La coca, cultura de vida y destrucción

Existe milenariamente en los Andes y en la Amazonía una hoja que acompañó y aún acompaña a gran parte de la población sudamericana: la coca. Esta planta es considerada sagrada desde tiempos prehispánicos por ser dadora de vida y de fuerza, compañera de hambre, dolores y amarguras, apoyo para una vida de resistencia y lucha. Sin embargo, la progresiva occidentalización cultural de nuestra sociedad a lo largo de la historia fue desvirtuando el valor ancestral de la coca para transformarla en un tóxico mortal que hoy afecta trasversalmente todas las estructuras sociales.

El uso de la coca representa claramente el contraste en cuanto a la cosmovisión que se tiene de la naturaleza por parte de dos culturas diferentes: mientras para las comunidades con fuerte herencia indígena la coca es la dadora de vida, para el resto de la sociedad atravesada por la cultura de Occidente, es una herramienta de destrucción y avaricia. La naturaleza, por medio de la coca, deja que el hombre se juzgue a sí mismo. 

Esto quiere decir que la planta de coca, desde el uso dado tradicionalmente por los indígenas, no solo podría convertirse en un recurso nutritivo excepcional, sino que también podría considerarse como una solución para mitigar el hambre en las áreas más empobrecidas de América Latina. Sin embargo, desde mediados del siglo XX se puso énfasis desmedido y global en los efectos negativos del alcaloide (cocaína), en lugar de enfocarse en los beneficios de la planta, al estar sujeta al extenso mundo del narcotráfico, distorsionando el verdadero valor del vegetal. La perspectiva totalmente occidental de las investigaciones “de laboratorio” sobre el efecto del alcaloide, dejan de lado la cosmovisión indígena y desperdician una vasta experiencia ancestral que podría proporcionar valiosos conocimientos para entender mejor el problema.

A lo largo del tiempo, gobiernos, instituciones, asociaciones y personas en todo el mundo han tenido opiniones extremadamente variadas sobre la planta; desde considerarla como algo maligno hasta adorándola como algo sagrado. Sin embargo, la fuerte ideologización que ha rodeado a la planta en las últimas décadas, especialmente debido a la llamada “lucha contra las drogas”, revela la profunda ignorancia que aún persiste en gran parte de la sociedad occidental sobre este vegetal. Este problema va más allá de la historia y se relaciona claramente con la forma en que la cultura occidental ha interpretado y estigmatizado a las comunidades originarias andinas y amazónicas de Sudamérica.

Los imaginarios despreciativos que históricamente se fueron formulando en torno al “bárbaro indígena”, introdujo una idea en los años 70s en torno a que los campesinos dedicados al cultivo y consumo natural de la coca eran los verdaderos delincuentes al servicio de los grandes narcotraficantes y de las guerrillas que cooptaban estas producciones. Sobre estos prejuicios y ante la ineficacia que han demostrado las dirigencias políticas que parecen gobernar solo para las sociedades hegemónicas, los pueblos indígenas y rurales han sido blanco fácil de acusaciones por parte de gobiernos e instituciones que ven a los blancos sucumbir ante una problemática que ellos mismos han propagado.   

Para comprender cómo la coca ha sido sometida a dos paradigmas de vida totalmente contradictorios, es importante remitirnos a los ideales bajo los cuales se ejecutaron las misiones evangelizadoras durante el periodo colonial, sobre todo aquellas que tuvieron lugar en el Amazonas. Desde las mismas se concebía que la humanidad existe en una tierra creada por el poder divino de Dios y que son los humanos los encargados de traer el orden a la naturaleza tratando de controlarla. Esta matriz implicó un fuerte choque cultural y simbólico para quienes habitaban la naturaleza concibiéndose como parte integral de la misma y no como los dueños de tal.

Fueron siglos de dominación y colonización de estas áreas, avasalladas mediante el terror que instauraban los blancos en esos territorios, dando como resultado sistemas de explotación tanto de la naturaleza como de sus habitantes, de los cuales se generaron imágenes que pregonaban la inferioridad y salvajismo indígena. Estas imágenes funcionaron permanentemente con el fin de hacer más eficaz la producción de coca en el Amazonas a fines de la década de los 70´s. El asombro causado por el valor económico de las hojas de coca llevó a muchos indígenas a cambiar su forma de ganarse la vida: en lugar de vender sus cosechas, comenzaron a trabajar como recolectores en cultivos especializados o a realizar las tareas más duras en el procesamiento de cocaína.

El procesamiento de cocaína, por lo tanto, dio origen a un nuevo tipo de colono. Esta transformación alteró los patrones y la composición de la migración, las prácticas agrícolas, el comercio, la acumulación de capital, los niveles de precios, el sistema de clases sociales, así como la ética y la cultura de los habitantes locales. Como resultado, la presencia de colonos se expandió y el conflicto se volvió incontrolable. La explotación intensiva de una misma región condujo a la degradación del suelo en la selva amazónica, y el impacto de los grandes cultivos de coca se fue agravando por el uso de sustancias químicas en el suelo.

La “ética de subsistencia” generada por las condiciones del comercio cocainómano conlleva a una situación de extrema vulnerabilidad para los indígenas y campesinos que viven marginados en la pobreza. La ignorancia deliberada de la historia, la discriminación social y la difusión de una narrativa dominante y excluyente son las principales bases ideológicas que las hegemonías regionales y globales han utilizado para atacar la planta de coca, sus cultivadores tradicionales, la región donde se cultiva y, en última instancia, la cocaína misma, creada por aquellos que ahora la critican. Por ello, es urgente que la sociedad actual adopte una nueva perspectiva hacia el vegetal más atacado de la historia y el alcaloide más discutido del siglo XX y XXI.

La narrativa colonizadora, hegemónica y occidental con la que se formuló la historia andino-amazónica es hoy en día una de las bases fundamentales sobre la que se sostiene la industria del narcotráfico y de la producción de cocaína. En este contexto, es crucial pensar el problema de la coca y la cocaína por fuera de la perspectiva oficialista que la demoniza para desarrollar un nuevo relato que descolonice la historia milenaria de la planta y de quienes le otorgan un valor simbólico y ancestral. Entender la coca con todas sus virtudes y cualidades implica la desarticulación completa de un sistema que somete y culpabiliza a las poblaciones no occidentales, mientras que también victimiza y esclaviza al blanco occidental que se encuentra dentro de los patrones de consumo.

¿Cómo referenciar?
Almarcha, Ayelén. “La coca, cultura de vida y destrucción” Revista Horizonte Independiente (Columna Cultural, ¿Y qué tal si?). Ed. Brayan D. Solarte, 20 sept. 2024. Web. FECHA DE ACCESO.
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