La pregunta por “¿quién soy?” la ha tenido al menos por segundo cada uno de los seres humanos que ha existido. Sin embargo, ir a buscar la respuesta puede llevarnos a un camino tormentoso lleno de ontologías y más dudas que respuestas. Somos seres sociales, por ello quiero encontrar la respuesta desde el lenguaje, desde el Yo y desde los Otros. En esta columna veremos cómo la definición lógica de descripción nos da pistas de lo que somos en tanto sujetos perceptibles; somos cosas del mundo con la posibilidad de recibir atribuciones de aquellos que nos perciben y queda a nuestro criterio aceptar o rechazar esas atribuciones como correspondientes o no con lo que percibimos de nosotros mismos.
Considero que uno de los elementos que se requieren para que el individuo logre un autoconocimiento (el saber que adquirimos de nosotros mismos), es la narrativa propia; esta se construye a partir de lo que el individuo percibe de manera consiente sobre sus procesos, comportamientos y actitudes igualmente conscientes. Empero, hablar de narrativas propias implica que hay otro tipo de narrativas que no son propias, estas son las narraciones de terceros, de las personas que participan y se relacionan en la vida de un individuo; estas personas eventualmente tienen visiones diferentes del mismo individuo y son más distantes de la narrativa propia incluso que las que puedan formarse en un grupo determinado de personas sobre el mismo individuo. Pienso que en la medida que el individuo conoce la perspectiva de los otros con respecto a sus procesos conscientes e incluso algunos inconscientes –o procesos que el sujeto no percibe en sí mismo‒, puede aumentar el autoconocimiento.
Timothy Wilson y Elizabeth Dunn en su texto Self-Knowledge: Its Limits, Value, and Potential for Improvement (2004) tratan el autoconocimiento y las dificultades a causa de que el individuo posee tanto consiente, del que tiene conocimiento (al menos de una gran parte); como inconsciente, donde se encuentran la gran cantidad de procesos mentales encargados de la percepción, el aprendizaje motriz, la personalidad y las actitudes de cada persona. Esto último es lo que dificulta el pleno autoconocimiento, ya que no es algo que conscientemente pueda percibir el individuo de sí mismo. (493-518)
La falla en el proceso para fortalecer el autoconocimiento que pretendo tratar en la columna no se limita a la mencionada con Wilson y Dunn. La segunda falla que sugiero con respecto al autoconocimiento va de la creación de identidad propia basada en las descripciones de los otros, dado que estas pueden corresponder o no con la narrativa propia; entonces el problema central, o la pregunta central, que quiero responder es: ¿cómo reconozco entre las descripciones que se hacen de mí, (producto de las narrativas de los terceros con respecto a mí mismo) ¿cuáles son verdaderas y cuáles son falsas? También puede preguntarse si es que lo que soy, lo soy en función de las descripciones (cómo construirse el individuo para encajar con las descripciones ajenas) o las descripciones lo son en función de lo que soy.
Considero que preguntarse por la calificación que se da a las descripciones de otros, es importante dado que contribuyen al autoconocimiento; si bien, los individuos somos receptivos en cuanto a las narrativas de otros con el fin de aumentar nuestro conocimiento sobre nosotros mismos, lo mínimo que se puede esperar es que sean correspondientes con los comportamientos y con los procesos mentales consientes e inconscientes que presenta el individuo; ahora bien, si no todas las descripciones que recibo, coinciden en lo anterior, yo como individuo debiera tener un filtro, que me permita aceptar solo descripciones verdaderas para, a partir de ellas, ampliar mi autoconocimiento.
Para este propósito emplearé, como ya he mencionado, a Timothy Wilson y Elizabeth Dunn, en cuanto al autoconocimiento; en cuanto a las descripciones me serviré de Mariano Rodríguez González, Juan Ignacio Morera de guijarro y Pedro Chacón, los cuales podemos encontrar en la obra Filosofía de la psicología (2001). Aunque quisiera comenzar con una intervención de filósofos del lenguaje solo para perfilar el concepto de descripción.
En Sobre sentido y referencia (2005) Frege nos presenta la relación de un objeto –para nuestra finalidad un sujeto‒ y una descripción que aporta información nueva sobre ese objeto. En esta lectura no se destaca qué descripción es más acertada al objeto que otra, pero muestra de qué manera, a partir de las descripciones, se crea la identidad del objeto (pp. 29-49).
En la teoría de Frege a un signo, por ejemplo el nombre propio de un sujeto, se conecta no solamente con el sujeto al que se refiere, sino al modo de presentación del mismo; para el propósito interpreto esto último como ‘los roles sociales’ que el individuo desempeña en la sociedad, en su familia, en su comunidad de amigos, en su trabajo o a solas. De esa manera las descripciones arrojan información nueva sobre el mismo sujeto, pero en situaciones diferentes. Frege nos indica que cada una de esas descripciones proporciona características particulares diferentes.
La identidad que el sujeto comienza a adoptar, se debe a todas esas características que las narrativas de terceros brindan desde sus descripciones. Desde esta teoría del lenguaje, las descripciones pueden ser correspondientes, o no, en relación con los papeles sociales que desempeña en la sociedad el sujeto. Es importante tener una visión completa de lo que el individuo es, para identificar a una persona en su individualidad; por ejemplo, puede que un individuo bajo una descripción sea la madre de Felipe, y bajo otra sea la maestra de inglés; seguramente habrá muchas señoras que sean madres y sus hijos se llamen Felipe, pero buscar la relación de las descripciones, acorta el conjunto al que esta persona pueda pertenecer y tras la búsqueda de varias relaciones en las descripciones, puede encontrarse la individualidad de una persona o, aquello que hace ser a una persona. La cuestión problemática dentro de toda la propuesta de Frege, es precisamente la dificultad de encontrar una sola descripción que realmente defina al individuo. Agregado a eso, según lo indica Frege, las descripciones que se realizan sobre un solo individuo debieran solo corresponder a ese nombre, pero dado que hay muchos sujetos bajo los mismos nombres, esto no se cumpliría. Además, la teoría también sugiere que el nombre contemple todas las descripciones que se le atribuyen y justamente de eso va este ensayo, de filtrar las descripciones que sí deben contemplarse bajo el sujeto mismo, y no el nombre. Este último punto es fundamental, pues las descripciones de las que se apropia el individuo, sean dos o sean infinitas, deberán corresponder con lo que el individuo exprese en su relación con otros, a modo de comprobación empírica.
Aun así, las descripciones no podrían dotarse de verdad o falsedad, solo de pertenecer o no al individuo. Carnap, en palabras de Mariano Rodríguez González y Pedro Chacón dice:
La verdad de cualquier proposición molecular o compuesta depende de la verdad de sus proposiciones atómicas o protocolares. Pero, en el caso de la psicología, éstas no pueden adquirir su significado objetivo a partir de los datos sensoriales de la experiencia subjetiva, pues ésta es privada e incomunicable. Por tanto, no consisten en descripciones de ningún mundo interno, sino que se refieren a acontecimientos físicos públicos. Los predicados mentales deben ser traducidos a predicados físicos. Carnap concluye que la psicología es una rama de la física y que sus proposiciones, tanto si se refieren a la mente de otros como a la propia, sólo describen comportamientos físicos o disposiciones conductuales. Por ejemplo, la proposición «el señor A está excitado ahora» puede y debe verificarse del mismo modo que una proposición del tipo «este soporte de madera es muy firme», pues, en ambos casos, sólo se pretende informar de que existe una entidad física caracterizada por la propensión a reaccionar de una determinada manera a determinado estímulo físico. (Chacón p. 99)
Esto quiere decir que para saber si una descripción sobre el sujeto A es verdadera, debiera conocerse la verdad o falsedad de la experiencia subjetiva de cada una de las personas que se relaciona con el sujeto A, pero no es posible conocer esto, puesto que es un proceso privado del sujeto que percibe. Las descripciones entonces, como venía suponiendo, no son verdaderas o falsas, solo son correspondientes o no, con las manifestaciones públicas y relaciones interpersonales de un individuo.
No pueden entonces, las descripciones, referirse a estados mentales de los individuos, sino a comportamientos y conductas; por tanto, son verificables en la experiencia, en las relaciones de unos con otros. Siendo las descripciones, una narrativa en correspondencia con lo que se manifiesta físicamente, entonces el componente que promueve la creación de identidad de los individuos son las características que puedan encontrarse en todas las descripciones (que se manifiesten de manera constante en relaciones interpersonales diferentes y que correspondan con lo que el individuo expresa).
Tomemos entonces de todo lo anterior, que aquello que define la identidad del individuo, es lo que en todas las descripciones se mantiene; es decir, un individuo puede recibir todas las narraciones que vengan de terceros; sin embargo, en lo que fundamenta la construcción de su identidad son las características esenciales o particulares que se mantienen en las diferentes descripciones.
Sin embargo, no solo se presentan problemas con respecto a las descripciones que recibimos de terceros; el error en el que puede caer un individuo al crear la narrativa que le permite auto-conocerse, es aceptar como verdadero o cierto, aquello de lo que solamente tiene creencia. (Juan Ignacio Morera de guijarro en Chacón. p. 207). Es decir, según me parece, que el individuo aun si realiza análisis sobre sí mismo y se estudia de modo introspectivo, puede caer en el error de argumentar su manera de ser, tomando las creencias que tiene sobre sí mismo; aunque esto podría no implicar gran cosa, si tomamos a la creencia como un componente que no implica que el sujeto A sea o no sea. Por ejemplo, si yo digo que creo que A es violento, esto no implica que A lo sea, solo implica que A existe. De igual modo yo puedo creer que soy impulsiva u obsesiva, pero esto no implica que en efecto lo sea, puesto que es solo una creencia; por eso mismo no son útiles las creencias para la construcción de identidad.
Para finalizar, me parece oportuno traer al neurólogo austriaco Sigmund Freud y su teoría de la identidad psicofísica, en palabras de Ana Lucia Arango Arias (2011). Freud es considerado materialista, lo cual advierte que “la explicación científica del mundo incluye también la explicación acerca de los mecanismos físicos que conforman a los fenómenos psíquicos” (Arango. p. 60), entonces, ofrecer una descripción sobre un individuo, debiera dar bases sobre lo que interiormente genera el carácter en el individuo. La cuestión es que, para los neurólogos, resulta sencillo traducir el lenguaje sensorial, en lenguaje técnico neurológico y no existe una separación entre mente y cerebro.
Resulta entonces que para Freud “si los estados mentales producen efectos en el mundo físico, el lenguaje que permite hablar de los mismos debe poder reducirse a un lenguaje que describe los mecanismos físicos que los componen” (Arango. p. 61); ahora bien, esto se refiere a que la descripción que se realice sobre estados mentales, debiera poder abordarse también en lenguaje neurofisiológico; y si es posible esta descripción, también debiera serlo el de sus expresiones físicas; pero ¿qué tipo de lenguaje se utilizaría para hacer estas descripciones?
A lo que me refiero es, existen procesos mentales que se pueden describir en lenguaje neurofisiológico –lo cual es materialista puesto que se rechaza la dualidad mente y cerebro‒ y los estados mentales se manifiestan en las conductas que presenta un individuo, entonces el lenguaje que se emplea para la descripción de los comportamientos humanos debiera ser ¿social?, ¿biológico? ¿mecánico? ¿físico?
Ana Lucía Arango indica que, las descripciones sobre las condiciones del sujeto y el estímulo físico, no tienen forma lógica, dado que son tomados como supuestos de verdad, (2011, p.101). Esto quiere decir que serán sometidos a algún tipo de comprobación, la empírica en mi opinión, de modo que solo en las relaciones de los individuos se puede rescatar la certeza o descubrir la falsedad de lo que se atribuye a un individuo. Aun tras ese procedimiento científico, las descripciones no pierden su característica de ser supuestos, pues como mencionaba anteriormente, el individuo no se relaciona de la misma manera con todos los que le rodean, entonces en algunas relaciones puede encontrarse correspondencia y en otras no.
Las descripciones no se comprometen con características que estén más allá de los estados neurofisiológicos; eso me hace pensar ¿entonces las descripciones de este tipo no se comprometen con la identidad personal?, posiblemente no, debido a que los estados neurofisiológicos no hacen parte de aquello que hace al sujeto ser lo que es. Pero, ¿ayudan las descripciones de terceros a conocernos más a nosotros mismos? ¡claro! ya sea para descartar (“ese no soy yo”) o para reafirmar (“ese definitivamente soy yo”), incluso para dudar, y dudar es el primer paso para llegar a una respuesta.
¿Dónde reside la identidad entonces? Por un lado, podríamos recordar lo planteado dos párrafos más arriba y decir que está en lo característico, lo que permanece y coincide en todas las descripciones que los terceros y que el sujeto mismo realiza. Podemos intuir también, que la identidad está en lo particular que tienen las relaciones de un individuo con otros en mayormente lo que el sujeto manifiesta estando consigo mismo.
Arango, A. (2011). Teoría de la identidad psicofísica para neurólogos de Freud. Pereira: Universidad Católica de Pereira.
Chacón, P. (Ed) (2001). La filosofía de la psicología. Madrid: Biblioteca Nueva.
Villanueva, L. (2005). Sobre sentido y referencia. “La búsqueda del significado”. Madrid: Editorial Tecnos. S.A pp. 29- 49.
Wilson, T. D. & Dunn, E. (2004). “Self-knowledge: Its limits, value, and potential for Improvement”. Annual Review of Psychology, 55 (1): 493–518
¿Cómo referenciar?
Martin’s, Amarilla. “La importancia de las descripciones en el autoconocimiento” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 09 enero, 2022. Web. FECHA DE ACCESO.
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