Cuatro ventanillas atienden una fila de al menos cincuenta personas (todas a la espera de una respuesta que puede afectar su vida de una u otra manera).
-Buenos días- Escuchó a la distancia mientras una persona se acerca a la ventanilla con documentos en su mano.
Veo desde la distancia la interacción, su cuerpo pasó de irradiar alegría a estar tenso. No podía leer los labios para entender la conversación, pero era claro que la respuesta no era para nada la esperada. Es ahí donde mi imaginación comienza a volar:
Su nombre es Raúl. Ha esperado un largo tiempo llegar a este punto para poder obtener la aprobación y lograr encontrarse nuevamente con su familia después de un largo tiempo.
Después de mucho logró adquirir los recursos suficientes para poder presentarse hoy. Muchos le daban ánimos y le decían que todo saldría bien y acorde a sus planes. Lamentablemente este no fue el caso, se sintió devastado, su cuerpo se tensiono ante la frustración de una negación, algo que en su mente no era una opción. No puede refutar ante el agente que está en la ventanilla atendiendo pues sabe que esto lo condenaría a no poder intentarlo nuevamente.
–¿Cómo diablos pasó esto? ¿qué hice mal? ¿Acaso no respondí cómo debía? ¿sabrán que mentí en algunos datos? – Ese es el ruido en la mente de Raúl en estos momentos.
Debe alejarse de la ventanilla, el color rojo resalta dentro de todos sus documentos. Sus lágrimas quieren salir a flor de piel, pero trata de disimularlo con una falsa tos. A cada paso que da se aleja de esa contraparte imaginaria donde lograba encontrarse con su familia; ahora solo puede cruzar el portón por el que ingreso para seguir en su realidad.
–¿Para qué volver a intentarlo?- es su último pensamiento antes de cruzar el portón de la entrada.
Ya no puedo verlo, alguien más ya ocupó su lugar en esa ventanilla. Igual las otras ventanillas siguen ocupadas y cada una de ellas cuenta con distintos tipos de personas, hay familias a la espera de que un agente decida su futuro.
Tal vez imaginar los destinos de las personas a partir de esta situación parezca poco empático, y hasta haya quien piense que solo es un juego para distraerme, pero considero que es lo contrario: puedo imaginar los sentimientos, la frustración y verme afectado por este suceso, aunque solo se encuentre en mi mente. Me pregunto:
–¿Lo demás perciben las cosas de la misma manera que lo hago?- Estoy seguro de que la respuesta es no, pero al no poder vivir desde la perspectiva de “El otro” no puedo validar esa negación.
Sigue avanzando la fila, cada vez estoy más cerca de mi turno. Justo en este momento hay una mujer llorando, es de felicidad, está recogiendo sus documentos y agradece por poder pasar por la puerta que queda al lado de la ventanilla cuatro.
–Tanto la tristeza como la alegría nos influyen, pero ¿Cuál pesará más en nuestro presente o futuro?- Sigo en mi mente dialogando entre ecos.
–Espero no me afecte lo que suceda– digo en voz baja tratando de implorar en acto de fe que todo pueda salir bien o que al menos no me encadene en una larga sucesión de emociones negativas que terminan por sabotearme. Intento ver el cielo, está despejado, siempre que lo veo así suelo pensar que las cosas saldrán bien, es una especie de superstición o de ritual en el que busco aferrarme a ese futuro probable en mi cabeza. Después de todo, hasta el más inteligente es supersticioso de su propia inteligencia, siempre buscaremos aferrarnos a algo como una señal o guía que sin ninguna razón nos llevará a buen puerto en nuestras vidas.
Aterrizó mi mente al escuchar a lo lejos-Siguiente- esa persona soy yo, estoy a unos pasos de llegar a la ventanilla número tres. Así que, por favor, deséeme suerte.
¿Cómo referenciar?
Solarte D., Brayan. “En la fila” Revista Horizonte Independiente (columna literaria). Ed. Nicolás Orozco M., 23 abr. 2023. Web. FECHA DE ACCESO.
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