COVID-19: breve análisis foucaultiano del caso colombiano

Pasados más de ocho meses tras ser declarado pandemia el COVID-19, registrando hasta el momento más de 1 millón de muertes a nivel global según la OMS, y presenciando la lucha a contrarreloj; por un lado, entre países por presentar una vacuna que solucionaría el manifiesto problema sanitario -en una especie de Guerra Fría contemporánea- y, por otro lado, de  personas que se enfrentan a conflictos económicos, sociales y políticos, complejizados por la aparición de esta cepa de coronavirus. Se vuelve fundamental un análisis sociológico y filosófico del actual momento coyuntural. Frente a esto, el pensamiento del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984), el cual realiza un estudio al tiempo arqueológico como genealógico de trasformaciones epistemológicas, socio-políticas y económicas que se han dado a través de la historia, termina por ser más que conveniente para el análisis de la actualidad y, más específicamente, del COVID-19.

En la presente columna se realizará un breve análisis de la actual coyuntura  a través de distintos puntos clave foucaultianos, entre los que se encuentran la ‘disciplina’, la ‘gubernamentalidad’, la relación entre poder-saber, entre otros. Todo lo anterior, presentando ejemplos concretos que puedan dar luz a este análisis bajo el lente foucaultiano.

Contra la peste, que es mezcla, la disciplina hace valer su poder, que es análisis”
(Foucault, 2002, p. 229).

Michel Foucault, en su reconocido libro Vigilar y Castigar (1975), introdujo un concepto o, mejor, un fenómeno, que iniciaría a tomar fuerza en el siglo XIX a través del poder disciplinario: el “panoptismo”. Éste haría alusión, en últimas, a la vigilancia permanente y exhaustiva, que siempre observa y hace visible el comportamiento del observado pero que ella misma sería imperceptible ante sus ojos. Las situaciones de peste y, en este caso, de virus pandémicos, pondrían a funcionar un panoptismo de manera constitutiva, pero ahora, de una forma más imbricada y compleja de captar frente a las nuevas dinámicas políticas y económicas que terminan por moldear lo social y su relación, por ejemplo, con lo presencial y lo virtual. Las medidas como el cierre de fronteras, el confinamiento o la cuarentena (en células familiares o conyugales), el toque de queda, el pico y cédula, entre otras, serían muestra de la vigilancia bajo esquemas disciplinares. En efecto, la ‘disciplina’, citando a Foucault:

[…] no puede identificarse ni con una institución ni con un aparato. Es un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo, que implica todo un conjunto de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de niveles de aplicación, de metas; es una ‘física’ o una ‘anatomía’ del poder, una tecnología (2002, p. 248).

Aunque en distintas instituciones escolares, médicas y psiquiátricas, penitenciarias, policiales o militares, etc., se presenten instrumentos de vigilancia y disciplinamiento, no son éstas las responsables de generar ni ejercer una disciplina; es incluso más compleja y dinámica, como es el poder en Foucault, el cual no es detentado o concentrado, desde la época moderna, por agentes particulares, sino que está distribuido. Es decir, todas las personas ejercen el poder y penetra en éstas hasta lo más profundo de sus mentes y cuerpos. Bajo esto, distintos gobiernos ven en las pandemias la oportunidad perfecta para alcanzar la ciudad utópicamente gobernada, bajo disciplinas perfectas, aquello que ponga en orden total el caos de la existencia humana, de la población, bajo intereses económicos o políticos específicos. Así, se dividen las ciudades en secciones distintas para mayor facilidad en su control, se imparte el miedo, la conmoción permanente, o el shock, en términos de Naomi Klein. Se juega, asimismo, bajo la lógica Schmittiana del amigo-enemigo y, por ejemplo, se hablaría de una “guerra en contra de un enemigo invisible (el coronavirus)” tal como lo expondría el presidente de Francia, Emmanuel Macron, generando igualmente el falso sentimiento de seguridad nacional. De la misma manera, se apoyaría en un sistema de registro permanente, consignando todos los datos personales de los ciudadanos en “pro” de un seguimiento del virus;  los informes y las estadísticas colmarían los medios de comunicación, y toda la importancia estaría trasladada de manera insistente e incesante hacia el virus, creando mayor confusión y terror. Se desinfectarían las casas y los cuerpos de tal forma que queden asépticos, inmaculados; una purificación constante con alcohol y gel desinfectante, al borde de la resequedad de las manos y del alma.

Este ejercicio panóptico disciplinar no sólo lo realizaría el gobierno, sino los ciudadanos consigo mismos y con los otros; se vigila que el otro esté siguiendo las medidas a cabalidad y si no, se le castiga mediante escarnio público o se le envía a las autoridades, al tiempo en que uno se auto-vigila constantemente en su correcto cumplimiento. Un panóptico que ahora también sería virtual y actuaría de manera aún más expansiva, enclaustra, por ejemplo, a los ciudadanos en sus casas para realizar el tele-trabajo o tele-estudio, pasando de reunión en reunión, de clase en clase, de Google Meet a Zoom; grabando cada sesión, vigilándolos de manera más concisa y de cerca. El consumo, compra o venta, se realizaría mediante plataformas o aplicaciones web, incentivando los domicilios y los trabajos informales o de prestación de servicios. En efecto, la virtualización que se ha dado en el mundo hasta ahora, encadenada al sistema económico capitalista, ha generado fuertes implicaciones a nivel psicológico y mental en las personas, haciéndose más intensas en esta coyuntura. La sobreestimulación, la sobreexplotación, la hiperconectividad, la hiperinformatividad, el engullir imágenes sin detenimiento y sin reflexión da paso a una subjetividad confusa, deprimida, convulsiva y pasiva, además de presentarse estrés, ansiedad, un creciente pánico, miedo, shock… Se refuerza el ego y la soberanía, en vez de la cooperación y el apoyo, muy a pesar de la retórica “estamos juntos en esto”.

Una virtualidad que las ciudades colombianas tienen mayor probabilidad de uso, pero que las estratos socioeconómicos -escalas que hace parte de la estratégica división del disciplinamiento, la vigilancia y el castigo- más bajos, y las zonas rurales muy difícilmente tendrían acceso a los dispositivos necesarios para su uso. Personas que se exponen al virus por depender de trabajos por día, desamparados por el gobierno, sobreexpuestos por ser medidos bajo el constante binario de normal-anormalidad, como aquellos que bajo sus propios medios también tienen que mantener, paradójicamente, la buena conducta y las obligatorias medidas de bioseguridad. Es así como el virus, por sí mismo, no discrimina por cuestión de clase social, raza o género, pero la manera en que está configurado el Estado y cómo se gestiona el gobierno, sí discrimina-disciplina. Es así como el virus, en sí mismo, no es el problema, si no las distintas tecnologías del poder que la biopolítica ejerce sobre los seres y sus cuerpos.

En efecto, Colombia, un país donde el gobierno no invierte en salud, educación, investigación, prevención, que no estaba preparado para una emergencia de este tipo, y que, en cambio, financia la guerra, y busca destruir un histórico Acuerdo de Paz, que intensifica la corrupción y se basa en marcadas divisiones de clases o estratos, de género, de raza/etnia, etc., magnifica la pobreza, el machismo, la discriminación, la violencia, los abusos, las violaciones, los asesinatos (ej. a liderazgos sociales, excombatientes de las FARC, pueblos inocentes, etc.), la xenofobia, la aporofobia (como conceptualizaría Adela Cortina), entre muchas otras. Así, no sólo se teme al contagio por el coronavirus, sino al estado de cosas colombiano que tiene profundas y violentas raíces históricas.

Esto puede ser entendido gracias a la idea de ‘gubernamentalidad’ que expone M. Foucault -que abarca el sentido de ‘disciplina’ expuesto más arriba-, la cual se diferencia de la usual forma de conectar el “gobernar” con los verbos reinar, mandar o hacer la ley. En este caso, no se trata de instituciones o personas en particular, sino de una forma global de tecnología del poder, que puede ser entendido más adecuadamente con la definición que el filósofo francés da a la ‘gubernamentalidad’, recopilada en el libro Seguridad, territorio, población (2006):

Con esta palabra, ‘gubernamentalidad’ […] entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad. […] la tendencia, la línea de fuerza que, en todo Occidente, no dejó de conducir, y desde hace mucho hacia la preeminencia del tipo de poder que podemos llamar ‘gobierno’ sobre todos los demás: soberanía, disciplina, y que indujo, por un lado, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos de gobierno, y el desarrollo de toda una serie de saberes (p. 136).

Estas estrategias y prácticas gubernamentales, que perpetuarían el Estado, terminan por definir aquello que debe y no debe ser (moralidad hecha a su medida bajo el binario bien-mal), lo público y lo privado, el orden y tamaño de la población… quiénes y quiénes no se exponen al contagio del virus. Todo esto es posible a partir de la relación entre saber y poder, instrumento que permitiría el control e implementación casi religiosa de la disciplina de cada ciudadano consigo mismo y con los otros.  

En efecto, la Modernidad fue escenario, entre muchas cosas, del cambio y desplazamiento de un “derecho de muerte” hacia un poder que administra la vida. La administración, relacionada a la ‘gubernamentalidad’ ya expuesta más arriba, se efectuaría cuidadosamente sobre los cuerpos, calculando y gestionando compulsivamente sus existencias, sus vidas, enfermedades y muertes, como control de las poblaciones. Este bio-poder y, en ese sentido, bio-política, busca maximizar la vida a costa incluso de esta misma y bajo intereses gubernamentales. Se pondrían vidas por encima de otras, de acuerdo a su buena conducta y, en ese mismo sentido, se establecería quiénes tendrían “derecho” a la vacuna por encima de otros. El capitalismo/neoliberalismo se valdría del bio-poder y del virus para hacer aún más manifiestas las distribuciones individualizantes y subjetivizantes (individuos privados), y no colectivas (comunidad, vida pública); muestra de esto fue la reacción inmediata tras la declaración de la pandemia, que dio paso a la acumulación desmedida y compra desenfrenada de provisiones (papel higiénico, tapabocas, guantes…) hasta agotarlas, y no permitiendo la adecuada distribución de estos utensilios.

Esto es posible mediante la estrecha relación entre el poder y el saber, en la que los gobiernos tienen mayor potestad. Es decir, se valen del saber médico, biológico o científico (además de otros múltiples saberes, como el administrativo, religioso, moral, etc.) con los que definen aquello que es y que no es. Bajo esto, los ciudadanos se adhieren a estos saberes y confían casi plenamente en ellos, por ejemplo, al establecer a la Organización Mundial de la Salud como autoridad médica durante la pandemia. Esto también puede ser visto en el dominio de los distintos medios de comunicación, sean tradicionales o alternativos, con la que la vigilancia digital se magnifica, y la era de las fake news y la posverdad encuentra su lugar predilecto.

Frente a todos estos fenómenos, hoy más que nunca, se vuelve primordial el análisis crítico y reflexivo, dentro del cual Foucault, como se vio, es una pieza clave y útil para la comprensión (no como saber, sino como lectura) del presente y su actual coyuntura.

 

Referencias Bibliográficas:

Foucault, Michel

(2002) Vigilar y Castigar. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.

(2006) “Clase del 1 de febrero de 1978” en Seguridad, territorio, población. Buenos Aires : FCE. pp. 109-138.

(2006) “Clase del 8 de febrero de 1978” en Seguridad, territorio, población. Buenos Aires : FCE. pp. 139-159.

(2007) Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.

(2014) Subjectivité et vérité. Cours au Collège de France, 1980-81. Paris, Gallimard-Seuil, coll. “Hautes Études”.

¿Cómo referenciar? 
Jiménez Bará , Valentina. “COVID-19: breve análisis foucaultiano del caso colombiano” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 20 dic. 2020. Web. FECHA DE ACCESO. 

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