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El arte como enriquecimiento de lo real

¿Qué Somos seres humanos arrojados al mundo?, cada una de las cosas que forma la naturaleza ha sido puesta allí con sus funciones y sus exactitudes; nosotros como especie humana no tuvimos esa oportunidad. Afortunadamente fue así, pues de otro modo ¿Cómo podría el ego y el orgullo del hombre tener justificación? Ego que se debe a que, estamos dotados de razón para primordialmente sobrevivir, y no sobrevivimos únicamente del mismo modo que los demás animales, pues estos se defienden con sus colmillos y sus garras, sobreviven por adaptación al medio. El hombre se defiende con su razón y sobrevive creando -apoyado en la razón- el mundo que necesita para vivir. Teniendo en cuenta que ese uso de razón del hombre, no para adaptarse al medio, sino para de algún modo adaptar el mundo a sus necesidades, es un uso artístico y creador; que además tienen como obra el mundo en el que se desarrolla.

En el presente escrito quiero exponer la manera en la que el arte enriquece a la realidad. No será sorpresa que, para ese cometido, deba remitirme primeramente a las concepciones de arte y realidad, ya que particularmente las usamos, pero pocas veces hacemos reflexión sobre lo que significan realmente o que implicaciones nos trae para la vida.

Uno de los autores a los que he leído últimamente es Nietzsche, posiblemente estaba la sospecha de que le traería para desarrollar la línea de argumentación y no es novedad, pues no solo tiene un interesante y atractivo estilo de escritura, sino que además tiene en aquello que escribe la potencialidad -por lo menos a mi respecto- de sacudir o de despertar. A una corta edad, el joven Nietzsche relacionaba el arte con la capacidad de crear, o mejor, con el impulso a crear. Resulta que, si bien es cierto que el hombre tiene que crearse a sí mismo -por aquello de que el hombre ha sido dotado de razón y está a medio crear-, también lo es que, parte de la creación que realiza en sí mismo, está fundada en la creación que realiza del mundo en el que se contextualiza.

Como lo había mencionado antes, el hombre crea el mundo y lo hace a partir de sus anhelos y deseos, para que en ese mundo no solo se sienta cómodo o entretenido al menos, sino que también se sienta controlador o autor y satisfecho al igual que sus necesidades. A esta experiencia creadora Nietzsche la llama arte y menciona que, es el arte lo único que puede salvarnos del tener una existencia vacía y sufrida por pertenecer a un mundo natural que no ha sido configurado por nosotros. No estamos en el mundo sencillamente para habitar, y morir, estamos en el mundo para “ser” con el mundo y para crear ese mundo como a nosotros mismos. Para nosotros los humanos, es difícil concebir que el mundo sea un tramado de causas y efectos, como lo menciona Fernando Savater en “Las preguntas de la vida” (2008) sino que el mundo es el tejido de significación con el que interactuamos, significado que no está allí en el mundo ni es propio del mundo, sino que es una relación entre lo que sentimos con el mundo y lo que entendemos de ese sentir -el pensamiento y el entendimiento. Cuando habla Savater de habitar el mundo, para nada habla de solamente estar en el mundo y reaccionar ante el mundo, sino que ese habitar se refiere a “actuar” en sentido fuerte de la palabra, reconocerse en el mundo y actuar, tomar partes del mundo, identificarse con ellas y “ser” con el mundo porque en efecto el hombre es parte de ese mundo con el que interactúa cada día.

Ese ser implica que vamos inventando el mundo y transformando al mundo de modo que no se refiere a un crear como sacar algo de la nada, sino proceder a partir de las cosas que ofrece el mundo. Lo más fascinante de esto podría ser tal vez que nadie nos ha enseñado a hacer algo como eso, no es genético ni algo hereditario el impulso a crear, es sencillamente un instinto de superioridad, o un llamado a la autoría sobre aquello que le rodea. Dado que las cosas han sido ya creadas, el hombre para obtener satisfacción, juega con el mundo y le instala en categorías, le dota de significados, le establece relaciones, y es justamente eso lo que el hombre hace cuando crea, es la creación que realiza lo que le permite sentirse autor sobre la naturaleza, donde cesa la impotencia y la frustración y nace el ego además del orgullo.

En esta medida el arte es una afirmación de la vida –y de una buena vida- pues el hombre no vive solamente por seguir un ciclo natural, el hombre vive porque sin él el mundo carece de sentido, de significado. Además, evidencia la utilidad fundamental de la razón humana y la evolución del pensamiento humano, cómo se generan las ideas y cómo funciona el lenguaje. Todo comienza desde el arte, desde ese impulso creador, porque todo lo que es, ha sido “creado” o por lo menos descrito por el hombre. Implícitamente se le atribuye en este acto creador al hombre otra cualidad, y esta es la libertad; en un sentido radical como el que le atribuye Sartre: se inicia la libertad desde el momento en el que el hombre rechaza o reniega de la realidad que le rodea, y proyecta otra realidad a su antojo. Comenzamos entonces con el tema de la realidad.

La obra de Nietzsche que se acerca más a lo que hago mención, es “El nacimiento de la tragedia” (2002), obra en la cual Nietzsche bosqueja “El Superhombre dionisiaco” “trágico”, pero antes de continuar aclaremos; el “Superhombre” era un hombre propuesto y situado en una escala superior a la del hombre habitual o común, y era la voluntad de poder del Superhombre la que le permitía establecer su propio sistema de valores, ajeno a cualquier institución terrenal o religiosa -me referiré a La voluntad de poder un poco más adelante.

Hasta este punto tenemos más requerimientos para desarrollar la idea planteada respecto a lo real y el arte, pero entre las cosas más urgentes, desglosaré un poco la idea de “Superhombre dionisiaco”. Resulta que, como se menciona en “La visión dionisiaca del mundo”, del encuentro de dos dioses surge la máxima manifestación del arte y la afirmación de la vida ¿Quiénes son estas divinidades? Apolo y Dionisio que además de ser dioses, son dos tesis estilísticas. Usualmente al leer a Nietzsche, llegamos a la conclusión de que no debemos estar del todo conformes con la bella apariencia del mundo onírico que nos representa Apolo, ya que nos oculta la realidad. Pero si vemos nuestra vida, parece que estamos allí atrapados en las apariencias y muchas veces parece que no queremos movernos, pues disfrutamos de la comprensión instantánea de las figuras y formas que se nos presentan; nos engaña el mundo onírico con un velo de apariencia donde todo está en orden y armonía. Pero, como lo mencione al principio, no solo existe esa tesis estilística, camina junto a Apolo, Dionisio, y es aquí donde comienza lo divertido, pues cuando detrás del velo en el mundo de la bella apariencia el hombre -que se ha convertido en filósofo-, logra deslumbrar que detrás de ese velo de apariencia hay una realidad que no había experimentado antes, desmonta el mundo onírico aparente y juega a organizar de manera embriagada todo aquello que va descubriendo, esto le ayuda a sopesar la amargura de no ser su auténtico creador, pues corrige en cierta medida esa realidad aparente y crea una realidad más conectada con el caos de sus emociones e instintos. Esa fuerza dionisiaca que lleva al hombre a destruir apariencias, lleva al hombre a un contacto con la naturaleza de la voluntad, pero envuelta en sabiduría y verdad; y allí surge un problema que abordaré un poco más adelante y a partir del cual daré una respuesta a ¿cómo el arte enriquece a la realidad o a lo real?

La creación, tiene entonces que ver con un estado de embriaguez, donde la sensibilidad se lleva al extremo, donde el entusiasmo eleva al hombre como “fuera de sí” pero envuelto en la naturaleza de todo aquello que le rodea. Para que un artista pueda no ver nada tal y como es, sino dotado de deseos y de fortaleza, ha de poseer juventud y primaveras eternas, como una embriaguez para siempre, un caos que se presenta ante el hombre cuando este se encuentra con la sencillez y esquematización de la voluntad; el arte es justamente dominar ese caos, poner reglas y legislación. El artista aspira lograr formas, lógica, sencillez, asertividad y ley en general a partir del caos; con la fuerza creadora atiborrada de sensibilidad, corporeidad y embriaguez, que son canalizadas en el momento en que se crea, en el momento que resulta una obra de arte. El Superhombre es entonces aquel artista que logra en sus obras de arte dejar fluir las emociones que ha experimentado y el caos que le ha provocado, su acercamiento a la voluntad a través de la embriaguez, pero que además impone una nueva significación y valoración, en este caso al mundo que le rodea. Es decir, el Superhombre es un artista que no solamente crea según sus antojos y necesidades, sino que también establece determinaciones en ese mundo.

Pasaremos ahora a definir un asunto pendiente, ¿qué es voluntad de poder? Pues bien, la voluntad de poder es la fuerza de impulso del hombre, más evidentemente del artista, a no satisfacerse con lo realizado, a no estar conforme con lo logrado sino tener ansias de ser cada vez mejor y por ello se reinventaban en sus estilos de manera continua, con la intención de vencer sus límites y los prejuicios impuestos, por ejemplo, por la apariencia. Así es como inician los que logran establecer valor y determinaciones para sí mismos, los Superhombres. La voluntad de poder funciona como una potencia que no puede mantenerse estática y que está sobrepasándose así misma cada vez; busca el mayor acercamiento posible a la conservación y verificación de la vida. En otras palabras, es la capacidad que tiene el hombre de conducirse y estar incluso por encima de sí mismo, tornándose; es al mismo tiempo un dotador de valores y de verdades. Ejemplos claros de lo anterior esto son el arte, la filosofía, la religión, la política y la ciencia. La voluntad no surge únicamente para que el hombre pueda realizarse, sino que surge para encontrar sentido a aquello que sucede en el mundo con el que se relaciona. Y de nuevo está el arte en estas nociones, pues el arte acrecienta el poder.

La fuerza creadora que es el arte es la transparencia de la voluntad de poder, pues allí lo creado se hace transparente y se puede ver a través de él, la vida a partir de la cual se crea y que se reafirma a partir de esas proposiciones. Para concluir me remitiré a al problema respecto al contacto que experimenta el hombre con la naturaleza de la voluntad a través de la fuerza dionisiaca pero envuelta en sabiduría y verdad.

Resulta que, en efecto el arte es un instinto o una fuerza creadora, con la que el hombre puede jugar con la naturaleza. Si bien es cierto que el hombre hace parte de la naturaleza, esto es algo que solo se evidencia cuando está embriagado, ya sea como endiosado o simplemente como fuera de hábitos y costumbres, de rutinas o modelos de ser. Sucede que, la realidad de la que habla el hombre, la realidad en la que se mueve y la realidad que comparte con sus semejantes, es una realidad construida, son acuerdos a partir de las generalizaciones. Por el momento debemos aceptar dos cosas: 1) el arte es el instinto y la actividad creadora del hombre, y 2) la realidad es una creación del hombre, es decir la misma realidad es una obra de arte.

Quisiera mencionar a un autor más, Juan Valera, que en su obra “Qué ha sido, qué es, y qué debe ser el arte en el siglo XIX” hace referencia a Alcalá Galeano quien expone que para el arte hay un pleno entendimiento, tanto de aquello a partir de lo que se está creando, como del resultado final, teniendo en cuenta que el entendimiento es una relación del pensar con el mundo. Esto permite que el mundo creado por el hombre sea claro y subjetivo, pues no cae en generalizaciones, sencillamente se compone de la variedad de las interpretaciones. Este tema es un poco extenso, pero le intentare resumir: el mundo es creado por todos los hombres, pero partiendo del mismo mundo, así que cada hombre siente el mundo de modo diferente, pero dado que tenemos el lenguaje, lo interpreta o lo comprende teniendo en cuenta una generalización, en este caso el lenguaje. La interpretación de un individuo, no es más acertada ni más errónea que la de otro, sencillamente son válidas para seguir construyendo una realidad o un mundo real en el que todos puedan vivir.

A pesar de que el arte no carezca de entendimiento, no es esta la característica principal de una artista, esta es la imaginación, que se abre al sueño y también a las verdades, el artista crea, el arte adivina, adivina las verdades futuras para a través de esa ilusión consolarse o guiarse por el mundo y por la vida.En ese sentido entonces la realidad no es nada si no hay arte; pues el arte es lo que le ofrece al hombre la capacidad de tener un dominio, control y de subordinar esa naturaleza caótica que se encuentra fuera de su alcance . Lo real es aquello que ha sido construido por todos los hombres. Teniendo esa creación, teniendo ese lenguaje, no resulta muy complejo definir ¿Qué es real? No nos queda más que aceptar que lo real es el entramado que la humanidad ha creado para sentirse superior, sabio y digno de vivir. Teniendo la realidad como eso, inevitablemente concluyo que el arte es esencial para la realidad. Ni siquiera hay un “enriquecimiento”; sencillamente si el hombre no decidiera crear nada, no sería nada, porque no podría interactuar con el mundo, porque no se molestaría en construir un mundo, andaría por ahí como las demás bestias de la naturaleza; afortunadamente nos hemos dotado de lenguaje e instrumentalizamos la razón para hacer arte con ella, sin olvidar que debemos dejarnos llevar también por los deseos que tenemos y como queremos el mundo.

¿Cómo referenciar?
Martin´s Amarilla. “El arte como enriquecimiento de lo real” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 3 jun. 2020. Web. FECHA DE ACCESO

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