¿Qué tan humanos?

Colombia, un país de pueblos nostálgicos, aunque coloridos, de ciudades grandes pero insuficientes, de variedad de cultura, pero sin reconocimiento o participación; es nuestro país y posiblemente no conocemos toda su historia, pero vagamente sabemos que ha sido atravesada por la lanza del conflicto armado, de la corrupción y de la violencia. La historia de Colombia tiene fuertes implicaciones en lo que respecta a la definición de seres humanos colombianos que hoy caminamos por las calles y con los cuales nos relacionamos cada día.

Ahora bien, a pesar de toda la historia cruel de los pueblos colombianos, actualmente no todos los colombianos parecemos tener interés alguno en el sufrimiento ajeno, parece que algunos no sienten una hermandad con los otros y su egoísmo prima sobre el hecho de tener una misma patria con propósitos comunes. ¿Qué nos lleva al punto de pensar que, si yo en tanto individuo me encuentro en una situación favorable o tratando de sobrellevar mis asuntos, entonces no debiera importarme como los demás libran sus propias situaciones? Lo expuesto allí es una falta de empatía que quiebra la noción de humanidad, pues el hombre no lo es en tanto individuo, pues la sociedad lo es en tanto cooperación humana.

Lo anterior lo podemos entender de mejor manera a la luz del artículo We can work it out: an enactive look at cooperation[1] donde se expone que las acciones conjuntas son posibles cuando hay inferencias de los deseos y creencias de los otros (lo cual es posible cuando se comparten representaciones) para de ese modo predecir también las intenciones y acciones. Una vez se comparten las representaciones, puede hablarse de una interacción social, que es el marco en el que se da la cooperación, pues se comprende a los demás incluyendo objetivos e intereses y de ese modo las acciones se encaminan a complementar al otro y complementarse a sí mismo.

Si bien es cierto que la individualidad es importante para conservar una armonía en la sociedad, también lo es que en tanto sociedad debe interesar a cada individuo el bien de los demás como si fuese el propio porque es el bien de una totalidad de la cual cada uno somos parte.

¿Por qué los colombianos parecemos indolentes frente a situaciones públicas o a situaciones específicas que les suceden a personas particulares? casos que pueden ser: “anécdota en anécdota: atracos en medio de cuadras anónimas, niños suicidas, tomas de colegios, pandillas, violaciones, rejo, riñas, botellas, navajas…”[2]

Comenzaré por dar un esbozo de qué es un humano siguiendo la teoría de Jean Paul Sartre, lo cual servirá para dar luz sobre la formación de las relaciones interpersonales. Continuaré con Gallagher y Zahavi para complementar cómo se desarrollan las relaciones interpersonales, haciendo un énfasis en cómo surge la empatía con los otros. La conclusión de ello será que la empatía es el proceso de reconocer en el otro lo humano, previamente definido a partir de Sartre. Finalmente haré un análisis respecto al reconocimiento de lo humano en otros y los factores específicos de Colombia que intervienen en ese proceso, para explicar cómo estos ayudan (o dificultan) el proceso de empatía con los otros.

Es importante llegar a la razón que explique el quiebre de la empatía entre los colombianos, para determinar qué factores (sociales, culturales, educativos, históricos, etc.) son los causantes de este problema y de ese modo proponer alguna solución práctica. Además, poder entender el porqué de la falta de empatía en un país como Colombia, abre las puertas al diálogo, a la comunicación y a la interacción, al reconocimiento de minorías y a la participación igualitaria de los individuos.

  • ¿Qué hace que un individuo reconozca lo humano en el otro?

Michael Tomasello es un psicólogo estadounidense que propone que los humanos nos diferenciamos de otras especies por nuestra capacidad para “inventan artefactos y prácticas comportamentales nuevas para lidiar con las exigencias del medio ambiente local”[3]. Esto quiere decir que, no solo colaboramos en actividades por el hecho de compartir espacios con otros, sino que tenemos lo que Tomasello llama intencionalidad compartida¸ esto es una meta en común o un propósito en general.

Esta intencionalidad compartida de Tomasello, es un concepto podemos interpretar desde la noción de “Nosotros” de Sartre[4]; cada individuo de una comunidad, produce un ritmo particular y en ese ritmo se reconoce justamente la individualidad; sin embargo, ese ritmo particular se funde con los otros formando el ritmo general y se reconoce como el ritmo de la comunidad.[5]

Los ritmos de cada individuo presuponen una pluralidad de sujetos también, entonces en tanto ritmo de la comunidad, no se habla ya del “yo” como individualidad, sino de una pluralidad del “yo”; se introduce la noción del “nosotros”. Sartre lo explica como una experiencia particular que determina al ser- para otros y el ser- para el otro en general; esto es, un individuo es en tanto constituyente del todo, y es en tanto semejante con los otros que en conjunto constituyen el todo[6].

Es por esta relación del todo y las partes que surge la empatía, pues si reconozco lo humano en otro, esto es la tendencia a un fin en común, entonces coopero con los demás no solo para que alcancemos un mismo objetivo, sino también porque las intenciones del otro sujeto, aunque particulares, tienden también hacia un objetivo en general; de ese modo cooperar con él para que pueda cumplir sus propósitos particulares, será a la par ir ascendiendo en el cumplimiento del propósito en general.

Ahora bien, para lograr la cooperación, que es aquello que nos hace humanos, estos crean prácticas y comportamientos pertinentes para la convivencia[7] y una vez creados y empleados, son enseñados a otras generaciones para lograr la generalización y utilización particular del grupo. Este factor, el de la enseñanza, es otro de los cuales Tomasello identifica como propio de los seres humanos[8].

Concluimos en este apartado, que ser humano implica reconocer la totalidad de la comunidad, y a mí mismo como constituyente de esta, en relación con otros individuos. De este reconocimiento parte la cooperación para alcanzar el propósito de la comunidad en general, y la invención y enseñanza de prácticas que mantengan la comunidad juntamente como una totalidad.

La empatía surge del reconocimiento de intenciones y propósitos de un individuo en particular; la empatía además permite la cooperación (aunque no la implica) en cuanto a los propósitos de los otros. En la siguiente sección ampliaremos el concepto de empatía.

  • Empatía

 

Siguiendo la teoría de Gallagher y Zahavi, como humanos “no nos enfrentamos ni con un mero cuerpo ni con una psique escondida, sino con un todo unificado”[9]; esto quiere decir que el otro para mí se presenta como en una situación significativa, donde actúa o se comporta de un modo específico. Yo, en tanto espectadora puedo percibir en ese individuo, maneras de comportarse, que son semejantes a las mías y de ese modo puedo inferir las experiencias que este atraviesa. Ahora bien, lo anterior es simplemente percepción y eso de ninguna manera me desemboca directamente en la cooperación. Para que haya esto último, aún más, para que haya empatía, es necesario no solo reconocer al otro como semejante a mí, o con intenciones de igual manera que las poseo yo, para que haya empatía es necesario reconocer un vínculo humano entre ambas partes, un “nosotros”.

Entiendo la empatía entonces como una intencionalidad dirigida hacia las experiencias vividas del otro[10], no es como si yo imaginara lo que sentiría si estuviera en su lugar, es más bien el reconocer sus experiencias vividas como hechos del mundo en el que existo, por tanto son hechos que afectan mi estado. Allí se puede dar la cooperación, como lo mencionaba en la sección anterior, pero no es una cooperación en términos de negociación, es una cooperación sin intenciones egoístas,  sin fijar propósitos o expectativas personales, una participación en la experiencia de los otros donde reconozco sus manifestaciones, supongo sus estados internos e intervengo en la situación de ser necesario, para lograr que sus estados internos, esto es, los sentimientos, las emociones y el ánimo que manifiestan en sus expresiones y acciones logren estabilizarse para saber actuar frente a alguna situación específica. En la siguiente sección veremos cómo se desarrolla la empatía en el contexto colombiano.

  • Empatía (¿o falta de?) en el contexto colombiano

“El proceso de paz colombiano, fue un curso acelerado de empatía…” [11]

Prefiero referirme a casos de conflicto armado para ver cómo se desarrolla la empatía en Colombia, porque considero que (el conflicto) ha sido un golpe devastador para el país y es la huella más grande de violencia.

La frase con la que comienza está sección fue mencionada por el ex presidente Santos en un nombramiento en México, donde se ha referido al acuerdo de paz como un logro para el país colombiano, sin embargo, al menos en lo que me respecta, quedan algunas dudas.

Como sabemos, el conflicto tiene al menos dos actores, los agresores y las víctimas, entonces como pueblo colombiano, para lograr interactuar con ellos, para lograr reconocerlos de nuevo en la sociedad como civiles y tratarlos de modo igualitario que a cualquier colombiano es necesario escuchar su versión de la historia, su narrativa.

Antes de continuar, quiero reiterar que la empatía no es “ponerse en los zapatos del otro”, no es simular su situación ni suponer lo que siente o cómo piensa, empatía es reconocer al otro como semejante a mí, como parte de mí realidad o de mi contexto. Además, “ponerse en los zapatos del otro” apela a la simulación que reafirma la perspectiva de la tercera persona y protege el acceso privilegiado de la primera persona, reduciendo en ejercicio a una atribución intencional desde la tercera persona hasta la primera, basada en sus propias representaciones.

En este caso se busca el reconocimiento de los actores del conflicto como parte de mi país, en un tiempo común en el que sucede nuestra existencia y darme cuenta de que lo que le suceda a ese otro, afecta también mi situación.

Volviendo sobre la cuestión de las narrativas, en Colombia se pueden encontrar varias:

  • Guerriller(a, o) o paramilitar que ingresa al grupo, ya sea porque no tenía otra opción para sobrevivir en un contexto de pobreza, o porque realmente quería ser partícipe de estas actividades.
  • Una familia desplazada por la violencia, a quienes han robado fincas, ganado y bienes.
  • Guerriller(a, o) o paramilitar que es obligado desde niñ(a, o) o adolescente a participar, porque de otro modo acabarían estos grupos con él y su familia.
  • Niños y niñas que han estado presentes en el asesinato de sus padres, de sus hermanos y que han sido testigos de masacres.
  • Madres y esposas que lloran a sus hijos o esposos por no saber dónde están, cómo están o al menos poder darle un adiós por no saber si quiera donde están los cuerpos.
  • Guerriller(a, o) que entra por voluntad propia y aunque se arrepienta no puede retirarse, o logra huir y el grupo cobra venganza haciendo mal a su familia.
  • Soldados, militares, policías y demás que han sufrido lesiones en rescates o combatiendo con grupos paramiliatares.
  • Secuestros, violaciones.

 

Y quien sabe cuántas historias más habrán preferido llevarse a la tumba.

Nos queda por preguntar ¿empatía frente a quién? Porque es cierto que es necesario conocer la mayor cantidad de historias posibles para tratar de no solo enmendar, sino empatizar, escuchar, lograr una interacción para trabajar en el bienestar o en el mejoramiento de comunidades enteras, de las sociedades actuales. Pero el recibir estos datos no nos indica directamente hacia quien sentir empatía.

Bien pues mi respuesta es, empatía frente a quien nos nazca sentirla, esa es la importancia de las narrativas, no pretendo establecer que deba sentirse empatía frente a un testimonio en específico, porque eventualmente considero necesario el rastreo de las expresiones corporales mientras se cuentan las historias para entrever estados mentales que logren darnos alguna luz de si se trata de arrepentimiento, dolor, angustia, rencor o paz.

La cuestión es entonces por qué en Colombia parece no encontrarse una práctica de empatía, por qué si la historia colombiana se entreteje en cada una de las historias de los colombianos, no somos capaces de reconocer en otros algún tipo de afección, esto se debe, considero, al desconocimiento de las narrativas de los otros, con la mayor amplitud posible y sin ningún tipo de segregación.

Por ejemplo, en el contexto de la guerra, los actores principales son las víctimas y los victimarios, son esas narrativas las que conocemos y con las cuales construimos lo que fue el hecho de las guerras en Colombia, pero faltan aún testimonios que ayuden a dar una visión más amplia del hecho en cuestión.

Ahora bien, no hace falta solo escuchar más historias, porque si bien es cierto que recibimos información, procesamos y a partir de ella hacemos suposiciones o creamos hipótesis propias, también lo es que los testimonios que recibimos, los interpretamos a la luz de nuestras narrativas propias; esto es, nosotros interpretamos la información que nos llega a partir de los componentes de nuestro contexto, a partir de las cosas que se nos han enseñado y de las cosas que hemos experimentado gracias a las particularidades y especificaciones de nuestro contexto.

Es a toda esta particularidad que llamamos “realidad”, y un claro ejemplo de ello, es que no es la realidad de ahora, la misma que fue hace diez años, y seguro no será la misma realidad de unos diez años más adelante; esto porque las reglas que constituyen la realidad, se dan a partir de las condiciones que nos brinde el contexto y por eso mismo la realidad también varía de acuerdo a condiciones económicas, locativas, culturales, políticas y sociales, por ejemplo no es la misma realidad la de un niño en el Choco, que la de un niño en la capital del país, ni lo es la de una familia estrato ocho y una estrato dos.

Involucro todo esto porque, son los factores particulares de cada realidad, lo que me permite interpretar diferentes narrativas, entonces si mi realidad no tiene factores en común con alguna de las realidades anunciadas en la página anterior, las narrativas que me sean contadas no tendrán basto sentido para mí, o me parecerán ficción, exageración. Por ello la empatía en Colombia es tan difícil, porque hay a quienes el conflicto los ha golpeado directamente y ha dejado huellas en sus vidas que ni las narrativas logran exponer. En ese caso, si no puedo realmente comprender las afecciones de los demás, ser empático también radica en escuchar, conocer, acompañar, estar para el otro.

  • Colombianos, no programados para ser indolentes, sino faltos de correcta educación.

 

No estamos atrofiados, hay una razón por la cual no podemos sentir empatía por los demás en el contexto colombiano y es la falta de una correcta o más amplia educación.

En las escuelas e instituciones educativas dedicadas a la enseñanza en la primera infancia y la adolescencia, la historia se cuenta desde hechos, hechos que influyen en los seres humanos que somos hoy en día; sin embargo, esto promueve un conocimiento sobre hechos, pero no la comprensión ni la empatía, lo cual le hace falta a los colombianos.

La enseñanza debiera contextualizar a los niños y jóvenes, esto es, que se reconozcan como parte de una comunidad, pero también como parte de un país, Colombia, en el cual hay variedad de comunidades cada una con características específicas; este reconocimiento conduce a que los jóvenes y los niños se apropien de su comunidad, puedan compartir libremente con las demás comunidades y acepten la totalidad de las comunidades también como propia.

También debiera sembrarse en los estudiantes la capacidad de dialogo, de interacción con los otros, ya sea con chicos de otros grupos, con gente de otros barrios o de otras ciudades; esto les demostrará que hay una equivalencia entre todos los individuos y que estos presentan las mismas garantías que cualquier otro colombiano.

Por último y tal vez lo más importante, debe promoverse entre la infancia y la adolescencia, la capacidad de escucha y de poner atención, no solamente memorizar las fechas, repetir lugares y relatos, hay que incentivar la capacidad de relacionarse con los demás, de escuchar y compartir narrativas, de interpretar desde nuestras experiencias, las manifestaciones de los demás.

La educación en Colombia debe cambiar, debe ser mucho más amplia, abarcar la variedad de los puntos de vista de la historia del país, dejar de lado la historia centralizada que se ha compartido y comenzar a interpretarse desde otras perspectivas. Es importante la enseñanza de la historia en los colegios, pero de modo que se enseña actualmente, limita que los individuos se contextualicen en su entorno, conociendo de estas solo ciertas características y evadiendo la relación que tiene este entorno propio con otros entornos; además, no permite conocer narrativas, o al menos no todas las narrativas necesarias para tener una visión histórica completa del país.

Pies de página: 

[1] Fantasia, V. et al. (2014). “We can work it out: an enactive look at cooperation”. Frontiers in Psychology 5 (874) doi: 10.3389/fpsyg.2014.00874

[2] Maldonado, C. (2016) “Colombianos, ¿programados para ser indolentes?”. Salud Mental. p. 3

[3] Tomasello, M. (2010) “¿Por qué cooperamos?”. Romanyà Valls S.A. p. 11

[4] Sartre, P. (1943). ”El ser y la nada”. Éditions Gallimard. p. 255

[5] Ibíd. p. 262

[6] Ibíd. p. 256

[7] Tomasello, M. (2010) “¿Por qué cooperamos?”. Romanyà Valls S.A. p. 12

[8] Tomasello, M. (2010) “¿Por qué cooperamos?”. Romanyà Valls S.A. p. 16

[9] Gallagher, S. & Zahavi, D. (2014). La mente fenomenológica. Madrid: Alianza. p.271

[10] Gallagher, S. & Zahavi, D. (2014). La mente fenomenológica. Madrid: Alianza.p.271

[11] Juan Manuel Santos, 29 de noviembre del 2019. México

¿Cómo referenciar?
Martin´s, Amarilla. “¿Qué tan humanos?” Revista Horizonte Independiente (columna filosófica). Ed. Nicolás Orozco M. 16 may. 2021. Web. FECHA DE ACCESO. 

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