Autor externo
Magíster y Licenciado en Filosofía
Investigador de la Universidad Tecnológica de Pereira
Vol. V Colección C:1 – C13
El mensaje de vivir con pocas cosas, con lo necesario al bienestar humano, una identificación del ser humano con la naturaleza y el respeto por ella, la preocupación por lo que produce un gozo real del mundo y del ser mismo, así como la sugerencia a vivir sin excesos, son asuntos que reproducen un continuum argumentativo de lo moral en toda la historia del pensamiento. Lo cierto es que estas cuestiones tuvieron tanta hondura entre los pensadores griegos como en las reflexiones que los eruditos cristianos divulgaron para la defensa y difusión de su fe; defensa y difusión de cuestiones morales que no excluyen semejanzas con otras formas de pensar arraigadas en la era helenística. No se ignora que, para efectos de extensión de la fe cristiana, escuelas emergentes a un proyecto de crecimiento territorial y político, como el helenismo alejandrino, hicieron las veces de movimiento contracultural con el que el naciente cristianismo hizo frente, empero la concurrencia de ambas facciones en un mismo periodo y lugar pudo generar cierto tipo de influencias o de adaptaciones.
En lo que respecta al estoicismo, es mucho lo que de semejanzas con el movimiento cristiano se ha estudiado, sobre todo bajo el propósito de indagar posibles recepciones de las escuelas helenísticas en el movimiento cristianismo y su permanencia en el contexto de difusión de la vida y mensaje de Jesucristo. Basta recurrir a las pesquisas sobre aquella naturaleza unitaria e inmanente de Dios como de la generación, corrupción, y cuidado divino del mundo, además del alma, moralidad, felicidad e intelectualidad humana, para percatarse de posibles puntos de encuentro entre ambas tradiciones. Particularmente, estudiosos como el francés Michel Spanneut (1957) y el islandés R. Thorsteinsson (2011), quienes desde Zenón de Citio hasta de sus simpatizantes romanos como fueron Lucio A. Séneca, Marco Aurelio, Musonio Rufo y el frigio Epicteto, dan razón de relaciones conceptuales con los Padres de la Iglesia. Por el contrario, desde la óptica epicúrea como escuela helenística y de gran extensión por la cuenca del Mediterráneo, no es prolijo lo que de común se trata de ambas vertientes.
Ahora bien, aunque pocos registros existen sobre estudios comparados entre el epicureísmo y cristianismo; epicureísmo que gozó de popularidad entre las masas, o poca atención se presta a posibles confluencias entre ambos modos de pensar, no hay mayor profundidad en lo que se predica como tópicos de diálogo o marcos referenciales de convergencia inter-epocales. Este es un problema de indagación, a causa de un tradicional asentimiento para con una idea de adherencia sustancial de los contenidos de fe cristianos con una tradición estoica que, incluso, supone el efecto de un judaísmo permeado por las maneras helenistas de concebir la realidad circundante. Pero, no es solo la recepción estoica la que goza de interés para quienes dedican sus esfuerzos en indagar unas relaciones conceptuales con el emergente cristianismo, parecido modo el neoplatonismo como el aristotelismo que alcanzan grandes desarrollos por múltiples estudiosos del tránsito entre la antigüedad griega, tardoantigüedad y medievalidad. Es el caso de Peter Brown (1991) y Abraham Malherbe (2013).
Dadas, entonces, tales dinámicas de exploración respecto de convergencias y divergencias en ambas cosmovisiones, ora por patrones sociales, ora por concepciones religiosas, no es caso aparte el hecho de inquirir convergencias y divergencias entre el epicureísmo y un intento por la filosofización de la fe cristiana. Así pues, las sugerentes reflexiones de filósofos como Michel Onfray (2007), por tratarse de un importante difusor de la ética hedonista, del serbio Aleksandar Fatić y el canadiense Dimitrios Dentsoras (2014), advierten la presencia de un epicureísmo parcialmente recusado por simpatizantes de Cristo; no obstante, su relato deja de lado el aparato crítico que confronta los textos base del epicureísmo y sus referencias en los manuscritos de autores cristianos. De hecho, lo que pueda representar una aceptación o crítica de una resignificación del placer, la vida mesurada, el cálculo de deseos y pasiones con fines de bienestar particular y social para los apologistas cristianos, son algunos tópicos enunciados por los autores mencionados, pero no escrutados in extenso.
Aunque la historiografía bíblica guarece la idea de interacción y/o discusión entre epicúreos y cristianos tal cual relato del libro Actus Apostolorum (17, 16-33), estimado por la tradición de la autoría del evangelista Lucas, no es suficiente criterio para colegir en líneas puntuales esos rasgos particulares que aducen un encuentro entre aquellas cosmovisiones. Lo cierto es que el interés de los Padres de la Iglesia hacia el epicureísmo, de acuerdo con las versiones de los autores enunciados, se torna reo de censura de cara a la doctrina amparada por estos, pero el contraste que supone aquella vertiente con demás escuelas del tiempo que estuvieron dadas a priorizar la virtud y el cuidado por la recta intelección de lo divino, no es más que la precipitada acusación de excesos y acciones licenciosas que desplazaron al epicureísmo de la aceptación por parte del cristianismo. Para efectos de interpretación, una vida moderada y una búsqueda de placeres elevados como sostiene el epicureísmo, es causal de exención para esa escuela que asiste a la misma era de helenización tardo-antigua del cristianismo.
Prima facie, por las pocas exploraciones realizadas en torno a posibles paralelismos entre las tradiciones descritas parece que, además de ser corrientes que pertenecen a culturas o esferas opuestas, se intuye más disparidades que aspectos comunes por las que quizás la atención en diálogos inter-epocales o interculturales es problema difícil de abordar para nuestro caso. Por antecedente, los estudios de autores tales quienes inicialmente dieron pie al tratamiento de la relación epicureísmo-cristianismo: Richard Jungkuntz (1966), el germano Wolfgang Schmid (1984) y el estadounidense Norman De Witt (2000), el cotejo de estos dos sistemas de vida se afincó en la concurrencia espacio-temporal y no advierten de la confluencia conceptual de ambos modos de pensamiento. En consecuencia, la necesidad de un tratamiento como el que se propone en el presente texto, más que presentar los detalles de aquellas vertientes a veces manipulados por una historia que nota recelos para con ciertas cosmovisiones conviene, sobre todo, volver a las fuentes para escrutar esa confluencia olvidada por los estudiosos.
¿Qué defensa realiza el cristianismo, desde sus autores concretos, sobre la felicidad o el buen vivir en comparación con la filosofía de Epicuro o el epicureísmo en general? ¿Qué puede ser o significar un hedonismo cristiano? ¿Se trata, acaso, tal hedonismo de la resignificación de lo placentero en perspectiva cristiana? ¿O sigue siendo el epicureísmo un chivo expiatorio para todos los pensadores cristianos, motivado ello por una lectura poco atenta de lo que representa el placer y sus demás postulados, tal cual arguye la más común de las opiniones? Todas estas cuestiones, y otras afines a este interés particular, merecen atención de cara a la profundidad que implica el debate filosófico, teológico, incluso histórico del que las religiones adoptan de la cultura de su contexto ciertos aspectos útiles a su extensión y desarrollo doctrinal, a modo de rescatar suficientes elementos de semejanza que concluya en la posible comparación. Con lo dicho, una relectura de la tradición cristiana en sus inicios en contacto con el helenismo nos habla de la novedad histórica y doctrinal que aquella sostuvo con otra forma de pensar.
¿Cómo referenciar?
Valencia Marín, Estiven. “Epicureísmo cristiano: los vestigios de una cuestión inexplorada” Revista Horizonte Independiente (Columna Filosófica). Ed. Brayan D. Solarte, 27 mar. 2024. Web. FECHA DEACCESO.
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