Santiago Rodríguez 

Estudiante Colegio Campestre San Diego 

Segunda mención honorífica de la primera edición del concurso “Grandes voces” 

El último día de mi vida

Dormía pacíficamente en mi recámara, sin ninguna preocupación, ninguna idea en mi cabeza, al menos no de lo que se vendría a continuación. Escuché unos débiles pasos fuera de la recámara, no pensé que estuviera pasando nada malo hasta que la policía entró interrumpiendo el sueño que había logrado conciliar. Sorprendido por cómo entraron, los miré sin poder entender qué había pasado. Un hombre alto, fornido, calvo y de uniforme me dirigió la palabra, —señor Alberto de la Torre, queda usted detenido por la desaparición de la señora Emilia Alvarado—. ¿Emilia, desaparecida? Balbuceé sorprendido, pues mi mujer estaba hace un par de horas con nuestra hija, Sol, en el parque. Hasta podría jurar que las vi regresar a casa. Esto no podía ser, me dije a mí mismo, —debe haber un error, oficial— le dije al hombre. — Lo lamento señor pero está desaparecida, y usted es el principal sospechoso—. — ¿Sospechoso, yo! Pero si amo más a Emilia que a mi propia vida— le rugí al oficial.

—Usted queda detenido, y si se resiste tendremos que usar la fuerza—. La piel se me puso pálida, temblaba ante la idea de morir y dejar a Emilia y a Sol solas. Titubeando y muy asustado acepté ir con ellos, me esposaron y llevaron a rastras hasta un vehículo negro, bastante ancho y espacioso. De una patada su compañero, más bajito, de pelo rubio y gafas de sol, me metió en el auto. Después me vendaron los ojos y golpearon. No estoy seguro cuánto tiempo pasó, pero se sintió como 1 hora, pasado ese tiempo fui empujado al piso frío de la comisaria de nuestro pueblo. Una voz conocida me habló muy cerca al oído, su voz era fría y directa y parecía disfrutar lo que me había pasado. — Espero que tu viaje haya sido placentero, hermanito—.

¿William? ¿Mi propio hermano me había hecho esto? ¿Por qué? Habíamos tenido una relación tranquila, claro que con algunas peleas pero nunca hasta el punto de ser grave. William se acercó y lanzó un puño directo a mi estómago. Escupí saliva y me desplomé al piso. Un silencio completo invadió el ambiente, aunque no pudiera sentir el más mínimo sonido ni movimiento, sabía que seguían aquí, juzgándome. Sabía que estaban planeando algo, ¿y qué podía hacer yo? Estaba amarado, adolorido, exhausto, no podía ver y me superaban en número. Finalmente William habló, —bueno hermano, te quedan exactamente 12 horas, prepárate, porque no tendré piedad—.

Yo no tenía ni la menor idea de qué pasaría, de cómo sufriría, de cómo aprendería que la vida te ataca y tú solo puedes mirar. William  ordenó a los hombres que me encerraran, aún se podía sentir esa frialdad en su voz y comportamiento. La noche se sentía fresca, parecía una noche normal y tranquila como las que solía tener con Emilia y Sol. Me encerraron en la celda más fría y mohosa que había en nuestro pequeño pueblo, me arrojaron con tanta fuerza como para derribar a un mamut. Finalmente William me dijo —Querido hermano, mañana serás juzgado por la desaparición de Emilia y Sol, lo que nadie sabe es que yo las eliminé, te preguntaras por qué, y la verdad es que no quería hacerlo, pero ella se resistió mucho. Verás, después de que miraras entrar a tu querida esposa e hija, entré yo, las amenacé y sin dejarlas decir una palabra me las llevé para esconderlas en nuestro lugar de juegos de la infancia e hice que te arrestaran. Creo que ya lo sabias, pero a mí siempre me gustó Emilia y tú me la quitaste. Este era el momento perfecto para que me amara como lo hizo contigo, pero ella se resistió hasta el último momento. Ya sabía que llegarías, así que ya no se podía hacer nada, disparé 2 veces en el pecho de Emilia y en el de Sol, después oculté las evidencias en el compartimiento secreto donde guardábamos nuestros juguetes favoritos y al saber de tu llegada tenía que darte la dulce y cálida bienvenida que te merecías hermanito—. Quedé atónito cuando terminé de escucharlo, él había matado a mi esposa e hija y yo no lo podía creer, William nunca había dado señales de tener una mente tan retorcida, hasta recuerdo que él estaba feliz porque me casara y tuviera una hija.

Vaya máscara tenía puesta William… Los ¨guardianes¨ se me quedaron viendo un rato, después de casi media hora de un silencio incómodo y de que analizara la situación tan exasperante en la que me encontraba, empezaron a hablar. —Te dejaremos en paz, después de que nos divirtamos un poco, y piensa bien qué vas a hacer, no tienes muchas esperanzas de salir vivo de aquí—. Tenían razón, pensé. ¿Cómo iba a demostrar que William las había desaparecido y asesinado? Además, todo el jurado y la policía debían estar comprados a su favor, no me quedaba esperanza. Los hombres entraron con sus miradas maliciosas y sanguinarias y empezaron a golpearme y patearme. Cada golpe se sentía como si millones de yunques me cayeran encima, no resistiría más, pero no tenía otra opción, grite y grite ¡AYUDA, UN CALVO ME QUIERE MATAR! Por esa imprudencia me dieron un par de golpes más y cuando estaba medio muerto me dejaron solo. Estoy seguro de que me rompieron al menos 23 huesos. Con la escasa energía que me quedaba me arrastré hasta la cama. No aguanté más y faltando solo subirme a ella, me desmayé. Seguía tirado en el piso cuando recuperé la conciencia. Me quede quieto otro rato, todavía se podía sentir el dolor de los puños de aquel hombre. Finalmente me levanté y mire adelante, mi sorpresa fue grande al notar que estaba en un lugar completamente oscuro y al frente mío nos veía a mi hermanita Luz, William y yo jugando como cualquier día de nuestra inocente infancia.

Teníamos apenas 3 años, no hablábamos bien pero podíamos entendernos a la perfección, mi hermana Luz era una niña de piel blanquita, ojos verdes, pelo dorado y corto, una nariz pequeña y una gran sonrisa. William era un niño de pelo largo de color negro, ojos color miel, orejas extremadamente grandes y una sonrisa maliciosa y pícara. El chico de mediana estatura era yo que tenía piel quemadita, el cabello medio corto, ojos de color café, unas cejas gruesas y una sonrisa de inocencia pura. Los 3 nos revolcábamos en la recién remojada hiedra del campo de nuestra humilde granja. William nos halaba las orejas cuando no lo mirábamos, como venganza, Luz y yo lo atacábamos en conjunto para hacerle cosquillas. Así era nuestra vida, bastante tranquila y divertida, así fue hasta que… Por la situación económica de nuestros padres, tuvieron que multiplicar su tiempo de trabajo en la granja, esto llevo a que se contratara a una niñera que no cobraba mucho, su nombre era Betty, no cobraba mucho por lo que mis padres le permitieron entrar sin ningún problema y desde que entró mis 2 hermanos y yo sentimos que algo no estaba bien. No nos equivocamos, ella cobraba muy poco para poder usar a los niños como quisiera. Con nosotros no fue la excepción, el primer día nos explicó todo.

—Bien, escúchenme niñitos, desde hoy seré su peor pesadilla, si no les gusta pueden irse a la calle, trabajarán en las labores de la casa y después de eso será mi momento de divertirme con ustedes— nos dijo y luego continuó, — El resto del día, ustedes estarán en sus cuartos y si se me antoja los puedo llamar y me divertiré con ustedes, solo salen para comer y un rato afuera ¿entendieron?—

Nuestra actitud demostraba todo, temblábamos y titubeamos que sí. En el fondo de nuestras almas infantiles nació el deseo de recuperar nuestro hogar, como dije, teníamos ya la capacidad de entender a nuestros otros 2 hermanos, por lo que empezamos a idear nuestro plan. Empezamos por echarle un sustico, mi hermana se escondería en nuestra guarida, William estaría en el bosque y yo estaría con las gallinas. Exactamente a las 9:30 a.m. empezamos el plan, justo cuando Betty llegó a la casa. Luz se escondió, William distrajo a Betty el tiempo suficiente como para que yo organizara el camino al bosque y al gallinero, cuando todo estaba listo William se escabulló por la salida que hice con mis pequeñas manos. Eran ya las 12:46 y ninguno de los 2 aparecía. Betty estaba muy asustada, se podía notar cómo su comportamiento frio y maligno había cambiado a indefensa y asustada, ahora era mi turno. Una vez me envió a buscar a mis 2 hermanos, me escapé y me escondí con las gallinas, tengo ese como un gran recuerdo aunque algo borroso. Pasaron 3 horas y aun nada. Betty se comía las uñas de una manera que demostraba que no sabía qué hacer, una hora más tarde apareció Luz en su cama y otra hora después estaba William preparando la cena, cuando yo estaba por salir sentí una mano fría y dura, era la mano de Betty. Me agarró del brazo y me empujó con fuerza al piso dejándome en una posición muy débil, Betty estaba por golpearme cuando mis padres entraron en el gallinero y vieron la escena. Sin dudarlo 2 veces despidieron a Betty y se disculparon con nosotros, lo raro de ese recuerdo es cómo supo Betty que yo estaba en el gallinero. Ahora todo empezaba a ser más claro sobre qué estaba pasando.

Una hora después de la golpiza de los hombres de mi hermano, estaba acostado lateralmente en la cama, a mi lado estaba una chica que se me hacía conocida, era mi hermana. Muy sorprendido traté de hablarle y pedirle ayuda, quería preguntarle muchas cosas, pero cuando le hablé solo salió un ¿cómo llegaste aquí? Luz me respondió mientras puso su suave mano en mi boca, —hermano, fui traída aquí para cuidarte antes del juicio, eso por petición de William—. ¿Por qué William había enviado a Luz donde yo estaba? Eso me pareció raro y más después del recuerdo que tuve.  Luz continuó diciéndome que al verme así de malherido como estaba se puso a trabajar lo antes posible. También me dijo que William le había explicado que antes de que me trajeran aquí me habían asaltado y que por eso estaba tan maltratado. Claro, William controlaba todo y ahora sabía de donde había empezado a sacar esa personalidad, le empecé a contar a Luz todo lo que había pasado desde mi captura hasta su llegada. Luz estaba confundida, no era capaz de asimilar que William me estaba haciendo una cosa así, como se veía preocupada y hasta su rostro era más pálido concluí en preguntarle si recordaba que viéramos a Betty después de que fuera despedida. Luz asintió y con temor por lo que diría, me contó que unos 10 años después del primer encuentro nos la habíamos topado en la biblioteca, trabajaba como bibliotecaria.

Caí al piso y volví a ver un recuerdo de mi fragmentada mente, esta vez teníamos 14 años y andábamos buscando unos libros de cocina, habían declarado estado de emergencia en nuestro pueblo por unos asesinatos que habían estado ocurriendo en esos días. Betty trabajaba como bibliotecaria en la biblioteca del pueblo, lo cual no nos agradó mucho por los nítidos recuerdos que teníamos de ella. A mis padres tampoco les agradó, por lo que nos enfocamos en hacerlo rápido y marcharnos de ahí. Betty se acercó a nosotros con esa aura maligna y repugnante que la caracterizaba. Nos miró un rato con sus ojos de gato y se marchó, tratamos de encontrar el libro de cocina peor no tuvimos éxito y para colmo de males, se habían perdido unos libros, me culpaban a mí porque cuando me quedé solo en la zona literaria fue cuando desaparecieron, además porque estaban muy cerca de mí. Mis padres estaban divididos entre si los había tomado o no, pero de la nada a Betty se le ocurrió abrir el cajón de nuestra familia, los libros estaban dentro. ¿Cómo era posible que esos libros estuvieran ahí? En Betty se notaba una mirada de satisfacción que me decía que era ella la culpable de todo. El yo actual ya entendía mejor lo que había pasado, un niño insertó los libros escabulléndose por la parte de atrás de la zona literaria, pero, ¿quién era ese niño?, ¿por qué me inculparía así? Después de muchas acusaciones me terminarían echando de la biblioteca y prohibiéndome la entrada. Con cada recuerdo que tenía entendía más y más cómo fue que William logró encerrarme y comprar a toda la policía. Después de ese pensamiento desperté otra vez. Luz me miraba muy asustada y lanzaba plegarias  a todos lados con la esperanza de que su miserable hermano no estuviera muerto. Me levanté con la cabeza hecha polvo. Antes de que Luz pudiera hablar le conté el recuerdo que había tenido cuando ella me contó sobre Betty.

Luz estaba sorprendida de cómo había reaccionado con las palabras que me había dicho, yo estaba feliz de que no le pasara nada a ella mientras estaba en el recuerdo. La felicidad no duró mucho pues los hombres de William avisaron que los prisioneros debían ir al comedor para una revisión nocturna, por lo que Luz debía irse. Yo me puse de pie aun con el dolor de los golpes que esos gorilas me habían propiciado. Al verme caminar con dolor los guardias de William se reían y hasta me amenazaron, de no avanzar más rápido me darían una verdadera razón para caminar cojo, decían. A mí ellos ya no me daban miedo, solo quería buscar la manera de demostrar que yo no era culpable por la desaparición de las luces de mi vida.

En la requisa conocí a muchas personas en una situación parecida a la mía, eran inculpados de crímenes que ellos no cometieron, mañana serían juzgados y, por cómo iban las cosas, ejecutados. Josef era un hombre mediano de color moreno, pelo ondulado y una cara amigable, era acusado de robar un par de tiendas. Pablo era un hombre grande, fornido, de color amarillo, ojos color miel y una presencia amigable, él era inculpado de asesinar a una familia que vivía al lado. María era una chica alta de pelo castaño, tenía los brazos bastante delgados y la piel blanca, a ella se le incriminó de abusar de su hijo de 4 años. Todos éramos inocentes e inculpados por personas en las que creíamos que podíamos confiar. A las 4 a.m. sería el juicio de Pablo, a las 6 el de Josef, enseguida sería el mío, y finalmente, a las 9 de la mañana, el de María. Teníamos hasta entonces para pensar cómo demostrar nuestra inocencia. Después de la requisa, nos pusimos a contar historias.

El primero fui yo, recordé la noche en la que nos escabullimos unos amigos y yo a una fábrica abandonada, estábamos explorando qué había adentro cuando de la nada las ventanas se rompieron y varios pandilleros y drogadictos entraron por las puertas y otros del techo. Mis amigos y yo nos escondimos atrás de unos barriles de un contenido extraño mientras todos peleaban con cadenas, palos, pistolas y navajas, era una batalla por el territorio. Ahora en qué nos habíamos metido, pensé. Observamos la pelea durante un rato, varios caían heridos o hasta muertos, no pudimos irnos y cuando menos lo pensamos un hombre cayó a nuestro lado, el hombre había perdido un ojo y tenía bastantes heridas mortales en el cuerpo, cuando nos vio, se puso como loco y empezó a gritar “¡Intrusos!”, nosotros por el miedo nos escondimos en la sala de control esperando a que no nos encontraran, oíamos sus pisadas en el metal oxidado, buscando a sus presas desesperadamente. Cuando creímos que se habían ido uno nos saludó por la ventana exterior atacándonos con las cadenas y rompiendo el vidrio. Bob, el más grande de nosotros, lo golpeó en la cara haciéndolo retroceder unos pasos, si queríamos salir de aquí tendríamos que pelear. Tomamos unas tablas que había en el piso y decidimos que pelearíamos para escapar. Bob era el primero, después seguía Johan, continuaba yo, nos cubría Peter y al final iba Jone, a todos los que veíamos les dábamos un tablazo y en algunas ocasiones fallábamos por el miedo que nos producía enfrentarnos a una pandilla entera.

Los que tenían pistolas eran los más problemáticos, a Bob y Jone los impactó una bala en el brazo, los demás los cubrimos mientras tratábamos de cubrir las heridas. Al final, por el estado en el que estábamos y por cómo nos rodearon, tuvimos que subir a la parte más alta. Allí continuamos peleando a excepción de Jone que cayó a uno de los contenedores, lamentados corrimos por las tablas de arriba saliendo por el hueco en la pared. Un hombre que nos siguió le tomó la pierna a Johan halándolo al interior, tomamos sus manos y halamos lo más que pudimos, pero el hombre era más fuerte, Johan estaba casi adentro otra vez y de no ser porque Bob le dio una patada al hombre en la cara, no habría soltado a Johan. Al terminar la historia analicé mejor la anécdota y descubrí algo. No era la primera vez que por mi culpa le sucedían cosas horribles a mis amigos, en verdad he hecho cosas muy malas, todas esas cosas empezaron a aparecer en mi mente, mi débil cuerpo estaba temblando, mis ojos estaban en blanco, mi rostro mostraba que algo no estaba bien, mis compañeros notaron esto y trataron de auxiliarme pero ya era tarde, entré en el recuerdo.

Una vez más estaba en un lugar oscuro, frio y tenebroso, un minuto después de aparecer ahí, un chico con alas, se acercó a mí, era mi abuelo de niño. Bertrán, mi abuelo, empezó a decirme lo feliz que estaba de verme, me abrazó, se sintió como si todos los problemas desaparecieran y todo estuviera bien. Después del abrazo y el intercambio de palabras dulces, Bertrán se alejó y empezó a decirme por qué estaba allí, —nieto Alberto, estoy aquí porque debo ser yo quien te explicará las piezas finales de por qué estás en esta situación tan horrible por la que estás pasando—. Estaba listo para entender las piezas finales y finalmente saber qué fue lo que me llevó hasta esa situación. Mi abuelo empezó por mostrarme lo que pasó hace 10 años cuando por mi propio bien traicioné a los amigos que se habían quedado conmigo durante años. La policía encontró nuestras huellas en la fábrica y los cuerpos con sus expresiones moribundas y de dolor. Yo vendí a Peter y traté de echarle la culpa a Jone, pero él había desaparecido esa noche. Casi fui acusado por su desaparición, me salí con la mía echando toda la culpa a Peter. Bob, Johan y yo no sabíamos qué hacer, así que de todo hicimos responsable a Peter. El pobre fue ingresado en una correccional y nosotros frescos como unas lechugas. Me sentí terrible al recordarlo y mi abuelo continuó, me mostró uno de los últimos días de mi abuelita, ella me advertía que tuviera cuidado en quien confiaba, había hecho cosas malas antes y quien menos pensaba me traicionaría y pagaría un precio muy alto. Fui un idiota y no le hice caso, le dije que nadie me traicionaría y que yo era el más querido de todos, 3 días después murió de un infarto. Estaba horrorizado por la verdad que veía antes mis ojos. Para terminar, mi abuelo me mostró todos los momentos en los que lastimé, fui soberbio, fui muy malvado y me di cuenta de la verdadera persona que había sido.

También recordé cómo, solo por molestar, enamoré a la chica que le gustaba a William, lo hice solo para fastidiarlo, del provecho, pasé al amor y nos casamos, esto lastimó drásticamente a William, al punto de guardar ese resentimiento por mí. Al terminar, mi abuelo se despidió y advirtió que el momento había llegado. Desperté agitado, eran las 4 de la mañana y Pablo ya había sido juzgado, fue condenado a muerte, decapitado. Los hombres de William lo atraparon y pusieron en la guillotina, solo bastaron unos segundos de forcejeos y gritos que terminaron con la cabeza de Pablo en la canasta.

Estábamos paralizados, el tiempo pasó y eran las 6 por lo que seguía Josef, el hecho se repitió y el verdugo disparó al cuerpo de Josef, ya no había nada que hacer, era esperar a que nos llegara la hora a cada uno de nosotros. El momento llegó, ya eran las 7 y me tocaba a mí. Fui escoltado por los guardias de William hasta el altar donde fui acusado por mis ¨crímenes¨, la conclusión final fue: “Señor Alberto de la Torre, queda sentenciado a muerte en la horca por la desaparición de Emilia Puentes y Sol de la Torre”. Cuando estuve a punto de ser ingresado en la horca, Luz intervino golpeando al guardia de William y cortando mis cuerdas, le lancé un puño al otro y corrí a la muralla que cubría la comisaria, no había escaleras así que traté de escalarla, cuando menos lo pensé María llegó y me impulsó con toda su fuerza hacia arriba, lo había logrado, por desgracia escuche un disparo y al revisar estaba ahí, María tirada en el piso con una bala en la cabeza, pero con una sonrisa tan dulce que nunca la olvidaré. Con dolor en el pecho Salí corriendo, mi familia siempre creyó en mí y estaba dispuesta a defenderme, ellos detuvieron a la ley, el juez y los guardas. Llegando a las colinas me encontré con William el cual estaba dispuesto a no dejarme pasar, había esperado eso desde la noche anterior. Me lancé con furia sobre William, él no se quedó quieto y me lanzó también el puño, los 2 habíamos impactado el rostro de su contrincante, William me lanzó su patada a la pierna derribándome enseguida. Yo me levanté de un salto y lo mire fijamente, esta era la batalla final, si ganaba podría demostrar mi inocencia, no podía perder, todo dependía de este momento. Otra vez me lancé contra él, pero cambié mi estrategia, y lo tomé del pelo, lo empujé al suelo y le di con mi pierna en la cara, su nariz ensangrentada, los ojos desubicados y la saliva de su boca me dio esperanzas, William se lanzó de cabeza hacia mí, golpeándome en el estómago, perdí el aire durante unos segundos, en eso, William me cogió con su brazo apretando mi cuello, me rayó el cabello con su dedo, riéndose por cómo me tenía, lanzó un codazo a mi espalda y una patada a mis genitales. El dolor era grande pero debía seguir luchando, lastimosamente sus guardias llegaron y me sujetaron, la policía y las demás fuerzas llegaron al lugar. William sonrió y anunció a todos que ahí estaba la prueba de que era culpable, traté de escapar y eso me incriminaba. William ya había avisado a todos que yo intentaría eso y ya habían preparado todo en la colina para mi ejecución, en cuestión de 20 minutos estaba todo listo, solo quedaba mirar cómo la gran y pesada horca era cargada por los policías del pueblo.

Los hombres de William me llevaron hasta la horca, me amarraron todo el cuerpo y me introdujeron en ella. Era el final, después de todo no podía evitar mi destino, después el susurró — gracias querida hermanita, sin ti nunca hubiera podido terminar mi plan—. ¡Luz era cómplice de William! Esas palabras me dolieron tanto que creí que mi corazón se apagaría, sin más que decir el juez finalizó mi sentencia con un recuento de mis crímenes. Sabía que merecía esto, había hecho cosas horribles en mi vida y este era el castigo, finalmente el juez gritó —¡arde en el infierno, pecador!—. Acto seguido el verdugo halo la palanca, concluyendo conmigo colgando de la soga. El aire se fue disipando con el pasar de los segundos, con mis fuerzas restantes intenté decir el nombre de William. —Wi…lli…— mi cuerpo se hacía cada vez más liviano y suave, los ojos de los presentes se oscurecieron, enfoqué mi mirada en William, en el solo había una sonrisa demoníaca y grotesca, por cada segundo yo sentía menos el aire y William iba desapareciendo en la multitud, también aparecieron 3 figuras borrosas. —…am—, terminé de decirlo, pero nadie  escuchaba mis suplicas, eran inútiles. William ya casi no se veía, y las sombras a su lado eran más visibles. La primera era una mujer de piel pálida, un pelo rojo y una sonrisa familiar, ¡era mi amada Emilia! A su lado aparecía una niña pequeña de piel pálida, cabello mono claro y su sonrisa familiar, ¡era mi dulce niña Sol! La tercera figura era un hombre muy alto encapuchado, con una gigante hoz en su mano, la muerte. Estaba a mi límite, ya no se escuchaba ni el más leve sonido. La muerte extendió su mano y con su gigante hoz corto mi pecho, no sentí dolor absoluto. Expulse mi último aliento, al salir de mi cuerpo, Emilia y Sol me abrazaron y guiaron hacia un camino de luz, no quería ir pero no podía decirle que no a Emilia. Caminamos los 3 juntos un par de pasos, después me detuve y miré mi cuerpo sin vida por última vez.

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