Nicolás Orozco M. 

Columnista y director RHI 

Vol. II Colección C:1 – C20

Agnotología y filosofía: la importancia del estudio de la ignorancia

La agnotología puede ser un desafío a la arrogancia, si hay modestia para entender cuán profundamente ignorantes somos. Pensemos en las numerosas maneras como es generada: ingiriendo plomo o viendo televisión, por fatiga o temor o aislamiento o pobreza o por cualquiera de las otras miles de experiencias que perjudican la vida humana.

Robert Proctor (Agnotología, 45)

Poco se ha dicho de la agnotología, incluso a la fecha es muy poco con quien haya hablado que reconozca el concepto o sus diferentes usos en los campos académicos. Esta columna es un breve análisis y ensayo sobre la agnotología entendida sobre cómo funciona la ignorancia. Bien ha dicho Robert Proctor (2008) cuando afirma que el tema de la ignorancia es muchas veces olvidando por los estudios filosóficos cuando afirma:

Lo que es sorprendente, sin embargo, es cuán sabemos de la ignorancia. Ni siquiera hay una palabra bien conocida para su estudio (aunque esperamos cambiar eso), no hay conferencias elegantes ni sitios web refinados. Esto es particularmente notable, dado: a) cuánta ignorancia hay, b) cuántos tipos hay, y c) cuantas consecuencias tiene la ignorancia en nuestra vida”. (Proctor, 17)

Si bien la filosofía parte de la base del conocimiento para muchos de sus estudios en sus diversas ramas, también cae en el caso del olvido sobre el tema de la ignorancia y cómo se desarrolla esta. Por ello esta columna tiene el propósito de gestar un llamado a la atención sobre este tema tan imperante para los estudios de problemáticas sociales y de teorías de índole filosófica.

Comencemos haciendo un recuento etimológico de qué se entiende por agnotología. Este es un concepto relativamente nuevo dado que no se ha acuñado a lo largo del tiempo y es Robert Proctor quien desarrolla un neologismo entre los conceptos del griego “a” (sin), “gnosis” (conocimiento), y “logia” (estudio). En un primer momento podemos decir de este concepto que puede referir al estudio del sin conocimiento, de algo desconocido, a una falta de intelecto y así sucesivamente; aun así, no es la forma en la que espero tratarlo en su totalidad.

Proctor recoge tres formas de concebir al concepto agnotológico apelando a:

1) Ignorancia como estado nativo: lo cual refiere al estado inicial de vida donde una persona nace sin ningún tipo de conocimiento, y que a lo largo de su contacto con el mundo se va nutriendo de diferentes conocimientos.

2) La ignorancia como reino perdido o elección selectiva: está refiere a la ignorancia que se tiene por alguna falta de contacto con algún conocimiento. Burke lo ejemplifica bien cuando nos dice “Una forma de ver es también una forma de no ver, enfocarse en el objeto A implica ignorar el objeto B” (70).

3) La ignorancia como artificio estratégico o construcción activa: esta última se presenta como ignorancia por intermedio de un agente externo. Me explico, entiéndase este tipo de ignorancia como suerte de manipulación de conocimiento al preguntarnos ¿qué queremos que el otro sepa y qué queremos que ignore? Proctor referirá a los grandes gestores de esta ignorancia a varias de las instituciones sociales predominantes (medios de comunicación, ciencia, política, etc.).

Ahora bien ¿qué tipo de ignorancia es la que elijo para examinar? Si seguimos a Proctor digamos que sería una conjunción entre la ignorancia por elección selectiva y la de construcción activa. Más precisamente quisiera postular la ignorancia por desarrollo de dogma.

Ignorancia como dogma:

Entendamos dogma como aquello a lo que le atribuimos un valor de creencia sobre algún aspecto en interacción con nosotros que no puede ser puesto en tela de juicio. Esta significación del término “dogma” tiene una característica de atribuir un valor universal y total sobre cualquier tema evitando el examen de un panorama más extenso sobre el mismo “objeto”. Pero entonces, ¿dónde entra la ignorancia a jugar en el mismo campo que el dogma?

A diferencia de las formas de ignorancia expuestas por Proctor, existe una ignorancia que no es voluntaria, como la ignorancia de construcción activa, sino que es involuntaria a nosotros mismos; en pocas palabras, es una ignorancia inducida. Incluso se podría llegar a relacionar esta ignorancia con la ignorancia de elección selectiva dado que por prestarle atención a un conocimiento A pierdo de vista un conocimiento B; más aún, la relación podría incrementarse dado que al observar el conocimiento A puede que se esté omitiendo el conocimiento B involuntariamente, no obstante esta relación no es el tema puntual de esta columna por lo que será examinado más adelante; sépase que esta relación es completamente válida pero tiene sus querellas que diferencian a la elección selectiva de la ignorancia por dogma.

La ignorancia por dogma tiene sus raíces en lo que se nos enseña desde nuestro estado nativo y como resultado de nuestro contacto cercano con estas enseñanzas. El dogma inicia en nuestro contacto cero con el conocimiento, llegando a devenir en creencias que pueden arraigarse en nuestra mente; también existe la alternativa de lograr soltar estos dogmas con un poco de esfuerzo. Por ejemplo, podemos ver cómo tomamos costumbres y formas de vida desde nuestra enseñanza con nuestra familia; ello va gestando poco a poco unos modos de pensar y unos estilos de pensamiento. Es muy habitual en Colombia que la mayoría de recién nacidos crezcan en una familia de núcleo católico donde las tradiciones, rituales, y pensamientos se empiezan a mezclar con nuestros hábitos y nuestras formas de ser; más adelante se puede evidenciar que este pensamiento se fortalece cuando en la gran mayoría de instituciones escolares se tiene una inclinación católica la cual profesan y siguen. Pero ¿qué está sucediendo realmente?

Es muy rara la ocasión donde en una familia se logra gestar una educación en la niñez donde se puedan examinar diferentes religiones o que muestren al niño que existe la posibilidad de elegir su propia religión o no elegir ninguna en algún caso. Este único conocimiento que se va desarrollando a lo largo de la infancia se empieza a tornar como un lugar seguro donde al ser lo conocido es lo elegido por defecto. Todo eso resulta en que, por lo general, esa persona se vuelva católica no por elección sino por dogma: acepta los preceptos de tal institución sin poder darse a la posibilidad de conocer otras instituciones. También existe el caso de lograr generar una ruptura al dogma cuando la persona logra conocer la existencia de las otras posibilidades y elige voluntariamente quedarse o irse de la que está. El mismo caso podríamos verlo reflejado si tomamos otro ejemplo: en el supuesto de la inclinación política se puede atribuir al contacto de una persona X con un contacto Y. Si desde mi estado nativo empiezo a encontrar que un patrón de pensamiento en mi entorno, el cual conozco, como podría ser la inclinación política (derecha o izquierda, republicanos o demócratas, conservadores o liberales; o la posición dominante que se encuentre), es muy posible que se siga esa inclinación que se vuelve dogma, ¿pero elegí esa inclinación?, tal vez no. Tal como en el caso de la religión, se puede evidenciar que existe la posibilidad de salir de ese dogma una vez se encuentra una posición a la que uno logre conocer y preferir sobre otra.

La ignorancia se presenta en este esquema como una suerte de creencia validada por el entorno sin una construcción voluntariamente aceptada. Aun así y como mencioné al inicio de este apartado: esta no es una ignorancia voluntaria sino involuntaria, pues es solo en nuestro constante vivir que vamos tomando ciertos dogmas de las instituciones sociales que se nos empiezan a gestar estos dogmas en mayor o menor medida.

Pero ¿por qué es ignorancia? se podría preguntar. El dogma no permite, en muchos casos y dependiendo si es un dogma arraigado, casi limitando con el fanatismo exagerado, que podamos encontrar alguna otra posibilidad a la que nos plantea el dogma. El dogma es un tipo de ignorancia que condena a mucho del conocimiento existente a ser rechazado sin posibilidad de entrar a examinar algún otro patrón. Pongamos un ejemplo: en Colombia las creencias son ideologías muy arraigadas en la mente de las personas; a lo largo de las últimas décadas el favorecimiento al ex presidente, Álvaro Uribe, se convirtió en máxima. De seguro algunos que lean esta columna podrán evidenciar que en varias conversaciones con algunos uribistas resultan en pleito, pues no hay posibilidad de debate o un acto de escucha sobre alguna falla que haya tenido el ex presidente. Entonces, el rechazo de la posibilidad es causado por esta ignorancia y originada por dogma.

La importancia del entendimiento agnotológico

Proctor habla de la ignorancia, anteriormente mencionada, en tres instancias, y se dedica en su libro Agnotología a desglosar estas formas de ignorancia. Proctor hace un gran análisis sobre las industrias tabacaleras y cómo estas apelaban a la ignorancia como estado de construcción activa. Además hace otras apologías a como sus tres estados de ignorancia se evidencian en nuestra sociedad en diferentes de sus entornos. También hace menciones a diferentes conceptos de filósofos, como a Rawls y su velo de la ignorancia, pero son muestras escasas sobre la potencia filosófica que podría llegar a tener si el tema de la agnotología fuese más conocido o incluso estudiado.

En muchas áreas del conocimiento, el estudio de la agnotología sería un campo sumamente necesario, como en la filosofía, la sociología, la psicología, el psicoanálisis, etc. En filosofía sería útil dado que dejaría un precedente para la formulación de diferentes teorías epistemológicas; en sociología para la comprensión de la acción en diferentes instituciones o grupos; en psicología para dar una fuerza al entendimiento de las conductas y la mente; y en psicoanálisis para una profundización del inconsciente y sus modus operandi.

En cualquier caso, la necesidad de hablar de la agnotología radica en el reconocimiento de nuestros propios dogmas -y hablando utópicamente- del reconocimiento de nuestros aspectos más tentativos a este dogma ignorante.

 

Referencias:

Burke, K. (1935). Permanence and change. Nueva York: New Republic.

Proctor. R. (2008). “Agnotology: The Making and Unmaking of Ignorance”. Chicago: University of Chicago Press.

¿Cómo referenciar? 
Orozco Muriel, Nicolás. “Agnotología y filosofía: la importancia del estudio de la ignorancia” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Friedrich Stefan Kling. 03 mar. 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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