El presente ejercicio de reflexión tiene como fin el de poner de manifiesto, a partir de la obra de Freud Psicología de las masas y análisis del yo, la estructura del contagio como conditio sine qua non para la constitución de una multitud de individuos a conglomerados; es decir, la condición de la masa en el padecimiento del insomnio. Para tal propósito se propone, en primer lugar, radiografiar las causas por las que Freud conduce su investigación al estudio de la psicología social. En segundo lugar, se dará tratamiento a las características que se pueden evidenciar de las masas en el marco del Paro Nacional del presente año y las posibles causas de la génesis de un “insomnio colectivo”. Luego, se analizará el contagio como fenómeno generador de la masa y las consecuencias en el campo onírico que se derivan de él. Así las cosas, este brevísimo análisis buscar comprender la alteración del sueño que se evidencia en los individuos cuando están en grandes grupos bajo los efectos del contagio, situación que nos es fácil señalar con la actual efervescencia política y social.
Para comenzar es necesario decir que el problema central en todas las obras del psicoanalista austriaco es la cuestión de lo psíquico. En ese sentido, no es de extrañarse que retomemos tal aspecto en el presente acápite. Así, Freud en la introducción de su obra, pone de manifiesto la importancia del estudio de la estructura anímica de un individuo a partir de su relación con el otro, pues, en lo anímico, casi siempre se solicita la participación del otro para crear vínculos afectivos y modelos de personalidad con aquel que considera que es diferente de sí, oponiendo los procesos narcisistas en los que “la satisfacción pulsional se sustrae del influjo de otras personas o renuncia a estas” (Freud, 1984, p. 67). En otras palabras, la relación con otros individuos supone la identificación del individuo y, a su vez, aleja las acciones de imitación con las que el niño usualmente comienza. La identificación no equivale a un mero proceso de imitación, recuérdese que el proceso identitario es fundamental para la formación del yo, del superyó, del ideal del yo, del carácter y de la identidad misma (Grinberg, 1976). Este proceso se establece gracias a las constantes relaciones, o desplazamientos afectivos, que se establece entre el sujeto y los otros, ya sean sujetos u objetos. Por tal motivo, la relación de un individuo con su ambiente externo, y todo lo que este contiene, cimienta rasgos esenciales de su estructura anímica, de su aparato psíquico. Es aquí en donde la interacción de un individuo con su entorno cobra valor para la reflexión psíquica del sujeto y la reflexión de este con los demás.
Por otro lado, no sobra traer a colación, el análisis que realiza Freud sobre el origen de las sociedades primitivas, ya que en Tótem y tabú (1913) el autor señala que la sociedad se configura alrededor de la figura del padre, más aún, del parricidio. Los integrantes de la tribu comparten lazos afectivos gracias al fenómeno edípico que se presenta tras el asesinato de la figura paterna y el sentimiento de culpa que este despierta. En palabras de Posada, puede decirse que “el vínculo social se establece sobre la posibilidad de un síntoma compartido, un síntoma que justamente por el hecho de ser común, es el que produce la comunidad” (Posada, 1998, p.5). Bajo esta óptica es posible vislumbrar que la colectividad, o sea la masa, se explica desde una regresión a la horda primitiva cuyo fin es encontrar un líder. Lo individual, asumido como el yo, incorpora una cultura erigida por la culpa, en donde hay una represión de la pulsión; el tótem, entonces, se puede interpretar como un símbolo para identificarse con el padre. En síntesis, detrás de la cultura hay un asesinato.
Con el objetivo de denunciar el divorcio que los autores de su época suscitaban de la psicología individual de la social, Freud aseveró que, para entender los aspectos psíquicos de un individuo, se necesita, también, prestar atención a los aspectos que surgen de su vínculo con la sociedad, siendo así, como se pudo observar que sociedad-individuo crean una relación indisoluble. De ahí que la obra de Freud exponga una psicología social, en donde el individuo es ubicado como miembro de una multitud organizada, es decir, de una masa.
Como ya es sabido, Freud hace uso de las reflexiones de Le Bon y McDougall en torno a la descripción de las masas y los comportamientos que se evidencian en un individuo cuando pertenece a una. Para el autor lo que, en pocas palabras, se puede señalar en un individuo es su reacción alterada. Sobre esta alteración presentamos por un lado a Le Bon, quien nos dirá cómo se conforman las masas. En primer lugar, no importa la constitución de la masa, ya que cuando están en ella, se dotan de un alma colectiva que provoca comportamientos y pensamientos que difieren a cuando están de manera aislada. Es decir, dentro del conglomerado de simpatizantes con las acciones de protesta y denuncia en contra del gobierno de turno se dan acciones y pensamientos que no sucederían de la misma manera al gestarse de forma individual o en exclusión de un colectivo. Existe algo que une a los individuos y los conduce a determinadas ideas y sentimientos, en este caso el rechazo de las legislaciones y disposiciones emitidas en nombre del poder Nacional, pues una masa es un conjunto de heterogéneos unidos a algo.
La alteración de la conducta de individuos en masa puede comprenderse desde el postulado de Le Bon que ora sobre un sustrato inconsciente creado por elementos hereditarios. Tal sustrato contiene saberes ancestrales que forman el alma de la masa. En ese sentido, el sujeto pierde su individualidad para sumirse en el alma colectiva, derribando con facilidad las diferencias con el otro, diferencias que, en la protesta episódica, responden a razones de género, color, credo, pero no a diferencias políticas fuertemente marcadas. Al contrario, es la causa política la que suscita la unión de los individuos. Además, nace en estos un ímpetu que los lleva a entregarse a los instintos, pues gracias al anonimato de la masa, la responsabilidad de los actos deja de existir y la norma de regir. Al abandonar la consciencia moral, los individuos sacan a la luz sus aspiraciones más salvajes y violentas. Como consecuencia, la masa ejerce sus acciones debido a los impulsos y excitaciones que encarna el malestar generado por el estado del ámbito político y social. En resumidas cuentas, desaparecen los impulsos individuales porque prima, ante todo, el interés colectivo. De tal forma, todo aquel que hace parte de la masa, según el autor, debe ser un ciego creyente de los ideales y las causas que promueva la masa y, en especial, su líder (ya que toda masa demanda uno).
Ahora, según las apreciaciones de McDugall, la masa debe ser analizada por su organización. Más precisamente, por la presencia o ausencia de esta en la masa, pues una masa simple es, por definición, desorganizada. Empero, la conditio sine qua non que debe poseer un grupo de individuos para conformar una masa, en sentido psicológico, es el objeto, consigna o ideal que comparten. Así, en cada individuo hay un incremento en la afectividad de sus lazos para con el otro. Es tanta la intensidad de la ligazón que, para el autor, el sujeto llega a perder su individualidad. De esta manera, podemos explicar, cómo un individuo deja de situarse en el lugar de la crítica, de la reflexión; abandona, en términos de Freud, su estado de consciencia. Incluso, el exceso de afectividad hace que la inteligencia y los procesos mentales de un individuo sean anulados gracias a la usurpación de lo individual y a la introducción de lo despersonalizado. Para McDougall, al igual que para Le Bon, una masa simple no organizada es violenta, extremista y apasionada. Su comportamiento puede compararse con la de un niño malcriado. Sin embargo, el autor también nos enseña los requerimientos que debe seguir una masa para que sea organizada: debe ser continua, tener representación, relación con otras masas, establecer una tradición y debe, por último, existir una articulación que se refiera a la individualidad de los sujetos (Freud, 1984), objeto que se puede evidenciar en el mecanismo de la manifestación, pues los sujetos desde su individualidad logran representarse en un colectivo conjugado por diferentes.
Se ha hablado de la relevancia de la psicología social para el estudio de la psique individual con el fin de provocar un preámbulo para el análisis del tema que, fundamentalmente, este análisis nos concierne: el contagio[1]. Freud en el segundo capítulo de su obra “Psicología de las masas y análisis del yo”, expone a través de las teorizaciones de Le Bon el fenómeno del contagio, al cual le atribuye la causa de que las masas hagan visibles ciertos rasgos de la conducta del individuo. Dicho fenómeno, para el autor, es fácil de comprobar, pero de difícil explicación. En la masa todo acto es contagioso y lleva al individuo a realizar el sacrificio de su propio interés para redimir el del colectivo. Sin embargo, para el sociólogo francés, el contagio más allá de ser un fenómeno observable, es un efecto de la sugestionabilidad. Para explicar esto, Le Bon acude a la figura de la hipnosis, en donde sostiene que un individuo envuelto en una masa activa, puede vivenciar cierto estado de fascinación, similar a la de un hipnotizado bajo la dirección de un hipnotizador. Es decir, la influencia de la sugestionabilidad en un individuo le hace cometer y padecer determinados actos que, en solitario, o de forma aislada, nunca realizaría ni le afectaría; por ello, el individuo hace evidente la pérdida de la personalidad en un estado consciente.
Empero, a juicio de Freud, el contagio no se puede definir como un efecto de la sugestionabilidad, sino como una exteriorización de ella. Recuérdese que después de intensas semanas protestas los colombianos comenzaron a expresar, a través de sus redes sociales, el creer padecer de cierto insomnio colectivo suscitado por la situación nacional. El impacto de los hechos ocurridos en el contexto de las movilizaciones provocó, inconscientemente y de forma curiosa, una suerte de alteración del sueño. El insomnio se define de varias maneras: carencia absoluta de sueño, alteración del sueño, sueño insuficiente, sueño no reparador o sueño constantemente interrumpido (Haro, Labra y Sánchez, 2010). Diagnosticar a todo un colectivo como insomne es una empresa difícil debido a que, por un lado, el conocimiento sobre el insomnio es precario y relativamente nuevo; por otro lado, porque si bien el insomnio es multifactorial, poco o nada se asocia a fenómenos de contagios masivos en relación al ámbito político y social. Por estas razones, Freud aseverará, sobre lo primero, que la fuente que da origen a la sugestionabilidad es la energía psíquica, la libido, energía que, además, se encuentra involucrada en la activación o desactivación del campo onírico. Luego, se debe tener en cuenta que, en palabras de Jaramillo, “este fenómeno, denominado contagio, consiste en que los signos percibidos de un estado afectivos presentes en otro, provocan automáticamente el mismo afecto en quien los percibe.” (Jaramillo, 2004, p. 5). Por consiguiente, es diáfana la pretensión de Freud al analizar a las masas desde un componente psíquico esencial, el de la libido.
El proceso de contagio en la generación de una masa puede exhibirse desde tres elementos: la relación sujeto-líder, el ejercicio de imitación y el desencadenamiento del acto salvaje. En efecto, se puede inferir con facilidad que en toda construcción de masa es imprescindible la presencia de un líder y de un sujeto que lo siga. Esto constituiría, a su vez, la ligazón afectiva de la que nos hablaba McDougall, ya que el sujeto necesita que algo dentro suyo se mueva y lo lleve a ejecutar ciertas acciones. En el caso del insomnio colectivo, basta con que uno de los líderes exprese a una agrupación sus problemas para conciliar el sueño debido al estado actual de la situación política. Los seguidores reconocen la gravedad de los hechos y comienzan a incorporar dentro su aparato psíquico el malestar logrando, sorprendentemente, el padecimiento del trastorno del sueño. Para Ortiz, “Freud afirmó que la sugestión, el poder de los líderes y la existencia misma de los grupos y las masas se debían a la libido.” (Ortiz, 2013, p. 68). En otras palabras, la teoría freudiana demanda la presencia de un componente psíquico que motive a un individuo a la actuación y al pensamiento. Pero ¿cómo entender esto dentro del contexto de la masa? El austriaco nos diría que al permanecer en grupo se despierta la necesidad del padre, y esto, desde luego, se da con la forma del líder y los héroes, quienes representan en las masas el ideal del yo, y sobre quienes erigen una relación de subordinación.
Fortalecidos los lazos hacia una figura de autoridad, los individuos proceden a imitar sus posturas, gestos y movimientos en torno a él, relegando, de tal manera, el espacio de la individualidad y la autoconsciencia. En este punto, puede observarse que la masa, por proceso imitativo, no tendría ningún problema en ejercer conductas violentas, agresivas hacia los demás, ni en la imitación e incorporación de estados del ánimo, siempre y cuando estas conductas no sean en contra del propio grupo, pues, por la misma intensidad de la libido que existe en sus estructuras anímicas, les impide violentar a aquel con el que comparten un lazo y causa en común. Todo esto da cuenta de la ausencia de voluntad, del estado de consciencia, que imposibilita la inhibición de acciones moral y éticamente incorrectas. Desde lo psíquico, para Martino y Lotufo, “hablar de agresividad implica hablar de lo pulsional. La agresión supone la mezcla de Eros con la pulsión de muerte.” (Martino y Lotufo, 2006, p. 2). En ese sentido, la masa desvía la estructura anímica del individuo, provocando, debido al contagio, una mezcla desenfrenada de pulsiones y alteraciones al grado de autoafectarse imprimiendo grandes cargas de preocupación por un estado de cosas que, como se mencionó, en este caso responden a cuestiones puramente políticas y sociales.
Para sintetizar las ideas planteadas en este corto análisis puede rescatarse que, para el análisis de la estructura anímica de un individuo y su repercusión en la calidad del sueño, se necesita prestar atención a las alteraciones de dicha estructura en entornos de masa. Tal alteración puede ser explicada por el fenómeno de contagio que es la forma exteriorizada de la sugestionabilidad en donde convergen la afectividad, la imitación y la ejecución de actos con alto contenido anímico. La presencia de las personas en una estructura masificada puede provocar, a través de la figura del líder, su despersonalización y la pérdida de la conciencia al grado de reconfigurar todo el sistema de hábitos y condiciones anímicas en pro de una causa o consigna que comprenda al tejido social. En resumen, todo esto se puede evidenciar en situaciones actuales donde la protesta episódica, las manifestaciones, las movilizaciones y los enfrentamientos que se despiertan en el desarrollo de estas, comprometen de forma indirecta la salud mental de los sujetos partícipes.
Grinberg, L. (1 976). Prefacio. En Belmonte, L., & DeL, V. (1976). La identificación en Freud. Ediciones Kargieman.
Freud, S. (1984). Obras completas, volumen XVIII. Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu Editores.
Haro, R., Labra, A. y Sánchez, F. (2010). Repercusiones médicas, sociales y económicas del insomnio. Revista El residente, V. 5 Nº3. Instituto Científico Pfizer.
Jaramillo, A. (2004). Freud y el estado de la cuestión. Psicología de las masas y análisis del yo. Revista Affectio Societatis, N°7. Universidad de Antioquia.
Javaloy, F., A. Rodríguez y E. Espelt. (2001) Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Barcelona, Prentice Hall.
Martino, C., Lotufo, A. (2006). Una forma de violencia social. Desde Freud hasta nuestros días. Fepal-XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis. Lima, Perú.
Ortiz, F. (2013). Los efluvios de las masas: un ensayo en torno al comportamiento colectivo y la comunicación no verbal. Revista Polis, 9 (1). Páginas 87-107.
Posada, P. (1998). Del padre al síntoma: una articulación de lo particular y lo colectivo en Freud. Revista Affectio Societatis, N°1. Universidad de Antioquia.
[1] La palabra contagio se asocia a infección y enfermedad. Le Bon la utilizó por la aversión que manifiesta a la emocionalidad de las masas, considerando siempre que la razón es una función superior y que entregarse a las pasiones es como descender en la escala de la evolución. Esta visión del comportamiento colectivo ha sido justamente calificada de patológica (Javaloy, Rodríguez y Espelt, 2001).
¿Cómo referenciar?
Gamboa, Laura J. “Contagio en masa: el problema del insomnio colectivo en el Paro Nacional” Revista Horizonte Independiente (¿Y qué tal si?). Ed. Nicolás Orozco M., 23 jun. 2021. Web. FECHA DE ACCESO.
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