Mauro Doña 

Estudiante del profesorado en historia de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ). 

Santiago Pereyra 

Columnista RHI
Alumno avanzado de la Licenciatura en Filosofía, en  UNSJ.  

Vol. II Colección C:I – C8

La Ecohistoria y Ecofilosofía: pilares para un sistema pedagógico alternativo

El modelo pedagógico predominante, en nuestras sociedades occidentales-occidentalizadas, posee dos fuertes características: es dualista y es fragmentada. Las cuales provienen de intensas tradiciones filosóficas, cuyo apogeo se puede evidenciar tanto en el cristianismo como en la modernidad europea, trasladándose a sus respectivas colonias. Separando: alma/cuerpo, mundano/trascendental, hombre/tierra; en definitiva, desgarrando el principio unificador. Bajo este sistema de pensamiento, ha contribuido en gran medida, a creer el propio ‘ser humano’ que no depende de lo que lo rodea. Como si fueran entidades separadas, totalmente autónomas, que no afectan lo uno de lo otro. Cuando en nuestra práctica cotidiana esto es una gran mentira, puesto que, si no logramos un modelo más sustentable, y amigable con la naturaleza, la misma nos terminará perjudicando.

En la actualidad, gran parte de la humanidad está sintiendo los efectos y consecuencias producidas por el cambio climático. Numerosos investigadores han desarrollado informes devastadores sobre las transformaciones rotundas que está sufriendo el planeta tierra y su ecosistema natural (animales, plantas, suelo, recursos naturales, entre otros). Antes de 1980, los temas relacionados con el ambiente y su cuidado, eran considerados temas sin importancia. Hoy en día, el calentamiento global es un hecho presente que afecta regiones enteras de las distintas partes del mundo, como así también, a países industrializados cuyos sistemas económicos son las principales causales de este fenómeno.

Nuestra cultura consumista-descartable ha generado una gran carga de contaminación hacia la naturaleza. Por ello, podemos afirmar que estamos presenciando una gran crisis ecológica.  Esta crisis la vamos tomar bajo la siguiente acepción: “[..] momento en el que se juzga y decide algo fundamental […]” (Martínez, 1987, 27).  Es decir, estamos viviendo momento claves, dentro del cual podremos realizar grandes transformaciones o terminar viviendo en un planeta, infértil e insostenible, por nuestras acciones.

En estos últimos años, las interpretaciones sobre el problema ambiental, desde distintas perspectivas interdisciplinarias, han ido en aumento y su importancia se ha manifestado en organismos, movimientos, fundaciones, partidos políticos y áreas académicas, que están realizando una notable labor para darle la importancia que merece su estudio. De esta forma, las investigaciones que abordan la problemática lo hacen desde una mirada colectiva alegando la necesidad de realizar trabajos mucho más conectados con una postura interdisciplinaria, para una mejor comprensión de los temas ambientales.

Basados en esta nueva concepción, a partir de 1980 comienza a desarrollarse una línea de investigación histórica contemporánea, denominada Ecohistoria o Historia Ambiental. Esta nueva línea de estudio plantea la necesidad de llevar un análisis más abarcativo del fenómeno ambiental, relacionando las sociedades modernas, directamente con la naturaleza y la modificación de su ecosistema, durante un proceso histórico determinado. 

[…] entender la naturaleza nos da más claves que la sola historia humana. […] el medio natural condiciona, influye, moldea, pero es, a su vez, construido o arrasado por las diferentes sociedades humanas que en él se asientan” (Brailovsky, 2009, 12).

La necesidad de pensar estos temas desde la mirada de la Historia, es fundamental para las generaciones venideras, que deberán estar mucho más comprometidas con el cuidado medioambiental. Es una realidad que los niveles de calentamiento global siguen elevándose de forma alarmante a medida que avanzan los años. Por eso, creemos que la historia permite establecer un punto de partida para el entendimiento de estos fenómenos y cómo se han transformado a lo largo del tiempo.

En medio de esta interacción entre lo individual y lo colectivo en el proceso de mediación del pasado, los aspectos ligados a la educación histórica asumen un papel relevante (Revilla, 2018 ,114).

 Para revertir esta situación debemos crear nuevas conceptualizaciones relacionadas con la memoria colectiva y la consciencia histórica-ambiental. Ser conscientes del daño que están causando nuestras formas de consumo, como así también las acciones de las grandes industrias petroquímicas, metalúrgicas, madereras, minería, entre otras; establecidas muchas de ellas en nuestras ciudades –debe ser tema de amplio debate con su respectiva difusión. Pero para que las mismas no generen impactos ambientales negativos, debemos conocer nuestro suelo, el espacio que habitamos y que muchas veces negamos darle importancia.

[…] el daño sobre la capa de ozono, la deforestación y el cambio climático – íntimamente relacionados-, la contaminación ambiental de origen químico o radioactivo y, junto a ellos, la extensión del hambre y la desnutrición por grandes áreas del planeta y el agotamiento de recursos naturales de valor estratégico para la supervivencia humana constituyen sólo algunas expresiones, incontrolables ahora y posiblemente irreversibles en un futuro, del alto grado de deterioro ambiental (Pérez, 1999, 1).

Complementando esta memoria colectiva, en consonancia con la Ecohistoria, se puede remontar a la Ecofilosofía también llamada Ecosofía. La misma, está teniendo grandes repercusiones, por la problemática del cambio climático y la destrucción de la naturaleza. Siendo una rama de la filosofía, conformándose como un saber cuasi-nuevo, supo nutrirse de grandes tradiciones milenarias filosóficas con modificaciones que han sido insertadas en la actualidad.  

Se podría tomar como ejemplo, a la Ecofilosofía, de un armonioso encuentro entre Occidente y Oriente.  Esto se debe, a que las tradiciones integrantes, provienen desde el medio o lejano oriente; algunos de estos casos son: plotinismo, taoismo, budismo, entre otros. Los cuales poseen una característica esencial, siendo este, el principio unificador. Dentro del mismo, todos están conectados, participando según sus propias condiciones del Ser. Destituyendo el antropocentrismo como supuesto reinante en nuestras sociedades, de la cual contribuye gran parte de nuestro accionar hacia la naturaleza; viéndola como un mero medio para nuestras necesidades. Podemos ver esto expresado, claramente en el Tao Te King (apartado XVI), dentro de las siguientes líneas:

[…] De la aparición bulliciosa de las cosas, mira su retorno. Todos los seres crecen, pero luego vuelven a su raíz. Volver a su raíz es hallar el reposo. […]  Quién es como el Tao es perdurable. Aunque su vida se extinga, no perece (Tse, 2002, 30).

Por ello es necesario, elaborar bajo estas bases teóricas, un nuevo modelo pedagógico. Centrado en el cuidado del medioambiente, en una perpetua convivencia con él, más no acosta de él.  Como primera medida, se deben superar las metodologías fragmentarias que preponderan en la mayoría de nuestras aulas, esto se encuentra manifestado en los modelos de estudio, donde cada disciplina es totalmente autónoma a otra, como islas separadas en un inmenso océano de vacío epistémico.

Una de las metodologías integradoras, que ya se encuentra funcionando, es la ecología. Siendo un tema transversal a cada una de las disciplinas y a la persona en sí, pudiendo ser un ejemplo de integración o principio unificador que se puede establecer. Dicho método, puede definirse del siguiente modo: 

[…] el método de la ecología […] estudia los ecosistemas o sistemas ecológicos, donde lo fundamental son las relaciones entre sus elementos componentes (Brailovsky, 2009, 14).

Reflexiones finales

Teniendo en cuenta los conceptos anteriormente mencionados estamos convencidos de que la Ecofilosofía y la Ecohistoria, como líneas de investigación contemporáneas, deberían permitir que los investigadores que se adentren en las problemáticas ambientales tengan una mirada más humanista sobre los distintos fenómenos que afectan a nuestro ecosistema.

Es importante que reflexionemos sobre la necesidad de reconstruir históricamente estos problemas, como así también, comprender la relación entre las sociedades y la naturaleza, que ha existido a lo largo del tiempo en todas sus formas. Lográndolo en conjunto con una toma de consciencia ambiental, es decir, la consciencia del yo con el todo.

Proteger nuestros recursos naturales, para las generaciones futuras, implica un cambio de paradigma, una nueva concepción sobre nuestro entorno de forma más abierta y sostenible con el mismo. Como mencionamos al principio, cuántas veces hemos creído que lo que hacemos diariamente no perjudica nuestro entorno, cuando en realidad estamos haciendo mucho más daño del que nos imaginamos.  Raramente las personas nos detenemos a pensar en el impacto de nuestras acciones, por el hecho de vivir en una sociedad “líquida”, como la definiría Bauman en su momento, por haber construido un mundo más precario, provisional y agotador. 

Por lo cual se convierte, como una emergente necesidad, la conformación de un sistema pedagógico. Potenciando estas reflexiones críticas de la realidad, repensando a su vez nuevas propuestas o trayectorias que incluyan a la naturaleza, como una parte fundamental de nuestra vida; constituyendo un carácter vital también de nosotros. Para poder lograr estos objetivos, es de sumo menester, dejar de lado el paradigma academicista de la educación.  Poseyendo sus raíces, en métodos y concepciones positivistas, donde persiste la ilusión que el verdadero conocimiento se encuentra desarraigado de nosotros. Cuando en realidad, el verdadero conocimiento también debe contemplar necesariamente, una praxis comprometida con nuestro entorno.

Es momento de pensar que somos un conjunto de muchas partes que conforman un ecosistema único e inmenso y que cada una de las partes es fundamental para poder lograr el desarrollo sostenible y equilibrado que tanto ansiamos para construir un mundo mejor. Constituyendo de este modo, sendas para una vida integral en convivencia, no existiendo aún, un camino totalmente definido. Pero si, ir marcando un camino para seguir, con la esperanza de volver a una conexión con el todo. Alcanzando de este modo, establecer la imagen del uróboros, en un principio unificador con la naturaleza.

 

Referencias:

Brailovsky, A. Foguelman D. (2009): “Memoria verde: Historia ecológica de la Argentina”. Debolsillo. Buenos Aires, Argentina.

Ciner P. (2002): “La Doctrina de la Providencia en Plotino: Su vigencia en la Ecofilosofía”, En A Journal of the World Union of Catholic Philosophical Societies, Vol. 1, Estados Unidos,  pp. 135-144.

Revilla, M., Sánchez, D., Agustí S., (2018): “Conciencia histórica y memoria colectiva: marcos de análisis para la educación histórica”. En  Revista de Estudios Sociales, N° 65, pp. 113-125. Recuperado de: https://doi.org/10.7440/res65.2018.10

Martínez T. (1987): “Ecofilosofías: la formación de las actuales ideas y actitudes ecológicas”, En Documents d’Analisi Geografica 10, pp. 25-55 

Pérez Serrano, J., Gómez, C. (1999). Historia y Eco historia ante la crisis ambiental. Centro de Estudos de História do Atlântico. Brasil.

Tse L. (2002): “Tao te King”, Indigo. España.

¿Cómo referenciar? 
Doña, Mauro. & Pereyra, Santiago. “La Ecohistoria y Ecofilosofía: pilares para un sistema pedagógico alternativo” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Brayan D. Solarte. 23 enero 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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