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Andrés Felipe Rivera Gómez(1) & Juan Alexis Parada Silva(2)

  1. Docente de tiempo completo del Departamento de Humanidades y Formación Integral de la Universidad Santo Tomás
  2. Docente de tiempo completo del Departamento de Humanidades y Formación Integral de la Universidad Santo Tomás.

Evento 
“Las humanidades en…”

La imperiosa necesidad de las humanidades en la educación: una mirada desde la imagen de los peregrinos

El ser humano es un individuo educable que, gracias a la educación, puede controlar sus fuerzas congénitas, desarrollar hábitos inteligentes, ser un buen individuo social, ser reflexivo, creativo y crítico, se puede autodeterminar y coadyuvar en la mejora de las condiciones de todos los seres humanos.

El sistema educativo entiende al hombre como un ser instintivo, que se encuentra indigente, carente, mal dotado físicamente para enfrentar los requerimientos del mundo. Es en ese estado de penuria, mal dotado físicamente, que el individuo se abre al mundo y aprende  gracias a la interacción con los otros a resolver su estado menesteroso, haciendo uso de la inteligencia; esto no se hereda, sino que se obtiene con el contacto social. Con los alter ego, el hombre adquiere cultura y, con ella, logra alcanzar la madurez moral e intelectual. En esa apertura hacia el mundo, el hombre se enriquece con los bienes culturales de la humanidad, cuya posesión le ayuda a encontrar un sentido a la existencia.

A diferencia de los animales que son amaestrables, el hombre está hambriento de educación, sin ésta ni siquiera podría sobrevivir, mucho menos integrarse a la colectividad social ni acceder a los bienes que emergen de la cultura.

“En efecto, desde los primeros instantes de su vida y, en mayor o menor grado, durante toda su existencia depende no solo de lo que vaya haciendo de sí mismo, sino de los cuidados, el apoyo, la orientación y la compañía que los demás le ofrezcan” (Niño Mesa, 1998, pág. 15)

El individuo nace con un cerebro, una estructura y un funcionamiento incompleto, que se va completando, alcanzando su madurez, gracias a la dinámica socializadora, intelectiva, volitiva y afectiva en la que la educación cumple un papel fundamental; ahora bien, esa madurez acaba con el fallecimiento o la muerte cerebral, pues el hombre nunca acaba de aprender.

Los niños son activos, innovadores, exploradores e investigadores innatos, pero necesitan de entornos adecuados para que lleven a cabo sus observaciones, así como el cuidado y la ayuda pedagógica de padres y docentes. Es, en esas condiciones, que los individuos se apropian de la realidad y edifican su personalidad.

Las humanidades ayudan a que el hombre le encuentre sentido a su existencia, que alcance la autonomía y que avizore nuevos horizontes de comprensión de su entorno.

La enseñanza de las humanidades en la educación se erige como una herramienta idónea para realizar una lectura crítica de las estructuras sociales, de la política, de la cultura, de la historia, de la cual se hace parte en el devenir diario. Al asumirse como sujeto histórico, no se analiza al ser humano como apéndice de la misma, sino como un actor y recreador de ella.

“Haciendo educación en una perspectiva crítica, progresista, nos obligamos, por coherencia, a engendrar, a estimular, a favorecer, en la propia práctica educativa, el ejercicio del derecho a la participación por parte de quién está directa o indirectamente ligado al quehacer educativo” (Freire, Política y educación, 1993, pág. 71)

Las humanidades en la educación se  centran en las personas, las cuales se constituyen en un ejercicio dialógico, donde se analizan problemas en torno a situaciones reales existentes y a través de un ejercicio riguroso y filosófico se ofrecen diferentes visiones críticas de la realidad. La educación es un proceso exclusivamente humano, que debe posibilitar que los sujetos puedan ser capaces de transformar, producir, de decidir, de crear  y recrear su mundo, que puedan comunicarse y edificar horizontes comunes de comprensión y, en esta tarea las humanidades se hacen transversales oteando nuevas miradas epistémicas.

Las humanidades emergen como salvavidas y sirven para que los individuos no naufraguen en la vacuidad y la incertidumbre. Asimismo,   promueven  transformaciones de raíz en la sociedad permitiendo realizar análisis serios y puntuales de la realidad dejando entrever situaciones donde las personas puedan crear y recrear sus entornos. Donde puedan luchar por sus sueños y concretar sus anhelos, donde denuncian las iniquidades y anuncien un reencuentro con la libertad, entre otras razones, ahí radica la imperiosa necesidad de las humanidades en la educación.

En las siguientes líneas traeremos a colación dos personajes, para explicar el sentido de las humanidades en la vida. Se mostrará claramente, que nuestra apuesta es por el segundo personaje, el cual estamos convencidos encarna el espíritu de las humanidades. Se emplearán dos figuras que pueden marcar la diferencia entre quien puede seguir haciendo daño pese a darse cuenta que él mismo terminará siendo víctima de su propio invento; y de quien puede dejar un mensaje positivo al presentar una salida ante lo que pareciera que no la tuviera. Estas figuras son la del nómada y la del peregrino, quienes si bien son totalmente diferentes, tendrán en común su racionalidad y una circunstancia adversa ¿Cuál será su diferencia?

Imaginemos el nómada que vive en alguna zona polar; seguramente se preocupa por el día a día pero también sabe que se acerca el invierno, razón por la cual decide arrasar con todo lo que se le atraviese con el fin de recoger lo que más pueda para poder soportar la dura estación climática que se avecina. Esta persona sabe que no puede perder el tiempo y cuasi animal de invierno, deberá sólo pensar en él si quiere sobrevivir. No piensa en el otro, porque le ve como enemigo y quizá tenga que compartir con él lo que seguramente le podría generar unas necesidades que no tiene porqué vivirlas. El nómada es así un ser insensible con los demás, oportunista incluso, que sabe además que necesita comer hasta tal punto que la acumulación de grasa en su cuerpo le permita volver a experimentar su mundo una vez pase el inclemente invierno. Pese al individualismo, lo que puede generar este comportamiento, más que el egoísmo, puede ser el mismo miedo.

Ahora pensemos en el peregrino que al igual que el nómada se encuentra en una zona polar. También le preocupa su existencia, no obstante, a diferencia del primero, tiene presente de que detrás de él puede venir alguien más, con sus mismas o mayores necesidades, razón por la cual no acapara los recursos, sólo toma lo básico; no ve al otro como enemigo, todo lo contrario, lo ve como posibilidad, como alguien con quien puede aunar esfuerzos para lograr combatir el duro invierno; se debe saber que cuando se está acompañado el frío es compartido y las razones de vivir aumentan a diferencia de aquel que se ha ensimismado. Si al nómada lo mueve el miedo, al peregrino, la solidaridad.

Teniendo en cuenta las dos figuras presentadas, es posible saber que si de escoger se quisiera, el elegido sería el peregrino sin duda alguna. Ahora, una vez descrito esto puede surgir la pregunta acerca de ¿qué relación se puede establecer entre la figura del peregrino y la apuesta por las humanidades en la educación? La cual se responderá en las siguientes líneas.

El peregrino es una figura bastante pedagógica a la hora de preguntarse por la imperiosa necesidad de las humanidades en la educación y, lo es en la medida en que el ethos de dicha personalidad se sintetiza en la razón de ser de las humanidades, «el ser conscientes». El peregrino tiene la capacidad de saber que sus necesidades no están por encima de las de los demás. Es más, tiene presente de que la situación de quienes vienen detrás de él puede ser de mucho riesgo. No sólo piensa en el momento, sabiendo que hay necesidades básicas que no deben esperar, pero aun así, sabe proyectarse, razón por la cual su inteligibilidad lo lleva a contemplar la posibilidad de lograr una comunidad donde cada quien pueda contribuir con el otro. Sabe muy bien que en una sociedad, el otro es vital para afrontar cualquier dificultad.

Este personaje permite apreciar lo que le rodea como un aliado, de ahí que no sólo se debe leer su solidaridad como una disposición entre seres humanos, sino también hacia su entorno que es vital. Debido a que reconoce que cada entidad viviente tiene su dinámica y sus necesidades, no es una persona que agote los recursos, dado que todo el tiempo está pensando que hay otros que necesitan de lo que él también demanda. Si tan sólo se pensara por unos minutos en cuanto bien le haría a este mundo contar con muchos peregrinos que tuviesen esa mentalidad antes de una deforestación, de un aumento demográfico, de la extensión del ganado y, del incremento de la polución entre otros, todo cambiaría.

Todo se transformaría porque se sabe que detrás de cada peregrino hay niños que están muriendo de física hambre, pueblos enteros de sed y con sus organismos llenos de mercurio debido a la caída de este metal líquido por la extracción del oro; porque se conocería que vienen otras generaciones detrás; que hay todo un ecosistema que necesita de cada planta y cada animal que le habita para no irrumpir con el ciclo de la vida.

La imagen del peregrino es todo un referente humanístico que permite recuperar la confianza en el otro, a quien no busca engañar porque le reconoce como tal y porque sabe del bien que juntos pueden alcanzar. No es movido por el miedo, todo lo contrario, lo motiva el amor y las ganas de hacerle bien a todos y a cada especie que sabe muy bien que comparte un mismo espacio y, a quien además le agradece porque sin ella la naturaleza perdería el equilibrio y el mundo su razón de ser.

A modo de conclusión

El COVID-19 le ha cambiado la vida a todo el planeta. Todas las personas son testigos de cómo la falta de interés por lo que en el mes de diciembre de 2019 le estaba ocurriendo a China, ha sido una de las mayores muestras de insensibilidad humana y que demostró cómo es que esa falta de interés es mucho más peligrosa que cualquier otro tipo de enfermedad.

También es cierto que tal situación llevó a que en algunos países aprovechasen lo que ha estado ocurriendo para poder llevar a cabo sus proyectos mostrando los niveles de maldad a los que se puede llegar cuando desaparece lo humano y se interpone la irracionalidad que hace parte de una especie que ha existido desde hace muchos siglos siendo tan letal su presencia que no desaparece en ninguna generación, más conocida como la «apatía».

Del mismo modo, esta nueva experiencia para las actuales generaciones logró ser una posibilidad más que una barrera, gracias a la cual se pudo sacar a flote un cúmulo de valores morales que son los que más hablan mejor de lo que significa ser humano. Asimismo, fue el bien que se logró para el medio ambiente quien ha estado siendo afectado desde eventos como el de la revolución industrial-

Finalmente, bajo las figuras del nómada y el peregrino se puede entender cómo el primero, movido por el miedo y el egoísmo, creyendo que asegura su existencia, sólo tiene por cierto que intenta sobrevivir él solo, así no correr riesgo alguno; algo totalmente diferente reflejado en el peregrino para quien el otro también es importante; para quien el entorno también hace parte de ese otro con quien se quiere comunicar y al cual no tiene la menor intención de someter, puesto que sabe muy bien que depende de él, así como los que vienen detrás.

La imagen del peregrino, ayuda a comprender mejor el rol que debe asumir hoy día las humanidades en la educación, no sólo si quiere sobrevivir más tiempo (nomadismo) sino, si quiere establecer una mejor comunicación con el resto de especies, dándole a cada una su lugar. Ser peregrinos es abrirse al otro y a lo otro; perder el miedo; asumir la naturaleza como un aliado y sujeto que siempre se ha portado con el resto de la creación como otro peregrino, dado que su razón de ser es el dar, más que el recibir.

 

Referencias:

Niño Mesa, Fideligno. Antropología Pedagógica. Bogotá: Magisterio. 1998. 422p.

Freire, Paulo. Política y Educación. México: Siglo XXI. 132p.

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