Byung-Chul Han y la filosofía VIP

En el enjambre (Han) es un libro que destaca por su falta de originalidad. No aborda problema alguno sobre el origen. Se contenta con revisar académicamente algún concepto, idea, comportamiento o expresión humana que le sea útil. Aunque enuncia un pathos, muy a la usanza de la filosofía continental y de todos esos excavadores anglosajones del alma, su vista es corta, si no miope, frente a los dolores de una época. Es la filosofía aplicada, el resultado de la incertidumbre manifiesta en la desazón popular. El pueblo, harto de consumir un estilo de vida plástico y prostético, no se cansa de solicitar mayores reproducciones enigmáticas, que ha encontrado en esa filosofía, en su filósofo-pop. No hace falta que se escriba en coreano, alemán o en inglés para reconocer que la riqueza lingüística está al servicio de aquellos que, pudiendo ver, se resisten a lo visible para luego anunciar al mundo su descubrimiento fantástico de la realidad, como aquel que al retirarse la venda de los ojos dice: «Ahora puedo ver». Su mensaje llega rápido, no necesita ver para conocer porque «lo esencial es invisible a los ojos» (de Saint-Exupéry), insinúa Byung-Chul Han en su momento de mayor cercanía con la filosofía francesa. Semejante arrogancia vale 20,31 dólares en la librería más cercana (amazon.com).

Hablamos con claridad de la filosofía del espectáculo para toda aquella persona que durante su vida ha evadido la gratuidad de la lectura y el placer de la imaginación. Hablamos de la cultura de la estimulación constante, de la sensación de placer-recompensa o displacer-indignación. Estos filósofos aplicados me recuerdan a esos psicólogos ingleses que le parecían a Federico en suma interesantes. No sumamente interesantes, sino —apenas— ellos mismos eran interesantes. Pues, como ellos, los psicólogos —estos filósofos aplicados— evitan mirarse en el microscopio porque, seguramente, lo que podrían ver les causaría repudio. ¿Acaso no es la filosofía un gusano inmundo?

El origen de los valores (Nietzsche, La genealogía de la moral) no es un tema de conversación popular porque la racionalidad o sentido común, en palabras de Descartes, es por definición lo menos abundante, lo más impopular[1].

Meme: Creación propia[2]

Byung-Chul Han no cuestiona valor alguno de la sociedad y se limita a enunciar verdades mediáticas con la sagaz transcripción que solo los filosofistas contemporáneos saben ejecutar. Este buda de la argumentación acepta estoicamente la sociedad del enjambre, humildemente respeta la realidad y asume una postura crítica ante ella, delineando sus más intrincadas reglas de enunciación. Su problema no es cuestionar los hechos, sino describirlos. Su mirada positiva ante la vida nos permite sentarnos cómodamente y disfrutar de una lectura breve y amena. Él mismo es interesante.

Tendríamos que preguntar, entonces, por qué ahora encontramos filosofía en las redes sociales, porque no hay lugar al cual los parásitos no trepen si de allí algo pueden obtener. La vida parasitaria tiene, por supuesto, sus ventajas. La primera y principal: no debe hacer otra cosa que alimentarse. Crecer es consumir a otro. No hay materia que crear, no hay movimiento que realizar; se debe permanecer allí, donde la vida es ánfora de riquezas, donde la existencia se arriesga a manifestar. Manteniéndose oculto, el parásito chupa de la vida creativa lo que más se pueda. Hasta que finalmente la vida se cansa, y entonces el parásito es buscado y extirpado, o este busca un nuevo huésped, uno que tardará de percatarse de su presencia. A esto se lo llamó en algún momento de la «historia universal» la santidad, el sacrificio, el martirio, la persecución, el libertario, el caudillo, el salvador.

Regresemos al hecho de que Byung-Chul Han es un filósofo por derecho propio. Negar su cualidad implicaría negar su intrascendencia. Por ello revisemos el discurso con el ojo clínico de la arqueología (Foucault) que ve en los hechos interpretaciones y en las palabras huellas de una voluntad de poder (Nietzsche, La voluntad de poder).

Hemos hecho de la etimología la ciencia de los fundamentalistas y sacerdotes lexicográficos. Para mentes más perspicaces, hemos hecho del logos un meme (Ruiz Martínez). Debemos reconocerlo. La historia de las palabras se emplea como viejo testamento para sustentar la ilusión de la causalidad; tiene como resultado un redentor, un héroe de la verdad, un sabio. Llámese youtuber, tiktoker, instagramero, influencer rural. Este sabio —el filósofo BCH— que se ha desvendado y ha reconocido la vista —así es— confiesa que puede ver; ante lo que ve, refuta lo evidente para manifestar que conoce lo oculto, lo invisible. Dice entonces que la venda hace a la vista como la oscuridad hace lo oculto, igual que la historia antepone «el descubrimiento de América» a la sangre derramada y la izada de bandera de la colonización en los libros de texto. Este filósofo, y sus frases patéticas, se anuncian como hipótesis. Entonces el pueblo, atontado por la tela roja sobre el sombrero, se maravilla cuando el sabio toma de las orejas al conejo, que previamente había ocultado a la vista de todos, y grita satisfecho: «He aquí un conejo». Y, con gratitud, todos aplauden. El prestidigitador ha confirmado la hipótesis con el descubrimiento, y eso es una verdad de método.

El filósofo pop establece el pathos de la distancia usando la etimología de respeto, suponiendo que no vemos el cambio de paradigma en nuestra sociedad actual, pues es un cambio inconsciente, un cambio de lo invisible; pero al mismo tiempo sostiene que lo público se construye en el respeto. Asigna al respeto la cualidad mágica de ver las cosas con distancia, de no acercarse, de no manipular; la sacralidad de la palabra está ya vinculada. Lo respetuoso es aquello que implica el cuidado y la precaución. Procura identificar el término espectáculo justo con la pérdida de distancia y cuidado. Procede a reproducir el viejo truco de «esto no es lo que parece», equiparando lo público con el escenario del respeto y lo privado con el claustro de lo íntimo. Por supuesto, lo evidente es que, ante un mundo digital, la cercanía y la distancia propias de la relación espacial se convierten en una relación temporal. En resumen: en lo digital, lo privado se hace público porque se revela lo íntimo; entonces, ante la pérdida de distancia, se pierde el respeto.

Es en esa dinámica de lo público garante del respeto —sin lugar a duda, una confirmación de su aspiración literaria y de un moralismo kantiano enorme— y de lo digital garante del espectáculo donde confunde la intimidad de lo privado con lo privativo de lo espectacular. El filósofo logra salir adelante con su engaño. Lo que desde hace décadas ha sido motivo de cuestionamiento comunicativo en la radio y la televisión —1984, de George Orwell— no es más que otra iteración en los medios digitales. Pero, para Byung-Chul Han, el conejo que estaba oculto fue descubierto. Y así procederá durante hojas y hojas, recordándonos lo que ya sabemos, con la incansable indiferencia de quien hace pasar por novedoso un producto desgastado.

El libro comprende páginas de prosa cansina abordando los mismos dilemas éticos que el ser humano ha planteado cuando se trata de comprender una época —vis à vis— desde las prácticas y tecnologías, sin llegar jamás a cuestionar el fundamento de sus cavilaciones. De esta manera confunde al público confundiéndose así mismo, en una autohipnosis —si es acaso posible—, pensando que inmediatez y desmediatización son lo mismo, o que presencia y presentación son equiparables, o que exclusivo y excluyente son equivalentes. No sin decir que la ausencia de silencio es igual al ruido en la comunicación. El lector encontrará un conjunto de términos conocidos relativos a la comunicación in vitro de las redes sociales y la tecnología para que su experiencia sea compartida y, sin embargo, elevada por el filósofo y su cadencia.

Frases como «Los principios de la comunicación digital estaban dominados en conjunto por utopías (Han, En el enjambre 73) —que se refiere a los postulados convenientes y escogidos de un antropólogo que no vale la pena mencionar aquí (esta es mi tiranía como escritor)— se usan respecto de la comprensión del sujeto epistemológico como un conjunto de datos transcritos en función de un usuario. Porque nada más sencillo que usar la antropología para justificar el humanismo igualmente utópico. Incluso frases refractarias como «La fotografía digital cuestiona radicalmente la verdad de la fotografía» (Han, 92) son pañuelos bajo la manga que saca en un afán casi memístico de agradar al lector, al artista conceptual, al fanático del arte contemporáneo y VIP (Lésper). Llega a postulados lapidarios y epitáficos como «Hoy se realiza otro cambio de paradigma. El panóptico digital no es ninguna sociedad biopolítica disciplinaria, sino una sociedad psicopolítica de la transparencia» (Han, 99). Byung-Chul Han es un artista VIP.

Toda persona culta hoy sabría responder a estas frases con un WTF[3].

Pero ¿por qué tenemos esta fascinación por el misterio de oriente transcrito al concepto occidental? ¿De dónde surge esta intención de otorgar peso a una perorata adaptada que, en el camino, incluso ha perdido su esencia mágica inscrita en el aforismo clásico? La respuesta es tan breve como sus libros y tan fácil de olvidar como su ritmo: porque es una estrella.

Digamos algo, entonces, a propósito de esta estrella. O no, mejor remitimos al lector a una entrevista con la que puede darse cuenta de que cada frase es en sí misma interesante: «Yo practico la filosofía como un arte» (Han, «‘I Practise Philosophy as Art’»). Siguiendo esta línea de pensamiento, podríamos recomendar a Lionel Messi —al artista del fútbol— que escriba un libro titulado Yo práctico el fútbol como un deporte.

En un mundo en el que el arte se comprende bajo el espectro de la subjetividad —entendiendo el término de manera ligera (light), no en su sentido profundo—, la relación entre el filósofo coreo-germano y el comercio conceptual encaja a la perfección. El arte explica su capacidad comercial. Se trata de una narrativa ajustada al micromanagement de las editoriales, que coinciden en la necesidad de aumentar las ventas y no necesariamente la lectura. Nadie que haya leído a cabalidad un libro de filosofía ha llegado a la sabrosa satisfacción de sentirse animado a continuar existiendo, o por lo menos eso revela la cultura memística.

(Filosofía y Humor, «¿Creen que el problema de la felicidad es, efectivamente, una cuestión filosófica…?»)

No juzguemos un libro por su portada; es decir, cuando en un libro se estampa un subtitulillo que dice best seller, no implica que sea una lectura en realidad transformadora. Byung-Chul Han no fue promovido por la academia ni por los círculos intelectuales, sino por la cultura pop. Entender la dinámica comercial de los contenidos inmediatos dice más sobre su capacidad para leer acertadamente la cultura, para generar dinero por publicación, que sobre su invitación para pensar, filosóficamente hablando. No hay que escribir textos extensos para hacer filosofía, no hay que emplear un sistema filosófico para ser coherente y hacer buena filosofía, ni siquiera un lenguaje complejo y estructurado lógicamente para crear una experiencia crítica para hacer filosofía; pero sí se necesita comprender el papel del filósofo en la cultura.

La estrella pop de la filosofía no se comporta bajo el criterio académico, ni siquiera filosófico, para hacer filosofía; en contraste, personifica justamente lo que el público piensa que es un filósofo: un artista del enigma que emite sentencias incluso cuando no comunican en absoluto algo coherente. Se trata de un artista VIP que es celebrado sin ser comprendido porque su valor místico y mágico radica en la incomprensión. Nada más importante hoy que ser incomprendido para justificar un comportamiento culturalmente protegido por la ley de la cancelación[4].

(Filosofía y Humor, «Hoy Heidegger nos trae acerca del tiempo»)

No hay pensamiento trascendente, arrebolado, y su coherencia radica en ser justo lo que vende: humo. Efímero y poluto. Su tendencia a justificarse a través de la transparencia y el cansancio, contra lo que muchos especulan, no es demostración de su nihilismo; por el contrario, es afirmación de su completa incapacidad para superar a Heidegger —aunque no insinuamos que este fuese mejor mago; apenas tenía más trucos—, de quien bebió durante años por la herida abierta que su fenomenología descubrió en el Dasein: he ahí el ser, he ahí el conejo.

Todo filósofo se enfrenta a su maestro. Ese cara a cara se resuelve en superación o, por el contrario, en renuncia. Esta última emerge al encontrar la filosofía del maestro completa y acabada. En este último escenario, el filósofo tendrá que explorar su propio pensamiento y comprometerse con una idea que entienda como propia. Para Byung-Chul Han, la crisis reflexiva llega a través del dolor de la pérdida, pues no se inventa un nuevo criterio sin comprender lo nefasto del anterior; ya con razón llamamos a la crisis punto de inflexión, de replegado, de expansión, de cambio de dirección; también llega al comprender que, si bien la fenomenología ha fracasado en su intento de formular una filosofía teorética, abandonar el proyecto implicaría volcarse sobre el existencialismo. Culturalmente, tendría que aceptar el suicidio como conclusión, para luego someterse al escrutinio del forense que le medirá la soga al cuello. Pero aún vive. Esto quiere decir que la postura de renuncia de Byung-Chul Han se ha convertido en una práctica. No se trata ya de abordar el pensamiento, sino de aceptar la imposibilidad de la realización del ser a través del pensar, y para ello renuncia a pensar y se dedica a ser, aunque ello signifique simplemente pretender ser. Por ello se considera a sí mismo un artista.

(Filosofía y Humor, «Hoy les traemos esta frase de Kierkegaard»)

Esto dice Avelina Lésper en El fraude del arte contemporáneo:

Toman cosas de la vida diaria, como objetos encontrados, hacen instalaciones con muebles de oficina o instalaciones sonoras con ruidos de la calle, y el museo crea la atmósfera para que estos objetos que son réplicas literales de la cotidianidad se conviertan en algo diferente. Ante la imposibilidad de ser algo más, de crear y de aportarle a la realidad lo que no tiene, el contexto les da la diferencia que el artista no consigue. Está en un museo; luego, es algo con valor. (Lésper, 24)

El arte contemporáneo necesita que el contexto llene el vacío conceptual y técnico que el artista no logra proponer como transformación de la realidad en calidad de obra de arte. Es el «dogma del contexto» —en palabras de la autora— que encontramos en la filosofía de Byung-Chul Han como la apariencia del vacío. Siguiendo a Kierkegaard —citado más arriba—, el contexto de la libertad de expresión demanda un concepto del contexto. Para no ejercer la libertad del pensar y del hacer en el arte, por ejemplo, se abandona: el pseudoartista renuncia a crear sus propias condiciones de representación.

En la filosofía contemporánea, se cultiva ese dogma como garante de la expresión estética del sinsentido. No es el cuestionamiento que el existencialismo hacía a la filosofía del deber-ser de Kant y que luego se repite, por ejemplo, en La condición humana de Hanna Arendt; ahora se trata del sinsabor de un pensamiento de cajón de zapatos elevado a filosofía por la industria académica de la publicación: el museo, la editorial, la librería[5].

En conclusión, Byung-Chul Han es un filósofo pesimista porque encontró que no podía superar a Heidegger. El resultado es asumir con paciencia y lentitud el paso del tiempo y producir algo de dinero hasta que su muerte ponga punto final a una vida que, sin carecer de sentido, se acepta como inocua y fútil. Este pesimismo no es crítico; no se trata de una fundamentación de una postura filosófica, sino de la expresión de un estado de ánimo. Sus lectores encontrarán fascinantes sus aproximaciones porque no son reflexiones, sino refracciones: es decir, no se trata de verse a sí mismo o de mostrarle a la cultura qué parece o cree ser, sino de cambiar de dirección aceptando la inevitabilidad de su fracaso como proyecto fenomenológico. Un filósofo simplón para un mundo de lectores simplones. Nada más simplón y al mismo tiempo coherente. Byung-Chul Han es el perfecto cristiano.

(Filosofía y Humor, «Chul-Han nos hace reflexionar sobre el consumo»)

Nota: El presente texto surgió de una revisión de mis notas sobre La genealogía de la moral (Nietzsche). En el camino me pareció oportuno ejemplificar el texto con el trabajo de Claudia Lewis y Camilo Pino[6], a quienes extiendo mis felicitaciones porque hacen filosofía desde un lugar maravilloso de creación. Durante la lectura del texto sentí que había una voz crítica que me acompañaba, y entonces me pareció que Avelina Lésper se había entrometido para mi fortuna. A ella y a su labor de difusión y crítica también dedico este trabajo, recordando un tono grave al comenzar y un punto decidido al final, para recordar que no todo es válido así tenga la apariencia de serlo.

Referencias

Arendt, Hannah. La condición humana. Traducido por Ramón Gil Novales, Paidós, 2023.

De Saint-Exupéry, Antoine. El principito. Traducido por B. Carril, 4.a ed. Planeta Junior, 2021.

Filosofía y Humor. «💬 ¡Buenos días! Chul-Han nos hace reflexionar sobre el consumo: ya no compramos por adquirir, sino por experimentar cosas.» Instagram, 11 de octubre de 2023, https://www.instagram.com/p/CyQngEJtYcc/.

—. «¿Creen que el problema de la felicidad es, efectivamente, una cuestión filosófica…?» Instagram, 9 de abril de 2024, https://www.instagram.com/p/C5hceRCsr_C/.

—. «Filosofía y Humor en Instagram: «💬 ¡Buenos días! Hoy les traemos esta frase de Kierkegaard que es muy crítica respecto a las personas». Instagram, 8 de agosto de 2023, https://www.instagram.com/p/Cvr7ep9Jptl/.

—. «Filosofía y Humor en Instagram: «💬 ¿Qué tal, comunidad de Filosofía y Humor? Hoy Heidegger nos trae acerca del tiempo». Instagram, 5 de abril de 2024, https://www.instagram.com/p/C5YYMV7LqJ-/.

Foucault, Michel. La arqueología del saber. 2.ª ed., revisada, Siglo Veintiuno, 2017.

Hals, Frans. Portrait de René Descartes (1596-1650) philosophe. Óleo sobre tela, 1625. Museo del Louvre. https://collections.louvre.fr/ark:/53355/cl010062106.

Han, Byung-Chul. En el enjambre. Traducido por Raúl Gabás, 1.a, Herder, 2014.

—. «Byung-Chul Han: “I Practise Philosophy as Art”». Art Review, 2 de diciembre de 2021, https://artreview.com/byung-chul-han-i-practise-philosophy-as-art/.

Lésper, Avelina. El fraude del arte contemporáneo: cuatro ensayos críticos. Malpensante, 2016.

Lewis, Claudia, y Camilo Pino. De Sócrates a Netflix. Planeta, 2024, https://www.planetadelibros.cl/libro-de-socrates-a-netflix/396372.

Mastropiero, Johann Sebastian (comp.). «La vida es hermosa: disuacidio». Les Luthiers (int.) Bromato de Armonio. 27 de marzo de 2012. https://youtu.be/-wm6F89rXhI?feature=shared&t=25. YouTube

Nadler, Steven M. The philosopher, the priest, and the painter: a portrait of Descartes. Princeton University Press, 2013.

Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral: un escrito polémico. Traducido por Andrés Sánchez Pascual, 1.ª reimp., Alianza Editorial, 2013.

—. La voluntad de poder: Ensayo sobre una transmutación de todos los valores. 1.a ed., Grupo Editorial Tomo, 2015.

Ruiz Martínez, José Manuel. «Una aproximación retórica a los memes de Internet». Signa: Revista de la Asociación Española de Semiótica, vol. 27, abril de 2018, p. 995-1021, https://doi.org/dgmz.

Voltaire. El filósofo ignorante. Editado por Fernando Savater, traducido por Mauro Armiño, Fórcola, 2000.

«WTF». Merriam-Webster.com Dictionary, Merriam-Webster, https://www.merriam-webster.com/dictionary/WTF. Consultado el 22 de mayo de 2024.

Pies de página

[1] Se atribuye esta frase a Voltaire (Voltaire, El filósofo ignorante), aunque de manera en exceso sintética.

[2] El libro de Steven Nadler que recomendamos aquí (The philosopher, the priest, and the painter: a portrait of Descartes) analiza el retrato de Descartes que hizo Frans Hals.

[3] WTF es una sigla para la expresión inglesa “What The Fuck”.

[4] Nota postredacción del texto. Avelina diría que es «la celebración de la mediocridad», en un paralelo irrefutable con Nietzsche.

[5] Este no es un pensador existencialista, por eso no es un homo sapiens-homicida, o en palabras de Les Luthiers, no se mata a sui mismo («La Vida es Hermosa. Disuacidio», Bromato de Armonio). El vacío ya no es una tensión del ser en su pretensión de ser, o como un horizonte de posibilidad, siguiendo el planteamiento de Heidegger, es en cambio, el espacio vacío que deja en el escaparate el libro vendido o, por falta de este para serlo; exigencia del mercado al autor de best sellers, la prolificidad.

[6] Creadores del portal Filosofía y Humor y recientemente publicados con el título De Sócrates a Netflix (Lewis y Pino), disponible en https://www.planetadelibros.cl/libro-de-socrates-a-netflix/396372 y otras plataformas.

¿Cómo referenciar?
Medici, Alecto. “Byung-Chul Han y la filosofía VIP” Revista Horizonte Independiente (Columna Filosófica). Ed. Samuel Augusto Currea Cepeda, 23 jun. 2024. Web. FECHA DE ACCESO.

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