Apolíneo y Dionisíaco: un análisis a partir de la totalidad y la individualidad

En 1869, a la edad de 24 años, Nietzsche escribe El origen de la tragedia, una obra que iba más allá de rastrear el nacimiento de la tragedia en la Grecia antigua, dando cuenta también de las maravillas de la vida humana y cósmica en general; la frase central o sobre lo que versa El origen de la tragedia es “la existencia del mundo no puede justificarse sino como fenómeno estético”[1], es decir que el tema central de toda la obra es la cuestión del arte, la naturaleza del arte y el papel del mismo en la vida humana. Nietzsche pretende demostrar que la creación artística emerge de la parte más honda de nuestro ser, somos en tanto hombres, creadores, artistas.

Ahora bien, no es solo una obra que trate sobre el arte, El origen de la tragedia hace también una aproximación a la sabiduría cuando se trata la cuestión del buen vivir. Se toma en paralelo una vida virtuosa, esto es una vida de conocimiento como la de Sócrates, comparada a una vida sin conocimiento como la de los artistas. Respecto al conocimiento, la pregunta central es ¿Cuál de los dos, el arte o el pensamiento discursivo es mejor para captar y transmitir conocimiento sobre la condición humana y el cosmos? Tengamos en cuenta que respecto a la vida socrática, esto es el pensamiento discursivo, “se dice que la fe de Sócrates en el valor intrínseco de la razón está motivada por un impulso hacia la “claridad apolínea””[2] lo cual quiere decir que el modo del buen vivir concebido desde Sócrates se inclina hacía lo apolíneo y no tiene en cuenta el otro impulso de la naturaleza, lo dionisiaco. Nietzsche responde que es el arte el que transmite de mejor modo el conocimiento sobre la condición humana y el cosmos, pero no habla nuestro filólogo de cualquier arte, habla del drama trágico de los griegos.

Siendo el drama trágico una creación artística de los griegos, se encuentra ligada a la dualidad de lo apolíneo y lo dionisiaco. Estos dos términos no solo vienen de los dioses Apolo y Dionisio, sino que representan las energías fundamentales que caracterizan más allá de la experiencia cultural de los griegos, la propia naturaleza del hombre y el cosmos. Esa naturaleza, en tanto totalidad, puede entenderse como una manifestación de una de sus partes y de todas sus partes; es decir, puede entenderse como una manifestación únicamente de lo Apolíneo o únicamente de lo Dionisiaco, o como una combinación de ambas, lo cual se refiere a la tragedia griega. Agregado a ello, en tanto naturaleza de hombre, Apolo y Dionisio corresponden cada uno a un estado fisiológico, el sueño y la embriaguez.

Apolo y la experiencia del sueño

Apolo es el dios de la luz y el sol, se asocia con la música y los poderes de la curación; es este dios quien ilumina el mundo interior de la fantasía y el sueño. En el mundo del sueño, dice Nietzsche “lo apolíneo representa el arte en el sentido amplio de voluntad de ilusión, de anhelo de apariencia.”[3] Sin embargo estás imágenes ilusorias no son un reflejo de la realidad, sino bellas y tranquilizantes creaciones entre las que nos acomodamos un tiempo. Se refiere Nietzsche al sueño como una fuerza creadora de formas individuales, lo cual nos lleva a la distinción entre apariencia y realidad porque los sueños no son la realidad, los sueños son una apariencia que esconde la realidad. Sin embargo, no solo el mundo onírico está lleno de ilusiones, siguiendo un poco a Schopenhauer, el mundo de los objetos es también un mundo de ilusiones, es “el mundo como voluntad y representación.”[4]

Lo apolíneo es la muestra del principio de individuación, pues para él, cada hombre en tanto individuo es muestra de una creación que, en medio del Uno primordial, le permite permanecer en calma y serenidad, aun ante las fuerzas desenfrenadas este[5]. Además, en cuanto fenómeno ético, exigen un conocimiento de sí mismo y la medida para poder conservar la individuación dentro de la totalidad, para no mezclar individualidades y poder trazar leyes universales que limiten la experiencia humana. En esa construcción de leyes se establece lo bueno y lo malo para, precisamente, llevar una vida buena a partir de lo apolíneo. Aquí radica otra gran diferencia con lo Dionisiaco, pues allí, cuando la naturaleza se revela como un todo, los dioses del olimpo se evalúan todos por igual, siendo Apolo y Dionisio dos fuerzas iguales, entonces tanto el bien como el mal tienen la misma valoración.

La cuestión importante, y la razón por la cual lo Apolíneo y lo Dionisíaco son “lo eternamente sufriente y contradictorio”[6], es que aun en esa demarcación de individualidades, se presupone un todo como fondo; la expresión de este fondo es justamente lo Dionisiaco. De ese modo, siendo lo apolíneo un velo que individualiza el todo representado por Dionisio, el principio de individuación deja de verse como una delimitación del hombre y los objetos frente a la naturaleza y pasa a interpretarse como un “espectáculo de desmembramiento”[7] del hombre con respecto a la naturaleza.

Lo dionisiaco y la consumación unificadora

Lo dionisiaco es simbolizado para Nietzsche por Dionisio, el dios de la fertilidad, del vino y del desbordamiento y se refiere al estado fisiológico de la embriaguez. En él, la individualidad se desintegra, porque la unidad se consuma; esto sucede porque en la embriaguez la visión de los contornos de los objetos se disuelve creando un solo cuadro de formas conjuntas, una unidad en la que sus partes son indeterminadas. Esta ruptura incluye también las barreras que separan al hombre de la naturaleza, así “bajo el encanto de la magia dionisíaca no solamente se renueva la alianza del hombre con el hombre: la naturaleza enajenada, enemiga o sometida, celebra también su reconciliación con su hijo pródigo, el hombre.”[8]. Esto presupone que, en el estado de la embriaguez, nos sentimos unidos con nuestro entorno, a modo armónico, como si fuésemos una pieza en la gran construcción musical que es el universo.

Un asunto importante en el estado de embriaguez, es el “olvido de sí mismo”[9] que, contrario a lo Apolíneo, sugiere que el hombre olvide todas sus particularidades en contraposición a la naturaleza y deje ir todo lo que le diferencia para sumergirse en la totalidad de esta, “lo dionisiaco constituye un abrirse y exponerse a la unidad fundamental que todo lo atraviesa… constituye simultáneamente un exponerse a la contradicción primordial”[10].

Dionisio representa entonces un sufrimiento a la par que un goce. Es un hastío hacia la acción y una vergüenza porque esta no puede cambiar la esencia de las cosas. El goce viene de la suerte de renacer como genios de la naturaleza, una metamorfosis desde artista, hasta obra de arte; el sufrimiento, viene de la horrible verdad que aparece una vez se ha caído el velo Dionisiaco, esto es, que las acciones humanas no marcan de ninguna manera un destino diferente de la existencia. Se abre la puerta allí al pesimismo traído por lo dionisiaco.

Pesimismo Dionisíaco

Todo comienza cuando el velo de la alegría primordial de la apariencia se destruye, nace allí un fenómeno del sufrimiento suscitando el placer, una alegría a costa de acentos dolorosos[11], un montón de conflictos y sufrimiento primordial de la existencia. Un sufrimiento que va de la mano con una identificación primordial de la naturaleza, se borra la demarcación que permite identidades y los recuerdos particulares del pasado; es esa destrucción la que se sufre, la que banaliza la acción y la que revela un actuar que no acontece por el individuo mismo; ¡y esta es la verdad! el ser humano no está dotado de una autoridad para actuar y no puede más que dejarse llevar por la universalidad del mal y del sufrimiento, la unidad de la gozosa empatía con la misma universalidad porque ella constituye la totalidad de la cual hace parte[12].

El pesimismo Dionisiaco es justamente el darse cuenta de que al no ser solamente un artista que produce obras, sino que él mismo es una obra de arte, o está dentro de una obra de arte, constituyéndola y moviéndose a la par; el hombre deja de ser artista, con lo cual deja de importar su actuar, pues la totalidad se moverá y existirá independientemente de las acciones de un individuo, no es protagónico el hombre en la existencia y eso desvanece el ego justamente de los hombres, los vuelve pesimistas.

Apolo y Dionisio: El mar alborotado y mi barca

Lo apolíneo y lo dionisiaco son dos principios o energías básicas que describen la naturaleza tanto del mundo natural como del humano. En cuanto al mundo natural, lo dionisiaco seria la voluntad que tomamos prestada de Schopenhauer, que constituye el pulso del cosmos. Es indiferenciada, potente y primordial, un impulso que corre por todas partes y de la que todo está hecho. Lo apolíneo en este mismo mundo natural, es la determinación en formas de la voluntad, una suerte de configuración particular y temporal que trasforma lo dionisiaco.

Estos principios, son también modos de creación artística. Con respecto a lo apolíneo, el hombre en el estado fisiológico del sueño, produce ilusiones, en la vigilia produce pinturas, estatuas, literatura, música, entre otras. Con respecto a lo Dionisiaco, el individuo se pierde por el frenesí que experimenta, retomamos entonces la idea del hombre como un artista, pero bajo la influencia de Dionisio, transformado en una obra de arte.

Una vez presentada la horrible verdad a partir de lo dionisiaco, donde el hombre se da cuenta de que no se diferencia ni se delimita de otros objetos ni de la naturaleza, allí es testigo realmente de que no es un hombre a salvo en una barca, sino que él mismo está en las olas, en la furia del mar, en el vaivén de las aguas; el hombre tiene un movimiento particular, pero ese movimiento no deja de ser parte de la totalidad, el hombre no es artista, sino que es creado y en tanto creado poco puede decidir sobre su propio actuar o el de las demás cosas. La naturaleza es una totalidad, la existencia es una totalidad, el hombre hace parte de ella, pero ni la crea, ni la domina.

 

Referencias:

Melendez, G. (2001, agosto). Justificación estética del mal en el joven Nietzsche. Ideas y Valores, 116, 103-118.

Nietzsche, F.  (1943). El origen de la tragedia. Trad. Ovejero, E. España: Espasa Calpe, S.A

Sweet, D. (1999, April ). The Birth of “The Birth of Tragedy”. University of Pennsylvania Press, 60, 345-359

 

Pies de página:

[1] El origen de la tragedia, p.39

[2] The Birth of “The Birth of Tragedy”, p.356

[3]La Justificación estética del mal en el joven Nietzsche, p.114

[4] El origen de la tragedia, p.51.

[5] El origen de la tragedia, p.63

[6] La justificación estética del mal en el Joven Nietzsche, p.104

[7] La justificación estética del mal en el Joven Nietzsche, p.107

[8] El origen de la tragedia, p.52

[9] El origen de la tragedia, p. 54

[10] La justificación estética del mal en el Joven Nietzsche, p. 108

[11] El origen de la tragedia, p. 56

[12] La justificación estética del mal en el Joven Nietzsche, p. 109

¿Cómo referenciar?
Martin´s, Amarilla. “Apolíneo y Dionisíaco: Un análisis a partir de la totalidad y la individualidad” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M., 17 enero 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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