Conozco una historia antigua, de esas que se solían contar, en donde los que vivían no morían, porque no estaban vivos en realidad. Quien me narró el cuento, no me era nada ajeno, se parecía a mí en el espejo, desde los pies hasta fruncir el ceño. Sin embargo, hablaba de atrás para adelante pues al revés su mundo era, en mi mundo iba una “a” delante, en el de él se empezaba por “Omega”. Pudimos después de cierto rato comunicarnos tranquilamente, había más de una historia que contarse, más que una risa que explayar, recordando siempre importante, la hora de irse a descansar. Fue así que me enteré de que había una filosofía, que no se contaba entre los adultos, pues a éstos poco apetecía. Era una forma de pensar muy singular que preguntaba toda vez, sí cuando alguien sabía algo lo sabía por saber.
Preguntome el compañero, que del espejo no salía, que si yo era lo que era o el que el espejo le decía. Entonces comprendí claramente que él me veía igual que yo a él, algo diferente al recuerdo pero como la firma en el papel. Su arriba era mi abajo y mi derecha su izquierda, tenía todo sentido si lo consideraba sin reserva. De esa manera tan simple comenzó su narración, con una pregunta al aire que me llenaba el corazón.
“En una tierra salvaje, en donde habitaban habitantes, existían unos tipos ¡qué tipos tan elegantes! Estos tipos no se confundían, andaba cada cual en su cuento, habían nacido del Sol y bajaban cada cierto tiempo. El cielo era su morada y desde allí a la tierra contemplaban, escudriñando las formas que abajo se presentaban. Pero cierta vez cayeron en la cuenta de que había muchas cosas sin nombre y sin nadie que les diera cuerda, ¡hagamos algo! dijéronse entonces. Por eso mismo cayeron, porque desde arriba hacia abajo es caer, si nadie está arriba, ¿quién se caería sin caer? Llegados a la tierra, revisando piedras y plantas, recorriendo ríos y arenas, comprendieron que lo que hacía falta, no eran objetos, seres o bestias, tampoco eran los días y noches, menos aún la suficiencia, lo que si se extrañaba, era una buena inteligencia. De suyo nombraron todo lo visible y lo invisible, cantando unas veces dibujando otras en el aire, pero que nadie se olvide, que eran tipos tropezados y en la tierra les daba hambre. Fue así que conocieron a la Inteligencia que ya existía, y se preguntaron si entonces el problema, su problema no veían.”
Llegados a este punto a mi colega pregunté, pues confundido me sentía si los tipos actuaban bien. Me dijo entonces que el problema no era el problema, que lo que ellos no entendían era que el cielo no era la tierra, y por eso a la inteligencia que extrañaban, aunque su idea podían ver, al mismo tiempo les costaba, les costaba reconocer. Siguió él entonces su relato, retomando la idea que, había olvidado entre tanto, componer dentro del pie.
“Los tipos elegantes eran ciegos pues en la tierra no podían ver, lo que habían nombrado eran sombras que recordaban desde el cielo antes de llover. La inteligencia que no es ajena a los dilemas terrestres, les indicó que pasaran la noche en una caverna, para que cuando al otro día despertasen, observasen al mundo sin inventarlo o ponerle venda. ¡Los ojos nos has curado! le dijo cual tipo al amanecer, y la inteligencia riendo les dijo, que ella no era quién decía ser. ‒Mnemosine me llamo, y vine solo a revisar, que los tontos que se caen, se vuelvan a levantar. Salieron de la caverna extenuados, pues las sombras también agobian, aunque sea solo de noche, entre el sueño y la memoria. Ya viendo al sol en lo alto comprendieron de repente, que si ves el mundo desde lo lejos, ver se hace inteligente. Pero no basta solo con ver, los otros sentidos habría que inventar, para que lo que se experimente se pueda luego relatar. Y así dieron lugar a la palabra, para que alguien pudiera encargarse, de las ideas que los tipos, dejarían más adelante. Llamaron mythos y logos a una pareja sin igual, sin igual entre los mismos y entre los mismos daba igual.”
Ya con todo aclarado, de los orígenes hasta el final, le pregunté a mi nuevo amigo, en qué iba el cuento a parar, pues no había dicho lo primero, lo primero es lo principal, y si lo último es principio, el final terminaría mal. Me dijo que no me adelantara, que tuviera algo más de ciencia, que la razón al final tendría si quería, que le tuviera más paciencia. También dijo que hay alegría cuando se puede pensar, nada tiene sentido si se apresura todo a acabar.
“Gustaban de dar forma a todo lo que conocemos, jugaban con las palabras, jugaban con el juego. Fue así que por el mundo fueron dejando preguntas, para que los curiosos atisbasen lo que a los necios les ofusca. En efecto estos tipos, dieron con una solución muy elegante, dejarle a la infancia, la curiosidad por delante. Es decir que con las manos, que a los seres concedieron, acompañáronles con ojos, nariz, boca y orejas, porque experimentar es lo primero. Dijeron también que en la palabra el gozo pondrían, componiendo canciones e himnos, relatando cuentos de fantasía. Pero no sin razón estuvieron mucho rato meditando, pues algo les estaba en la mente provocando. Entonces se miraron desconcertados por la sombra, qué pasaría si estos seres, que con tantos regalos se adornan, un día olvidan su origen, el origen de la sombra. “La luz será el camino” dijo algún tipo sin pompa, pero otro contestando indispuesto recordó, “de la luz no nace la penumbra, lo que se necesita es otra cosa, otro mundo, otra forma”.
Intrigado por tal filosofía, que al paso me salió, se me olvido que frente al espejo, un otro la explicó. Inquieto entonces pensé, que me era necesario, repetir el cuento completo antes de pasar al corolario. Saliendo del breve estupor y regresando al presente, fue así que mi amigo continuó muy de repente.
“Aconteció entonces que Mnemosine pacífica se presentó, riendo nuevamente a los tipos compadeció. -Ustedes se preocupan mucho por la luz y por la sombra, aun cuando vinieron a poner nombres, creando el mythos y logos, como si fueran poca cosa. Lo que ustedes buscan se llama sabiduría, que es el arte de escuchar, preguntar y conversar. Se llamará Madre al que sabe pronunciar, al que convierte el primer llanto, en el arte de nombrar. Si este secreto no lo entienden al cielo entonces deberán regresar, porque en la tierra se vive y no se puede holgazanear-. Mas preocupados los tipos subieron a una nube a acampar, no querían ir tan lejos que no pudieran observar. El mundo más abajo siguió como de costumbre, solo que ahora había niñas y niños, andando, corriendo y jugando, dando vueltas y creando lumbre. Los infantes pronto crecieron y quisieron saber cada vez más, viendo a los tipos en las nubes los invitaron a bajar. -No somos aves ni insectos, alas no tenemos, no podemos volar, pero ustedes parece que si pueden, a las nubes ¿cómo podemos llegar? Fue claro y distinto para estos tipos distinguidos, que lo que era esquivo no era imposible, ni en el tiempo ni en el sentido. También comprendieron pronto, que bajo el sol nada se oculta, y sin embargo en la tierra hay quien en la oscuridad alumbra. Fue la pregunta que en principio resolvió lo que antes había dicho Mnemosine, que cuando se escucha y se pregunta, se puede conversar y que la madre que alumbra, nombra la idea, dar a luz es el pensar. Entonces es la Gran Madre la que dio la luz desde la obscuridad, llamándola también memoria, la memoria a dar a luz, a todo lo que se da. Fue así que los tipos comprendieron que la sabiduría era una manera de regresar, al principio y al origen, al principio original.”
Allí terminó el relato, de quien en el espejo se observó, viajando en el espacio tiempo, en el tiempo del juego y la razón. Del que no recuerdo más que sus insensateces, era la risa de Mnemosine que burlaba mis idioteces. Sin embargo mucho aprendí, del mundo al revés en el espejo, que al revés de este mundo se ve, como un otro sin reflejo. Esta fue una anécdota entre la luz y la obscuridad, porque no hay filosofía más profunda, que la del niño preguntar. Si la curiosidad el relato ha despertado, es porque la infancia a su casa ha retornado, a su lugar de origen sencillo, a su palabra cuento contado. De eso se trata la mayéutica, del arte de preguntar, cuando las puertas se cierran del intelecto y la sensibilidad. Y qué hay que decir de la genealogía, que cuando mira al pasado no mira hacia atrás, mira sin ser entendida, porque no se entiende al ver sino al escuchar. Ambas ven en el principio, lo que lleva hasta el final, cuando se origina lo primero y finaliza el original.
¿Cómo referenciar?
Medici, Alecto. “Filosofía para Niños: de la Mayéutica a la Genealogía” Revista Horizonte Independiente (columna literaria). Ed. Hessam Mahamud, 27 abril, 2022. Web. FECHA DE ACCESO.
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