El arte en apuros

El arte es la destreza en la que el ser humano expresa con fines estéticos las visiones sensibles, ideas, emociones, percepciones y sensaciones acerca de su realidad ‒o de la imaginación‒ en formas bellas, en obras artísticas; emplea para tal realización la materia, la imagen o el sonido. Ahora bien, los elementos que el artista emplea para sus creaciones son tomados del mundo en el que se encuentra, aquello que su propio medio le ofrece; es decir, un artista toma la inspiración de su obra, de la realidad en la que se encuentra y toma de esta misma los factores que permiten su producción.

Podemos decir que una obra de arte está sometida a la historia y es esa historia la que justifica la existencia de la obra de arte de un único modo, sin la posibilidad de ser de otro. Es decir, las obras de arte según su época son necesariamente de una manera y no de otra, surgen de un modo especifico y no es posible realizar una reproducción de ellas en una época diferente, ya que no puede remitirse de nuevo en la historia para crear el mismo tipo de arte. Las condiciones de vida que se tenían al momento de la creación de una obra de arte, son las que permiten que la obra de arte tenga un “aquí” y un “ahora” en los que pueda definirse y que aparezcan como los únicos donde tal obra de arte es posible.

Entonces, la historicidad del arte está sujeta a las acciones y al desarrollo que ha tenido la humanidad, puesto que el arte es expresión de aquellos; lo cual explica que haya tantos tipos de arte distintos y que cada uno tenga diferente intención, como el arte sacro y el arte moderno o el contemporáneo, en los que, por ejemplo, el arte sacro era considerado un arte empapado de rituales y de tradición religiosa, contrario a los artes más recientes donde se aprecia una deshumanización o un autodescubrimiento y así sucesivamente.

Llegamos en la línea de la historia del arte al momento donde este se encuentra con la técnica industrial de la producción y es aquí donde vemos la paradoja que tendrá que solucionar el arte o mejor dicho el artista y que se tratará en el presente texto. Pues bien, del mismo modo que la obra de arte puede enmarcar contenidos sensibles limitados al registro de la realidad social que refleje y haga reflexión sobre las situaciones de opresión y subyugación de unos individuos o de unas clases a otras; el arte creado en este contexto, aun con esa intencionalidad de despertar algún tipo de conciencia e incitar al espectador a un cierto modo de actuar, no deja de ser un arte producido por la industria, por medio de la reproductividad técnica. Esto presupone que aun cuando el arte cumple con su papel de herramienta para la revolución, lo hace siendo parte del sistema frente al cual se quiere revolucionar.

Los artistas en este tipo de obras, acogen expresiones caóticas y verdades negativas, que han de presentar ante la masa para que esta tome conciencia y autonomía al respecto, pero si reducimos estas obras a su mero estilo o composición, no encontraremos más que esa superestructura de la que profesa, hay que liberarse. La obra de arte examinada desde ese ángulo o hasta ese nivel, traiciona la intención que esperaba transmitir el artista para el reconocimiento de los espectadores y refleja o reafirma la obediencia a la jerarquía social.

Entonces, el arte producido por la industria es una herramienta o una ficha que incita la revolución si es está la intención que el artista pone en sus obras, pero también como actividad humana requiere ser emancipada.

No es nada sencilla la tarea que se propone: el arte debe crear una ruptura en las circunstancias y las actividades humanas relacionadas con el capitalismo y la burguesía; debe romper ciertos esquemas y mostrar al público lo que el monopolio no quiere que vean las masas. Sin embargo, ese arte solo puede existir en medio de ese contexto y solo puede tener tal carácter de revolución tomando elementos de ese medio y de cada situación. Sin mucho más que decir en esta introducción, comencemos.

El arte cumple una función muy importante para la humanidad; del mismo modo en que la humanidad tiene una historia, el arte ha sido reflejo de dicha historia. El arte funciona como un recuento histórico, la música que caracterizo cierta época, la vestimenta, las costumbres, los bailes, las pinturas y demás. El arte además es el reflejo de una realidad, dependiendo de su contexto, hay arte que refleja la realidad alemana durante cierta época, la española, la indígena y la realidad de todas las culturas; el arte en la sociedad es una manifestación de la vida que se produce a partir de los medios que el mismo contexto brinda. Por ejemplo, el arte religioso nace a partir de la curiosidad que tenían las personas respecto de las deidades, el arte antropocéntrico, es una expresión y reafirmación del hombre respecto al mundo, y así sucesivamente. El arte es una manifestación, y así como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Marx, K. y Engels, F. (2014) p.19. No solo varían las intenciones o las motivaciones del artista, sino que también varían los materiales que hay disponibles para la producción de estos y ambos factores son los que llevan a que el arte se desarrolle.

El arte es una manifestación de la historia, pero también la historia es un componente especial para la producción del arte. Justamente por lo que decía más arriba, el arte cambia según cambie la época en que se desarrolla. El arte tiene una historiografía y según nos dicen Marx y Engels, toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres. Marx, K. y Engels, F. (2014) p. 19.

Podemos decir hasta ahora, que el arte es un producto, un producto histórico que satisface la necesidad de conocer y manifestar, sobre todo, la historia que concierne a la humanidad. Ahora bien, ¿quién es el responsable de tal producción? evidentemente lo es el artista.

¿Quién o qué es un artista? Un artista es aquel que, toma sonidos, imágenes o letras y a partir de ello expresa emociones, sentimientos, posturas u opiniones respecto de la realidad en la que se encuentra. También puede expresar fantasías, respecto de cómo debería, o cómo le gustaría que fuese esa misma realidad. No podría yo, definir un artista como un mero trabajador, si bien es cierto que gasta energías y fuerza en sus producciones, no me parece que el artista tenga con la producción de su obra la intención de generar un capital o de enriquecerse a base de este ‒o no debería ser de ese modo‒ más bien la intención del artista es generar un efecto en sus espectadores.

El artista puede con facilidad convertirse en un trabajador, como veremos más adelante. Por el momento dotaremos al artista de una libertad social, para que este tome de la sociedad aquello que necesita para sus producciones, ya sean elementos relacionados con la inspiración de la obra de arte o elementos para el proceso de producción como tal.

A partir de esto, me surgen varias cuestiones. Una de ellas es que, si el artista es libre socialmente y no está atado en un sistema social, ha de tener otro oficio; esto porque cada individuo en la sociedad ha de tener un empleo del cual resulten productos provechosos para las necesidades de la comunidad. El artista entonces debiera tener una actividad que realice como su trabajo, como ser zapatero o panadero y dedicarse en sus ratos libres al arte. De no ser así, entonces la obra artística producida debiera entrar al mercado como una mercancía, con lo cual el artista obtendría dinero para suplir sus necesidades. Este otro tipo de artista tendría una función como trabajador, porque en efecto su producto es mercancía para la compra y venta, se produce por un beneficio, se separa de su creador y se convierte en la propiedad privada de otros. También tendría un rol como capitalista, puesto que lleva los productos del trabajo al mercado y obtiene un capital por ello.

Para definir si el artista debe dedicarse solo al arte y tomarlo como su empleo en la sociedad, o si el artista debe serlo en sus tiempos libres fuera del trabajo, debiéramos según me parece, distinguir en las intenciones que pueda tener el artista con su obra.

Si por un lado tomamos la obra de arte como una expresión de alguien frente a algo y por otro lado tomamos la obra de arte como mercancía, entonces en el primer caso la intención del creador es simplemente la manifestación de una idea, la creación de un reflejo social artístico que cause algún efecto en sus espectadores, una conciencia de la situación en la que se encuentran o una revelación de la miseria que transcurre en su actualidad. En el segundo caso, la obra de arte como cualquier otra mercancía, tiene que satisfacer alguna necesidad. Esta puede ser una necesidad decorativa, una necesidad caprichosa tal vez; también podemos pensar que el arte como mercancía puede ser empleado para reafirmar las ideologías predominantes y la superestructura. Esto tomando el cine, la fotografía, la escritura y la radio como obras artísticas, donde claramente hay una transgresión desde la industria hacia el arte.

He planteado los dos tipos de artistas que considero pueda haber en la sociedad, esto no excluye al uno ni al otro, pero los diferencia bastante de acuerdo a lo distinto de sus intenciones; de hecho, yo solo consideraría verdadero artista a aquel que lo produce sin intensiones de beneficiarse con un capital. Veamos ahora como afecta la industria al artista en general, al individuo que produce obras de arte independientemente de su intención, porque lo que quiero que miremos es como los medios de producción para el arte pueden definir dichas intenciones.

Ya habíamos visto que la historia de la humanidad es la historia de cada uno de los factores que acompañan la vida humana. La industria es una transformación de materias primas, en productos que puedan satisfacer ciertas necesidades; esa transformación se da a través de máquinas y de equipos, invenciones que constituyen un avance en los métodos de producción de las personas, es decir es un avance de la economía social que constituye avances en la vida del hombre en general. Ahora bien, elementos producidos por la industria como: libros impresos, fotografías, cine, radio, ciertos medios de transporte como los automóviles y medios de comunicación como los teléfonos, son arte en la medida que cumplen con la estética de la industria, con una imagen empresarial que tiñe la sociedad en general. Además, cumplen con el despertar frente a esa realidad, la realidad donde los medios de producción para el arte ya no se reducen a las manos del artista. En este arte, de corte industrial, el artista ahorra tiempo y aumenta su producción; con ayuda de la fotografía, puede recrear y reproducir paisajes una y otra vez, de igual modo con la imprenta de libros y con la radio. De ese modo, no solo tiene mayor cantidad de obras de arte, sino que produce más obras en menor tiempo, que si las produjera con sus manos.

Hasta el momento esto podría ser beneficioso para los dos tipos de artistas; pero el primer artista, el que solo se preocupa por la expresión en el arte y lo práctica en los ratos libres de su trabajo, no requiere de gran cantidad de obras de arte para que la conciencia de los individuos sea despertada. Por el contrario, el artista que toma el arte como su trabajo, está interesado en que el arte que produce se encuentre demarcado en relaciones de oferta y demanda sin que interese demasiado la expresión que dé, lo que predomina es que el arte se convierta en mercancía cultural y que pueda mejorar y avanzar de acuerdo a la industria. Nos centraremos por ahora en el segundo tipo de artista, porque a partir de él, encontráremos el apuro en el que se ve envuelto el arte.

Este artista, o bien puede funcionar independientemente como capitalista y como obrero, o puede funcionar solo como obrero o trabajador cuanto más se aferre al sistema. Siendo capitalista y obrero a la vez, produce obras con la intención de obtener de ellas un beneficio monetario, además expresa con sus obras lo que quiera expresar. Siendo solo obrero, aun produce para generar un beneficio monetario, pero debe cumplir con dotar las obras de arte con la intención que exija el capitalista o el burgués para el cual trabaja. El artista se convierte en trabajador en la medida que se da cuenta de que su producto debe hacer parte de las organizaciones sociales. El arte reniega de su propia autonomía, se coloca con orgullo entre los bienes de consumo y tiene un buen movimiento comercial debido a su novedad.

El artista que produce en la industria y para la industria, no tiene propiedad alguna sobre sus obras; sus obras se vuelven propiedad de alguien cuando son adquiridas a través del mercado. Marx menciona en los manuscritos que

Esta propiedad privada material, inmediatamente sensible, es la expresión material y sensible de la vida humana enajenada. Su movimiento – la producción y el consumo- es la manifestación sensible del movimiento de toda la producción pasada, es decir, de la realización o realidad del hombre. Religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc., no son más que formas especiales de la producción y caen bajo su ley general. Marx, K. (2016) p. 68.

Una vez en manos de la industria, el arte se iguala y se produce en serie, evaporando lo que hacía de la obra de arte una producción fuera del sistema social. Podríamos intentar contradecir esto diciendo que al igual que todo el arte a lo largo de la historia, la producción en serie y la igualación del arte es una consecuencia del desarrollo de las técnicas como tal; sin embargo, no es de este modo. Más bien, se debe a una función económica que debe cumplir el arte, a saber, la igualación o reunión de las masas y la negación de los individuos; es decir, la creación del público a partir de la presentación justamente de contenidos que les sean similares o familiares.

Una vez reunidas las masas y creado un público, a través de la generalización del arte las intenciones del burgués o del capitalista con estas, es que ese arte reafirme el monopolio y la superestructura, de señales de una nueva era no solo artística sino también social y política. Son una invitación al progreso técnico que acaba por desplazar todo arte y toda técnica anterior; someten al individuo al poder del capital. La radio y la publicidad, de alguna manera se disfrazan de un arte mientras que la autoridad se hace reconocer frente a las masas, es un tipo de producción, del cual puedo poner en duda la necesidad social de sus productos; pues la venta de ideologías y el lavado de cerebro no parece constituir la vida material ni genérica de los hombres.

De hecho, puedo decir, que el arte industrial como arte, es decir como medio de expresión, se vuelve totalmente inútil, se vuelve hipócrita, finge llevar en sus procesos el carácter de verdad o de realidad que lo identifica como arte, pero su intención no es generar conciencia sino capital, no parte del principio de que sea arte para algunos, arte para aquel que tiene cierta sensibilidad, sino que su principio es que pueda ser conocido por todos y adquirido por aquellos que tienen el poder de comprar; este, como indica Smith citado en Marx es un poder de mando sobre todo el trabajo de otros o sobre todo producto de este trabajo que se encuentre de momento en el mercado. Marx, K. (2016) p. 68.

El arte producido por la industria, es un arte que osa de no dejar nada por hacer al espectador, resulta bastante fácil para este recibir la información, dado que los detalles de la obra de arte no se medían, encaminan directamente al espectador hacia la idea. Para consumir arte ya ni siquiera se requiere de tiempo para la contemplación, basta con que se esté distraído para consumirlo, entonces no solo el arte pierde su autonomía como arte, sino que el individuo frente a este nuevo arte, también pierde autonomía como espectador.

Pensemos por un momento, ¿qué pasaría si el artista decidiera dejar impresas sus ideas de revolución en las obras y las produjera a través de la técnica industrial? por un lado, este arte revelador puede generar una conciencia en los espectadores, e influenciarlos para que se revolucionen o al menos contradigan al sistema. El arte es revolucionario por lo que causa en sus espectadores, el cuestionamiento de la identidad, la pregunta por la libertad y el despertar a la realidad. Pero este arte está sujeto totalmente al contexto, a la historia, este arte no puede emanciparse a sí mismo del sistema, dado que es gracias al sistema que puede formularse de modo en que lo ha hecho.

La paradoja entonces se resume en que el arte puede usarse como una herramienta para la revolución, puede a través de él darse a conocer la realidad y los factores negativos de esta para que quienes reciben este arte se sientan tan incomodos y avergonzados de su situación, que quieran deliberadamente escapar de ella. Pero la manera más fácil de convocar a las masas, de convocar a los grupos y reunir a todos los individuos, es con ayuda de la industria, con ayuda de los medios de comunicación y los elementos que hacen posible esa producción y que reafirman la supremacía del monopolio y la superestructura; así que el arte emancipa, pero no puede emanciparse a sí mismo. ¿Tendrá alguna solución esta paradoja?

En primer lugar, no rechazo la técnica de la industria, trae avances y ventajas en cuanto a la producción y medios de vida para la sociedad. La industria hace más cómoda la adaptación de las personas a su trabajo el cual es bastante hostil. La industria en esa medida beneficia a burgueses y capitalistas debido a que pone en sus manos los productos con tecnología para que los empleen a su gusto para la producción. Mientras tanto los pobres no disponen de medios siquiera para asegurar una supervivencia y se someten al lujo de la civilización rica, a la industria para poder seguir en el sistema y por tanto sobrevivir en la sociedad. Es allí donde está el conflicto con la industria, pues debiera servir a los hombres, no someterlos a ella.

Cuando se produce arte para obtener beneficios económicos, se práctica la industria; cuando se produce el arte para manifestarse, se práctica realmente la creación artística. En esa medida, la sociedad y la humanidad son cuestiones prácticas y es en la práctica [Praxis] donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. Marx, K. (2015) p. 108. Entonces el arte y la industria no requieren ni de hundimiento de una por la otra, ni la unión de ambas para que haya un desarrollo, se requiere de una práctica de ambas, paralelamente para que ambas se desarrollen, para que pueda haber avances en la sociedad y en la humanidad y también un desarrollo en el arte.

Esta podría ser una respuesta a la paradoja, que el arte y la industria vayan por la historia sin cruzarse, pero lamentablemente el arte se mueve con la historia, cambia con ella y si en la historia de la humanidad incursiona la industria, el arte terminará por hacerlo también.

Tal vez no se tenga que ver con los medios de producción o con el sistema que maneje la sociedad; a mí parecer tiene enteramente que ver con la intencionalidad del arte y la receptividad del mismo. Antes que nada, hay que liberarnos un poco de las necesidades caprichosas, de llamar arte a lo que no lo es; la radio, la televisión, los automóviles y los teléfonos no son “artes” en concreto. Son “arte” porque reflejan una realidad del avance de la humanidad, pero su intención no va ligada a motivar al hombre a interpretar, a contemplar siquiera, solo busca ser recibido y no cuestionado. Allí se vuelve propaganda y mercancía. El arte logra crear ánimos de revolución en aquellos que tienen la sensibilidad por el arte, por las intenciones verdaderamente artísticas, dejando de lado la estética empresarial y rescatando los mensajes concretamente. De ese modo no interesa si es una pintura o una fotografía, lo que interesa es que aquel que la vea, aquel que la perciba se reconozca en esa obra de arte.

El arte es revolución en la medida que lleva a los espectadores a romper con la sistematización en que se encuentran al darle una interpretación totalmente diferente. El arte es revolución cuando la conciencia que genera es una conciencia humana, crítica e individual, cuando abandona la conciencia actual, la conciencia generalizada producida por la industria o por la superestructura. El arte que incita la revolución es flexible a ser interpretado por diversas mentes y aquellas mentes en las que reside la duda y la ansiedad por la verdad, aquellas mentes que no se conforman con las imágenes preestablecidas o con los mensajes claros, son las mentes que no solo interpretan el arte de otra manera, sino que interpretan su realidad con otra perspectiva, con otra postura y otras opiniones.

Para concluir, quisiera decir que, independientemente de que factores y elementos estén presentes en la producción del arte, ya sea solo las manos del artista o todo el aparataje de la industria y la tecnología, lo que hace del arte revolucionario no es la intención que le ponga el artista, es la interpretación que los individuos, que la humanidad le dé a estas; si no fuese así, ¿de qué otra manera podríamos hablar de los cambios de las circunstancias y actividades humanas?

Para mí, las épocas de la historia humana cambian debido a que se da una interpretación diferente de la realidad que se está viviendo, de modo que las cosas comiencen a hacer de una y de otra manera, cambiando de épocas, de modos de producción y de sistemas políticos. En esa medida, cuando hay contradicción entre la interpretación que alguien ofrezca del arte, y la realidad se hace revolución. Marx, K. (2015) p.108.

 

REFERENCIAS

Marx, K. y Engels, F. (2014). La ideología alemana. Madrid: Akal

Marx, K. (2015). Antología Karl Marx. Selección e introducción de Horacio Tarcus. Buenos aires: siglo XXI.

Marx, K. (2016). Manuscritos de economía y filosofía. Madrid: Alianza.

¿Cómo referenciar?
Martin’s, Amarilla. “El arte en aprietos” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 06 nov. 2022. Web. FECHA DE ACCESO. 

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