Estiven Valencia Marín

Licenciado en Filosofía y Ciencias Religiosas
Investigador Universidad Católica de Pereira

Vol. II Colección C: I – C6

La fortuita aceptación de Epicuro en el cristianismo 

“En la era cristiana, antes del decreto de Constantino
epicúreos y cristianos tenían mucho en común.
Sus métodos de propaganda y la literatura
epistolar, hace probable que cristianos
copiaran los métodos epicúreos”

Farrington. La Rebelión de Epicuro.

La anterior referencia que abre, a modo de exergo, el presente escrito, nos evoca a uno de tantos acontecimientos históricos casi olvidados por los estudiosos del desarrollo del pensamiento, sobre todo en el ámbito de la filosofía, respecto de la influencia de las reflexiones griegas en la posterior emergencia de la cosmovisión cristiana. Y digo casi olvidado, por cuanto refiere al hecho de estimar completamente dispares dos periodos de tiempo cuyo pensar desiste uno de otro, pero, en realidad, se presentan como perspectivas complementarias que recogen ideas pasadas, sea para crítica o para adopción, en el esfuerzo por comprender el mundo y todo lo que en él acontece. A esto se anexa, la seria controversia sobre el influjo de ciertas corrientes de pensamiento griego en las teorizaciones o prácticas cristianas del helenismo tardío e inicio del medioevo, corrientes aquellas que simpatizaron en cierta medida con los intereses de todo escritor cristiano, sobre todo porque sirvieron a la defensa de su fe, y otras que aparentemente reprobadas, tuvieron una aceptación parcial dentro de este círculo.   

Para efectos de contextualización, la figura de Zenón, el estoico, visto por muchos escritores helenistas y cristianos como el fundador de la vertiente estoica, buscador de virtud y acérrimo asceta, ha sido bastantemente acogido por filósofos romanos quienes asienten una vida en tal seguimiento si lo comparamos con el epicureísmo tan fuertemente censurado por los mismos. Sin embargo, una cultura romana enarbolada desde la prédica de una exploración por aquella verdad que orientara en la instauración de una nueva civilización y cuyo antecedente contiguo es la idiosincrasia griega que gozó de extensión y prestigio, optó por las más variadas formas de entender la realidad lejos de preferencia alguna hacia un tipo de escuela que hace las veces de ambiente al que el cristianismo naciente afrontó con las hostilidades que le acarreó. Dicho esto, los diversificados testimonios historiográficos, además de bíblicos tal cual relata el libro de Hechos al encuentro de Pablo de Tarso en el areópago de Atenas con estoicos y epicúreos, justifican el encuentro de dos culturas a veces discordantes, y a veces semejantes.

Aplica, entonces, el carácter de aceptables para aquellas doctrinas que, nativas de los círculos de pensamiento griego, coinciden, al menos en parte, con lo que ampara la fe cristiana como es el caso de una providencia divina, de una persecución de la virtud como fin en sí misma y los recelos con todo tipo de placer. Al respecto de estos rasgos, aunque existen muchos más, es de aceptar algún grado de afinidad con ciertos argumentos de la doctrina estoica acerca de la existencia de una entidad divina y el modo en que el ser humano intenta acercarse a ella si hemos de emitir lo dicho por Michel Spanneut o Pierre Hadot acerca del nexo terminológico entre ambos estilos de vida, empero claro es, aún más, que existen sentidos distintos entre un concepto y otro, definidos por estoicos y cristianos. Por ello, la concepción eterna del mundo y del politeísmo griego no afectó al sentido monoteísta y al creacionismo del mundo dicho por los cristianos, aunque estos últimos se inmiscuyen en una cultura que no le es afín.   

Ante una visión tan reacia con idearios que no se apoyan en la única consecución de la virtud tal cual se estableció con el estoicismo, si se quiere el cinismo y platonismo como antecedente más básico, el epicureísmo, hedonista por naturaleza, y esto entendiéndolo vinculado con la razón y virtud, para el mundo griego fue algo novedoso en tanto suscitó una ruptura con el modelo ético vigente hasta ese entonces. Semejante ruptura, alcanzó los albores de una nueva corriente en el imperio romano que vio en el bagaje cultural helenístico un medio de difusión, un medio de comunicación para su mensaje que posteriormente adquirió un sentido universal y en el que Epicuro, mayoritariamente, fue tenido por un defensor de bajos instintos carnales. A primera vista, cristianismo y epicureísmo asisten a la misma era helenística, pero pareciese que entre ambos no existe elemento en común por el cual se pueda decir un interés de conocer aquello que es objeto de su práctica inclusiva, y con la que es posible falsear cualquier noción de perpetua rivalidad o continua hostilidad en dichas vertientes.    

Para efectos de interpretación, sabemos que el mensaje de Epicuro tuvo en la posibilidad del vivir con pocas cosas, el respeto por la naturaleza, el hallazgo de aquellos deseos naturales y necesarios para un buen vivir además del cuidado que se debe tener con los no necesarios, su única esencia. Y esto se puede decir por las muchas fuentes antiguas, a la vez de renacentistas y contemporáneas que recrean en dicho filósofo griego el ser partidario de la vida en sencillez que procura gozo, de la elección del placer más conveniente y de toda virtud, que en últimas, discrimina los goces imposibles de alcanzar o los que ofrecen dolor, no obstante esas fuertes críticas para con los filósofos del Jardín sobrevienen a ideas mal fundadas que hacen de estas mismas una vertiente acrítica capaz de asirse a la ligera con falsas opiniones. Cabe, entonces, preguntarse si ¿acaso esto no es lo que hacían los padres del cristianismo con su reprobación, personas adscritas a los numerosos grupos que, después de la muerte de Jesús, se organizaron de tal modo que difundieron su vida y mensaje?   

Por el contrario, pese a que el cristianismo se identificó con filosofías adversas al epicureísmo cierto es que se tienen ciertas estimaciones positivas del mismo, sobre todo en el factor ético-moral que posiciona a la vida moderada y la búsqueda de placeres elevados a lo simplemente sensible, alejándose de los numerosos clichés mal versados de una doctrina que lo único que intentaba era resignificar el rol del placer en la búsqueda de una vida feliz. Mas si se quisiera realizar una comparación entre estos dos sistemas de pensamiento, la vida y organización de las comunidades cristianas guardan semejanza con las epicúreas, además de la preocupación por el cuidado del alma y la defensa de una felicidad o dicha superior que perfilan ser criterios de convergencia, si se considera lo dicho por estudiosos al respecto como Richard Jungkuntz (1966), Norman De Wittt (1954), Javier Antolín Sánchez (2000), entre otros. Ahora bien, los posibles contactos entre una y otra corriente se debe a la difusión que cristianos realizaron a lo largo y ancho de las zonas que estuvieron bajo la influencia epicúrea.

De lo anterior, se sabe que los epicúreos nativos de las regiones de Palestina y del Asia menor dónde Pablo de Tarso y otros discípulos de Jesús divulgaron su enseñanza, tuvieron en figuras como Zenón de Sidón y Diógenes de Tarso, sus precursores, evocando lo dicho por Diógenes Laercio, historiador griego, en su célebre Vida de los Filósofos Ilustres. Luego, los seguidores de aquellos como el sirio Filodemo de Gadara influyeron en el pensamiento y obra de poetas, escritores y magistrados romanos como Lucrecio, Tito Albucio, Cayo Amafinio, Siro, y otros como el licio Diógenes de Enoanda que estuvo próximo a las ciudades de Colosas y de Éfeso en las que existieron centros cristianos de intervención paulina. Seguramente, Pablo y demás precursores del cristianismo se relacionaron con comunidades epicúreas por lo cual se explica el común ideario de atacar la adivinación, la ayuda a necesitados, la inclusión, el desdoro por las prácticas de guerra, pero esto no significa la copia de una doctrina sobre otra.

En síntesis, el interés de los padres del cristianismo en el epicureísmo se torna a veces crítico, a veces distorsionado o, inclusive, reconocido por algunos eruditos, pero el hecho de que se le interprete de un modo tan contradictorio con lo que tal sistema postula, implica pensar en la versión vulgar y desnaturalizadora con la que la tradición ha querido exhibir a un autor tan significativo para la historia del pensamiento humano. De hecho, mayores son los fragmentos o testimonios sobre el pensar de Epicuro que nos llegan de múltiples escritores simpatizantes con la doctrina cristiana, por ejemplo Clemente y Orígenes de Alejandría, Eusebio de Cesárea y Tertuliano, además de Basilio Magno, Agustín de Hipona, Gregorio de Nisa y de Nancianzo quienes, en conjunto con otros autores, aceptan o rechazan parcialmente lo que de aquel dice. En otras palabras, una absoluta inaceptabilidad o rechazo para con las comunidades fundadas en el pensar epicúreo desde siglos previos a la instauración del cristianismo, es impreciso por cuanto existen aspectos teórico-prácticos semejantes en dichas corrientes.    

¿Cómo referenciar? 
Valencia Marín, Estiven. “La fortuita aceptación de Epicuro en el cristianismo” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 21 enero 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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