El avance del virus Covid-19 a través del globo a demandado en todos los sectores gran capacidad de adaptación y respuesta rápida, continuamente surgen sinnúmero de interrogantes dirigidos a la defensa de la vida, del mínimo vital, la estabilidad económica, e incluso las libertades democráticas que demandan solución inmediata.

Para el sector justicia esta situación representa un reto particularmente difícil, pues las respuestas rápidas generalmente se han vinculado a la aplicación de una regla que formalizó procesos de debate y consenso social suficientemente extendidos en el tiempo. Naturalmente este no es el caso en nuestros días. Como pocas veces antes, nuestra mayor preocupación es algo de lo que no teníamos noción alguna hace menos de seis meses, de manera que no contamos con una ley, jurisprudencia o práctica que nos indique como intervenir el modelo educativo, económico y social en tiempos de pandemia y para un mundo globalizado.

Sin embargo, lo que se pone de manifiesto allí no es la imposibilidad de proporcionar una evaluación adecuada de la situación, tan solo se trata de las dificultades que un determinado esquema de solución de problemas experimenta al interior de la disciplina. Así las cosas, es en este punto donde la intervención de las humanidades se muestra fundamental tanto para el derecho como en general, para cualquiera que se plantee solucionar un problema, ya que nos permiten desarrollar una aproximación enriquecida frente a los supuestos de regularidad y cambio.

Las humanidades invitan a transitar de una visión de mundo estático a la de uno dinámico, en donde la regularidad no es sinónimo de mismidad ni el cambio de total novedad. En su lugar, toda regularidad pasa a ser comprendida como tendencia u orientación hacia un objetivo todavía en
proceso, mientras que todo cambio, como fundamentado y parte integral del conjunto de condiciones que le dieron lugar.

De esta manera, regularidad y cambio no tienen por qué ser concebidos como estados antagónicos donde nuestro apetito al riesgo defina de qué lado establecernos, sino como partes de un proceso definido por eventos de continua innovación y adaptación. Por lo tanto, cesamos también de pensar que nuestro deber es retornar lo más pronto posible al estado de cosas pre-Covid-19, y en su lugar,
que nuestros esfuerzos se orienten a la construcción de escenarios más adecuados para el fortalecimiento de la democracia, el desenvolvimiento de las industrias y la promoción de mejores condiciones de vida.

En medio de esta contingencia, todos los sectores encontramos la oportunidad de reflexionar acerca de los presupuestos básicos sobre los que edificamos nuestra actividad, el Covid-19 nos ha forzado a hacer algo que las humanidades nos han permitido desde siempre, pensaros a profundidad. Que sea el momento para recoger los aciertos alcanzados en nuestras regulaciones legales pero también,
para reorientar las mismas hacia modelos enfocados en el cumplimiento de objetivos que con plasticidad interna faciliten la ágil respuesta a retos y dificultades como la actual.