nudos con la repetición de nombres de contribuyentes en el antiguo documento colonial. Corroboró así que tanto la diversidad de nudos, como las combinaciones de colores, sólidos o mezclados, eran lo suficientemente grandes como para codificar un lenguaje, y planteó que los quipus hacen del lenguaje algo que se puede tomar y manejar con las manos. Al decodificar el código de los quipus, se podrán entender los que aún se conservan.
De esta manera se consiguió información de primera mano sobre la cultura inca, otorgándoles la oportunidad de contar su historia, con el objetivo de dar voz a los verdaderos acontecimientos del pasado. Descubriendo los misterios de su intrincado lenguaje, logramos que la historia de los conquistadores sea sobrescrita por la historia de los pueblos originarios.
Marta Zatoni, en su libro “Arte y creación” dice:
El arte genera comunidad y pertenencia; sabemos sobre que se habla y a que se refiere, siempre y cuando usemos el mismo código. llamarse de ese modo a un sistema de signos asociados entre sí y de estratega compartida…cualquiera de esos sistemas se ubica en un tiempo y un espacio histórico y cultural, sosteniendo su vigencia en convenciones.
Como realizadora audiovisual, me propongo aportar a la expansión de las cosmovisiones de los pueblos originarios, por ejemplo, realizando un proyecto audiovisual sobre la vida de una personalidad que lucha o luchó por los derechos de los pueblos originarios y por una nación pluricultural. como es el caso de la película argentina del 2018 “Soy Aimé” de Aymará Rovera, protagonizada por la actriz y cantante Charo Bogarín, donde se recrea la historia de Aimé Painé, la cantora argentina de origen mapuche-tehuelche que luchó por la identidad de su pueblo.
También propongo realizar películas con diálogos en lenguas originarias y subtítulos en castellano o al revés, subtítulos en la lengua originaria y los diálogos en castellano. Por ejemplo, la película argentina del 2012 llamada “Nosilatiaj. La belleza” de Daniela Seggiaro narra la historia de Yolanda, una joven de origen wichí que realiza trabajo doméstico en una familia. El conflicto se desata cuando su empleadora decide cortarle el cabello, símbolo de su belleza e identidad indígena. Los diálogos son en lengua (Wichí Lhämtes), siendo una ficción que nos enseña parte, de la cultura de la comunidad wichí, en los paisajes del norte argentino.
Las producciones audiovisuales pueden contribuir a la descolonización cultural y pueden ser consideradas como herramientas que permiten construir una imagen de colonial de las comunidades originarias, planteando al arte cinematográfico como un medio para avanzar en la lucha de la reproducción cultural ancestral, ayudando a preservar valores y conocimientos de los pueblos originarios del Abya yala.
Actualmente los medios de comunicación son los medios hegemónicos usados por el sistema para manipular y adoctrinar culturalmente a la población, sometiéndonos al cine de Hollywood, trasmitiéndonos su forma de pensamiento y cultura. Por tal motivo, como comunicadores y realizadores audiovisuales, debemos plantear un cine que ofrezca una mirada y reconocimiento desde adentro de nuestra naturaleza pluricultural. Debemos reconocer al cine como una herramienta de comunicación, con su lenguaje propio, que se suma a las formas de expresión tradicional, usando el audiovisual como una estrategia de sobrevivencia y de lucha, de creación y recreación de un imaginario propio, convirtiéndose en un poderoso instrumento de afirmación.
Se pueden realizar películas de todo género: comedias, policiales, de aventuras, de amor, que transmitan nuestra cultura y la identidad de nuestro país, siendo un discurso de reflexión de la sociedad que expande las voces de los pueblos originarios a través del cine comunitario, que sirve como herramienta de auto identificación y como denuncia contra la desaparición de lenguajes y costumbres; o en defensa del medio ambiente, siendo un cine de lucha comprometida contra las agresiones al medioambiente, cine que presenta mundos destruidos por el abuso de los sistemas de producción tradicionales, como alguna hecatombe nuclear, o cine de catástrofes producidas por la acción de la civilización en la naturaleza.
Nos proponemos fortalecer la construcción de nuestra identidad pluricultural visibilizando las distintas lenguas originarias y saberes ancestrales, que muchas veces adquirimos a través del arte. Es posible aportar en la expansión de esas voces, a través de distintas manifestaciones artísticas, ya que somos conscientes de que el arte también puede funcionar como un puente que conecta a las diferentes culturas, tomando de cada una lo que nos aporte para nuestro camino y calidad de vida. De esta forma podremos avanzar en la integración de las distintas culturas y cosmovisiones.
La leyenda y profecía andina “El Águila y el Cóndor”, habla respecto a la integración de culturas. Pero ésta no es solo una leyenda, sino que constituye una mirada a nuestro pasado, a nosotros mismos y a nuestro futuro. La profecía relata que desde tiempos inmemoriales, las sociedades humanas decidieron tomar dos rutas separadas y convertirse en dos pueblos diferentes: el pueblo del Águila y el pueblo del Cóndor. El pueblo del Águila se ha orientado principalmente a lo intelectual, a lo industrial y a la energía relacionada con lo masculino, y a menudo se le identifica con la ciencia y la tecnología (sociedad occidental). Por su parte, el pueblo del Cóndor es intuitivo, creativo, sensible y primordialmente relacionado con la energía femenina. Los pueblos indígenas se identifican en general con este camino, puesto que priorizan en sus culturas el corazón por sobre la mente y el misticismo por sobre el racionalismo.
Para el antropólogo Lévi-Strauss, el arte es una dimensión comunitaria y no individual. Dentro de las culturas que él ha estudiado como antropólogo, el arte ha cumplido el papel de relacionar a toda la comunidad en la que se desarrollaba, creando lazos de unión entre los vecinos. El artista realizador de un objeto de arte, no era un individuo aislado del resto del grupo, sino que entre él y los espectadores existía una comunicación plena.
Para Lévi-Strauss, cada objeto –hasta el más utilitario– es un compendio de símbolos accesibles a todos los miembros de la comunidad. Plantea que el arte esclarece la realidad, constituyendo cada obra una información sobre el mundo. En este sentido es que sostiene que el papel del arte es producir objetos de conocimientos que operan por medio de signos. Sostiene, además, en su libro “El pensamiento salvaje” la delimitación del campo específico del arte, oponiéndolo a la vez al mito y a la ciencia. Coloca al arte en la mitad entre conocimiento científico y el conocimiento mítico agregando que este último, al igual que la ciencia, son campos de conocimientos.
La profecía señala que durante muchos años ambos caminos no se cruzarían para nada. Luego, en el quinto Pachakuti se encontrarían y el águila sería tan fuerte que prácticamente conduciría a la extinción, pero no del todo. En el quinto Pachakuti se crearía un portal para que el águila y el cóndor pudiesen volar juntos en un solo cielo, para unirse y dar lugar a una nueva cría: una conciencia humana superior. Esta “cría” está representada por el quetzal de Centroamérica, el ave maya que simboliza la unión del corazón y la mente, del arte y la ciencia, de lo masculino y lo femenino, logrando un despertar de consciencia. Trabajo que nosotros, el pueblo, debemos lograr cada uno haciendo su aporte para que el cóndor y el águila se unan y den paso a una conciencia de nivel superior. Es un proceso en el que se cosecharán los frutos de la lucha y aportes que se hagan, desde ambos lados.
El antropólogo Lévi-Strauss sostuvo que el arte no opera por medio de conceptos como lo hace la ciencia, sino que –al igual que el mito– lo hace por medio de signos. La ciencia fabrica acontecimientos con sus estructuras teóricas, mientras que el mito elabora estructuras a partir de los acontecimientos. Pero el arte más bien reúne el orden de la estructura y el orden de los acontecimientos. Lévi-Strauss desarrolla el concepto de “significante flotante”, el cual se relaciona con el de “función simbólica”, puesto que influye en la comunicación de la vida social. Es decir que, para el antropólogo, la obra no se agota en el objeto material, sino que el conocimiento que de ella se desprende, trasciende al objeto en sí.
Sabemos que es fundamental que desde el Estado se generen y gestionaron políticas que regulen las prácticas lingüísticas, siendo importante plantear la descolonización cultural en todos los ámbitos, sobre todo en los educativos, escuelas primarias, secundarias y universidades. Pues todos los ciudadanos tenemos derecho a estudiar y aprender las lenguas originarias con sus valiosos conocimientos ancestrales que hemos heredado. Es más, trabajando en pos de una nación pluricultural, sin esperar y depender de las acciones del Estado, podemos hacer uso o crear objetos artísticos, aportando desde nuestra visión, a la expansión y visibilización de las distintas voces que componen nuestra diversidad cultural.
Marta Zatoni en su libro “Aportes a la estética desde el arte y la ciencia del siglo 20 ” dice:
Actualmente, gracias a los medios y posibilidades que ofrece nuestra época en general, podemos conocer mayores fragmentos de la cultura humana, y con asombro descubrimos otros tipos y géneros de arte, de otras humanidades y de otros tiempos hasta ahora desconocidos o conocidos, pero no apreciados como tales (en el mejor de los casos archivados bajo el e epíteto de “arte folclórico” o “arte primitivo” … El arte tiene hoy la tarea de ser solidario con el sujeto cognoscente, activo en su interacción con el objeto de conocimiento y en la producción de conocimiento como resultado del proceso cognitivo. En virtud de su creación y presencia, se supone un sujeto cognoscente autor reflexivo, aunque, inevitablemente, sujetado a condicionantes, desde las que puede proponerse cambiarlas. Esta relación entre sujeto y objeto sobreviene en el marco de la práctica social de sujeto que percibe el objeto por su intervención consciente: proceso presenciado, auxiliado y estimulado desde el arte y desde su percepción histórica. (pag.21)
Conocí la cosmovisión andina a través del arte, realizando un documental llamado “El alma femenina del Delta” sobre mujeres que cantan y tocan un tambor llamado Tinya o caja coplera. Asistí a diferentes ceremonias para registrar los momentos importantes según las protagonistas. Rápidamente fui conectando con la cosmovisión, sintiéndome parte del Ayllu (comunidad) como una hermana más. Redescubrí la historia desde la simpleza. He ido reaprendiendo, conociendo mis raíces y reencontrándome con ellas, resonando con el arte ancestral del canto andino. Hoy toco la Tinya (caja coplera) y soy una Warmi (mujer) coplera, que desea visibilizar y aportar en la expansión de la cosmovisión andina, pues en estos tiempos es fundamental y necesario aprender a relacionamos en equilibrio y armonía con la Pachamama (Madre tierra).
El Sumak kawsay o “buen vivir”, plantea vivir en armonía y equilibrio con los ciclos de la Madre Tierra, del cosmos, de la vida y de la historia. Implica primero saber vivir y luego convivir. Porque no se puede vivir bien si los demás viven mal, o si se daña a la madre naturaleza. El Sumak kawsay son acciones y valores de las comunidades originarias, como por ejemplo el principio de la Minka, que se refiere al trabajo colectivo. La Minka es un mecanismo que fomenta el ahorro, estimula el trabajo en equipo y potencializa la producción. Esta tradición, en el caso de las comunidades, ha permitido superar y luchar unidos. Otro valor dentro del Sumak kawsay es el Ayni, que se caracteriza por el sentido de solidaridad de la familia y de la comunidad. El Ayni se rige por el principio de reciprocidad, es decir lo que das en algún momento regresa a ti.
El Sumak kawsay fue planteado como propuesta política y cultural por organizaciones socialistas indígenas y adoptadas posteriormente por los gobiernos de Ecuador y Bolivia. El término alude a la implementación de un socialismo que sea más independiente de las teorías socialistas de origen europeo y que en cambio se inspire más por el pensamiento y estilo de vida comunitario y ancestral de nuestros pueblos originarios, potenciando el respetar la diversidad cultural, ser orgullosos de nuestra cultura, implementando valores y conocimientos ancestrales para mejorar nuestra calidad de vida.
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¿Cómo referenciar?
Martínez Vásquez, Jennifer Lorena. “La importancia de revalorizar y expandir el Runasimi -quechua- a través de manifestaciones artísticas” Revista Horizonte Independiente (¿Y qué tal si? columna cultural). Ed. Brayan D. Solarte, 02 feb, 2022. Web. FECHA DE ACCESO.
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