Soy la canción de la muerte que anida.
Soy el manto de la tierra que descompone.
Soy el surco que deja el gusano al bailar.
Soy la canción de la vida que anida.

En mis labios se escurre un negocio:
Aquí dormita la serpiente, serías voz encantadora de serpientes, susurrante, hablante para ella.
Aquí mis labios susurran miel, serías voz catadora de aceites, cuna a mis palabras dulces.
Aquí las piernas se abrazan, se disponen, se despliegan, se tuercen, se entumecen, se despiertan, se acurrucan.
Aquí en las calles las cejas se añejan, serías voz de líneas sangrantes, de efluvios amargos, de filamentos alumbrantes.
Aquí en mis labios se escurre un secreto.

Soy el yunque y la lava.
Soy la espuma y la leche.
Soy la fragua y la ceniza.
Soy el mar y la nube.

Soy la canción de los humeantes.
Soy canción para dedos presurosos, para rostros demoledores, de vientres expuestos, afortunada canción para besos entrometidos.
Soy la canción de las bestias, de los higos, de la cañada, del madrigal.
Soy Canción de la Gran Madre.