Nicolás Orozco M. 

Columnista RHI.

Vol. II Colección C:2 – C9 

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Entre Proctor y Coetzee: diálogos agnotológicos

A diferencia de mis anteriores columnas donde me enfoco en textos complejos y largos sobre diversos temas, me propongo entablar una relación particular entre dos autores basándome en uno de esos textos complejos y en dos párrafos de otro escrito de otro autor. Me resulta sumamente curioso encontrar relaciones tan evidentes, unas explicativas y las otras demostrativas sobre un mismo factor, una misma teoría. Es en ese núcleo de pensamiento que quisiera empatizar un breve diálogo hipotético entre el historiador, Robert Proctor, y el novelista, J. M. Coetzee sobre las formas de la ignorancia. Abordé, de manera resumida, los pilares que nos desglosan algunas de las formas de la ignorancia en mi columna pasada (“Agnotología y filosofía: la importancia del estudio de la ignorancia) apelando al carácter explicativo que hace Proctor sobre la ignorancia como estado nativo, ignorancia como elección selectiva y la ignorancia como construcción activa. Esa primera parte es el inicio del escalafón sobre explicación de cómo funciona la ignorancia y cómo podríamos presenciarla; aun así, ese pequeño escalafón es la piedra angular sobre la que gira un inmenso texto donde se desarrollan las premisas y se ejemplifican dichas explicaciones.

Los ejemplos que nos presenta Proctor van de la mano con diferentes tipos de industrias como la tabacalera o la industria de la ciencia, otras van de la mano con industrias institucionales de la sociedad como la política o los medios de comunicación. En fin, he encontrado en dos párrafos de Coetzee otra forma de ejemplificación histórica que nos puede dar acceso a la explicación de la conjunción entre la ignorancia por elección selectiva y la ignorancia por construcción activa; es ahí donde ronda el propósito de esta columna.

Coetzee en  “La vida de los animales” (1999) nos trae un capítulo maravilloso por la estructura literaria y su contenido filosófico. El capítulo “Los filósofos y los animales” nos presenta una conferencia de Elizabeth Costello en un viaje a Waltham donde aborda los diversos temas sobre los animales. En su discurso se nos presenta una breve explicación sobre el Holocausto Nazi y las formas en las que el mundo pensaba (o piensa) sobre los alemanes. Ahí está nuestra piedra angular para esta columna.  

El discurso sobre el holocausto muestra los alcances de los humanos al mencionar al tercer Reich y sus alcances sobre la vida humana. Las repercusiones de los campos de concentración eran motivo de horror por las múltiples muertes y torturas. Existen  numerosos estudios que dan cuenta del proceso de implantación y de la operación de los campos de concentración puestos en marcha por el tercer Reich; y aún hoy estamos tratando de entender cómo pudieron implantar un reino del terror y máquinas de muerte sin una oposición feroz. Coetzee nos muestra a través de Costello una posición diferente: la posición que toma Costello apunta a la forma en la que las personas concebían a la gente de vivienda aledaña a Treblinka. En esta postura se presenta a estos habitantes como desconocedores de lo que ocurría en los campos de concentración; no eran desconocedores por no indagar, sino que “[…] dijeron que nunca llegaron a tener conocimiento de lo que sucedía dentro del campo; dijeron que si bien en términos generales tal vez hubieran podido adivinar lo que estaba ocurriendo, nunca tuvieron la menor certeza; dijeron que, si bien en cierto se todo podrían haberlo sabido, en otro sentido nunca lo supieron, nunca pudieron permitirse el lujo de saberlo, por su propio bien” (Coetzee, 10).

El marco de la posición de los que opinaban sobre los habitantes aledaños a Treblinka se basaba en que eran seres inhumanos por el hecho de estar cerca a los horribles sucesos del tercer Reich, también está la posición donde se consideraban personas inhumanas dado su apoyo a los ejercicios realizados por el tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial. De ahí podría seguirse un análisis moral sobre estas bifurcaciones en las posiciones (la posición de los habitantes aledaños a Treblinka, la posición respecto a los que opinaban sobre esos habitantes; o incluso, la posición que podrían tener los funcionarios de los campos de concentración), aún así creo que esa labor es meritoria de un escrito propio.

Lo que llama la atención es la forma en la que Costello presenta una forma de ignorancia en estos habitantes aledaños. La proposición de “nunca pudieron permitirse el lujo de saberlo, por su propio bien” es indicadora de una ignorancia voluntariamente aceptada. Pero más aún, el tema al que quiero dirigirme es hasta qué punto es involuntaria esa ignorancia, hasta qué punto es una ignorancia voluntariamente aceptada por convicción –tal vez un principio de ignorancia por dogma–, y hasta qué punto es una ignorancia impuesta.

Recordemos, brevemente, dos tipos de ignorancia descritos por Proctor: la ignorancia por elección selectiva y la ignorancia como construcción activa. La primera nos describe a la ignorancia como suerte de omisión, como aquello de lo que pierdo de vista por estar enfocado en otra cosa; la segunda nos proporciona una explicación sobre lo que puedo saber y lo que no puedo saber por la intervención de otro (¿podría saber algo que X persona quiera que no sepa?). Ahora bien podríamos decir con facilidad que aquellos habitantes aledaños podrían estar en ignorancia por elección selectiva dado que pudiendo ver X cosa eligen ver Y cosa; de ahí que hayan hecho omisión de los sucesos transcurridos en los campos. Podríamos decir que tenían una ignorancia por convicción en las acciones del tercer Reich como forma de aceptar sin duda cualquier tipo de acción decretada por el führer. También podríamos decir que los habitantes aledaños tenían perfecta ignorancia sobre los sucesos de los campos dado que los integrantes del tercer Reich gestaban una gran nube que evitaba el conocimiento de sus actos. Aún así profundicemos un poco en estos análisis; propongo al lector que comencemos con el análisis de la ignorancia por elección selectiva en los habitantes aledaños y prosigamos con en análisis de la ignorancia por constitución activa.

¿Hasta qué punto podemos relacionar la elección selectiva con la ignorancia adoptada voluntariamente? Sabemos que la elección selectiva refiere directamente a una omisión; tal como Burke lo describe “Una forma de ver es también una forma de no ver, enfocarse en el objeto A implica ignorar el objeto B” (70). Esto implica que por tener el conocimiento de uno pierdo de vista el conocimiento del otro; o en otras palabras, la ignorancia del objeto B es el conocimiento del objeto A.

Ahora bien ¿qué relación tiene este tipo de ignorancia con la voluntad? Pareciera que Proctor cuando nos expone a la ignorancia por elección selectiva no especifica en los campos de la voluntad ya que siguiendo su descripción “Miramos aquí más que allí; tenemos la fóvea del depredador (frente a la vigilancia indiscriminada de la presa), y la decisión de centrarnos en esto es, por tanto, invariablemente una opción de ignorar aquello” (Proctor, 23), pero nada se nos dice a profundidad exceptuando algunos ejemplos.

Lo más correcto sería afirmar que este tipo de ignorancia nos permite ignorar de manera voluntaria al igual que involuntaria; por ejemplo yo voluntariamente podría elegir tener el conocimiento X pero elijo el conocimiento Y -o al revés-. Pero también podría decir que no sabía que existía un conocimiento X -pese a que lo tuviera cerca- pues estaba con el conocimiento Y en frente. En cualquier caso se nos presenta una libertad de poder adecuar este tipo de ignorancia a la circunstancia precisa y evaluar su manera voluntaria o involuntaria.

Pero entonces ¿será voluntaria o involuntaria la ignorancia en los habitantes aledaños? Ya con esta pregunta se nos complica un poco el análisis dado que debemos introducir un nuevo elemento para poderla responder: este elemento es la ignorancia por construcción activa pero ese lo resolveremos más adelante una vez hayamos resulto la explicación de la ignorancia por elección selectiva como medio de apropiación voluntaria por convicción.

Comencemos anunciando que hay mucha documentación en documentales como el realizado por Lanzann titulado “Shoa” (1985) y textos como algunos de Hannah Arendt donde podemos ver que en efecto los alemanes en general tenían un gran aprecio a los dictámenes del führer. Por decirlo, se encontraban en una posición donde el exterminio era justificado por las creencias en la superioridad aria alemana. Las posiciones de estos habitantes aledaños rondaban sobre la creencia de un mal en los judíos y que por ende podrían ser meritorios para estar en los campos. En algunas entrevistas del documental de Lanzann se nos formula que no merecían ser exterminados pero si eran culpables. Entonces, preguntar ¿culpables de qué o de donde nacía esta creencia tan terrorífica? Pareciera que la creencia venia ya en cierta parte de la tradición cultural y potenciada después de la propaganda nazi donde siempre la imagen del judío era o bien controversial o expuesta como fuerte de terror; de eso trataré en otra columna más puntualmente.

Tenemos entonces el marco donde vemos una ignorancia sobre lo que sucedía en los campos de concentración no porque no quisieran saber, muchos incluso sabían, sino porque encontraban algún manifiesto de estar de acuerdo con estas acciones. En ese sentido era mejor que no preguntaran y no se informaran sobre eso; más extremo aun, pareciera que mientas los integrantes del tercer Reich continuaran haciendo su labor entonces ellos no debían intervenir.

Encontramos ahora una ignorancia voluntariamente aceptada por la convicción o por deseo propio de no saber. Estos habitantes expresaban una ignorancia de este calibre ya que no era para ellos importante conocer esas acciones mientras se siguieran los principios e ideologías nazis. Vemos pues una fuente en exceso polémica en términos de moral donde nos permite conocer que hay una ignorancia voluntaria sin coacción, sino una ignorancia elegida por las mismas personas. Este tema será centro de atención en mis próximas columnas como lo anuncie hace dos párrafos.

Ahora bien, propongo hacer un ejercicio académico que incluso puede limitar con la postulación utopía de una posición de los habitantes aledaños. Si bien, la gran documentación de la Segunda Guerra Mundial nos permite conocer que la mayoría de  alemanes eran apegos a las doctrinas nazis, también se acude a la generalización. En ese caso debía existir por lo menos un alemán que no siguiera estas doctrinas y que estuviera en desacuerdo. Por ejemplo, tenemos el testimonio de Eugenia Samuel quien fue una residente aledaña al campo de Treblinka. En el documental de la BBC Auschwitz: los nazis y la solución final (2005) Eugenia expone que “No podré olvidar lo que fue hasta el día de mi muerte. Aquellos niños tan pequeños, aquella gente ¿habían hecho algo a alguien? ¿Qué habían hecho? Sé que era algo terrible”. En ese testimonio se podría evidenciar que lo sucedido en los campos no siempre era bien recibido por los habitantes aledaños. En cualquier caso propongo un análisis utópico. Acudamos a la fuente de la reiteración para traer la pregunta ¿será voluntaria o involuntaria la ignorancia en los habitantes aledaños? Ahora sí necesitaremos introducir un tercer ademan que nos permita seguir con el objetivo propuesto. En este ejercicio encontraremos que la ignorancia no se presenta solo como una elección selectiva, sino que puede ser tanto elección selectiva como construcción activa.

Recordemos el final de la cita de Costello[1] “nunca pudieron permitirse el lujo de saberlo, por su propio bien” (10). La cita nos inclina a pensar que existía la posibilidad de saber lo que sucedía en los campos pero por alguna intervención o coacción era mejor que no supieran -tomando en cuenta las circunstancias podríamos decir que si llegaban a saber podrían poner en riesgo su vida. Lo anterior nos indica que su ignorancia respecto al tema era voluntaria pero no voluntaria por preferencia o convicción propia sino voluntaria en tanto que existía una construcción activa.

El preguntarnos qué quiero que tal persona sepa o qué quiero qué tal persona ignore es la mejor descripción de la ignorancia por construcción activa. Proctor vuelve y nos presenta un ejemplo claro cuando habla de la industria tabacalera a mediados del siglo XX donde expone una visión muy diferente sobre la que tenemos del tabaco. Al parecer la industria había generado algunas formas de mercado donde incluso se pensaba que el fumar tabaco podría ayudar a tratar el cáncer. De ahí que se gestaran diferentes campañas para evitar que la población supiera los daños que traería el tabaco al cuerpo humano. En el caso de los habitantes aledaños, la ignorancia por construcción activa podría estar más condicionada a la intimidación donde los habitantes sabrían que algo excesivamente negativo pasaba pero que no era de su incumbencia dadas las campañas que podrían haber desplegado los del tercer Reich.

Esto nos dice que hay una construcción activa en tanto que hay un factor de agente tercero que evita que conozca lo que sucede en algún lado. En este caso vemos claramente que sería la intervención del tercer Reich en relación a los habitantes aledaños (en este ejercicio hipotético y utópico), y lo que sucedía en el campo de Treblinka. La construcción activa se cumple al poner de premisa de la participación del tercer Reich y la postura sobre quiénes podrían saber y quiénes no; evidentemente, en este ejercicio, los habitantes aledaños no estaban en la lista para el conocimiento de estos sucesos.

La aparición de la ignorancia voluntariamente aceptada por las implicaciones que tendría de lo contrario, si supieran, son el tema ejemplificativo que Proctor usa en la descripción de la ignorancia por construcción activa. Vemos que en nuestro ejercicio se conjugan dos tipos de ignorancia: elección selectiva cuando evaluamos que los habitantes aledaños eligen entrar en ignorancia respecto a los campos de concentración y mirar a otro lado; y construcción activa cuando este desvió de mirada apunta a que hay una tercera persona que coacciona a los habitantes aledaños a que miren a otro lado que no sean los campos de concentración.  Estos tipos de ignorancia advierten que hay ignorancia en dos tipos pero también en dos facetas: hay ignorancia por elección selectiva gestada por la ignorancia de construcción activa. Finalmente, el ejercicio utópico funge de medio ejemplificativo para poder dar la explicación sobre dos tipos de ignorancia en un mismo proceso como sería en el caso de los habitantes aledaños del ejercicio en cuestión.

Encontramos pues un diálogo no intencionado entre nuestro historiador y nuestro novelista. Este diálogo ha permitido establecer un breve horizonte a modo ejemplificativo sobre cómo los tipos de ignorancia pueden combinarse y en este caso preciso cómo es que la ignorancia por elección selectiva y la ignorancia por construcción activa pueden emplearse en un mismo sector o en un mismo factor. Es claro entonces que la ignorancia no solo es un mecanismo criticable por simplemente ser ausencia sino que en ocasiones es preferible o rechazable; vemos pues cómo pueden elegir voluntariamente una ignorancia por convicción o ver cómo los habitantes aledaños eligen la ignorancia antes los posibles resultados de ser el caso contrario y es ahí donde se enmarca una clara necesidad de hablar sobre la posición amoral de los del tercer Reich frente a generar una construcción activa de ese calibre.

La intención de esta columna, al igual que mi columna anterior, es a modo de introducción a plantear específicamente diversos temas. En primera instancia podemos decir que es necesario hablar de la ignorancia como forma de condición moral o la ignorancia con elección selectiva apelando a la construcción activa en tanto dogma. Lo importante a decir de esta columna era evidenciar (desde algunos sucesos históricos y otros ejercicios utópicos) que la ignorancia se nos puede presentar de manera voluntaria e involuntaria; en ese esquema podemos relacionar que no hay ignorancia en sí misma sino que ésta tiene unas condiciones necesarias para que se genere como es el caso de lo voluntario y lo involuntario. Más aun, podemos desprender que de lo voluntario o involuntario se puede dar razón para ver que una persona puede poseer un tipo de ignorancia –en este caso en un tipo de ignorancia descrito por Proctor– pero también puede poseer más de uno como en nuestro ejercicio utópico.  

Referencias:

Burke, K. (1935). Permanence and change. Nueva York: New Republic.

Proctor. R. (2008). Agnotology: The Making and Unmaking of Ignorance. Chicago: University of Chicago Press.

Coetzee, J.M. (1999). Las vidas de los animales. Td. Martínez-Lage, Miguel. Italia: Arnoldo Mondadori Editore.

Pie de página: 

[1] En términos literales no creo que Costello esté apuntando al mismo punto ya que la intervención está en que ellos mismos decidieron mirar para otro lado; eso es lo que denuncia Costello. Pero como ejercicio académico quisiera tomarme la libertad de hacer una reinterpretación de esa frase para poder ilustrar cómo puede darse la ignorancia por elección selectiva y la ignorancia por construcción activa en un mismo caso.

¿Cómo referenciar?
Orozco M., Nicolás. “Entre Proctor y Coetzee: diálogos agnotológicos” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Adriana Martínez. 02 may. 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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