¿Cómo hacer justicia al carácter de alguien? ¿Cómo se muestra quién es y apreciar su valía? Estas preguntas no son exclusivas de biógrafos o historiadores; lo son también de retratistas y novelistas. El arte del retrato no demanda únicamente habilidades estéticas, creativas, sino que exige también una gran agudeza psicológica y valentía. Esto porque sin la primera no es posible dar profundidad al retrato y la segunda porque el artista debe ser fiel a su arte y presentar lo que ve, sin importar los rumores y críticas que suscite.
Hay célebres anécdotas sobre retratos que no resultaron como se esperaba. Por ejemplo, el pintor Graham Sutherland recibió el encargo de pintar un retrato de Winston Churchill para su octogésimo cumpleaños. El homenajeado odió el retrato desde que lo vio, pues consideraba que no lo representaba; a su juicio, el de la pintura era un viejo abatido por los años y la enfermedad, indigno de formar parte del legado que quería dejar. Para Sutherland, el Churchill que vio era alguien sobre quien la vida había dejado su huella, pero aun así magnífico. La obra eventualmente fue pasto de las llamas y cuando se supo, todo un escándalo. Hoy se considera una obra maestra perdida.
Verse majestuoso y ser admirado parece ser un anhelo de quienes son retratados, pero el artista debe ser fiel a lo que ve, y muchas veces lo sublime no está exento de detalles no tan magníficos. Esta idea es esencial en el ejercicio del novelista Henry James en su obra Retrato de una dama (1880 – 1881). Esteta irredento e inquieto escritor, inspirado por sus continuas visitas a las galerías de pintura y guiado por su amor al arte pictórico, James se animó a hacer un ejercicio análogo al de un retratista, aunque a través de la prosa.
La retratada es una joven americana, Isabel Archer, quien, gracias a un pequeño capital y afortunadas conexiones familiares, se permite tener una independencia inusual para las mujeres en esta época; para James esto es importante pues crea un escenario en el cual su heroína puede moverse con cierta libertad; lo clave aquí, sin embargo, es el tipo de carácter que tiene Isabel, que le permite aprovechar con sabiduría su libertad, o eso al menos cree ella. Quiere ver el mundo; anhela sobre todo vivir; cree que la existencia que ha llevado hasta ahora si bien es afortunada no puede llamarse ‘vida’ pues cree que una vida genuina, honesta, es una en la cual la experiencia del dolor, la pérdida, no puede ser evitada.
James expuso en distintos textos que para él lo representativo de esta obra era explorar qué haría Isabel cuando se viera obligada a confrontar las consecuencias de sus elecciones. Obras similares, como Anna Karenina o Madame Bovary, nos muestran algo parecido, pero el resultado es diametralmente opuesto, mujeres rotas a quienes la sociedad no les permite realizar su destino.
En el caso de Retrato de una dama, James va construyendo la novela de manera tal que nos sensibiliza primero con los anhelos vitales y de libertad de nuestra heroína; luego, nos va mostrando cómo cae en las redes de un marido abusivo e infiel. La maestría de la novela está en el modo como Isabel se emancipa y se convierte en una mujer madura, que, aunque rota, no claudica y busca volver a empezar.
La novela fue publicada entre 1880 y 1881 por entregas en el Atlantic Monthly y la Macmillan’s Magazine y como libro en 1881; se considera una de las mejores novelas de James y ha tenido numerosas adaptaciones al teatro, cine y televisión.
El biógrafo y crítico literario Leon Edel en su biografía de James menciona que una de las posibles inspiraciones que tuvo el autor para el personaje de Isabel Archer fue una prima, por la que tenía un gran cariño y quien murió tempranamente. James era un gran observador de la naturaleza humana y sus continuos viajes le permitieron ejercitar esta capacidad.
Uno de los aspectos más celebrados del autor, y cada vez más reconocidos, es la perspicacia y maestría desplegadas en el Retrato de una dama para presentar el carácter femenino. Por este proceso de transformación y la imagen que nos presenta James de Isabel, esta obra se considera una novela que rompe, para bien, con los roles femeninos que tradicionalmente se celebraban o censuraban en las novelas. Por estas razones esta gran novela merece ser leída.
¿Cómo referenciar?
Rico Torres, Ana Isabel. “Emancipación: la transformación de Isabel Archer en Retrato de una dama” Revista Horizonte Independiente (columna literaria). Ed. Nicolás Orozco M., 07 nov. 2021. Web. FECHA DE ACCESO.
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